Escribo sobre productividad y cambio tecnológico con motivo del Informe Draghi. Como quedaba largo, he optado por repartir mis reflexiones en dos entradas. Hoy la introducción y mis destacados del Informe. La segunda entrada sobre lo que me parece relevante del informe para España y qué se está haciendo al respecto. Cuantificar con precisión las inversiones requeridas en el Plan y el detalle de cómo financiarlas necesitarán mucho análisis económico riguroso.
La semana pasada se publicó el Informe Draghi sobre el futuro de la competitividad en la Unión Europea. La santísima trinidad de las mejoras de la productividad, la protección del medio ambiente y la justicia social con igualdad de oportunidades, son el faro que ilumina ese posible futuro. El sistema de derechos y valores que comparten (o casi) los países miembros de la UE, la fenomenal infraestructura de capital físico y un excelente capital humano, junto por supuesto, el euro y el mercado único, constituyen los pilares fundamentales en la ruta. Dichos pilares necesitan, sin embargo, un impulso, público y privado, ante los enormes retos que suponen la nueva globalización con fragmentación regional, la emergencia climática, el envejecimiento de la población y el cambio técnico que trae la inteligencia artificial, entre otros retos, como lo son las dificultades que acarrean para la acción pública la desinformación y la polarización.
Desde la publicación del informe, muchos analistas (aquí, aquí o aquí, y entre muchos otros excelentes) han valorado tanto el diagnóstico como las propuestas. El comentario general es que se trata de un informe muy bien escrito y documentado, que apuesta radicalmente por la política industrial, en sentido amplio: desde los programas de investigación básica e innovación, a los subsidios y otras ventajas fiscales, pasando por la coordinación en la ayuda al comercio y en la inversión extranjera directa. La crítica principal que se ha escuchado: la llamada que se hace a las grandes inversiones públicas. Peor visto aún quizá: la sugerencia de financiar dichas inversiones mediante el impulso de los eurobonos. A destacar, tal vez, la advertencia especialmente dirigida al modelo de crecimiento alemán, como se apuntaba en Financial Times hace unos días. Y es que la dependencia de las industrias tradicionales de la economía más grande de la UE supone una vulnerabilidad para el conjunto de los estados miembros. De hecho, el principal objetivo que propone el informe es precisamente el de reducir el gap de innovación existente entre la UE, y sobre todo EE.UU. y China. El Gráfico 1 a continuación reproduce la Fig. 3 del Informe. La evolución del PIB en estas regiones en lo que va del s. XXI pone de manifiesto que la UE necesita un plan ambicioso de impulso de su productividad. Sólo así podremos mejorar nuestra competitividad y nuestra independencia política y energética, a la vez que favorecer la transición hacia una economía libre de emisiones de gases de efecto invernadero.
Gráfico 1: Reproduce la Fig. 3 del Informe Draghi (Part A, Ch. 1), e ilustra bien las diferencias en la evolución del PIB Real y en paridad de poder de compra entre la UE, EE.UU. y China.
Voy a aprovechar el esfuerzo de resumen y opinión de otros para referirme brevemente a mi propia selección de destacados. Estos son: la incuestionable inversión pública necesaria, la insoportable barrera regulatoria y la referencia a los sectores clave, muy vinculados a lo público junto al digital que lo impregna todo. Queda para los expertos (y ojalá otro post) resolver cómo se financia todo esto, sin duda. Además, hará falta mucha investigación rigurosa para obtener una cuantificación precisa de las necesidades de inversión que requiere el Plan. O dicho de otra manera: el 5% sobre PIB de inversión anual adicional que propone el Informe podría no ser la cifra objetivo.
