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La (mala) suerte de tener padres que empiezan a trabajar a los 14

Parto-2Por Cristina Belles, Sergi Jiménez (@sergijm64) y Judit Vall-Castelló

La disminución de las tasas de fecundidad es un problema importante en muchos países industrializados, ya que incrementa la presión sobre la sostenibilidad de los sistemas de seguridad social.  El aumento educativo de la población se ha barajado muchas veces como uno de los causantes de esta reducción en la tasa de fecundidad. Aunque la correlación negativa entre educación y fecundidad es clara, su causalidad aún está en debate, dado la posible presencia de características no observadas por los investigadores que pueden explicar las decisiones sobre educación y fecundidad.  En el presente post describimos un trabajo en curso (aquí), donde aprovechamos una variación exógena de la edad mínima de acceso al mercado de trabajo para investigar el efecto causal de la educación en la fecundidad de las mujeres y los indicadores en el momento de nacer ("birth outcomes") de sus hijos.

Tal y como comentamos en un anterior post (aquí), en 1980 el Estatuto de los Trabajadores incrementó la edad legal mínima para trabajar de 14 a 16 años. En cambio, la edad mínima para dejar el sistema educativo se mantuvo en los 14 años.  En consecuencia, sólo los individuos nacidos después de 1966, que tenían 14 años en el momento en el que se aprobó la reforma, estuvieron afectados por la reforma. Pero, además, la reforma no afectó a todos los individuos de la misma cohorte de la misma manera. Antes de la reforma, aquellos estudiantes nacidos a principio de año,  que cumplían 14 años antes de terminar el último curso de la educación obligatoria, tenían incentivos adicionales a dejar de estudiar y empezar a trabajar antes de terminar la educación obligatoria. Alternativamente, los estudiantes nacidos a final de año aún tenían 13 años cuando terminaban la educación obligatoria. Por tanto, éstos tenían más incentivos de terminarla, ya que no se podían poner a trabajar antes.  Después de la reforma, esta diferencia de incentivos desaparece y todos los individuos, independientemente de su mes de nacimiento, tienen similares incentivos a completar la educación obligatoria.  Por consiguiente, podemos explotar la variación entre individuos de una misma cohorte, para las cohortes nacidas antes de la reforma y después de la reforma. Lo que esperaríamos observar es que antes de la reforma haya diferencias en la propensión a abandonar los estudios entre aquellas personas nacidas entre enero y mayo (tratadas) y las personas nacidas entre agosto y diciembre (no tratadas). Y que estas diferencias desaparecieran o redujesen para las cohortes no afectadas por  la reforma (nacidas a partir de 1966).

En un trabajo anterior Jiménez-Martín et al. (2015) muestran como efectivamente la reforma disminuyó la probabilidad de salir del sistema educativo antes de completar la educación primaria y/o completar la educación secundaria post-obligatoria, a la par que introdujo cambios significativos en el acceso al mercado de trabajo y los hábitos de las mujeres afectadas (que tienden a converger con los ya previamente establecidos para los hombres).

Los efectos sobre las madres

A diferencia de nuestro trabajo previo que pone el foco sobre el impacto en la mortalidad, en éste nos centramos en los efectos de los cambios educativos (y de hábitos) sobre el comportamiento familiar (aunque dejando para otro post, reflejo de un trabajo en curso, los posibles efectos de emparejamiento selectivo). En primer lugar, la reforma hizo que las mujeres nacidas a principio de año retrasaran la edad a la que tienen su primer hijo en un mes, en promedio. Aunque este retraso no parece importante, también observamos que aumenta el porcentaje de mujeres que deciden no ser madres, así como una disminución  del número de hijos que tiene cada mujer (0.15% en ambos casos).  La razón por la que un retraso no tan grande en la edad de tener el primer hijo haga disminuir la tasa de fecundidad, es que, tal y como muestra la Tabla 1, para las mujeres tratadas después de la reforma observamos una disminución en la probabilidad de tener hijos entre los 18 y 21 años (reflejo del coeficiente negativo de treatpost, que recoge los cambios en las diferencias entre tratadas y no tratadas después de la reforma), mientras que aumenta la probabilidad tener el primer hijo después de los 35 años (reflejo, en este caso, del coeficiente positivo de treatpost).

¿Qué factores pueden explicar estos efectos?

