Esta semana se ha publicado el informe del Banco de España sobre la evolución de la desigualdad durante la crisis [1]. El informe no forma parte del informe anual del Banco, como estaba previsto, pero este hecho no devalúa su valor. El informe contiene una notable riqueza de datos y es uno de los pocos estudios disponibles que analiza conjuntamente la evolución de la desigualdad de los salarios, la renta, el consumo y la riqueza, tanto a nivel individual como a nivel de los hogares durante los años de la crisis utilizando distintas fuentes de datos. Entre ellos destaca el uso de la Encuesta Financiera de las Familias (EFF) de la que nos ha hablado Samuel Bentolila en varias ocasiones.
Motivación
Quizás usted se pregunte por qué al Banco de España le preocupa la desigualdad. Los autores lo dejan claro en la introducción y lo repiten en las conclusiones. Un nivel elevado de desigualdad de la renta per cápita puede reducir la cohesión social, incrementar la conflictividad social y dañar el potencial de crecimiento de la economía española. El informe no analiza los mecanismos que pueden producir estos efectos nocivos, pero sí deja patente el enorme aumento en la desigualdad de la renta y el consumo per cápita, que aunque no a nivel de hogares, situan a España a la cabeza de Europa en varios indicadores de desigualdad. En esta entrada es imposible abarcar todos los aspectos tratados en el informe. Me limitaré a desgranar los factores que han contribuido al aumento en la desigualdad y plantear algunas dudas.
La desigualdad salarial
Un primer aspecto a resaltar es la limitada relevancia de la evolución de los salarios (por hora) en el aumento de la desigualdad. La desigualdad de los salarios por hora se sitúa cerca de la mediana en Europa y apenas sufrió cambios durante la crisis como se puede observar en el primer gráfico extraído del informe. El gráfico de la izquierda muestra la variación del salario por hora y el salario mensual real entre 2006 y 2014 por percentiles de la distribución. La variación de los salarios por hora es prácticamente igual a lo largo de toda la distribución salarial, mientras que se observa un derrumbe en los salarias mensuales para los deciles más bajos de la distribución.
La distinta evolución de los salarios por hora y de los ingresos salariales no es ninguna novedad, pero el informe ofrece un análisis interesante de sus determinantes. Una de las claves es la enorme destrucción de empleo que afectó desproporcionadamente a jóvenes, personas poco cualificadas y trabajadores con poca antigüedad en el empleo. Otra de las claves es el desigual aumento en el empleo a tiempo parcial, mucho más intenso para personas con salarios bajos que para personas con salarios relativamente altos. La consecuencia para las personas con salarios bajos es una caída en las horas trabajadas que es incluso mayor que la caída en sus ingresos salariales. Por tanto, cuando hablamos de desigualdad tenemos que hablar, sobre todo, de la poca intensidad del empleo de las personas con rentas bajas y menos de salarios, aunque también es cierto que la caída en horas puede esconder una rebaja salarial encubierta.
En cualquier caso, cabe señalar una vez más los enormes contrastes. Para el primer decil observamos caídas en el salario mensual y las horas trabajadas de entre el 30 y el 40%, comparado con un ligero aumento en el salario mensual para los asalariados a tiempo completo en la parte superior de la distribución.
La desigualdad de la renta y el consumo
La destrucción del empleo también causó un aumento considerable en la desigualdad de la renta per cápita. Para construir esta variable se suman todas las fuentes de ingresos de los hogares y se divide la cifra resultante entre el número de personas en el hogar. Comparado con los ingresos salariales, las caídas porcentuales en la renta per cápita son menores para los hogares con ingresos bajos y algo mayores para los hogares con ingresos altos. En este sentido, los autores resaltan el papel de las prestaciones por desempleo y la evolución favorable de las pensiones que ayudaron a amortiguar las caídas en los ingresos de los hogares con ingresos bajos. Sin ellas, el aumento en el coeficiente de Gini hubiera sido el triple como muestran los autores en uno de sus ejercicios.
