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Los ecos de las elecciones en Holanda

binnenhofNunca antes las elecciones en Holanda provocaron tanto interés de los medios internacionales como en esta ocasión. La causa del revuelo era obvia. Había miedo que una victoria de Wilders pudiese actuar como la primera pieza de un juego de domino, dando alas al populismo de derecha en Francia o Alemania. Sin embargo,  la cobertura de la prensa internacional era muy parcial. Se centró únicamente en la radical oposición de Wilders a la inmigración y el Islam, pero hay otros aspectos relevantes. Aquí mencionaré tres: la fragmentación del voto, el derrumbe del partido social-demócrata y la búsqueda de un nuevo pacto inter-generacional.

La fragmentación del voto

La verdadera noticia de las elecciones no es el crecimiento del populismo (de derechas) en Holanda, sino la fragmentación del voto. Es cierto que el PVV, el partido de Wilders, ganó cinco escaños en comparación con las anteriores elecciones de 2012, pero su resultado electoral es claramente peor que el que obtuvo en 2010 (13.1% vs 15.5% de los votos). De hecho, como explico en esta entrevista, el voto a partidos populistas es un constante en Holanda desde la irrupción en la política de Pim Fortuyn. En 2002 su partido ya sacó 27 escaños, 7 más que el PVV hace una semana, con un mensaje antieuropeo, anti-islámico y contra la inmigración aunque, eso sí, mucho menos radical que el “programa” de Wilders.

El verdadero cambio es la pérdida de peso de los partidos tradicionales. In 1986 los tres partidos más grandes – los liberales VVD, los democristianos CDA y los social-demócratas del partido laborista PvdA – captaron 85% de los votos emitidos. Tras la irrupción de Fortuyn este porcentaje bajó al 74% y actualmente es apenas 45%. Esto explica en gran parte porque el partido de Wilders consiguió terminar en segunda posición con tan solo el 13.1% de los votos. Cas Mudde***, un politólogo holandés que escribe con cierta regularidad en el New York Times y The Guardian, atribuye la fragmentación a dos tendencias que se observan en muchos países: la menor lealtad de los votantes a los partidos y el creciente apoyo a partidos populistas. Sin embargo, en Holanda el efecto es particularmente fuerte debido a la  proporcionalidad pura de nuestro sistema electoral. En consecuencia, la formación de un gobierno estable es cada vez más difícil. Además, Mudde añade una observación oportuna. Los partidos de centro-derecha pueden haber evitado una victoria de Wilders, pero lo han hecho de manera inapropiada, asimilando parte de su mensaje. En consecuencia, hay rastros más que evidentes del populismo de Wilders en los programas electorales de los partidos tradicionales y en las afirmaciones de sus lideres, como el famoso “actúa normal o vete” de la carta abierta que publicó el primer ministro Rutte.

El derrumbe del partido laboralista

 El segundo mensaje más importante es sin duda el derrumbe del partido laborista, PvdA, que cayó de la segunda a la séptima posición con una pérdida de 29 de sus 38 escaños. Muchos en España se apresuraron a concluir que este debacle se debe a la participación del partido laborista en un gobierno de coalición con el partido liberal de Rutte. Sin duda llevan algo de razón. Sin embargo, es conveniente recordar que esto no fue la primera ocasión en que el partido laborista gobernó junto con el partido liberal. Ya lo hizo en los años noventa en los dos gobiernos “púrpuras”, liderado por el ex leader sindical Wim Kok, y el primero de ellos sigue estando entre los gobiernos mejor valorados.

El primer gobierno de Kok también nació en un período de crisis y durante esta legislatura se tomaron medidas muy duras e impopulares como los recortes en las pensiones de invalidez. La diferencia con el gobierno de Rutte parece ser que el partido laborista no ha sabido imponer las señas de su identidad a las acciones del gobierno, dejándose arrastrar por una agenda de reformas y recortes de corte liberal ortodoxo. El gobierno de Rutte (con Dijsselbloem como ministro de Hacienda) impuso recortes por un valor de 50 mil millones de euros, subió los co-pagos en sanidad, excluyó a varios colectivos del sistema de becas para estudiantes y redujo drásticamente el gasto en dependencia y políticas activas.

