Por José E. Boscá, Rafael Doménech, Javier Ferri
Esto es una crónica de la información oficial que ha servido para monitorizar la evolución de la epidemia causada por el SARS-CoV-19 en España, y tiene un mensaje claro. Le podemos dar un matiz conciliador, “ha sido mejorable”, o ser algo más tajantes, “ha sido un proceso errático que ha devenido en algo indescifrable”. Con independencia del matiz que cada cual quiera utilizar, lo cierto es que las administraciones públicas españolas han perdido la ocasión de invertir en coordinación y reputación, ofreciendo la información transparente, precisa y en tiempo real necesaria para gestionar primero el colapso sanitario y, posteriormente, la desescalada. Una crisis sanitaria con la potencia devastadora sobre la salud y la economía, como la actual, necesita que se adopten decisiones bien calibradas que generen consensos, permitan anticipar acontecimientos, y disipen incertidumbres. Misión difícil cuando la información sobre la que se asienta la toma de decisiones cambia frecuentemente, carece de sentido, o directamente desaparece dando lugar a un “apagón estadístico” de algunas variables relevantes.
Lejos de mejorar, el registro de datos sanitarios relacionados con la epidemia ha ido sufriendo un deterioro progresivo. Parece que el discurso de no bajar la guardia, que de forma acertada las autoridades sanitarias repiten a la población, no ha calado lo suficiente en su propio desempeño estadístico. Prueba de ello es que (a fecha de finalización de este post) desde el 20 de mayo no se actualizan los datos en el fichero de datos agregados (agregados.csv) que gestiona el Centro Nacional de Epidemiología, donde se acumulaban desde el inicio de la epidemia la mayoría de las series de interés: casos confirmados, hospitalizados, UCIs, fallecidos y curados. Tampoco desde el 18 de mayo conocemos el comportamiento de una variable tan importante para medir el riesgo de rebrote por nuevos contagios como es el número de reproducción básico instantáneo agregado del virus (Gráfico 1) para España y para las distintas CC.AA.
Gráfico 1. Número reproductivo básico instantáneo
El primer estado de alarma decretó que las competencias sanitarias en todo el territorio español quedaban bajo el mando único del Ministerio de Sanidad. Se hubiera esperado que esta potestad sirviera también para homogeneizar criterios en la publicación de información entre autonomías. Nada más lejos de la realidad. Los casi tres meses y cinco prórrogas del estado de alarma no han sido suficientes para lograr este cometido. El Cuadro 1 ofrece un registro no exhaustivo de incidencias al respecto, ordenadas cronológicamente. La mejora de los criterios con los que se ofrece la información estadística es necesaria y bienvenida[1], pero siempre que los frecuentes cambios metodológicos y de medición no impidan seguir ofreciendo de manera complementaria la información con los criterios anteriores, para poder analizar la evolución en el tiempo de la epidemia.
Cuadro 1. Incidencias en los datos publicados por el Ministerio de Sanidad sobre la evolución de la epidemia.
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Las consecuencias de estas y otras anomalías quedan reflejadas cuando se representa la evolución temporal de las series. En el Gráfico 2 se muestran algunos ejemplos, con las series observadas y las series ajustadas utilizando una corrección estadística. Por ejemplo, en el caso de Aragón llama la atención que se produce un cambio en los criterios con los que se mide el número acumulado de pacientes que han pasado por UCIs, que aumentan un 20%, para cambiar unos días más tarde y volver a la senda original. En Castilla La Mancha los nuevos casos acumulados entran en una senda de crecimiento exponencial, para corregirse de golpe y volver a la fase aplanamiento de la curva de la epidemia. En Galicia de un día para otro el número acumulado de fallecidos aumentó un 40%. Por último, el Gráfico 2 muestra también la extraña estacionalidad semanal de los nuevos casos diarios en la Comunidad de Madrid. Gestionar una epidemia con un cuadro de mandos sujeto constantemente a tanto ruido añade incertidumbres a las ya que ya plantea un enemigo desconocido como el COVID-19.
Gráfico 2. Algunos ejemplos de series originales y ajustadas de seguimiento de la epidemia.
En el segundo boletín de seguimiento sobre la crisis del Covid-19, publicado por Fedea, se proponía la utilización racional y transparente de siete indicadores para valorar la capacidad de las distintas autonomías de transitar por las distintas fases, a la vez que detectar problemas de modo prematuro, al estilo de los criterios aplicados por el estado de Nueva York (ver Cuadro 2). Dada su importancia, todos estos indicadores deberían poder obtenerse de modo fiable e inmediato a partir de información pública, sin imponer sobre el usuario de la información un coste de tal calibre que desincentive su utilización, y se produzca, voluntaria o involuntariamente, un sesgo interpretativo hacia la penumbra y en contra de la transparencia. De hecho, como recientemente advertía Kiko Llaneras, el tránsito hacia una nueva metodología de conteo de las infecciones ha provocado un desbarajuste añadido considerable, en el que es imposible guiarse por la información proporcionada para conocer el ritmo real de contagios o el número total de fallecidos. Y es que el sentimiento que provocan los desajustes informativos comentados, sobre todos los que deseamos disponer de una imagen precisa de lo que acontece, está perfectamente representado en este grito aterrador que lanzó el gran Matías Prats hace ya unos años, pero cuyo eco los muros de una mala gestión informativa nos devuelven hoy: ¿Pero esto qué es? ¡¡Pero esto qué es!!
Cuadro 2. Indicadores para la evolución de la epidemia
Fuente: Fedea. Aspectos económicos de la crisis del Covid-19. Boletín de seguimiento nº2.
Ahora que, afortunadamente, lo peor de la epidemia parece haber quedado atrás es necesario invertir en reconstruir la información estadística de esta crisis sanitaria para entender bien lo que ha pasado, estimar los parámetros del modelo epidemiológico que caracteriza al COVID-19, y sentar los criterios con los que preparase para afrontar la posibilidad de futuros rebrotes sin tener que movernos de nuevo sin luces entre tinieblas.
[1] Desde el 1 de junio el Ministerio de Sanidad incluye en sus informes unos gráficos con los nuevos contagios de acuerdo a la fecha de diagnóstico.
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