Hasta aquí el informe confirma resultados de estudios anteriores. La sorpresa, por lo menos en mi caso, llega cuando los autores analizan los cambios en la desigualdad de la renta al nivel de hogar. Según sus cálculos, en base a la EFF, la desigualdad de la renta de los hogares habría disminuido en el período entre 2006 y 2014. Y no solo esto, la caída se concentra en la parte baja de la distribución. El contraste con el comportamiento de la renta per cápita es enorme, como se puede observar en los dos gráficos de arriba. Una vez más los autores enfatizan el papel determinante de las prestaciones por desempleo y la evolución favorable de las pensiones. Además, durante la crisis se observa un aumento en el tamaño medio de los hogares con las rentas más bajas, entre otras cosas por la emancipación más tardía de los jóvenes, que es otra manera en que los hogares pueden amortiguar la caída en la renta de algunos de sus miembros.
La disminución de la desigualdad en la renta total de los hogares contrasta con la información proporcionada por Eurostat y INE. Utilizando los datos de la Encuesta de Condiciones de Vida (ECV) ambas instituciones documentan un aumento en la desigualdad de la renta. Sin embargo la contradicción es solo aparente. Ambas instituciones utilizan la ratio entre la renta de los hogares en los percentiles 80 y 20, y este mismo indicador también sufrió un aumento en los datos de la EFF como se puede deducir del gráfico de las variaciones de la renta total por percentiles. De hecho, al final del informe los autores ofrecen un contraste entre los datos de la EFF y la ECV que muestra que ambas fuentes de datos generan resultados similares. Además, el comportamiento distinto de las variaciones de la renta per capita y total se traslada al consumo, como se puede ver abajo, lo que es otro indicador de la distinta evolución de los indicadores de desigualdad al nivel de individuos y hogares y de la importancia de medir y de entender bien los cambios en la parte más baja de la distribución. En cualquier caso, el bienestar de las personas depende principalmente del consumo y la renta per capita y para ambas variables observamos un notable aumento en el grado de desigualdad.
Desigualdad de la riqueza
Por último, como ya nos adelantó Samuel en su día [2], la EFF deja constancia de un notable aumento en la desigualdad de la riqueza. Entre 2005 y 2014, el porcentaje de la riqueza neta correspondiente al 10% de los españoles con mayor riqueza aumentó en casi 10 puntos porcentuales. Estos hogares se beneficiaron del aumento en el valor de sus activos financieros, mientras que los hogares relativamente pobres se han visto muy afectado por la pérdida de valor de su patrimonio inmobiliario. No obstante, en comparación con otros países. la desigualdad de riqueza sigue siendo muy moderada debido al alto porcentaje de hogares con una casa en propiedad.
La gran ausente
El informe es muy exhaustivo. Sin embargo, hay una gran ausente. En todo el informe solo hay una referencia a la palabra pobreza y más allá de la introducción no hay ninguna referencia al aumento en el riesgo de exclusión social y económica para los hogares más pobres. En los últimos años, se observa un aumento muy preocupante en los indicadores de pobreza, incluso para los ocupados con rentas bajas, como nos ha mostrado Florentino Felgueroso en varias entradas [3] [4] [5]. Para ello es muy importante entender la movilidad de los individuos y las personas con quienes comparten hogar a lo largo de la distribución de renta. Espero que los autores del informe puedan arrojar algo más de luz sobre estos asuntos en otro informe futuro. A los lectores que todavía no se han saturado de datos les dejo la comparativa internacional de los principales indicadores de desigualdad considerados en el informe. Y me despido del resto de los lectores deseándole mucha suerte y acierto al recién nombrado nuevo gobernador del Banco de España, Pablo Hernández de Cos.
