El gobierno español ha fijado precios para algunos productos de primera necesidad en el contexto actual de crisis sanitaria (mascarillas, geles desinfectantes, etc.), medida que de hecho ya se apuntó hace unas semanas (El País, 4 de Abril, 2020). La medida se habría adoptado ante posibles incrementos “desorbitados” de los precios (price gouging, en inglés), fenómeno que tendría su precedente en otros momentos de crisis o de catástrofes naturales como por ejemplo terremotos, momentos en los que determinados productos de primera necesidad como el agua o la gasolina, ante temporales restricciones en su oferta, pueden presentar estos incrementos desorbitados.
Tales incrementos suelen generar un fuerte reproche moral y crítica social a los agentes que los llevan a cabo. Posiblemente es por ello que estos incrementos desorbitados están a menudo prohibidos y restringidos en la legislación de numerosos países (por ejemplo, en algunos de los estados de los EEUU, véase Snyder, 2009); y motivo también por el que algunas empresas denuncian su práctica, como Amazon recientemente excluyendo de su plataforma a aquellas empresas que “inflaran artificialmente los precios de productos de necesidad básicos durante la crisis sanitaria global” (Financial Times, 3 de Marzo, 2020).
Análisis económico
Aún a pesar de los generalizados reproches morales que suscitan, algunos (muchos?) economistas defienden tales incrementos desorbitados con los argumentos típicos a favor del libre mercado en momentos normales: los precios altos son señales que indican escasez del producto, dando incentivos a que los agentes económicos inviertan en capacidad productiva adicional e incrementen la oferta del producto, cosa necesaria y que conllevará a su vez una próxima reducción del precio. Además, sigue el argumento, el precio alto consigue una asignación del producto acorde a la disponibilidad a pagar de los compradores, criterio que normalmente contaría con buenas propiedades.
Estos argumentos, buenos para la libre fijación de los precios en el mercado para muchos productos en tiempos normales (aunque también con importantes matices), plantean serias dudas en tiempos de catástrofes en los que, de hecho, el mercado ha dejado de funcionar correctamente (en competencia, etc.), y dispone de escaso margen, al menos en el corto plazo, para incrementar la oferta y satisfacer la demanda existente. Stiglitz (2005) lo explicaba hace años en relación a la gestión de emergencias post huracán Katrina en la ciudad estadounidense de New Orleans.
Además, en situación de catástrofe o crisis sanitaria, asignar (racionar) las mascarillas (o el agua o la gasolina post terremoto) mediante precios desorbitados, ¿es un buen criterio? Parece claro que no: la disponibilidad a pagar viene dada, en buena medida, por la riqueza, y no solo por la valoración del producto del comprador potencial, valoración privada o social. No hay ninguna razón por la que en la situación actual de pandemia en la que las externalidades son enormes, la simple disponibilidad a pagar genere una asignación eficiente de las mascarillas. No parece difícil mostrar que existen mecanismos de racionamiento del producto escaso basados en la necesidad que son mejores (por ejemplo, distribuir las mascarillas al personal sanitario, a los enfermos, o a las personas de mayor vulnerabilidad, en lugar de simplemente a quién pueda pagar más).
Análisis desde la filosofía política
Los incrementos desorbitados de precios también se pueden analizar fuera del ámbito estricto de la economía. Así, recientemente, y en el contexto de crisis actual, Paul Krugman aplica la aproximación del “velo de la ignorancia” de Rawls al análisis de la justicia distributiva de los precios desorbitados (Krugman, 2020). ¿En qué sociedad querríamos vivir, se pregunta Krugman à la Rawls, si de antemano no sabemos en qué posición nos encontraremos en medio de una catástrofe (no sabemos si seremos ricos o pobres, necesitados o no): en una sociedad que racionará los productos básicos en base a la necesidad, o en otra en la que se asignarán en base a renta o riqueza? Su respuesta es clara: siguiendo el criterio de Rawls, convendría distribuir y racionar los productos en base a la necesidad, incluso aunque ello pueda suponer algunos costes en términos de eficiencia.
Desde otra filosofía política, Michael Sandel, profesor en Harvard (y docente del curso ‘Justice’, uno de los más populares de toda la universidad, disponible online y absolutamente recomendable) analiza la moralidad y la justicia de los incrementos desorbitados de precios en situaciones de catástrofe (Sandel, 2009). Frente a los típicos argumentos de los economistas a favor del libre mercado, argumentos basados en criterios utilitaristas de bienestar individual (vía incremento de oferta, etc.) y de libertad, Sandel apuesta por restringir tales incrementos pues menoscaban virtudes cívicas que una buena sociedad debería proteger: una sociedad en la que la gente puede explotar a sus vecinos en tiempos de crisis no es una buena sociedad. Así, según Sandel, la avaricia excesiva de algunos es un vicio que debe recibir la desaprobación social, y una manera de hacerlo es precisamente mediante leyes que restrinjan tal comportamiento.
