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España en su laberinto

Hoy publico un artículo en Expansión que incluyo aquí. No me había fijado en el título del de Benito así que he estado poco original en ello.

Nuestra economía, huelga decirlo, está en una situación crítica. No toda la responsabilidad es nuestra pero en esta situación nos hemos colocado en buena parte solos por la mala gestión que hemos hecho de esta crisis.

Para empezar, la tardanza en la resolución de nuestra crisis bancaria ha llevado a un encadenamiento progresivo de los balances público y privados. Por ejemplo, la idea de garantizar de forma contingente los pasivos bancarios mediante avales del estado sólo podía suponer que si la crisis se recrudecía, como ha sido el caso, el diferencial del bono de referencia se incrementase para reflejar el riesgo adicional de tener que satisfacer las garantías tan alegremente distribuidas. Como la calidad crediticia del soberano está en cuestión, los bancos sufren además las minusvalías de los bonos del estado en sus carteras de inversión. Este bucle diabólico entre el estado y nuestro sistema bancario es el que está detrás del completo parón de liquidez que sufre nuestro país. El mercado teme que somos la próxima Irlanda. España, tanto el sector público como el privado, no puede refinanciar sus pasivos con capital extranjero, lo que es imprescindible en un país con fuertes deudas frente al exterior y que todavía tiene un déficit por cuenta corriente. Es por ello que nuestra dependencia del eurosistema no hace más que aumentar y limita nuestro margen de maniobra con nuestros socios. España puede aliviar en algo sus problemas eliminando, el cómo es otra cosa, su déficit frente al exterior pero probablemente no haya tiempo para ello y hay que hacer algo de forma más inmediata. Lo primero que hay que resolver es nuestra crisis bancaria que es un capítulo de la crisis de la eurozona, que es en su origen, y con la excepción de Grecia, una crisis monetaria-financiera. La nuestra es una economía bancarizada: mientras el sistema bancario no funcione no lo hará tampoco nuestra economía. Esto es lo primero que hay que resolver pero no lo podemos hacer solos y ello por dos motivos.

Primero porque no tenemos la credibilidad para ello. Las sucesivas “sorpresas” en el sector financiero español sólo han contribuido a aumentar la desconfianza hacia nuestra capacidad para reconocer los problemas: La intervención de Bankia-BFA ha sido en este punto la gota que colma el vaso. Segundo porque no tenemos el capital para ello, como demuestra la reacción de los mercados de deuda soberana al rescate de Bankia. La falta de credibilidad en la resolución de una crisis bancaria sólo puede resolverse mediante capital y tiene que ser capital extranjero. Y hay que recordar lo obvio: En lo que se refiere a los depósitos y la refinanciación mayorista siempre se puede negar la financiación y hacer preguntas más tarde. Esto es lo que está ocurriendo: Se retira la financiación a entidades españolas, retirando depósitos o no refinanciando deuda mayorista, y se reciclan los fondos en activos alemanes, pongamos. Hay que para este flujo letal para nuestra economía.

El gobierno hace bien en negarse en redondo a aceptar una intervención, algo perjudicial para nuestros intereses y que probablemente no funcionaría (hay que recordar que por lo general estas intervenciones externas funcionan porque vienen acompañadas de una fuerte devaluación de la moneda, lo que no es posible en este caso). Una intervención llevaría consigo una pérdida de acceso al mercado de capitales por parte de España y ello porque los pasivos privados inmediatamente se subordinan en el orden de prioridad a la nueva financiación oficial en caso de quita y ello seca completamente la refinanciación privada, tanto del sector público como de buena parte del privado. Esto hace de la intervención algo muy arriesgado para europeos y el FMI, que tendrían que refinanciar una economía de un tamaño mucho más grande que lo hecho hasta ahora. El gobierno hace también bien en intentar que la recapitalización de nuestra banca se haga de forma “directa” por parte de los fondos europeos, algo que por ahora no es posible. Esto cuando la posibilidad surja habrá que pensarlo cómo hacerlo con mucho cuidado. Probablemente, dada nuestra falta de credibilidad, la gobernanza del entramado institucional que acompañe esa recapitalización dejara mucho control en manos extranjeras. Pero es una negociación: Una cosa a cambio de otra.

Nuestra crisis bancaria sólo puede entenderse en el contexto de la crisis de la eurozona. Ello complica en mucho la resolución de la misma. Cualquier trato excesivamente favorable para nuestro país lleva a una petición de renegociación de las condiciones bajo la que actúan otros países. Es por ello que nada de esto es probable antes de una resolución del caso griego, lo que ocurrirá en las próximas semanas. Por último apelar directamente al BCE es un sinsentido porque compromete su independencia y disminuye de hecho la probabilidad de su intervención, aun cuando la crea conveniente precisamente porque arrojaría dudas sobre la independencia que tan celosamente protege.

El gobierno hace mal en dar la impresión de que se ha hecho mucho. Esto es simplemente una falacia. La mejor prueba de ello es que después de cuatro años de crisis intermitente estamos con unos bancos en una situación crítica, dependientes de la financiación del eurosistema (ningún país se ha beneficiado tanto de las operaciones de liquidez como el nuestro), con una falta de liquidez atroz y en una segunda recesión. Las continuas sorpresas en lo que se refiere a la situación fiscal de nuestras administraciones, central y autonómicas, hablan de un país que tiene un problema institucional grave.

La política de comunicación de nuestro gobierno denota una improvisación que delata lo que todos sospechamos que no hay un principio organizador en su labor, ni un plan estructurado para atacar nuestros problemas. El gobierno tiene que empezar a proponer a los españoles un plan que vaya más allá de esa improvisación. En particular tiene que hacer tres cosas: Primero tiene que atacar nuestra crisis bancaria, lo que como he explicado sólo lo puede hacer con el concurso de nuestros socios. A los europeos hay que proponer un plan pensado, estructurado, realista y que lleve la voluntad de compartir las pérdidas latentes en nuestro sistema bancario. Segundo hay que proponer un plan que devuelva la confianza a nuestras finanzas públicas. España tiene un grave problema fiscal que tiene que resolver: Hay que bajar los impuestos sobre el ingreso laboral, eliminar deducciones, e incrementar los impuestos indirectos (el IVA). No podemos permitirnos el estado que tenemos con estos ingresos. Por último lo más difícil: España tiene un gravísimo problema de gobernanza, de diseño de la relación entre la administración central y las autonómicas que impiden la respuesta ágil a las crisis que son inevitables en una unión monetaria como la que tenemos. Por último está todo lo demás que cansa repetirlo: Una reforma de nuestro sistema educativo que no abandone a los niños españoles como se ha hecho continuamente, un marco legal y regulatorio que incentive la iniciativa empresarial, recrear un mercado único español que supere el cuarteamiento administrativo que se deriva de nuestro estado autonómico, etc. No hay tiempo para una reforma cada viernes: ¿Por qué, sin tan claro se tienen las cosas, no se hace todo el próximo viernes?