Comparativa internacional
Hay 4 comentarios
El documento del BE presenta una excelente descripción de varios indicadores de "desigualdad económica”. El documento se limita a describir indicadores aprovechando datos que se consideran fiables pero no analiza la “desigualdad económica”. Los indicadores se refieren a variables que se pueden relacionar a través de identidades --ver el esquema 1 (p.12) del documento. Quedan cabos sueltos en los factores listados como relaciones entre variables (p.ej., la perspectiva de renta futura condiciona la decisión sobre consumo sin ser parte de la definición de renta neta del hogar ni de consumo), pero se entiende lo que quieren decir. Podríamos discutir si la lista de variables es suficiente o no para describir “desigualdad económica”, pero no parece que hacerlo agregue valor. Cualquiera sea el juicio sobre la descripción del documento, encontrar otras diferencias en resultados económicos entre españoles parece lejos del beneficio de gastar recursos en analizar las diferencias ya encontradas. En el fútbol y otros deportes profesionales identificar diferencias en resultados deportivos —sin entender su por qué— lleva o a despertar a la realidad de un equipo estructuralmente malo en relación a otros o a dar gritos de insurrección contra los responsables próximos de las decisiones. Lo que me recuerda que la motivación del documento es equivocada y antes de proceder al análisis de la desigualdad económica es necesario motivarla bien porque no será gratis.
Marcel dice "Quizás usted se pregunte ... Un nivel elevado de desigualdad de la renta per cápita puede reducir la cohesión social, incrementar la conflictividad social y dañar el potencial de crecimiento de la economía española.” Pero los autores dicen sólo eso y remiten a tres referencias. La primera de Herschel Grossman claramente se centra en la insurrección, es decir, a un conflicto político extremo sin importar su causa. Alesina y Rodrik analizan también el conflicto político aunque aleguen que estaría motivado por un conflicto distributivo y su propósito claro es precisar cómo soluciones alternativas al conflicto político condicionan el crecimiento económico. Por último Persson y Tabellini también se centran en la relación entre soluciones al conflicto político y crecimiento económico aunque atribuyen el conflicto político a la desigualdad económica. No sorprende que el conflicto político tenga consecuencias para el crecimiento económico, pero nadie ha probado que la única causa del conflicto político sea la desigualdad económica. Peor, nadie ha probado que sea la causa principal. Más importante, los historiadores por lo general han tenido problemas serios para encontrar las causas próximas de conflictos políticos, muchos resueltos recurriendo a la violencia. La desigualdad económica o de cualquier otro tipo ha sido buena excusa en algunos conflictos, pero no su causa.
En las pocas líneas permitidas, partiendo de que algunas desigualdades (económicas o no) jamás podrán ser eliminadas por ser consecuencia de nuestra naturaleza, el esfuerzo para entender diferencias en resultados económicos entre miembros de una sociedad y entre sociedades es colateral al propósito principal de entender por qué muchos, muchísimos, han podido salir de la pobreza y otros han quedado atrás (sí Marcel hace bien en preguntarse por qué el documento no habla de pobreza). Cada uno puede sacar conclusiones de lo avanzado hasta ahora en el propósito principal, mi conclusión apunta a la urgencia de incluir el conflicto en sus varios tipo pero empezando por aquellos derivados directamente de nuestra lado oscuro porque imponen grandes costos, comenzando por el costo de aceptar y legitimar el poder coercitivo del gobierno —es decir, de la formación de jurisdicciones políticas basadas en el territorio y de la competencia por ese poder primero en la formación de jurisdicciones y segundo en su logro y usufructo. Sí, como lo intuyeron economistas con buena formación jurídica, los pioneros de teoría de juegos y otros, los conflictos derivados del aprovechamiento de nuestro lado brillante no imponen grandes costos, excepto cuando se los quiere aprovechar para sacar ventaja en la competencia por el poder coactivo legítimo del gobierno. Cuando avancemos en la inclusión del conflicto, entenderemos mejor la riqueza y la pobreza y por extensión la desigualdad.
Pero como se puede hablar der desigualdad de riqueza y poner cifras existiendo paraísos fiscales. Perdone pero alucino
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