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¿De dónde vienen los populismos?

Aunque no sepamos bien cómo definirlo, está claro que estamos inmersos en una creciente oleada de populismo, cuyas consecuencias económicas, políticas y sociales somos incapaces de prever. ¿Por qué está sucediendo esto ahora y por qué en tantos países a la vez? Una explicación plausible es que la inseguridad económica es un factor importante en su gestación.

La percepción de que el populismo ha aumentado se puede validar con datos. Por ejemplo, en un artículo reciente, Dani Rodrik muestra el porcentaje de votos recibido por partidos populistas en 19 países que tienen al menos uno de estos partidos, desde 1961 hasta 2015:Rodrik define como populistas a aquellos partidos que persiguen una estrategia electoral de enfatizar las divisiones entre un grupo interno y un grupo externo (in-group and out-group). En el gráfico se observa un aumento sostenido del apoyo electoral de estos partidos en los últimos 20 años.

Una definición alternativa de populismo (como pedían Libertad González y Santi Sánchez Pagés aquí) proviene de la Enciclopædia Britannica: un programa económico populista puede significar una plataforma que promueve el interés de los ciudadanos corrientes y del país en su conjunto o una plataforma que busca redistribuir la riqueza para ganar popularidad, sin tener en cuenta las consecuencias para el país, como la inflación o la deuda.

Como señalan Luigi Guiso, Helios Herrera, Massimo Morelli y Tomasso Sonno en un trabajo reciente (resumido en VoxEU.org), esta definición incluye tres elementos: (1) la pretensión de estar del lado del pueblo contra la élite, que estos autores denominan la retórica de la oferta, (2) los temores o entusiasmos de la gente, es decir, las condiciones de la demanda que los populistas complacen y (3) el desprecio por las consecuencias a largo plazo. En su análisis empírico, que describiré más abajo, estos autores clasifican a un partido como populista si posee estos tres elementos.

Entre los factores de demanda, Rodrik se centra en la globalización, entendida como el aumento del comercio internacional y de la integración financiera. El comercio internacional es en términos globales muy positivo para cualquier país, pero tiende a generar ganadores y perdedores. Por ejemplo, los trabajadores menos cualificados de los países que importan bienes intensivos en trabajo poco cualificado tenderán a perder empleo y salarios (algo contrastado en la investigación sobre el síndrome de China, aquí). Y a menudo los sistemas de protección social no emplean parte de las ganancias derivadas del comercio para compensar a los perdedores.

Rodrik no afirma que la globalización sea la única causa, reconociendo que los cambios tecnológicos (y el miedo a perder el trabajo), el auge de los mercados en que "el ganador se lo lleva todo" (winner-take-all, donde aparecen las "empresas superestrellas"), la erosión de la protección laboral y la pérdida de relevancia de las normas restrictivas del aumento de la desigualdad salarial han desempeñado un papel. No son factores independientes de la globalización, pero tampoco pueden ser reducidos a ella.

Por su parte, Guiso y sus coautores se centran en el efecto de estos factores de demanda: la mayor inseguridad económica a que están sometidos y que perciben los ciudadanos. El mecanismo que destacan es que el crecimiento de esta inseguridad y la incapacidad de los partidos tradicionales para mitigarla llevan a los votantes primero a abstenerse en las citas electorales y después a votar a partidos populistas.

Seguidamente contrastan empíricamente esta idea. A partir de encuestas de opinión en 31 países europeos entre 2002 y 2014, construyen un índice de percepción de inseguridad económica, usando las respuestas a tres preguntas: si el encuestado ha estado parado en algún momento de los últimos cinco años, si le resulta difícil vivir con sus ingresos actuales y un indicador de su exposición a la globalización. También construyen otros dos índices, de falta de confianza en los partidos políticos y del deseo de que se reduzca el número de inmigrantes provenientes de fuera de la Unión Europea. Estiman un modelo estadístico con estos datos y encuentran que estas variables aumentan de forma significativa tanto la abstención electoral como el voto a los partidos populistas

Estos trabajos también afirman que el signo de la oferta de populismo que surja, es decir de derechas o de izquierdas, no está predeterminado, sino que depende de cuál sea el factor de demanda que domine en cada país cuando los votantes están desencantados con los partidos tradicionales. Los factores económicos tenderán a propiciar el populismo de izquierdas y los factores identitarios el de derechas. En particular, Guiso et al. emplean como factor del primer tipo la desigualdad de la renta y del segundo tipo la proporción de inmigrantes de países musulmanes en la población. Cuando se multiplican por el porcentaje de votantes inicialmente posicionados a la izquierda y la derecha, respectivamente, se encuentra que estas variables ayudan a predecir el tipo de populismo que aparece. (Se podría aplicar esta lógica para intentar explicar la aparición de algunos nuevos partidos en España, pero esto se lo dejo al lector.)

A partir de estos resultados se puede concluir que para parar el ascenso del populismo sería útil una política económica con un nivel más alto de protección de los ciudadanos ante los efectos de fuerzas económicas mundiales, como la globalización o el progreso tecnológico, manteniendo la sostenibilidad presupuestaria. Estas medidas deberían complementarse con otras que permitan una una mayor adaptabilidad de la economía al impacto de esas fuerzas. Estas políticas incluyen las educativas y de innovación, de competencia, laborales y de flexiguridad, de género, de pensiones y fiscales, del tipo que solemos apoyar en este blog.

Es un reto difícil. Por una parte, si bien esas fuerzas mundiales elevan la demanda de protección social, también tienden a mermar la sostenibilidad del Estado del Bienestar (por la competencia comercial y la movilidad de capitales) y por tanto a dificultar que se ofrezca esa protección, como mencionamos aquí. Por otra parte, el surgimiento del populismo tiende a fragmentar los resultados electorales y a polarizar las posturas políticas (ver aquí), contribuyendo así a dificultar el consenso en la adopción de medidas de política económica y social. En fin, un gran reto para la próxima legislatura, que no veo que los partidos políticos estén asumiendo como suyo.


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