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Los Inmigrantes y la Economía Española antes y después de la crisis

Los inmigrantes constituyen una parte importante de la fuerza laboral de nuestro país. Han pasado de suponer un 3% de mano de obra total a finales de la década pasada hasta un 15% del empleo en la actualidad. Hasta la llegada de la crisis económica se oían pocas voces críticas con respecto a la presencia de inmigrantes en nuestro país. Sin embargo, a partir de mediados de 2008, con el estallido de la crisis, todos hemos sido testigos, en mayor o menor medida, de comentarios negativos sobre el fenómeno.

Quisiera hacer una reflexión en este blog, desde el análisis económico, de cuáles son los efectos más destacables de los inmigrantes en la economía española. Si bien el periodo pre-crisis ha sido más analizado por la profesión debido a la mayor disponibilidad de datos, trataré también de aportar algunas pinceladas sobre la inmigración y la economía española tras el estallido de la crisis.

La Inmigración y la Economía Española: 1998-2008 (período pre-crisis)
Hasta la llegada de la crisis, a mediados del 2008, podría decirse que existía bastante consenso sobre las aportaciones de los inmigrantes a nuestra economía. A mi entender, las más importantes son:

Desde el punto de vista demográfico, la inmigración ha sido el determinante más importante del crecimiento de la población en nuestro país y, lo que es más importante, del “rejuvenecimiento” de la misma. Del crecimiento total de la población que ha tenido lugar en España entre 1998-2007 (5,4 millones), el 72,2% (3,9 millones) se ha debido a la entrada de inmigrantes. La diferencia en la edad media de nativos e inmigrantes se ve claramente en la pirámide poblacional que aquí muestro:

Este impulso demográfico tiene además una consecuencia económica importante, ya que permite retrasar el problema de sostenibilidad de pensiones durante aproximadamente unos cinco años, según Gonzalez, Conde and Boldrin.

 Desde el punto de vista económico, existen varios efectos positivos que se pueden mencionar que han sido analizados en diversos trabajos académicos:

1. En primer lugar, como muestran Amuedo-Dorantes y De la Rica (2010), los inmigrantes, como oferentes de empleo, han conformado una mano de obra bastante complementaria a la de los nativos. Los inmigrantes han ocupado puestos de trabajo altamente demandados en nuestro país – peones de la construcción, servicio doméstico, actividades agrícolas y otras actividades relacionadas con la restauración y la hostelería, para los cuales no existía suficiente oferta por parte de los trabajadores nacionales. Este aumento de la oferta, junto a un aumento generalizado de la demanda agregada, ha provocado una movilidad ocupacional de los nativos y nativas hacia trabajos más cualificados y, por tanto, con mayores salarios.

2. En segundo lugar, como muestran Farré, González y Ortega (2010), la llegada de inmigrantes ha permitido aumentar la tasa de participación laboral femenina, especialmente de las mujeres más educadas, quienes han podido contratar a inmigrantes que se han ocupado de la producción doméstica, lo cual les ha permitido a este colectivo de mano de obra cualificada no abandonar en algunos casos, y retornar en otros, al Mercado de Trabajo.

3. En tercer lugar, como muestran Amuedo-Dorantes y De la Rica (2010), los inmigrantes responden a las condiciones laborales, en términos de movilidad geográfica, en mayor medida que los trabajadores nacionales, más restringidos por sus lazos familiares. Esta mayor movilidad ha permitido en cierto modo una reducción de las disparidades regionales – aunque este efecto parece disiparse a largo plazo.

 Como efectos negativos se podrían mencionar los siguientes:

1. Un primer efecto negativo que algunos atribuyen a los inmigrantes es el hecho de haber ralentizado el crecimiento de la productividad en nuestro país al aportar una gran cantidad de mano de obra poco cualificada y, en consecuencia, de baja productividad. Esta disponibilidad, argumentan algunos, ha llevado a las empresas a especializarse en procesos productivos intensivos en trabajo poco cualificado.

