Un aspecto novedoso de la evolución política de Europa desde el inicio de la crisis es la aparición de partidos políticos que cuestionan el consenso tradicional entre conservadores y social-demócratas en lo que se refiere al proyecto Europeo, al menos tal y como está concebido. El Frente Nacional francés, Syriza en Grecia, el UKIP en el Reino Unido o Podemos en nuestro país, siendo de ideologías diversas tienen una cosa en común y es su “escepticismo”, por decirlo de forma aséptica, sobre la naturaleza de la construcción europea.
En estas entradas que siguen pretendo reflexionar, de forma algo desordenada, sobre las implicaciones políticas del euro, pero siempre desde un ángulo económico. Sostengo que hay una relación directa, aunque obviamente no exclusiva, entre el euro y la aparición de estos partidos políticos disruptivos del consenso europeo existente hasta ahora y argumento que lo que estamos viviendo tiene muchos precedentes que pueden servir de guía de lo que ha de venir.
Divido esta larga entrada en tres partes. En la primera me ocupo de la economía política de los distintos sistemas de tipo de cambio. El euro es un sistema de tipos de cambio fijo entre los países miembros y de esta observación siguen varias cosas, unas más obvias que otras. Por resumir el punto en una línea: Tipos de cambio fijo producen tensiones políticas internas mientras que si el sistema es uno de tipos de cambio flexible las tensiones son mas entre países porque fluctuaciones cambiarias permiten exportar recesiones: Nada es Gratis, una vez más. Estas tensiones son fundamentales para entender nuestro momento político en Europa. Dadas las tensiones internas que el euro iba a introducir en la vida política de los países miembros en la segunda entrada vuelvo a una pregunta que siendo obvia tiene difícil respuesta ¿por qué el euro? ¿qué es lo que llevó a los europeos a embarcarse en esta aventura? Si estos nuevos partidos cuestionan la supervivencia del euro, como me parece que hacen, primero hay que entender las razones que llevaron a su creación para entender lo que se perdería si abandonamos la moneda única.
En la tercera entrada ligo estas ideas a nuestra situación política. En particular investigo la relación entre el euro y el estado del bienestar y sostengo que ésta es la clave de las tensiones entre los países miembros y las (muy difusas) autoridades europeas pero por una razón algo distinta de lo que se aduce habitualmente. Una vez más por resumir la idea en una línea: El euro compromete precisamente el proyecto europeo porque mina su fundamento que no es la construcción de un proyecto político común sino más bien la protección del espacio político de la nación en lo que más importa a sus ciudadanos que es el estado del bienestar, el punto de encuentro de izquierdas y derechas y la garantía de la paz política interna. Estas tres entradas intentan por tanto ligar varias cosas simultáneamente en un intento de comprender porqué estamos donde estamos.
Antes de embarcarme en todo esto quiero sin embargo dar un ejemplo. Syriza en Grecia no es el primer caso de un gobierno de izquierdas con un programa expansivo en lo social y lo fiscal en un sistema de tipos de cambio fijos. Para motivar algunas de las cuestiones que quiero explorar en esta larga entrada empiezo con una breve historia del gobierno “labour” en el Reino Unido en el poder entre el año 1929 y 1931. Era ese un gobierno “progresista” bajo las restricciones del patrón oro, restricción que no ponía en duda. La historia es interesante porque muestra las contradicciones bajo los que vivió ese gobierno, como esas contradicciones rompieron a los labour y como se gestó a dramática salida del Reino Unido del patrón oro. Dejo al lector que vaya haciendo los paralelismos que estime conveniente.
La izquierda en un sistema de tipos de cambios fijo - 1: Reino Unido, 1931
La crisis del euro sintetiza casi de forma perfecta los debates sobre los pros y los contras de los distintos sistemas de tipo de cambio que hemos tenido en el mundo desde la desaparición del patrón oro.
