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El impacto de las narrativas en la economía

“El partido más votado debe gobernar”. “Me levantó del suelo y me dijo 'eres un crack'”. Este verano ha estado marcado sin duda por las narrativas. Las narrativas son historias relativamente simples que nos ayudan a dar sentido al mundo. Por lo tanto, influyen sobre nuestra percepción y comprensión de la realidad y, en última instancia, sobre nuestras preferencias y comportamientos.

Dada su importancia, el estudio de las narrativas lleva desempeñando un papel destacado en las Ciencias Sociales desde la década de 1980. Conceptos como los marcos mentales de Lakoff o la ventana de Overton se utilizan cada vez más habitualmente en diversos círculos. A un nivel más cotidiano, las boyantes teorías conspirativas no son otra cosa que narrativas que intentan dar sentido a un mundo cada vez más complejo y turbulento. Estas historias se basan en una supuesta verdad oculta y crucial, ya sea las que afirman que extraterrestres reptiloides nos gobiernan, que los grandes incendios son provocados por láseres disparados desde el espacio, o que hubo fraude postal masivo en el voto por correo.

En economía, las narrativas han comenzado a atraer la atención de los investigadores, sobre todo desde la publicación del libro Narrativas Económicas (2019) del premio Nobel Robert J. Shiller, quien propuso una primera definicion tentativa de "narrativa económica": Una historia que ofrece una interpretación de un evento económico o apunta una teoría sobre la economía y que, por tanto, puede sugerir un comportamiento. Creo que esta definición no enfatiza suficiente que las narrativas, como historias que ayudan a entender lo que sucede, tienen su oferta y su demanda, es decir, hay quienes las producen y quien las consumen.

En el congreso conjunto de la Asociación Europea de Economía y la Econometric Society celebrado a finales de agosto en Barcelona, se presentaron varios trabajos que confirman el creciente interés de la investigación puntera en economía por el estudio la influencia de las narrativas y, en particular, los determinantes de su oferta. Por ejemplo, en su charla plenaria, Joel Sobel nos habló de los incentivos a beneficiarse de inducir en otros creencias que les lleven a tomar decisiones perjudiciales. Otro ejemplo sería este trabajo de Adam Seizdl y Ferenc Szucs que muestra que los políticos menos competentes tienen incentivos a persuadir a los votantes produciendo “realidades alternativas” con las que desacreditar a sus rivales. Finalmente, el trabajo de Konstantin Sonin y coautores se centraba en la demanda de narrativas y mostraba que los individuos más aislados políticamente y que se informaban por medios radicales tuvieron mayores probabilidades de participar en el asalto al Capitolio en Washington en enero de 2021.

Pero quizá la más completa y estimulante de las presentaciones sobre este tema fue la que dio Elena Esposito a partir de un trabajo que se acaba de publicar en la American Economic Review. Como alguien muy interesado en la relación entre narrativas y economía (a la vista están mis libros y podcast sobre cine y economía), me gustó mucho que Elena pusiera en claro las dificultades que yo mismo he encontrado al intentar materializar ese interés mío en un trabajo de investigación.

En primer lugar, las narrativas son difíciles de medir. Son conceptos intangibles que operan en la mente de las personas, dando forma a su visión de la realidad. Shiller, en su libro, utiliza ingeniosamente Ngrams para estudiar la prevalencia, por ejemplo, de la narrativa que culpa a los sindicatos de las espirales inflacionistas. Pero, aunque el análisis de texto sea una herramienta prometedora, no resulta sencillo medir cuán importante y extendida es una narrativa y su impacto en un individuo en particular.

En segundo lugar, la exposición a las narrativas no es exógena. Las personas que viajaron a Washington para participar en la insurrección en el Capitolio no estaban simplemente en su casa viendo la televisión cuando se expusieron involuntariamente a Fox News. Eligieron informarse por ese canal. Estas dificultades se suman a los desafíos habituales en cualquier estudio cuantitativo: encontrar una medida adecuada de los efectos que queremos investigar.

Por todos estos motivos, resulta especialmente interesante el mencionado trabajo, que paso a resumir brevemente. Espósito y sus colaboradores reconstruyen a nivel mensual la proyección de El Nacimiento de una Nación (1915) por todo Estados Unidos. Esta película, dirigida por D. W. Griffith, popularizó la narrativa de la "Causa Perdida", una visión revisionista y racista de la Guerra Civil estadounidense que buscaba la reconciliación entre el Norte y el Sur culpando del conflicto a los afroamericanos. La película fue un auténtico éxito de taquilla. Se estima que para 1930, unos cincuenta millones de personas la habían visto. Estamos hablando de una época en la que el cine era el único entretenimiento de masas; la radio aún no había alcanzado su edad dorada. De hecho, un artículo de Desmond Ang documenta que la exposición a El Nacimiento de una Nación aumentó los linchamientos de personas negras, los disturbios raciales y el apoyo local al KKK, con efectos sobre los niveles de violencia que aún perduran hoy en día.

Mediante análisis de texto, el trabajo de Elena Espósito y sus coautores muestra que El Nacimiento de una Nación indujo un cambio en el discurso público en aquellos lugares en los que se proyectaba, un discurso que se volvió más conciliador entre el Norte y el Sur. También se observó un aumento en el patriotismo, medido por una mayor tasa de alistamiento durante la Primera Guerra Mundial en las localidades en la ruta de exhibición del filme. En esas ciudades también se fortaleció la segregación contra los afroamericanos, especialmente en el mercado laboral y de vivienda.

En resumen, las narrativas presentadas en medios de comunicación o en productos culturales como el cine o las telenovelas pueden tener un impacto significativo en la sociedad y la economía, influyendo en comportamientos y actitudes, seguramente de forma más amplia que toda nuestra docencia. En particular, el caso de El Nacimiento de una Nación nos ofrece un recordatorio de cómo las narrativas pueden moldear y, a veces, distorsionar nuestra comprensión de la realidad, con consecuencias duraderas en la vida de las personas. También en cuestiones de aceptabilidad y diseño de política económica. No es neutral pensar en la economía nacional como si fuera la de un hogar, ni es lo mismo pensar en la movilidad social como un ascensor o como una carrera. Y es que las metáforas son, podríamos decirlo así, narrativas en miniatura. De ellas espero hablarles otro día.