Ante esto cabría preguntarse, no obstante, si la inmigración es causa de la baja productividad de nuestro país o consecuencia de la misma. Yo más me inclino por lo segundo, es decir, que los inmigrantes han entrado masivamente a trabajar en nuestro país porque las empresas españolas, dada su baja productividad, demandaban precisamente este tipo de mano de obra poco cualificada. De hecho, Bentolila, Dolado y Jimeno (2010) muestran evidencias de que la inmigración, en sí misma, NO puede considerarse artífice de la baja productividad laboral de nuestro país.

2. Un segundo efecto negativo que podríamos destacar, si bien tiene un contenido más social que económico, es que ha aumentado la demanda de servicios sociales, en particular, educación y salud. Si este aumento de demanda no va acompañado de un aumento suficiente en la oferta de servicios, que es precisamente lo que parece haber sucedido, provoca necesariamente un empeoramiento en la calidad de los servicios que repercute negativamente en el bienestar de los individuos.

La Inmigración ante la crisis Económica (2008-2010)

Con la llegada de la crisis económica, los trabajos ocupados por los inmigrantes han sido los primeros en desaparecer. Los inmigrantes están siendo un colectivo muy vulnerable a la pérdida de empleo, no sólo por su situación laboral – contratos temporales, nivel bajo de capital humano –, sino también por los sectores en los que mayormente están trabajando, que son los más expuestos a la crisis. En el tercer trimestre de 2010, la tasa de desempleo de los trabajadores extranjeros se sitúa en el 29,3% frente al 18% de los trabajadores nacionales. Hay cerca de un millón de trabajadores inmigrantes en el desempleo. Desde este punto de vista, es claro que los inmigrantes están sufriendo la crisis con especial virulencia.

Sin embargo, si bien es cierto que los inmigrantes pierden sus empleos con relativa facilidad, también es cierto que acceden a un empleo también con relativa facilidad. El Observatorio Laboral de la Crisis de Fedea muestra que trimestre tras trimestre, la proporción de inmigrantes que acceden a un empleo desde el desempleo es mayor que la de los trabajadores nacionales. Confluyen factores de oferta y de demanda. Desde la oferta es claro que las condiciones laborales que aceptan los inmigrantes son más bajas que las exigidas por los nacionales. Por el lado de la demanda, para que el acceso de los extranjeros fuera relativamente mayor que el de los nativos, debería observarse una preferencia de los empresarios por contratar los primeros en lugar de los segundos. Al margen de evidencias anecdóticas, no dispongo de información fiable que pudiera corroborar este hecho.

Es cierto que cuando el acceso al empleo es escaso, que los inmigrantes pudieran “quitar” empleos a los trabajadores nacionales genera controversia social. El mismo Gobierno, en el segundo trimestre de 2008, para evitar que este hecho se produjera, modificó el denominado “catálogo de ocupaciones de difícil cobertura”, eliminando del mismo las ocupaciones de albañil, fontanero, asistenta del hogar y empleados agrícolas – ocupaciones de máxima acogida por los inmigrantes. Este catálogo se utiliza de forma habitual para las contrataciones de inmigrantes en origen. Su modificación tenía la clara intención de limitar el acceso al empleo de inmigrantes en estas ocupaciones para facilitar el empleo a trabajadores nacionales. Ya entonces se levantaron protestas desde el sector empresarial, que temía no encontrar mano de obra necesaria por parte de trabajadores nacionales en estas ocupaciones.

¿Cuál ha sido la evolución de la distribución de inmigrantes y nativos en estas ocupaciones dos años después de implementar esta medida?

El gráfico muestra, en primer lugar, que esta medida en ningún caso parece haber sido utilizada por trabajadores nacionales para acceder a un empleo y, en segundo lugar, que sí se ha notado un descenso en la incidencia de los inmigrantes en estos cuatro sectores; si bien parece observarse cierta recuperación en el último año.

Con esto quiero argumentar que no parece existir evidencia clara de que los inmigrantes estén “quitando” trabajo a los trabajadores nacionales. Será preciso, en cualquier caso, comprobar esta evidencia con análisis más rigurosos cuando la disponibilidad de datos, en forma de series de tiempo más largas, lo permitan.