Como ya hemos comentado aquí una de las razones principales de la caída del patrón oro se debe a que su restauración en la década posterior a la Primera Guerra Mundial imponía en los países a él adheridos fuertes ajustes en precios y salarios que eran políticamente inviables, en particular dada la creciente participación y organización de los trabajadores y sindicatos en la vida política. En el caso británico la vuelta al patrón oro en el año 1925, a la sobrevalorada paridad existente antes de la Primera Guerra mundial, imponía ajustes salariales y precios de los bienes locales que ponían a prueba la flexibilidad de la economía británica y también su estabilidad política (0). Este ajuste fue si cabe aun más doloroso por la fuerte deflación asociada con la pequeña depresión de 1920-21 que tiene su origen en EE.UU.: El gráfico 1 muestra la brutal bajada de precios en ese país, de un 20%, entre Julio de 1920 y el mismo mes de 1922. El gráfico muestra el índice de precios hasta finales de 1931, cuando el Reino Unido abandona ya de forma definitiva el patrón oro después de haberse reincorporado a él en 1925. En ese año de 1925 el índice de precios en EE.UU. era todavía un 15% menor que en 1920.
La deflación estadounidense que arranca en 1920 suponía que si el Reino Unido quería volver a la paridad frente al dólar existente antes de la Primera Guerra Mundial la única alternativa era una fuerte depreciación del tipo de cambio real frente a la moneda americana para compensar la bajada de precios en EE.UU. y mantener el equilibrio de la balanza de pagos británica. Esto suponía un ajuste brutal pero es importante recordar que, con la importante excepción de Keynes, la vuelta al patrón oro contaba con un amplio apoyo entre las clases dirigentes británicas.
Las consecuencias fueron exactamente las contempladas por el gran economista inglés. El Gráfico 2 muestra el índice de precios en el Reino Unido entre los años 1914 y 1931 (el índice esta normalizado a 100 en el año 1920). En él se ve la fuerte inflación asociada con la Primera Guerra Mundial y que había dejado el tipo real de la libra en un fuerte desajuste frente al dólar. El esfuerzo estabilizador a partir del año 1920 es claramente visible. La gran deflación de aquellos años resultó en una reducción de los precios en las islas de mas de un 30%. El incremento del desempleo sigue el apretón monetario con milimétrica disciplina (las causas de esta no-neutralidad monetaria nos llevarían demasiado tiempo; véase por ejemplo Bernanke y James, 1991). No es sorprendente por tanto que aquellos años fueron unos caracterizados por una fuerte inestabilidad política y social en el Reino Unido y que labour tuviese una creciente presencia en los gobiernos británicos, culminando con su victoria electoral en el año 1929 (este partido, bajo el liderazgo de Ramsay MacDonald, ya había gobernado brevemente durante unos meses en el año 1924.) Como mencionaba al principio de esta entrada, la historia de ese gobierno labour contiene varias lecciones que pueden ser de utilidad hoy.
El primer gobierno que va del año 1929 a 1931 fue uno de una enorme tensión por tres motivos. Primero el gobierno de MacDonald no contaba con una mayoría estable en el parlamento británico lo que lo hacia depender de alianzas transitorias con ésta o aquella facción, haciendo difícil el cumplimiento de su programa. Aun así se consiguieron varios logros como Old Age Pension Act,, una mejora del seguro de desempleo etc.
Segundo, y quizás lo más importante, obviamente, era el hecho de que la llegada del gobierno de 1929 coincide con el arranque de la Gran Depresión y un recrudecimiento de las tendencias deflacionarias que venían de lejos (véase Gráfico 1). El primer gobierno labour (exceptuando el breve gobierno de 1924) llega al poder bajo las peores condiciones posibles desde el punto de vista económico: Atado por la pertenencia al patrón oro, que elimina la política monetaria como instrumento de política económica, se ve forzado a una política de ajuste fiscal contractiva.
Tercero, había una profunda confusión intelectual en la izquierda británica sobre política económica y también sobre los objetivos de la izquierda en el poder. Labour entre 1929 y 1931 tuvo que enfrentarse a la disyuntiva habitual de la izquierda en el poder en democracias liberales cuando el sistema de economía de mercado se encuentra en crisis: Acometer un programa radical de transformación, mediante por ejemplo la nacionalización de determinados medios de producción, o facilitar la estabilización mediante la adopción de políticas de corte keynesiano diseñadas para la propia supervivencia de la economía de mercado. (1) Labour en 1929 no contempló sin embargo ninguna de estas medidas (las nacionalizaciones llegarían después, con el gobierno de Attlee en 1945, desde los ferrocarriles hasta las minas de carbón y la industria del acero; también se creó el sistema de salud (NHS)).