Los resultados macroeconómicos han sido más que meritorios. Holanda ha conseguido salir de la crisis con una tasa de desempleo de apenas 6% y los déficits públicos, superiores al 4.1% del PIB en 2012, han dejado lugar a un ligero superávit. Sin embargo, las únicas dos reformas con la clara firma del candidato del PvdA, el ex ministro de empleo y seguridad social Lodewijk Asscher, fracasaron en su objetivo de frenar el aumento en la precariedad laboral. Y los socialistas han tenido problemas en explicar la enorme dosis de austeridad aplicada en los últimos años. Muchos de sus votantes parecen pensar que se podría haber evitado algo del sufrimiento de los más afectados por los recortes y no les parece convencer la promesa electoral del partido laboralista de suprimir algunas de las medidas más impopulares, como los co-pagos en sanidad, o de aumentar los recursos para las residencias de mayores tras el cierre de muchas de ellas. Por tanto, la austeridad no solo causó malestar en países como España, sino también en uno de sus máximos exponentes, generando problemas de credibilidad para los social-demócratas.

Por el momento nadie se atreve a hacer previsiones sobre el futuro del partido laborista. Con el tiempo los votantes pueden recompensarlos por los buenos resultados económicos, pero el derrumbe de sus resultados no es solo coyuntural. El partido laborista parece más sensible a la fragmentación del voto que los demás partidos. En gran medida se debe a que su electorado solía consistir de dos grupos muy diferentes: votantes muy educados en las grandes ciudades, y trabajadores menos cualificados. Parte del segundo grupo se ha ido alejando del PvdA porque sus intereses se defendían mejor por parte de partidos más a la izquierda o incluso por parte del partido de Wilders. Al contrario, los jóvenes votantes con estudios parecen sentirse más atraídos por dos de los partidos que más han crecido: D’66, un partido de centro-izquierda mucho más liberal y el partido de los verdes, Groen Links, ambos con líderes muy bien valorados que se enfrentaron de manera mucho más directo a Wilders que el PvdA. Este aspecto – la mayor inestabilidad de la base de votantes de partidos social-democráticas y la fragmentación de la izquierda – me parece más relevante para el caso del PSOE que el posible daño del apoyo a una Gran Coalición. El programa electoral del PvdA y su líder Lodewijk Asscher quedaron desdibujados en la campaña electoral con un mensaje de corte clásico social-demócrata que no supo ilusionar a sus votantes.

El pacto intergeneracional

Quiero terminar esta entrada con una nota positiva. No solo la gran mayoría de los partidos han defendido los valores del respeto y la libertad religiosa frente a la intransigencia de Wilders, también mostraron una gran sensibilidad hacia la necesidad de un nuevo pacto intergeneracional. Los jóvenes son las principales víctimas de la crisis – junto con los desempleados mayores de 50 – y prácticamente todos los partidos se comprometieron en sus programas de no dejar subir la deuda o incluso de generar superávits presupuestarios para poder hacer frente al coste del envejecimiento de la población. Además, algunos políticos, como el joven líder Jesse Klaver de los Verdes supieron conectar estupendamente con los millenials. Durante la campaña Klaver rellenó varias veces teatros y salas de conciertos con milles de jóvenes para discutir de política y disfrutar de actuaciones. Por último, la precariedad laboral era uno de los ejes principales en todos los debates por razones que ya expliqué aquí.

Este posicionamiento a favor de los jóvenes brilla por su ausencia en España, incluso en un partido nuevo como Podemos. No se adoptan medidas para resolver el problema de la dualidad, los jóvenes están prácticamente ausente en el debate sobre la reforma de las pensiones o el ritmo adecuado de la consolidación fiscal y los que reconocen la rotura del pacto intergeneracional, defienden medidas económicas que favorecen a los mayores en vez de a los jóvenes.

*** Los lectores que quieren conocer más detalles del proceso electoral en Holanda pueden consultar esta selección de cinco artículos que hizo Mudde para Agenda Publica.