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La calidad de la gestión empresarial

Cuando se debate sobre el impacto que la regulación laboral pueda tener sobre el crecimiento económico y el empleo en España, con frecuencia aparecen voces que atribuyen la falta de crecimiento y de creación de empleo no tanto a las limitaciones que las restricciones legales imponen sobre los empresarios, sino a las limitaciones de los propios empresarios. Así, se culpa en ocasiones a los empresarios españoles de dedicarse más a la especulación que a la inversión a largo plazo, de ignorar la relevancia de la I+D+i, de una escasa vocación internacional, de falta de espíritu emprendedor, o de instaurar políticas de recursos humanos que no premian el esfuerzo o el conocimiento, entre otras cosas. Incluso destacados empresarios españoles, parecen admitir tácitamente que no hay suficientes buenos empresarios en España (véanse las declaraciones del presidente de Mercadona  afirmando que si se consiguen buenos empresarios, se acabará la crisis en España.)

En esta entrada, no pretendo evaluar estos argumentos ni cuantificar el impacto de la calidad de la gestión de los empresarios españoles sobre el crecimiento o el empleo (si bien algo diré al respecto). Mi objetivo, mucho más modesto, es comentar los resultados de algunas investigaciones recientes que ilustran lo (poco) que sabemos los economistas acerca de la influencia de las prácticas de gestión sobre los resultados empresariales y sobre el potencial impacto que diferencias en las prácticas de gestión pueden tener sobre diferencias de crecimiento económico entre países.

Nicholas Bloom, John Van Reenen y varios coautores han dirigido la realización de varias encuestas a medianas y grandes empresas de 20 países (entre los que, por desgracia, no se encuentra España) sobre un conjunto de prácticas empresariales y, en una serie de artículos (resumidos en este artículo, y aún más resumidos en este otro), han intentado cuantificar las diferencias en prácticas empresariales entre empresas y países y su posible relación con el rendimiento empresarial.

En estas encuestas, los investigadores se han centrado en 18 prácticas relativamente fáciles de medir y sobre las que hay cierto consenso en relación a lo que constituyen “buenas prácticas”. A partir de las respuestas de las empresas, los investigadores dieron una nota de 1 a 5 a cada empresa en cada práctica y obtuvieron una nota agregada de calidad en la gestión.

El análisis de las encuestas revela varios resultados interesantes. En primer lugar, hay una grandísima dispersión en las notas entre empresas de un mismo país. En segundo lugar, como muestra la siguiente tabla (proveniente del artículo de Bloom, Van Reenen y coautores), hay también diferencias sustanciales en la nota media entre países.

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Finalmente, el estudio revela que notas altas en las distintas prácticas están asociadas con valores más altos en medidas muy diversas de rendimiento empresarial, lo que confiere un mayor peso a la identificación de notas altas con buenas prácticas. A nivel de país, Bloom y coautores presentan un resultado sugerente: la variación entre países en la nota agregada de gestión empresarial explica alrededor del 80% de la variación en PIB per cápita.

Ahora bien, los resultados de Bloom, Van Reenen y coautores tienen importantes limitaciones y, como enfatizan estos investigadores, no permiten concluir ni que las prácticas estudiadas tengan un efecto causal sobre el rendimiento empresarial (ni mucho menos sobre el PIB) ni que los factores relacionados con tales prácticas (como la propiedad de la empresa o el grado de competencia) tengan un efecto causal sobre ellas. Los resultados obtenidos son, básicamente, correlaciones entre prácticas de gestión y resultados empresariales (que indican que valores altos de unas están generalmente asociados con valores altos de los otros) y, como probablemente sabrán los lectores de este blog, tales correlaciones no pueden interpretarse, sin más, como relaciones causales. Algunos estudios recientes (uno de ellos—al que se refirió Manuel Bagües en una entrada anterior—realizado por los propios Bloom y Van Reenen) han intentado evaluar el efecto de las prácticas de gestión sobre el rendimiento de las empresas mediante la asignación aleatoria de consultores a empresas y la comparación de los resultados de las empresas que reciben asesoría, y que, como consecuencia, cambian sus prácticas de gestión, con los de las que no la reciben. Aunque dos de estos estudios encuentran un efecto positivo y sustancial de la asesoría sobre los resultados empresariales (este estudio—resumido aquí—y este otro), es difícil extender sus conclusiones a otros tipos de empresa o contextos nacionales, y un tercer estudio encuentra que la asesoría no tuvo efectos positivos.

¿Qué conclusiones podemos extraer de estos estudios sobre la calidad de las prácticas de gestión en España y las políticas que podrían mejorar tales prácticas? En primer lugar, las puntuaciones obtenidas por Grecia, Portugal e Italia, así como los resultados relativos a los factores asociados con la calidad en la gestión hacen pensar que España probablemente se encuentre en el grupo de cola de la gestión empresarial. En segundo lugar, las correlaciones entre la calidad de la gestión y distintos factores sugieren que una mayor competencia en los mercados de productos y una mejor cualificación tanto de empresarios como de empleados podrían llevar a una mejora en las prácticas de gestión.

¿Se acabaría la crisis si mejoraran las prácticas de gestión en España? No lo sabemos, pero esperemos que nuevos estudios como los reseñados en esta entrada nos permitan cuantificar la importancia de este factor como determinante del crecimiento económico, así como evaluar qué políticas podrían contribuir a la mejora de la gestión empresarial.