Otra aproximación desde la filosofía política también interesante es la aplicación del concepto de “mercados nocivos” de Debra Satz, profesora de Filosofía Política en la Universidad de Standford (Satz, 2010). Debra Satz usa el concepto de ‘mercados nocivos’ para evaluar la moralidad de mercados como el de riñones para trasplantes o el de la prostitución, y su aplicación también es relevante en el presente caso. Según la teoría de Satz, los mercados pueden ser nocivos si se dan alguna de las siguientes características en una determinada transacción o intercambio: (1) débil agencia y (2) vulnerabilidad de los participantes; (3) daño extremo a los individuos; y (4) daño extremo a la sociedad.
En la situación de crisis actual, y pensando en la compra-venta de mascarillas como ejemplo, la posible vulnerabilidad y situación de necesidad e incluso desesperación de los compradores es un factor claramente relevante, pudiendo condicionar la transacción y el pago ‘libremente’ acordado. Asimismo, la imposibilidad de comprar el producto por su desorbitado precio podría generar daños importantes en términos de salud al potencial comprador. Finalmente, y en lo que respecta al parámetro de evaluación del mercado menos cercano a los criterios normalmente usados por los economistas, creo que Satz también atribuiría, desde su ética igualitarista, un daño social a los incrementos desorbitados de precios. Tales precios desorbitados comportan ciudadanos fundamentalmente desiguales, no solamente en términos estrictamente económicos, sino evitando que las personas sean ciudadanos en pie de igualdad en la sociedad democrática a la que pertenecen (si se tratara de incrementos desorbitados en el precio del champagne, por ejemplo, ni a Satz ni a nadie le preocuparía; Snyder, 2009).
A modo de conclusión
Todo lo expuesto anteriormente me lleva a concluir que los argumentos típicos en favor de la libertad total de precios no aplican para productos de primera necesidad en momentos de crisis como la actual, habiendo motivos de fondo, económicos y de filosofía política, para intervenir y limitar incrementos desorbitados que se puedan dar en el corto plazo. Obviamente, ello no significa que los precios de las mascarillas (y de otros productos) no deban subir en relación a la situación anterior a la crisis (efectivamente para incentivar la oferta, aspecto especialmente relevante pues la crisis no es de corta duración). Tampoco significa que el gobierno español pueda fácilmente intervenir en el mercado, ni que la regulación que esté llevando a cabo sea la adecuada; éste es un mercado internacional, contexto en el que ningún gobierno o regulador tiene plena capacidad de actuación, de aquí la necesidad de ser muy cauteloso con el fin de evitar posibles efectos indeseados. Pero ello no debe ser impedimento para entender algunos de los límites del mercado en momentos como el actual.
Referencias
El Pais, 4 abril 2020, Consumo estudia limitar el precio de las mascarillas y geles durante el estado de alarma, Miguel Ángel Medina.
Financial Times, March 3, 2020, Amazon battles sharp price rises of coronavirus products, David Lee.
Krugman, Paul, 2020, Why is price gouging bad?, mimeo: https://www.gc.cuny.edu/CUNY_GC/media/LISCenter/pkrugman/why-is-price-gouging-bad.pdf
Sandel, Michael J., 2009, Justice. What’s the right thing to do, Penguin Philosophy.
Satz, Debra, 2010, Why some things should not be for sale. The moral limits of markets, Oxford University Press.
Snyder, Jeremy ,2009, What's the Matter with Price Gouging? Business Ethics Quarterly Vol. 19, No. 2
Stiglitz, J., 2005, Lessons from the Black Tsunami, Project Syndicate, https://www.project-syndicate.org/commentary/lessons-from-the-black-tsunami
Hay 13 comentarios
Los temas expuestos evidencian los cambios en la economía que han sucedido tan rápidamente debido a la pandemia. Por lo general se sabe que el fijar precios tope va en contra del libre mercado y causan un desequilibrio entre oferta y demanda siendo negativo para la economía de un país. También se sabe que en un libre mercado, los productos no son racionados asignándole a cada persona un límite de productos de primera mano que pueden llevar en el supermercado (como sucede en mí país Guatemala). Sin embargo en medio de una crisis confirmo que se esto puede llegar a cuestionarse y parecer una mejor opción lo que la mayoría de gobiernos están imponiendo en la actualidad. Como se expone en el texto, considero que el distribuir los productos escasos dependiendo de la necesidad de los mismos, es decir priorizando a personal de salud y personas de la tercera edad, es lo más lógico de hacer. Pienso que de esta manera se está contribuyendo a que se detenga la pandemia más rápido y disminuyan las lamentables muertes en todo el mundo.
