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El futuro ya está aquí: docencia virtual en tiempos de pandemia

Ya hace cinco años escribí una entrada sobre la docencia virtual, motivado por el crecimiento acelerado de los MOOCs (Cursos Abiertos Masivos en Línea). La docencia virtual vuelve a estar de moda, ahora por un motivo mucho más siniestro. Las universidades están, con buen criterio, cerradas en todo el mundo, pero los estudiantes siguen queriendo aprender y el medio disponible es este. En este artículo voy a intentar contestar a varias preguntas, basándome en la evidencia existente. La primera es si la educación virtual funciona. Veremos que la contestación es que sí. La segunda es si hay algún aspecto de esta metodología docente que prediga el éxito mejor que otro. Y, finalmente, si este método es tan bueno ¿por qué no es ya dominante? Pero quizá el mensaje más importante es que lo que hagamos va a funcionar, y da un poco igual como lo hagamos. Así que, metámonos en la plataforma que queramos y a enseñar. ¡La curva que no hay que doblar es la de acumulación de capital humano!

Para contestar a las dos primeras preguntas me voy a basar en un metanálisis realizado por encargo del Ministerio de Educación en Estados Unidos. Como de costumbre, en un metanálisis la primera decisión es relativa a los criterios de inclusión de los artículos. En este caso las condiciones son muy razonables y básicas. La primera es que uno de los sistemas de aprendizaje tiene que ser vía Internet. Es decir, se excluyen cursos por correspondencia, radio o televisión. Básicamente porque este tipo de aprendizaje es cada vez más residual. El segundo requisito es que el estudio tiene que ser experimental o cuasi-experimental, y por tanto que la asignación de estudiantes al tratamiento o al control sea aleatoria o esté bien controlada. Y finalmente el estudio tiene que dar información sobre resultados objetivos de aprendizaje iguales para los dos grupos. Pueden ser exámenes estandarizados, o evaluación diseñada por el investigador, o notas de clase. Es decir, que no basta con medidas subjetivas de satisfacción. Además, es importante que los estudios den información suficientemente detallada como para poder calcular el tamaño de los efectos. Esto fundamentalmente requiere que se especifique la diferencia entre las medias de resultados de los grupos, el tamaño de las muestras y la desviación estándar del efecto.

Dentro de los estudios contemplados hay dos categorías. En una de ellas se compara el aprendizaje virtual con el presencial. La segunda categoría compara aprendizaje presencial con otro que mezcla elementos presenciales y virtuales (“blended learning”). De los 522 estudios que se localizaron, los que cumplían los requisitos eran 99 y de ellos se pudieron extraer 51 resultados con tamaño de los efectos, 28 para la primera categoría y 23 para la segunda. Muchos de los estudios tenían muestras pequeñas (esta es la principal ventaja del metanálisis, combinar estudios para tener muestras mayores), medían el efecto sobre instrucción reglada y aunque la materia más común tenía que ver con ciencias de la salud, los había también de muchos otros tipos (informática, lingüística, o ciencias sociales, por ejemplo).

Los resultados son bastante concluyentes en términos de la efectividad. Combinando los 51 resultados, el efecto medio es de un 24% de una desviación estándar superior para el aprendizaje virtual, con un valor-p menor al 1 por mil. Esto nos permite pasar a la segunda pregunta importante. ¿Qué prácticas son más beneficiosas? La primera contestación en este caso viene de separar por categoría de estudio. El aprendizaje virtual puro es mejor al presencial puro es un 14% de desviación estándar, mientras que el aprendizaje mixto (virtual-presencial o "blended") supera al presencial puro en un 35% de desviación estándar. La diferencia entre estos dos resultados es significativa. Otra observación que va en esa dirección es la que contrasta efectos donde hay exposición directa al instructor (mejora de un 36%) o la educación es colaborativa (mejora en un 28%), con otros en los que el aprendizaje es “independiente” (la mejora es de un 15% pero no significativa). Otra variable importante en este sentido es el tiempo que los estudiantes pasaron con el material. El efecto es mucho mayor (mejora de 46%) cuando los estudiantes virtuales pasan más tiempo en la tarea que los presenciales, que cuando pasan el mismo tiempo (mejora de un 19%).

Todo esto me parece muy significativo porque me ayuda a introducir la última pregunta. ¿Por qué no es dominante el método virtual, si es tan bueno? Aquí me voy a salir del metanálisis, porque no encontré nada que ayudara a contestar la pregunta en detalle, aunque como verán la respuesta que me parece razonable es consistente con los resultados que les he comentado. El estudio que me da la pista es este. En él se compara el resultado de estudiantes en una clase introductoria de psicología entre un grupo en el que los estudiantes tenían la clase grabada en vídeo contra otro grupo en el que la clase era exclusivamente presencial. El impacto negativo de la disponibilidad de la clase grabada en vídeo es claro, de un 18%. Pero lo más interesante es que se puede saber quién vio la clase en vídeo y quién no lo hizo, así como quien iba a la clase presencial y quién no. Como se puede ver en el gráfico siguiente los estudiantes que tenían la clase en vídeo veían/iban a la clase significativamente menos.

El gráfico siguiente descompone el efecto entre ver la clase y los resultados.

Tener la grabación reduce la asistencia en un 26% y la no asistencia empeora los resultados en un 80%. Es decir que tener el curso grabado hace que nos confiemos en que “ya veremos la clase” y luego no lo hacemos. Y, claro, el resultado se resiente. Yo creo que esto explica por qué veíamos que las aproximaciones “blended” son mejores que las virtuales puras, o las clases virtuales participativas también mejoran más el resultado. Al final, los humanos somos seres sociales, y la presencia de otros nos estimula a hacer cosas. Cuando no queda más remedio, como ahora, la interacción virtual no está mal. Pero necesitamos un mecanismo para comprometernos a hacer cosas, y la presencia física alrededor de otra gente es uno de los mejores conocidos. Por esto, a pesar de que ha habido muchos intentos de que la docencia virtual progrese y sus resultados pueden ser buenos, estoy bastante convencido de que una sustitución total es improbable a corto plazo.

Pero quiero acabar como empecé, el mensaje más importante de todo esto es que la docencia virtual funciona. Así que, quédense en casa y, si son profesores hagan lo que hagan van a ayudar a los estudiantes (si hacen algo). Y los que son estudiantes, estudien. Si lo hacen les va a ir igual de bien o mejor que si pudieran ir a clase. Este virus no va a poder con nuestra capacidad de aprender.