Nota de los editores. Nada es Gratis nació hace diez años por estas fechas. Para que la efeméride no pase desapercibida, hemos pedido a sus creadores y editores anteriores que escribieran entradas sobre qué ha sido, qué es y qué debería ser NeG, sobre los cambios económicos y académicos en la profesión que consideran más relevantes en la última década o sobre cualquier preocupación que quisieran pronunciar con la excusa del décimo aniversario del blog que crearon y contribuyeron a consolidar como uno de los más influyentes (casi siempre en español). Hoy iniciamos la publicación de esta serie de entradas con la de Antonio Cabrales. En fechas próximas publicaremos las que nos han llegado (y esperemos que lleguen en los próximos días). Queremos expresar nuestro más ferviente agradecimiento a todos ellos.
De Antonio Cabrales
Cuesta creer que Nada es Gratis cumpla ya diez años. Pero claro, cuando comencé a escribir mis hijos estaban en primaria y ahora en la universidad. O como decía aquel amigo “estos chicos de primero cada año son más jóvenes.” Pues felicidades a todos, y muchas gracias a los lectores por seguir ahí.
Cuando los editores nos contactaron para escribir un artículo durante la celebración del aniversario, nos dijeron que escribiéramos “sobre lo que ha sido, es o debería ser NeG o cualesquiera otras opiniones que consideréis oportunas” y naturalmente lo primero que se me vino a la cabeza es este magnífico sketch de “los guiñoles del Plus” (que lógicamente más de la mitad de los lectores no habrán visto nunca, pero no se lo pierdan, es genial). La broma venía de que a la vieja guardia del PSOE le costó perder el control del partido y dar paso a la nueva generación que lideró José Luis Rodríguez Zapatero y se pasaron mucho tiempo dando “consejitos.”
Así que, no, no les voy a decir ni a los editores ni a los autores lo que es o debería ser NeG, entre otras cosas porque es un ejercicio inútil. Este es un espacio cooperativo, donde los que colaboran lo hacen porque les apetece, y la única motivación es intrínseca. Y la literatura psicológica y educativa establece una conexión profunda entre autonomía y motivación intrínseca. Y en el ejercicio de esta autonomía, ¿qué es lo que me motivaba a participar en NeG todo el tiempo que lo hice (y les amenazo con volver en cuanto termine mi período de director de departamento en enero)? Pues siendo completamente franco, porque me gusta la economía. Me gusta mucho y me parece muy útil y quería compartir este entusiasmo por mi disciplina con los lectores. De ellos, algunos imagino que están aquí porque tienen el mismo hobby (mi padre siempre me dice que esto que hago yo de investigar en su época lo hacían los que eran ricos por su casa) y son friquis en el sentido que la da el diccionario de la RAE: “Persona que practica desmesurada y obsesivamente una afición.” Otros porque tienen curiosidad intelectual y quieren aprender un poco de esto. Y supongo que habrá otras motivaciones. Todas me parecen bien.
Y es que la economía moderna estudia problemas increíblemente interesantes y variados de manera rigurosa, así que podría estar escribiendo una entrada cada día. Porque como dice me colega Imran Rasul en su popular hashtag #WhatEconomistsReallyDo, lo que hacemos los economistas es fascinante. Por poner un ejemplo concreto, les cuento minimalistamente lo que han llevado al mercado de trabajo académico cuatro doctorandos de UCL. Marta Cardoso Lopes, nos muestra de manera muy creible el impacto de la falta de seguridad laboral en las decisiones de tener hijos. Julien Combe, sobre lo que dice la teoría y se observa en los datos acerca del modelo de asignación de profesores a escuelas en Francia. Alejandro Estefan muestra que el acceso de la mujer al mercado de trabajo tiene como consecuencia un aumento de la violencia doméstica en México. Como dice el autor, este resultado es consistente con teorías instrumentales de la violencia que afirman que la violencia es un instrumento de control. Marleen Marra nos cuenta como vale la pena para las empresas de subastas online descontar los precios a los ganadores y cobrar más a los vendedores, y que ¡hasta los vendedores ganan porque aumenta el tamaño del mercado! No les doy más ejemplos. A alguno de ellos lo conocen en detalle, porque Ravi Somani, un brillante doctorando asesorado por Marcos Vera, ya les contó su trabajo sobre la mejora de la función pública en Etiopía por aquí.
