Indignación
Este largo post sigue el acertadísimo de Luis. No tengo duda yo tampoco: La frustración e indignación de los concentrados en Sol es real, justificada y merece una atención muy especial. Vaya también por delante que son muchísimos los jóvenes que no estuvieron concentrados en Sol, cuya ansiedad es igualmente real aunque no decidan expresarla de forma tan dramática prefiriendo la participación política tradicional, simplemente como votantes o la más activa de pertenencia por ejemplo al sinfín de agrupaciones políticas existentes. No hacía falta que nadie se concentrase en Sol para darse cuenta de las perspectivas tan adversas a las que se enfrentan los más jóvenes. Es también acertadísima la reacción de relanzar las propuestas que desde aquí se han hecho sobre todas las reformas que hay que hacer en nuestro país y es preciso tener la valentía de defender los principios de la libertad de mercado y competencia incluso en estos tiempos donde tantas barbaridades se han hecho en su nombre.
Que se hagan todas estas reformas es necesario pero aquí quiero incidir en que todas estas medidas siendo el único alivio posible no garantizan un futuro como el pasado de nuestros padres. Hay que recordar lo obvio: España está apalancada en extremo y lo está el sector privado, familias, sector financiero y ya después de dos años largos de crisis tremenda lo empieza estar el sector público, además bajo la lupa de los mercados de capitales internacionales. Las reformas, imprescindibles para relanzar el crecimiento, no van a garantizar para los muchos jóvenes españoles el futuro de comodidad y acumulación de riqueza que ha vivido la generación que vivió la madurez de su vida en los años de la burbuja. Me comentaba Marco Celentani de la extrema juventud de los asistentes a la concentración de Sol y esto es completamente entendible: Es la frustración de los que llegan tarde a una fiesta en la que se ha acabado el alcohol y la música. Intenté transmitir esto en un post reciente donde hacía unas simulaciones triviales para alertar de las limitaciones del crecimiento para desapalancar el sistema. El crecimiento es necesario pero mucho ha de crecer nuestro país para acortar el proceso de desapalancamiento que nos espera.
Vaya por delante que no pienso que si las cosas se hacen bien el futuro sea uno negro y desesperanzador. Yo tengo una enorme fe en nuestro país y sus posibilidades y como Jesús Fernández-Villaverde nos dice con frecuencia, nuestro país es muy agradecido y cualquier reforma liberalizadora resulta siempre en una reactivación de la actividad económica; también sucederá ahora. Pero primero está la política: El arte de los posible.
Política y burbuja
La burbuja inmobiliaria se inicia en nuestro país a finales de los años noventa, principios del presente siglo. Esto es como consecuencia de una bajada brutal tanto de los tipos de intereses, que es un fenómeno global, como de los diferenciales, resultado a su vez de la estabilización fiscal que traen los gobiernos de Aznar en un intento de cumplir los requisitos para nuestra entrada en el euro. Hay, desde mi punto de vista, dos importantes y difíciles momentos en nuestra historia de política económica reciente: El proceso de reconversión industrial y liberalizador, sobre todo en el mercado de crédito, de los años ochenta, que es obra de los gobiernos González, y el proceso privatizador y de consolidación fiscal del primer gobierno Aznar. Ambos, pero sobre todo el primero, requirieron coraje y visión por parte de nuestros líderes.
La naturaleza de nuestra economía hacia de la política del BCE una excesivamente acomodaticia para nuestros intereses; además la Reserva Federal, en el origen de tantas cosas, mantuvo unos tipos de interés bajos durante un periodo excesivo lo que forzó al BCE a hacer lo mismo. Nuestra sociedad generalmente ahorradora necesito de la importación de capital para financiar un crecimiento del consumo y la inversión sin precedentes en nuestra historia, con el consiguiente desequilibrio en nuestras cuentas corrientes que ahora no contaba con el mecanismo estabilizador de la depreciación de la moneda. Todo esto se tradujo en un fuerte endeudamiento del sector privado frente al exterior. Como he explicado con anterioridad todo en esta crisis es distinto por nuestra pertenencia en el euro; también lo es creo en lo que se refiere a nuestra prosperidad. Nuestro país tiene un problema porque aún hoy, con la fuerte bajada de la actividad económica, tiene una importante necesidad de ahorro externo. Mientras esto sea así, el margen de maniobra de este o de cualquier gobierno es limitadísimo.