El informe: mi selección
La pregunta que me parece clave es: ¿Acaso se puede afrontar una estrategia industrial del tamaño que se requiere en la UE sin un decisivo impulso público coordinado? Sinceramente, no lo parece. Esto es lo que dice Draghi, y que parece no haber gustado a muchos economistas. Mi impresión por el contrario es que para justificar la importancia del impulso/apoyo público, coordinado insisto, y en este momento tecnológico, ni siquiera debería hacer falta referirse a una economía intervenida como la China: el caso más palmario de lo que representa el soporte público (con todos sus inconvenientes). Como muestra de ello, y de la más rabiosa actualidad, las generosas ayudas públicas al desarrollo y expansión internacional de su vehículo eléctrico (esas y otras acciones se discuten detalladamente en el informe), y lo que eso implica para el deterioro de la industria europea. Pero hay más. Corea, por ejemplo, es un caso bien documentado de política industrial de éxito, al menos desde Murphy, Shleifer y Vishny (1989) y toda la discusión posterior (ver otro clásico, este de NeG, aquí). En Japón, la política industrial renace ahora de sus cenizas sostenida por la importante base industrial, un excelente acceso a los mercados financieros y su afamado aparato administrativo de larga tradición en el METI. Podríamos seguir con casos de éxito en Malasia o Vietnam. Jesús Fernández Villaverde nos contaba no hace tanto lo determinante (y controvertido) de la política industrial del gobierno de Taiwán apoyando financieramente a TSMC (Taiwan Semiconductor Ltd). En fin, el pan nuestro de cada día en toda Asia, y seguro que con muchas lecciones que extraer para la UE (un intento, por ejemplo, aquí). Eso sí, la condición necesaria para el éxito del impulso público parece ser siempre la presencia de funcionarios y empresarios honestos y bien formados, a los que grupos de interés no puedan distraer de sus objetivos de eficiencia productiva.
La excepción a la regla parece ser el modelo innovador de EE.UU. y el extraordinario desempeño de sus Big Tech. La pregunta entonces podría ser ¿acaso el modelo de EE.UU. es realmente distinto? Mirando a lo que hacen las grandes empresas tecnológicas norteamericanas, pudiera parecer que sí, pero, ¿cuánto se han apropiado los líderes tecnológicos del conocimiento y de la I+D+i pública en su primera instancia? ¿Cuánta ventaja proporciona disponer en efecto de un presupuesto federal único y enorme? En cualquier caso, ocurre también que en EE.UU. empiezan a estar muy preocupados con el productivity slowdown y el agotamiento del boom de la IA. ¿Llamarán al impulso público? ¿Y la UE no? Porque no basta con la inversión innovadora y la creación destructiva. También hace falta planificar a gran escala y a largo plazo, ahora quizá más que nunca.
El debate sobre el productivity slowdown viene de lejos, aunque quizá con una calma chicha entre los años 2012 y 2019, digamos. Parte del fenómeno tiene que ver sin duda con la revolución TIC y los muchos problemas de medición que acarrea, tanto en precios como en cantidades. Otra parte proviene de las complejidades asociadas a la inversión en activos intangibles, sí, pero también a los procesos de adopción y difusión de las nuevas tecnologías, las dinámicas empresariales, la globalización y la siempre presente transición energética a lo largo de las últimas décadas, con sus derivadas climática y de seguridad a mayor o menor intensidad dependiendo de la época.
Fragmentación y Sobreregulación
Pero la gran dificultad es más bien que el impulso público requiere una coordinación de intereses y acciones de una magnitud formidable, especialmente en una confederación en construcción como es la UE. Frente a eso, a menudo aquí seguimos perdiendo el tiempo con los del limbo libertario en disquisiciones sobre por qué la sacrosante iniciativa privada no emprende o por qué no le ve rentabilidad al futuro tecnológico. Mi respuesta es sencilla: en este caso el tamaño del problema es demasiado grande, y además, la rentabilidad de las inversiones a gran escala, o no lo es todo o no es tan grande. Por no hablar de mercados incompletos de seguro para el horizonte de los riesgos que se afrontan. Esto es lo que también me parece que apunta Draghi en su informe, muy acertadamente en mi opinión. La fragmentación entre los estados miembros es una rémora para la acción coordinada, algo en lo que también insiste el informe.