Efectivamente, muchos se han preguntado porqué no se intentaron políticas expansivas fiscales (2) que ya se estaban intentando en muchos otros lugares aunque con una muy limitada efectividad dado el tamaño de los gobiernos por aquel entonces. Aquí es importante recordar que si bien la Teoría General de Keynes es del año 1936, el partido tenía varios programas proto-keynesianos que podían servir de armazón teórico a una política fiscal más activa desde mucho antes (3). Pero este activismo si embargo no se produjo. Es, creo, informativo repasar porqué.
Dos son los motivos que se aducen para esta apatía fiscal. El primero es que entonces como ahora, muchos en el gobierno veían la crisis británica como estructural, como una consecuencia de la falta de competitividad de la industria británica y que por tanto el remedio de la expansión fiscal no era la solución a dichos problemas estructurales que requerían de una transferencia de recursos de un sector a otro. Esto no era factible dada la situación de fuerte contracción monetaria que hacía difícil la financiación puente para llevar a cabo dicho trasvase de recursos. Además la pertenencia al patrón oro eliminaba la posibilidad de una política monetaria expansiva y esto a su vez, como sabe cualquier estudiante de Sargent y Wallace, ata a la política fiscal por una cuestión puramente aritmética.
El segundo es más especifico al caso británico: El Reino Unido se veía a si mismo, justamente, como el centro de una amplia red financiera, alimentando flujos de capitales por todo el mundo. Cualquier experimento que comprometiese dicho papel se veía como perjudicial para los intereses políticos y económicos británicos. En el centro de esta creencia estaba, por supuesto, la pertenencia del Reino Unido al patrón oro. Es importante, que entonces como ahora, no había un debate importante (exceptuando la posición de J. M. Keynes) sobre la oportunidad de la pertenencia del Reino Unido en el patrón oro, lo que quizás sorprenda dada la celeridad con la que se abandonó en septiembre de 1931.
En estas circunstancias no es sorprendente que el gobierno labour deambulase en sus primeros dos años sin dirección y bajo fuertes tensiones, partido como estaba la izquierda británica entre alternativas más radicales y la adherencia a la ortodoxia del momento. El detonante de la crisis en Agosto de 1931 fue precisamente el desacuerdo sobre si proceder a recorte adicionales en el presupuesto para estabilizar las cuentas públicas y facilitar el crédito del gobierno británico. Miembros importantes de su gobierno, como Arthur Henderson ministros de asuntos exteriores y a su vez uno de los lideres del partido, amenazaron con dimitir si se procedía a dichos recortes, muchos centrados por cierto en el subsidio por desempleo. Antes había habido varios esfuerzos por “tecnificar” la política presupuestaria mediante el encargo a unos expertos de la elaboración de un informe sobre las realidades fiscales británicas. El informe May, así llamado por ser Sir George May el presidente de la comisión de expertos, recomendó fuertes recortes en la paga de los funcionarios y en otros gastos.
La crisis de gobierno en el verano del año 1931 era por lo tanto inevitable porque reflejaba las tensiones internas de labour en el poder. El resultado de la crisis de Agosto de 1931 fue sin embargo sorprendente para los propios lideres del partido labour. Cuando en Agosto Ramsay MacDonald presentó su dimisión lo último que esperaban los miembros del partido era precisamente lo que ocurrió: La formación de un nuevo gobierno bajo la dirección de MacDonald pero esta vez coaligado con conservadores y liberales, la Gran Coalición de la época. Como consecuencia de esta “traición” MacDonald, recuérdese primer ministro británico, fue expulsado del partido labour. Tres meses después de la formación del gobierno de coalición nacional una nueva elección produjo el colapso total del partido labour en su representación parlamentaria (que no en el voto; labour sólo perdió un 7% del voto con respecto a la elección anterior) y una mayoría sin precedentes para la coalición nacional de MacDonald (que había formado un nuevo partido denominado National Labour).
Antes de dichas elecciones, en septiembre, una de las primeras medidas del gobierno de coalición nacional fue precisamente el abandono por parte del Reino Unido del patrón oro: Romper la institución fundamental bajo la que había girado la prosperidad y centralidad británica hasta entonces requería también de una gran coalición. La constante salida de oro de los cofres del Banco de Inglaterra obligaba a éste a subidas de tipos de interés para los que no había apetito en el Reino Unido del año 31. Como anécdota la siguiente: El abandono del patrón oro se produjo una semana después de los famosos motines de Invergordon, cuando marineros de la armada británica se amotinaron en protesta por los recortes salariales impuestos por el gobierno MacDonald. Los ajustes necesarios para el mantenimiento de la paridad frente al oro estaban verdaderamente minando la estabilidad social en el Reino Unido, incluso la de una de sus instituciones más gloriosas como era la armada.