Como sabemos de la literatura médica, a partir de los 35 años las mujeres sufren una disminución de su fecundidad y el retraso de la maternidad hasta esa edad puede ser una de las causantes de la reducción del número de mujeres que tienen hijos, así como del número total de hijos que decide tener cada mujer.  Otro posible mecanismo a través del cual la educación puede estar afectando a la fecundidad es el matrimonio. Si estar más educada hace que te cases más tarde o te cases menos, esto también puede afectar a la probabilidad de tener hijos. Cuando examinamos el efecto de la reforma sobre estas dos variables, observamos que, efectivamente, tal y como muestra la Tabla 2, la reforma aumentó la edad a la que, después de la reforma,  las mujeres tratadas (nacidas entre enero y mayo), se casan por primera vez y disminuyó la probabilidad de casarse o el número total de matrimonios que tenía cada mujer.

Tabla 1. Probabilidad de tener el primer hijo en 4 rangos de edad.

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Tabla 2. Edad en el primer matrimonio

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Los efectos sobre los niños

Dado los efectos que encontramos sobre las mujeres, nos preguntamos si estos se trasladan a sus hijos. Más concretamente, estudiamos si la reforma afectó a los indicadores de salud (medidos en el momento del parto) de los niños nacidos por aquellas mujeres afectadas por la reforma. En primer lugar, mostramos que empeoró la salud de los primeros niños nacidos de mujeres afectadas por la reforma. Tal y como muestra la Tabla 3, los niños nacidos de mujeres tratadas pertenecientes a cohortes posteriores a la reforma tienen una probabilidad mayor de ser prematuros (nacidos con menos de 37 semanas de gestación), de morir durante las primeras 24 horas después del parto y de tener bajo peso al nacer (menos de 2.500 gramos).  De hecho, el incremento de niños prematuros  es de un 2.5%, el incremento de muertes en la primeras 24 horas de un 7% y el incremento de niños con bajo peso del 6% debido a la reforma. A modo de complemento,  la Figura 1 muestra las diferencias en el peso de los niños nacidos de mujeres tratadas y no tratadas, afectadas y no afectadas por la reforma. Como observamos las diferencias previas en peso, prácticamente desaparecen después de la reforma.

Tabla 3. Indicadores de salud tras el parto.

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Figura 1. Diferencias en peso al nacer de los hijos de mujeres tratadas (Begin) y no tratadas (End) para cohortes afectados y no afectados por la reforma.

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¿Qué factores pueden estar detrás de estos efectos?

En primer lugar, como ya hemos comentado antes, la mayor educación de las madres lleva a retrasar su maternidad, en algunos casos hasta una edad superior a los 35. Dado que los riesgos durante el embarazo empiezan a aumentar a partir de esa edad, esto puede estar provocando el empeoramiento de la salud de los niños de las mujeres más educadas. De hecho, si miramos la salud de los niños al nacer controlando por la edad a la que las madres tienen los hijos, el efecto de la educación pasa a ser positivo.  Otro posible mecanismo es el mercado laboral. Las mujeres más educadas tienen mayor probabilidad de trabajar. Esto puede llevar a que sea más probable que trabajen durante el embarazo y también a una mayor probabilidad a que estas mujeres tenga comportamientos menos saludable. Por ejemplo, observamos que la reforma aumentó la probabilidad de que las mujeres en los cohortes posterires a la reforma consumiesen alcohol o fumasen. Más importante aún, encontramos que las mujeres afectadas por la reforma tenían menos probabilidad de dejar de fumar durante el embarazo. Todos estos comportamientos podrían estar llevando al empeoramiento de los indicadores de salud tras el parto de los hijos de las mujeres más educadas.

Conclusiones

Aunque la reforma tuvo (algunos) efectos positivos sobre las mujeres, ya que éstas acumularon más educación y tienen más probabilidad de estar trabajando, el efecto de la reforma es ligeramente negativo para sus hijos. Dicho efecto es debido al retraso en la maternidad, así como el incremento de sus hábitos no saludables, que posiblemente, en la linea de lo encontrado por Currie y Moretti,  no encontraríamos para los cohortes más recientes.

En definitiva, encontramos que la educación de las mujeres tiene un impacto  en la salud de sus descendientes (que puede variar según el contexto socioeconómico), por lo que podemos argumentar que la educación tienen externalidades inter-generacionales que deberían tenerse en cuenta cuando se calculan los retornos a la educación.