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El papel de las mujeres en la financiación de las pensiones (I): Diagnóstico y Retos

Por Lidia Cruces

El envejecimiento demográfico está poniendo a prueba la sostenibilidad de los sistemas de pensiones en muchos países, y España no es la excepción. Con una natalidad cada vez más baja y una esperanza de vida más alta, la tasa de dependencia (la ratio entre la población mayor de 64 años y la población en edad de trabajar (de 16 a 64 años)) se dispara, lo que complica la financiación del sistema de pensiones. A raíz de este desafío, los gobiernos han implementado diversas reformas para asegurar la viabilidad del sistema (véase , por ejemplo, este trabajo para el análisis de las reformas de 2011 y 2013 en España). Sin embargo, uno de los aspectos que rara vez se menciona es el papel de las mujeres en este panorama.

Sabemos que las mujeres pensionistas reciben pensiones más bajas que los hombres, en parte debido a sus menores cotizaciones, su baja participación laboral a lo largo de los años y las persistentes brechas salariales (véase la reciente entrada de Sergi Jiménez en este blog. Pero, ¿Cómo ha impactado el creciente acceso de las mujeres al mercado laboral en la sostenibilidad del sistema de pensiones? Es hora de poner este tema en el centro del debate y precisamente este es el objetivo de mi estudio reciente Brechas de género en el mercado laboral y las finanzas de la Seguridad Social, que voy a motivar en esta primera parte de mi entrada al respecto para NeG.

La incorporación femenina al mercado laboral y su impacto en las pensiones

Desde la transición democrática en 1975, la participación de las mujeres en el mercado laboral español ha crecido sustancialmente, pasando del 30% a cerca del 70% (Figura 1). Este cambio ha transformado el modelo tradicional de hogar, en el que la mujer se dedicaba principalmente al cuidado familiar, hacia un esquema en el que ambos cónyuges participan activamente en el mercado laboral.

Figura 1. Tasa de Empleo Femenino por Estado Civil y Promedio de la Economía

En el corto plazo, no cabe duda de que el aumento de la participación femenina ha contribuido a financiar las pensiones, ya que actualmente pocas mujeres reciben una pensión de jubilación. Por ejemplo, según las estadísticas del Instituto Nacional de la Seguridad Social (INSS), en 2019 tan solo un 35.38% de las personas que reciben una pensión contributiva son mujeres.

Sin embargo, desconocemos en qué medida la incorporación de las mujeres al mercado laboral ha impactado en la financiación de las pensiones y cómo se equilibrará esta redistribución cuando, a largo plazo, las mujeres accedan en mayor proporción y cuantía a las pensiones de jubilación (contributivas). Para valorar adecuadamente los desafíos que nos esperan, es importante tener en cuenta una serie de factores en los que la dimensión de género desempeña un papel fundamental.

Retos estructurales del sistema de pensiones

A continuación, se destacan algunos de los factores más relevantes que amenazan la sostenibilidad del sistema de pensiones y en los que el componente de género resulta clave:

Además, la mayor incidencia del empleo a tiempo parcial entre las mujeres—frecuentemente motivada por la necesidad de conciliar el trabajo con el cuidado de hijos y familiares—reduce su capacidad de cotización, generando lagunas que afectan la cuantía de sus pensiones. Otro factor relevante es la dualidad del mercado laboral, es decir, la coexistencia de contratos temporales y permanentes, que también influye en la estabilidad laboral y las decisiones familiares. Como analizamos en este artículo para España, esta dualidad tiene consecuencias negativas tanto en la fertilidad como en la participación en el mercado de trabajo.

En los casos más extremos, la interrupción prolongada de la actividad laboral genera lagunas de cotización que no solo reducen la base de cotización, sino que también pueden comprometer la elegibilidad para recibir una pensión. Esto es especialmente relevante en un contexto donde la maternidad se ha retrasado. Como muestro en un artículo reciente sobre la economía estadounidense, el empleo femenino de mujeres casadas con educación superior tiende a estancarse entre los 30 y 40 años, un fenómeno que puede tener implicaciones significativas en la acumulación de derechos de pensión y en la sostenibilidad del sistema a largo plazo, como estudio en este artículo. Para un análisis detallado sobre la penalización económica derivada de la maternidad en España, véase la entrada de Libertad González en este blog.

Implicaciones para el análisis

El aumento de la participación femenina en el mercado laboral parece que ha sido un factor clave en la evolución del sistema de pensiones en España. Si bien ha contribuido a expandir la base de cotizantes y a retrasar la presión fiscal sobre el sistema, persisten desigualdades estructurales que podrían afectar su sostenibilidad y equidad en el futuro.

Factores como la brecha salarial, la carga de cuidados y la mayor longevidad femenina siguen generando disparidades en las pensiones entre hombres y mujeres. Además, la interacción entre estas dinámicas y las reformas del sistema de pensiones determinarán cómo se redistribuirán los recursos intergeneracionalmente y entre géneros.

Incorporar una perspectiva de género permite identificar desigualdades estructurales que, en muchos casos, permanecen ocultas en el diseño y los resultados del sistema. Muchas de las reglas vigentes se basan en un modelo tradicional de trabajador masculino, con trayectorias laborales continuas y a tiempo completo, un esquema que ya no refleja la realidad de una parte creciente de la población activa, especialmente en el caso de las mujeres.

Ignorar estas diferencias puede conducir a diagnósticos incompletos y a políticas que, lejos de corregir las desigualdades, tienden a perpetuarlas o incluso agravarlas. Por ello, incluso los macroeconomistas que no están específicamente interesados en la heterogeneidad por género deberían comenzar a incorporar estas dimensiones en modelos estructurales cuantitativos, como señalan Borella, De Nardi y Yang, y como han puesto de manifiesto para el análisis de los sistemas de pensiones Sánchez Martín y Sánchez Marcos, Sánchez-Marcos y Bethencourt, o Borella, De Nardi y Yang, entre otros.

Para comprender mejor estos efectos y cuantificarlos en diferentes escenarios, en la segunda entrega de este post haré referencia a un modelo macroeconómico de generaciones solapadas. Este enfoque no solo permite realizar un ejercicio de contabilidad entre géneros, sino también cuantificar la respuesta endógena de los individuos ante cambios impositivos y evaluar cómo esto impacta en la evolución de las brechas de género en el mercado laboral—en términos de horas trabajadas, participación y salarios. Además, este modelo ofrece la posibilidad de analizar cómo distintos factores demográficos, como la educación, la fertilidad, la longevidad y el coste de trabajar al que se enfrentan las mujeres, afectan las finanzas de la Seguridad Social.

Para los lectores impacientes, aquí va un adelanto de la pregunta central de mi artículo: ¿Cómo ha impactado el creciente acceso de las mujeres al mercado laboral en la sostenibilidad del sistema de pensiones?

La respuesta es que, en el corto plazo, la mayor participación femenina contribuye a aliviar sustancialmente la carga financiera del sistema, ya que sus contribuciones superan los pagos que reciben en pensiones. Sin embargo, en el largo plazo, la historia cambia: son los hombres quienes, a través de sus contribuciones, terminan financiando una parte significativa de las pensiones femeninas.

¿Quieres saber el mecanismo? Te lo cuento en la siguiente entrega.

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