Cuestión distinta (al impulso inversor público y privado coordinado) es la barrera regulatoria sobre la que también me parece que el Informe Draghi pone absolutamente el dedo en la llaga. Al hacerlo, sin embargo, faltan los detalles, puesto que la referencia fundamental en este punto es al Informe Letta presentado el pasado mes de abril, que si bien es muy potente desde el punto de vista político, tiene el inconveniente de no ofrecer un análisis económico de las propuestas (aunque es justo reconocer que esto último no era el encargo al ex–primer ministro italiano). Con ello, el Informe Draghi se limita a relatar las barreras que limitan el mercado único. El que está: libre movimiento de personas, capitales y bienes y servicios; y los importantísimos que quedan pendientes: financiero, electrónico y energético. En definitiva, la necesidad de una verdadera unión unión europea del ahorro y la inversión, que aún está pendiente, como lo está saber cuáles son los trade-offs relevantes para esa ambiciosa unión.
El hecho es que las empresas europeas más innovadoras, o al menos aquellas que pueden permitirse operar más al margen del paraguas de lo público (esto es, más allá de los sectores de defensa, energético, o aeroespacial; luego más sobre esto), tienden a trasladarse a EE.UU. Esto ocurre por razones financieras y de concentración del talento tecnológico, sin duda, pero desafortunadamente también, ocurre para escapar del yugo regulatorio que impone la burocracia europea. A modo ilustrativo, Mark Zuckerberg (Meta) y Daniel Ek (Spotify) escribían un importante artículo de opinión (op-ed) en The Economist el pasado mes de agosto (y que por ello habrá tenido poca trascendencia en España), en el que defendían el progreso de la Inteligencia Artificial de código abierto (los modelos de IA se hacen públicos bajo cierta licencia de acceso), y frente a las barreras que quiere imponer la UE. Barreras motivadas seguramente por el asunto delicado que indicaba arriba: el auge de la la desinformación y la polarización. El argumento de Zuckerberg, Ek y otros, es que precisamente el código abierto garantiza que el acceso a la IA no se concentra en manos de unos pocos jugadores, y que muy al contrario, gracias a internet, facilita el acceso de los nuevos entrantes para operar la tecnología. Este es un asunto importantísimo en el que me parece que una puridad mal entendida puede llevar a Europa, que en este momento no produce IA, al desastre tecnológico. No se trata de regulación sí o no, se trata de buena frente a mala regulación, y si se me permite, en caso de duda, más Ley y efectividad de los tribunales y menos normativa paralizante. Otra vez de acuerdo con el informe Draghi.
Sectores clave
No quiero terminar mi reflexión sobre el informe sin destacar la discusión sectorial. Dicha discusión no es en absoluto lineal. Conviene insistir que un sector muy destacado en el informe es el de la Defensa, obviamente público, pero mucho más fragmentado en Europa de lo que debería. Urge coordinar acciones y licitaciones. A este respecto, el sector aeroespacial resulta paradigmático también en términos de ayudas públicas a gran escala. Esto es así por su alto grado de concentración, sí, pero también por sus implicaciones para la defensa nacional. Pero no sólo eso. El sector está vinculado desde luego al desempeño del transporte aéreo, pero también a muchos de los desarrollos recientes en las tecnologías de las energías renovables (viento y termosolar), y a muchos otros desarrollos TIC. Globalmente, el sector superó bien la Gran Recesión, en parte porque la crisis financiera fue menos intensa en China y en otras economías emergentes para las que la navegación aérea estaba siendo clave en su desarrollo económico. A la vez, llegó al shock pandémico con cierto agotamiento tras más de diez años anteriores de crecimiento sostenido. Ahora necesita un impulso decisivo (big push) en la UE. Como lo necesita el sector energético, y en particular, para una reforma del mercado eléctrico europeo que permita dejar de quemar gas. Con Antonia Díaz hemos escrito largo al respecto (aquí, aquí o aquí), y esperamos seguir escribiendo sobre impulso sectorial en la línea de la nueva literatura sobre dinámica empresarial y redes productivas (como se propone aquí o aquí). Todo ello, por supuesto, sin olvidar la transición digital que lo impregna todo.
Hasta aquí, mis destacados del Informe. Dejo para la segunda parte de esta entrada una mención a lo que me parece más relevante del informe para España y lo que pienso que se está haciendo al respecto.
(*) Agradezco los comentarios de Antonia Díaz, Juan Francisco Jimeno y Pablo Martínez a una versión anterior de esta entrada.