Interesantes puntos de vista y exposición de ideas sobre la situación económica cambiante del mundo.
Gracias por el artículo. Sin duda, son aportaciones necesarias para reflexionar y encontrar una solución a este problema. En mi opinión, el Estado sí puede tomar medidas que animen a la oferta y estas pueden adoptar múltiples formas, pero todas ellas encaminadas a lograr una mayor fluidez en la competencia. Anticipación y competencia entonces pueden combinarse con tecnología (pueden servirse mascarillas a precio simbólico a colectivos vulnerables mediante DNI o tarjeta sanitaria). Con estas tres acciones la escasez (única razón detrás de la subida de precios) será menor y el estrangulamiento de la producción durará menos. Pero si todo lo anterior no se da, el establecimiento de un precio máximo por debajo de equilibrio solo es un argumento moral sin sostén en el tiempo. Una medida sin coste de implantación alguno, aceptada por una población desesperada que no conoce los mecanismos de mercado ni la operativa de las importaciones e incapaz de aumentar la oferta (es más, muy capaz de desincentivarla). Estoy totalmente a favor de que toda la población debe estar a abastecida de material necesario, pero creo que el camino que ha tomado el ejecutivo es el contrario.
Gracias a ti. El objetivo de la entrada no es analizar ni evaluar la política que ha llevado a cabo el gobierno al respecto del mercado de las mascarillas (tema sin duda importante); me quedo en un paso previo: el libre mercado de determinados productos (como las mascarillas) ante el shock (catástrofe) del coronavirus no funciona normalmente con lo que sus habituales virtudes no están nada claras (por ejemplo, se podría decir que no hay competencia; lo explica muy bien Massimo Mota: https://www.dailymaverick.co.za/opinionista/2020-04-22-price-regulation-in-times-of-crisis-can-be-tricky/ ). Saludos, aleix
Gracias por la respuesta y el link. Saludos.
Parece lógico que en situaciones extraordinarias como la del COVID-19 se destine los bienes escasos de la forma más eficiente. Pero dicho esto, la limitación de precio se indica apropiada cuando el precio es excesivo. Pero ¿Qué es un precio excesivo?
Se pone en duda el mecanismo de mercado en situaciones como la actual ante la presumible incapacidad de que la oferta pueda satisfacer la demanda en el corto plazo. Sin embargo en España, gran parte de la capacidad productiva se adaptó rápidamente. Cuando además la escasez de oferta es global y no solo española, de tal forma que la señal de precio estimula la oferta global.
Se incide en que la disponibilidad de pagar viene determinada por la capacidad económica y no la necesidad. Sin embargo, la capacidad económica también viene determinada por las políticas económicas que condicionan el margen fiscal de un país, siendo este resultado de la irresponsabilidad en la gestión previa.
Dicho esto, parece obvio que en estas situaciones es exigible un reparto eficiente de los bienes escasos, pero ¿Se consigue este reparto con el control de precio? Más bien no, y el bien lo consigue el primero que llega y no el que más lo necesita. Por lo que como acertadamente se indica y estamos en un mercado global en el que el gobierno español no tiene capacidad de acción, en mi opinión, el gobierno es el que debería ser el comprador a precios de mercado y ser responsable de asignar el bien escaso de la forma más eficiente posible.
Gracias
Bueno, es bastante discutible, los argumentos de Sandel y Satz han sido criticados, a mi juicio con éxito: https://jstor.org/stable/10.1086/680907?seq=2#metadata_info_tab_contents y diría q hay dudas sobre las cuestiones filosóficas del price gouging https://papers.ssrn.com/sol3/papers.cfm?abstract_id=1099567, pero bueno, la filosofía política no es una ciencia y dependerá del sistema a priori que uno tenga.
En la situación particular de velo de la ignorancia de Rawls hay un poco de falsa dicotomía, si la DISTRIBUCIÓN vía precios no es eficiente, ¿no podría el estado comprar y distribuir dejando intacta la eficiencia de la PRODUCCIÓN, i.e., precios actuando como señales e incentivos?
Gracias por las referencias.
Como digo más arriba, el objetivo de la entrada no es analizar ni evaluar la intervención llevada a cabo por el gobierno en el caso actual. Dicho esto, “¿no podría el estado comprar y distribuir dejando intacta la eficiencia de la PRODUCCIÓN, i.e., precios actuando como señales e incentivos?”.