En resumen el crecimiento de España es consecuencia de un fuerte apalancamiento para financiar consumo y también inversión no de unas ganancias de productividad que son la única fuente de crecimiento sostenido. En los fiscal, los fuertes ingresos impositivos, consecuencia de la burbuja inmobiliaria, enmascararon los problemas de sostenibilidad fiscal de nuestro estado del bienestar y pospusieron durante más de una década la batería de medidas que eran necesarias para estabilizar la economía nacional.
Una vez echas las reformas del primer gobierno Aznar arranca un proceso de apreciación de los activos inmobiliarios sin precedentes en nuestra historia y desde entonces no hay política económica en España; todo es dejarse llevar por la inmensa marea que es la burbuja crediticia. Y nada hay mejor que inaugurar AVEs, autopistas, hacer de la M30 una autopista subterránea, subsidiar las renovables, financiar apartamentos en la costa para una generación de españoles, que hasta entonces, sólo había conocido dificultades. Ese periodo que va, pongamos desde el año 2000 al 2008, en el que tantas cosas se hubieran podido hacer, entre ellas terminar la transición económica que falta por hacer en nuestro país, se echo a perder y no va a volver nunca.
Y todo esto es más grave porque la endeble naturaleza de nuestro crecimiento durante ese periodo fue bien entendida por muchísima gente tanto en los gobiernos del PP como a los que esperaban ocuparlo en las elecciones de 2004, como así ocurrió, en el PSOE y sobre todo por muchos que tendría responsabilidades en la gestión económica de nuestro país. Así, por ejemplo, Miguel Sebastián, en la actualidad ministro de industria, publicó el 22 de Junio de 2003 un artículo en El País titulado “El ladrillo y la burbuja,” donde ofrecía un diagnóstico certero sobre los problemas que se estaban acumulando en nuestra economía y en una frase completamente reveladora caracterizaba a nuestra economía como “Mucho ladrillo, poco chip y tornillo.” Miguel Angel Fernández Ordoñez, futuro secretario de estado y gobernador del Banco de España en aquel entonces, en artículo en Cinco Días del 27 de Septiembre de 2003, titulado, nada menos, “El pinchazo de la burbuja de la construcción,” se preguntaba por el posible fin cercano de dicha burbuja y sus posibles consecuencias. Arrancaba por cierto el articulo con una frase demoledora: “En España se habla mucho de la burbuja inmobiliaria.” Los dos artículos pueden todavía hoy ser leídos con provecho pues diagnostican de forma certera lo que estaba ocurriendo en nuestro país. Y esto no es sorprendente: por ejemplo de Miguel Sebastián, quien luego acabaría en la oficina económica del presidente, venía alertando desde hacia tiempo sobre los problemas inmobiliarios y suyos son intentos tempranos de entender qué componente de la subida inmobiliaria se debían a factores fundamentales y cuál a un componente completamente especulativo. Y Fernandez Ordoñez es un observador antiguo de la economía española desde sus muchas actividades, tanto en las secretarías de estado que ocupo bajo distintos gobiernos (entre ellas las importantísimas de economía y hacienda), como por su paso por el tribunal de la defensa de la competencia (suyos son muchos loables impulsos liberalizadores como por ejemplo el de los horarios comerciales), en el FMI y también por sus actividades periodísticas.
Argumentar ignorancia sobre lo que se estaba produciendo en nuestro país es por tanto inaceptable, por parte de todos, políticos, economistas, comentaristas, manifestantes, votantes, tertulianos de toda inclinación ideológica, y ciudadanos en general. Es más la campaña de 2004 en lo que se refiere al tema económico se centró precisamente en el modelo de crecimiento del PP basado en el ladrillo. Y con justo motivo: Esta era el tema fundamental y su corrección era también labor urgente. La gravedad de la crisis es ciertamente sorprendente pero los desequilibrios y problemas de nuestra economía eran bien conocidos: El nuestro es un país “sobrediagnosticado.”