Algún lector se preguntará si todo esto tiene influencia aquí y ahora. La verdad es que no lo sé. Mi impresión es que nuestro “track record” influenciando reformas en políticas públicas a través de NeG es más bien limitada (ven, he aprendido esto tan británico del “understatement”). El subtítulo del primer libro de Jorge Juan era “Cómo evitar la década perdida tras la década prodigiosa.” Pues la verdad es que suena que la década se perdió. No ha habido cambios de política de la menor relevancia. Estaba mirando por curiosidad estos días los programas de los partidos mayoritarios sobre las pensiones, y aparte de decir que garantizarán la revalorización nadie se atreve a decir nada mínimamente concreto, algo sobre lo que Nacho Conde Ruiz o Juan Rubio llevan desgañitándose toda la década (y Juan Francisco Jimeno más tiempo del que él mismo querría recordar). En educación el panorama es similar. Todas los posibles pactos se han encallado en temas secundarios, y la LOMCE, que en mi opinión no era particularmente revolucionaria, no dará lugar a ningún cambio real. Sobre todo, en las cosas que me parecía que importan más. Como evitar la “educación viejuna” o en proporcionar algún incentivo de carrera a los profesores.
Y, sin embargo, soy moderadamente optimista. En educación me parece que hay un cambio social significativo. En el libro de Nada es Gratis nos preguntábamos sobre la educación “¿Y ahora qué hacemos (y por qué no lo hace ya el mercado)?.” Esta observación no ha sobrevivido el paso del tiempo, en la parte que al “mercado” se refiere. Los estudiantes de bachillerato de nivel socio-económico alto son mucho más conscientes de la importancia de la educación. Viendo a mis hijos, sus compañeros, y gente de edad similar me doy cuenta de que el nivel de información es infinitamente superior al de mi generación (lo de infinito es porque en la nuestra era cero, claro). Los jóvenes saben, con un nivel de aproximación muy bueno, cuáles son las buenas y malas universidades, y cuáles son los grados que las empresas exigen. Mi hijo estudia Física en parte porque las salidas profesionales son muy buenas. Anxo lo estudiaba exclusivamente porque es una ciencia increíblemente interesante. La nota de corte en física en la Universidad Autónoma de Madrid (sólo física, no el doble grado) es de 12,783 (en la época de Anxo era un 5 pelado). Con esa nota de corte se puede entrar en muchas facultades de medicina. Y no es una fenómeno exclusivo de física o de una universidad. Hay muchas titulaciones en todos los ámbitos del conocimiento que tienen notas de corte elevadas. Creo que es un fenómeno muy nuevo e induce a los estudiantes a esforzarse mucho en el bachillerato. Esto sí lo predecíamos en el libro de Jorge Juan, pero lo que no anticipábamos es que la iniciativa privada iba a ir un paso por delante de las reformas, y que la información y los incentivos iban a suplir los fallos de las políticas públicas.
Pero esto tiene riesgos. Las presiones de las finanzas públicas pueden hacer que los gobiernos no tomen medidas para reformar la universidad (como las que proponemos aquí) y esto puede llevar a que las clases medias olviden la universidad y se pasen al sistema privado. Algo similar puede ocurrir con las pensiones. La formas más sencilla de solucionar el sistema de pensiones públicos es lo que lleva pasando mucho tiempo, lo que el profesor Conde-Ruiz llama la “reforma silenciosa.” Se suben las pensiones mínimas y se congelan las máximas. A medio plazo esto quiere decir que los altos ingresos se ven obligados a complementar su pensión pública con ahorro privado. Hasta aquí, ningún problema. Pero si el votante mediano piensa que ni la universidad pública ni el sistema de pensiones públicas le sirven para nada, ¿qué piensan que pasará con estos sistemas a largo plazo? Por esto conviene seguir informando desde estas páginas. No necesariamente del día a día político, sino de las opciones y evidencias, y de la forma de pensar de los economistas. Porque “diez años no es nada” pero lo que dice el tango de verdad es que “veinte años no es nada” y quizá hay que ampliar aún más el horizonte.