Si el estado compra a ‘precios desbordados’, los problemas distributivos siguen parcialmente existiendo (no necesariamente de asignación de mascarillas, pero sí de renta), ¿no crees?
En cualquier caso, no creo que nadie defienda que los precios no tengan que subir al respecto pre-pandemia para incentivar la oferta, y así sucede, con lo que incentivos a invertir en capacidad productiva no deberían haber desaparecido.
Otro tema clave es que aquí el mercado es internacional, y esto debe de contemplarse en cualquier intervención que el gobierno lleve a cabo.
Saludos, y gracias.
Gracias por la respuesta.
Si los precios son desorbitados, puede tener sentido fijar un precio máximo, pero muy alto y suficiente para que se dé la movilización de capital para la producción masiva de los nuevos productos demandados (permitiendo beneficios extraordinarios que compensen la reconversión del capital). Aunque lo complementaría con medidas para que esa movilización se produzca de la manera más rápida posible y se incremente la oferta cuanto antes.
Un saludo
Aunque es verdad que hay abusos de precios, la solución más eficaz es más competencia, informando a la gente de cómo comprar por Internet. Muchos no saben hacerlo y algunos aprovechados les clavan sobreprecios.
Disculpas por los enlaces, pero en este caso son necesarios para mostrarlo.
Por ejemplo, mascarillas desechables, en Aliexpress, de marca https://es.aliexpress.com/item/4000852922373.html a 7,5 €/unidad comprando 25. Si prefieren productos sin marca, aquí tienen a menos de 2€/unidad https://es.aliexpress.com/item/4000785231354.html
Para no tener tiempos de espera, también se pueden comprar en España aquí https://es.aliexpress.com/item/10000196535964.html
Por unos 6 € pueden tener una máscara reutilizable https://es.aliexpress.com/item/33000068911.html
Para buscar desinfectantes, alcohol, etc la forma de obtener mejores precios es buscar en https://shopping.google.com
Favorecer la competencia, eliminar barreras que faciliten la producción, tiene muchas ventajas. Y elimina el riesgo de que los vendedores, si son pocos o bien organizados, pueden chantajear al Estado dejando de vender, con discursos victimistas de que pierden dinero.
“Favorecer la competencia, eliminar barreras que faciliten la producción, tiene muchas ventajas.” Totalmente de acuerdo – pero a corto plazo, ante un shock puede haber un desequilibrio, y dejar que sean los ‘precios desbordados’ (o ‘excesivos’) los que asignen el producto en cuestión es potencialmente problemático en distintas dimensiones, como he intentado argumentar.
Entre las condiciones que expones de Debra Satz para hablar de mercados nocivos hablas de "débil agencia". No se a que te (se) refieres. ¿Qué es eso de débil agencia.?
Cuando uno de los participantes en el mercado no tiene la capacidad (o la tiene mermada) para tomar decisiones de forma racional e informada - por ejemplo, le falta información o capacidad para entender las consecuencias de la transacción. Es relevante, por ejemplo, en el caso de evaluar el trabajo infantil en el que los niños no suelen tomar las decisiones ellos mismos (las suelen tomar los padres).
Gracias por darnos información y referencias sobre las que apoyar lo que la simple intuición hace obvio aunque algunos prefieran no verlo en su miopía libremercadista.
No estoy en contra del libre mercado. Asumo su utilidad en competencia. Pero ni la competencia es tan ideal; y menos en circunstancias de sobredemanda Inesperada, disminuida capacidad productiva y restricciones del transito.
Por tanto; si, es necesario actuar sacrificando la eficiencia en favor de la eficacia. Para priorizar grupos que lo necesitan (Sanitarios, y otros....) eso hasta ayer.
Ahora, como favorecer el uso masivo, evitando que se disparen los precios o la mitad de nosotros no podremos o querreos dedicar parte de nuestro gasto, para protegerte a tí, si a tí.
Y con soluciones de limitación de precio, seguro que hay algunos que se retiran del mercado (O no, visto el incremento de antes a despues) Y otros veran en ese menor margen, que no nulo, oportunidad no locura. Si la limitación no fue desproporcionada.
Solución para no romper la competencia (Coja ahora mismo) "que compre el estado y reparta" trasladando el sobrecoste a todos, vivan los no intervencioinistas (Alergicos, además a los impuestos: "TaskFree")
Pero no olviden que recientemente el petroleo llego a negativc (Coyuntural si, pero llego) ¿Es eso mínimamente lógico? Alguien en un mercado tan LIBRE vende a perdidas, puede para minimizarlas. ¿¿Pero vender a negativo?? Es simplemente la demostración del GRAN...
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