Cuando llega el PSOE al poder por tanto muchos teníamos algo de esperanza de que se pusiesen las bases para un aterrizaje suave sobre todo porque la misma gente que con análisis preclaro habían diagnosticado el problema (y criticado con dureza al gobierno saliente) iba a ocupar posiciones de responsabilidad. Sin embargo lo que sucedió es que la burbuja se recrudeció ante la pasividad de los que hasta hacía unos meses habían criticado la misma pasividad. Yo creo que la reacción de los equipos económicos de aquel entonces, su única estrategia, fue que los fuertes ingresos fiscales asociados, directa o indirectamente, con la burbuja inmobiliaria se tradujesen en una disminución de nuestra deuda soberana que dotase al estado de capacidad de endeudamiento cuando el ajuste se produjese, que no es poco pero tampoco mucho. Los pecados por ser de omisión no son menos pecados que los de comisión.
Pero quizás lo mas sorprendente fue la reacción de nuestro nuevo presidente, Rodríguez Zapatero, quien olvidándose de todo el debate electoral, se lanzó a una campaña reivindicando la nueva riqueza de los españoles aún cuando estaba todavía fundamentada por la misma manía especulativa que había criticado hacía tan solo unos meses. Y todo lo que obtuvieron los españoles fueron declaraciones frívolas una y otra vez culminando con la muy desafortunada declaración del presidente Zapatero a Javier Moreno en una larguísima entrevista en El País de 15 de Enero de 2007 que leía así: “Éste es un país con espíritu de futuro, a diferencia de otros países occidentales con rentas per cápita altas que no tienen hoy esa actitud. Por eso estamos seguros de que vamos a superar a Alemania y a Italia en renta per cápita de aquí a dos, tres años. Les vamos a coger.”
Todas estas declaraciones, más allá de la falta de tacto e imprudencia, reflejaban un olvido lamentable de todo lo dicho hacía tan solo tres años y también, dicho sea de paso, de una ignorancia absoluta del proceso de reformas que había vivido Alemania al principio de la década. Es esta falta de responsabilidad lo que es profundamente criticable en nuestro liderazgo político: el conocimiento de que la nuestra era una economía con desequilibrios importantes estaba ahí, en los hombres mas próximos al presidente, había sido el tema económico estrella de la campaña electoral, y se había criticado justamente al partido ahora en la oposición por su constante negación de que dichos desequilibrios se estaban produciendo. Pero las burbujas son siempre maravillosas, como las fiestas en las que todos los participantes están dulcemente embriagados y todo parece risueño y posible, incluso superar en renta per cápita a Alemania en tres años. Quizás lo más sorprendente que se puede decir de nuestra increíble burbuja inmobiliaria es que era realmente democrática: Emborrachó a dos gobiernos de signos opuestos. Este hecho, que los dos partidos son partes en esta historia, no facilita en absoluto el dialogo constructivo que permita afrontar los importantes retos de nuestra economía.
Sobre el comportamiento de nuestros dirigentes, y en particular del presidente, en esta crisis poco se puede escribir que no se haya dicho ya: El calendario electoral, las elecciones de 2008, exigía negar la crisis primero, atribuirla a factores externos después y por último culpar a quien estaba en la oposición hacía ya más de cuatro años, acusándoles de los males que se prometieron corregir en cuanto llegasen al poder. El calendario lectoral se complicó además porque en este segundo ciclo del presidente Zapatero, las elecciones catalanas, cruciales en la gobernación de nuestro país, quedaban a mitad de legislatura, en otoño de 2010, con lo que una vez más las medidas urgentes estaban sujetas al miope interés electoral. Así la reforma de las pensiones, medida obvia e inevitable, ha de esperar hasta el invierno de 2011 para ser aprobada. Ha de añadirse que la desesperante lentitud de nuestro supervisor bancario en hacerse con las riendas de la crisis en nuestras cajas en nada ha ayudado a solventar nuestros problemas. Es más yo creo que la falta de dureza con determinadas cajas y sus acreedores ha robado de legitimidad a la política económica: Resulta comprensible la frustración de muchos que han visto los sacrificios como solo provenientes de una parte: Aún está por perder un euro un bonista de una entidad financiera.
Pero más allá de las medidas de política económica que debían y todavía están por tomarse lo que ha habido es una deprimente falta de honestidad en la comunicación con la sociedad. El país está descabezado en el sentido último de la palabra y la pregunta que hay que hacerse es si existe el liderazgo político en nuestro país para guiarlo hacia un nuevo diseño institucional sin caer en la permanente tentación populista. Nuestra clase política ha vivido un periodo donde todo era fácil y donde los gobiernos autonómicos y centrales tenían siempre unos presupuestos crecientes y jamás había que elegir entre esto o aquello. Ahora llega la hora de los liderazgos de verdad, los que no tienen nada de agradecidos porque implican casi siempre decir que no y cuyo único premio es el agradecimiento de las generaciones que no votan por ser menores de edad.