Vaya por delante que, como han notado varios historiadores, había en el Reino Unido una unanimidad enorme en lo que se refiere al mantenimiento del patrón oro pero como también reconoció el propio MacDonald lo que esto exigía era la negación de todos los principios del partido laboralista (4). No hubo debates acalorados sobre la oportunidad o no de mantener al país en el patrón oro; simplemente era dogma aceptado. El abandono del patrón oro fue por tanto repentino, casi sin discusión: Cuando estos esquemas caen lo hacen a una velocidad de vértigo.
Una vez que se produce de forma secuencial el abandono del patrón oro se introduce un sistema de tipos de cambios flexibles que relaja en mucho las presiones bajo las que operaban las economías occidentales. Es una de las ironías de la historia económica que el Reino Unido el país central en el mantenimiento del patrón oro fuera el que más se beneficiase de su ruptura. Obsérvese que la tasa de paro en el Reino Unido empieza a disminuir inmediatamente después del abandono del patrón oro (mientras que el proceso deflacionario se detiene, la inflación siendo más difícil de obtener teniendo en cuanto el exceso de oferta). Pero inmediatamente se introduce las fricciones entre los países como consecuencia de la ola de devaluaciones competitivas para estimular las economías nacionales mediante la demanda externa. No es sorprendente que inmediatamente después del colapso del patrón oro con el abandono de EE.UU. y el Reino Unido, pero, por ejemplo antes del abandono de Francia e Italia, se produjesen las primeras grandes conferencias internacionales encaminadas a la estabilización de los mercados de divisas. Así fue con la Conferencia de Londres, en verano de 1933, donde la cuestión central fue la paridad entre la libra, el dólar y el franco francés, todavía éste en el patrón oro, y el rechazo sin ambigüedades de Roosevelt a cualquier intento de estabilización cambiaria.
A esto pronto se añade la ola proteccionista de la que los países anglosajones, las vigas centrales del sistema liberal de comercio internacional, son parte fundamental: EE.UU. aprueba la tarifa Smoot-Hawley en 1930 y el Reino Unido el Import Duties Act en Febrero de 1932. La Gran Depresión inicia su resolución mediante el trasvase de los problemas económicos desde el ámbito nacional al internacional lo que a su vez deteriora la situación política interna de varias naciones con implicaciones para la política exterior y seguridad internacional, en un circulo vicioso que acabo de aquella forma terrible. Así el efecto en Alemania del abandono del patrón oro por parte de Inglaterra fue simplemente dramático. Las exportaciones alemanas sufrieron un golpe tras otro empujando a ese país a una crisis sin precedentes con las graves consecuencias suficientemente conocidas.
Esto es por decirlo de una forma breve, se sustituyen las fricciones internas por las externas. No es sorprendente por tanto que el periodo que sigue el abandono del patrón oro sea también el de las conferencias internacionales encaminadas éstas precisamente a la introducción de un sistema monetario internacional que evitase las continuas fricciones asociadas con las fluctuaciones cambiarias.
Tipos de cambios flexible; tipos de cambio fijos
Y este es el problema fundamental. Por un lado, un sistema de paridades fijas introduce tensiones enormes en la vida política y social de los países que participan en dicho sistema porque fuerzan rebajas salariales y ajustes de precios en determinados sectores de la economía si el tipo de cambio real es elevado. Pero estos ajustes son desiguales. El motivo es que los precios de los bienes locales que no se pueden negociar con el exterior (por ejemplo un corte de pelo o un servicio de enfermería de urgencia) son los que tienen que absorber todo el ajuste porque el precio de los bienes sujetos a comercio internacional (como los coches) tienen un precio fijado a nivel global. Esto a su vez tiene graves consecuencias para la determinación de los salarios relativos, ya que si bien estos ajustes producen ajustes salariales generalizados a la baja estos son más acentuados en unos sectores que otros. Esto a su vez produce el incremento real de la deuda de los sectores más apalancados (como el sector de las familias en el caso español).