Realidad
La realidad económica de nuestro país es la que es: El país esta fuertemente endeudado y ahora tiene que vivir un fuerte proceso de desapalancamiento (y para ver lo “divertidos” que son estos procesos solo hay que pensar en Japón). Para decirlo de una forma directa: El país se ha traído mucho consumo e inversión del futuro al presente y por tanto el futuro solo puede ser uno de menor consumo e inversión. Esto no es economía: Es aritmética presupuestaria; no tiene nada que ver con ser de derechas o de izquierdas, catalán o andaluz, banquero o jornalero. Lo que aliviaría en algo nuestra situación, que es el crecimiento, no parece por ahora factible: La estructura del mercado laboral, inmobiliario, administrativo es rígida y no permite que la iniciativa de todos los jóvenes españoles sea la solución efectiva a esta crisis. Y ello aun cuando es su iniciativa la que hace posible apalancar a este segmento de la población y así reiniciar aunque sea tímidamente el flujo crediticio. Pero sin posibilidades de empleo, con una demanda interna deprimida y unas rigideces nominales en salarios y precios inmobiliarios que impiden el ajuste es difícil ver cómo puede esto ocurrir. El truco habitual de nuestra clase política, la devaluación, tampoco está disponible
Es por eso que tanto hemos insistido desde aquí en todas las reformas que necesita nuestro país: Son la única solución. Es más, creo, y creo que también lo creen todos los que escriben en este blog, que España tiene todas las posibilidades del mundo a la hora de competir internacionalmente como demuestra el buen comportamiento de nuestro sector exportador en esta crisis. En algún sitio he explicado que de este comportamiento de nuestro sector exportador se siguen algunas lecciones importantes, aunque se necesita más investigación para cerciorarse de ello (véase el post de Pol Antrás sobre este tema). La indignación es perfectamente legítima pero sólo puede ir dirigida en una dirección, que es la de mejorar las cosas no a empeorarlas. De esta crisis se puede salir pero se necesita mucho coraje.
Una coda: No llamen a los de la plaza Tahrir; llamen a Japón
Japón ha vivido un periodo muy similar. La expansión crediticia llevó al país nipón a una burbuja sin precedentes tanto en el mercado de renta variable como el inmobiliario a finales de los años ochenta. Hoy veinte años más tarde el índice Nikkei sigue por debajo de los picos alcanzados durante aquella época y el sector inmobiliario a unos precios que en las grandes ciudades alcanza solo el 25% de los picos alcanzados durante aquella época (aconsejo una visita a la pagina web del Japan Real Estate Institute y descargarse alguno de los gráficos (uno se puede ver aquí) sobre los índices inmobiliarias para las seis grandes ciudades de Japón; aun sin saber japonés los gráficos son pavorosos.)
Nuestra situación es peor por dos motivos. El primero es que no contamos con nuestra propia moneda con la que posibilidad de un ajuste nominal no existe, algo sobre lo que hemos escrito aquí largo y tendido. El segundo es que lo que ha hecho la Gran Depresión Japonesa tolerable ha sido precisamente el fuerte apalancamiento del estado que ha absorbido así todo el exceso de ahorro del sector privado japonés y reinvertirlo en obras públicas, transferencias y demás. Toda esta inversión ha sido de una productividad bajísima, y es por esto que el crecimiento japonés ha sido débil durante dos décadas, pero la depresión japonesa habría sido todavía peor sin ella. Nuestro caso no permite este endeudamiento del estado para compensar el fuerte proceso de desapalancamiento del sector privado: La presión bajo la que se encuentra nuestro país por parte de los mercados de capitales no lo permite.
Nuestro país necesita de reformas ya. Pero sobre todo necesita de un liderazgo que ahora no tiene y una fortaleza que está por ver si tiene. Necesita de un dialogo claro y sin eslóganes y sobre todo necesita de valor para llevar a cabo todo lo que debió hacerse cuando los tiempos eran mejores que los actuales. Y la pregunta es ¿Quién quiere coger esta batuta?