La traslación política de estas tensiones producen cambios políticos porque por lo general los partidos existentes no reflejan las nuevas coaliciones políticas que se forman motivadas por el desigual impacto de los ajustes necesarios. Esto es, el ajuste interno necesario en un sistema de paridades fijos redistribuye el poder económico de unos sectores a otros y esto se refleja en un reajuste político.
A lo anterior hay que añadir las dificultades para el ajuste interno de la economía por la rigidez a la baja de los salarios nominales y es por ello que sistemas de paridades fijos, si además vienen acompañados de rigideces nominales, resulten en ajustes por cantidades como ha sido el caso en nuestro país. El ajuste es por cantidades, mediante por ejemplo el enorme incremento del desempleo o el descenso del volumen de las transacciones inmobiliarias, pero se traduce lentamente en un ajuste de precios a medida que la economía reabsorbe a la población desempleada con unos salarios menores que los que disfrutaban antes de entrar en el desempleo. En este caso por tanto, sistemas de paridades fijos implican una lenta periodificación de los ajustes que corroe la estabilidad política y social. Esta es la naturaleza de nuestra recuperación: España no ha hecho nada peculiar comparado con otras experiencias anteriores.
En un sistema de paridades flexibles, donde el tipo de cambio fluctúa de acuerdo con los vaivenes de las economías locales y el comercio internacional, las fricciones que se introducen son mayoritariamente entre países. Aquí si bien la fluctuación del tipo de cambio también tiene serias consecuencias distributivas (por ejemplo en el caso de una devaluación de la moneda el poder adquisitivo de aquellos cuyas cestas están sesgadas hacia los bienes importados disminuye con respecto a la de aquellos que consumen más bienes locales) hay un componente de la distribución que es a costa de otros países porque perjudica a sus exportadores. Como ya he señalado, no es sorprendente por tanto que la caída del patrón oro entre los años 1931 y 1936, cuando Francia lo abandona, fuese seguida a los pocos años por un sinfín de esquemas para la estabilización del sistema cambiario culminando con los acuerdos de Bretton Woods.
La discusión que existe sobre la oportunidad de este o aquel sistema depende en gran medida de como se interprete la experiencia de entreguerras. Si uno cree que fue la adhesión al sistema del patrón oro lo que produjo la catástrofe económica y política de los años 30 entonces los esquemas enfatizarán la flexibilidad y la posibilidad de devaluar la moneda como instrumento de política económica. Sin embargo si uno cree que las catástrofes de aquellos años son precisamente consecuencia de las fricciones asociadas con continuas devaluaciones competitivas se propondrá el (re)establecimiento de un sistema de paridades fijos.
Esta última fue la posición precisamente de EE.UU. durante las negociaciones en Bretton Woods y por ello el particular sistema que sale de aquellos acuerdos: Un sistema de paridades fijos con el dólar como única moneda convertible en oro. Era EE.UU. en aquel entonces una potencia exportadora de primer orden y había acumulado fuertes superávits en su cuenta corriente. No era sorprendente por tanto que quisiese la fijación de los tipos de cambio a los niveles a los que estaban por aquel entonces, precisamente para reforzar su posición exportadora y permanecer como el gran acreedor del mundo. Esta es hoy la posición de Alemania dentro de la Eurozona y de China a escala global.
Una vertiente insólita en lo que al euro se refiere sin embargo es que, a diferencia de los años 30, la construcción de la moneda única era por primera vez no sólo un medio para facilitar la estabilidad internacional sino también un instrumento de transformación de las estructuras económicas nacionales. Y es aquí donde se introduce una fricción insólita en la construcción europea. Para entender esto bien hay que repasar lo que muchos esperaban del euro. De esto me ocupo en la próxima entrada.
(0) El patrón de entreguerras no es el mismo del patrón oro del periodo clásico (1870 a 1913). El nuevo sistema permitía el uso de dólares y libras esterlinas para la liquidación de los balances.
(1) Sobre este punto véase R. Eatwell y A. Wright (1978) “Labor and the lessons of 1931,” History, volumen 63, pp. 38-53, en especial p. 50.
(2) R. Skidelki’s “Politicians and the Slump: The labor Government of 1929-1931” (1994), Papermac.
(3) Por ejemplo E. Bevin “The Crisis” de 1932 y G.D.H. Cole “Savings and Spending, ” también de 1932.
(4) A. Tooze (2014) “The Deluge. The Great War, America, and the Remaking of the Global Order, 1916-1931,” Viking, en especial p. 500.