Hace unos días, tuvo lugar en la Universidad de Barcelona la centésima primera Kapuscinski Lecture, una serie de conferencias sobre economía del desarrollo organizadas por la Comisión Europea y el Programa para el Desarrollo de las Naciones Unidas, llamadas así en honor del literato polaco Ryszard Kapuscinski. En esta edición, tuve el honor de presentar a la ponente, la profesora Oriana Bandiera de la London School of Economics. Oriana impartió una fenomenal charla -que llenó el aula magna de la Facultad de Economía y Empresa- y que se centró en las causas de la pobreza persistente. Si lo desean, pueden ver la estupenda conferencia, ejemplar en su contenido y forma, en este enlace. Si no disponen de 45 minutos, les ofrezco un resumen.
Como se trataba de una audiencia general, Oriana Bandiera comenzó justificando el uso de la renta per cápita como aproximación del bienestar o la felicidad de las personas: Los países con mayor PIB per cápita son más felices en media, pero, además, dentro de cada país se cumple que las personas con más renta disfrutan de una mayor felicidad (aunque el gradiente varía). Quiero destacar este punto, una vez la nueva evidencia empírica ha rechazado la llamada Paradoja de Easterlin. Otra cuestión, es si el PIB esta bien medido y si no debería incluir magnitudes como la producción doméstica.
Una vez establecida la renta como buena aproximación del bienestar, la Profesora Bandiera pasó a cuantificar la pobreza mundial. Aunque es cierto que la pobreza se ha reducido considerablemente en el mundo en los últimos 150 años, fruto de un desarrollo económico abrumador, la pobreza y la pobreza absoluta persisten. No podemos esperar que el crecimiento económico por sí mismo vaya a eliminarlas. Este fue otro de los puntos clave de la conferencia: la estadística del número de personas en el mundo que han sobrepasado el umbral de “un dólar al día” y que tan a menudo se blande en los debates sobre la pobreza, es un artefacto estadístico. Este umbral -que hoy en día se sitúa ya en los $1.90- se construye haciendo una media de las líneas de pobreza de los países menos desarrollados del mundo. Dado que países intermedios como India y China han crecido enormemente en las últimas décadas, mientras los más pobres no acababan de despegar, la pobreza medida según este rasero se ha reducido de manera drástica. Pero cuando los países menos desarrollados despeguen también, el número de pobres en el mundo volverá a aumentar.
La pobreza persiste también dentro de las naciones desarrolladas. Por ejemplo, aplicando la línea de la pobreza nacional -20$ al día- se estima que 10 millones de españoles se encuentran bajo el umbral de la pobreza. Si aplicamos la línea del “dólar al día”, descubriremos que un millón y medio de españoles sufre de pobreza absoluta; yo prefiero decir, abyecta. Es por tanto imperativo estudiar si es posible, y hasta qué punto, erradicar esa pobreza que aun afecta a tantos seres humanos, globalmente y dentro de cada país.
En este punto, Oriana Bandiera discutió dos posibles visiones sobre la pobreza persistente. En una, todas las personas gozan de oportunidades similares y con trabajo duro y determinación pueden llegar al mismo lugar. Es decir, converger. Si no lo hacen, es por pereza o falta de esfuerzo. Esa es la weltanschauung en la cual las primeras inversiones en capital tienen retornos elevados y decrecientes. Es el mundo de Solow, que por la forma de la función de producción cóncava que todos conocemos, Bandiera llamó “de la colina.”
En la segunda visión del mundo, las personas no disfrutan de las mismas oportunidades. Las primeras inversiones en capital tienen retornos muy bajos porque existen indivisibilidades (no se puede comprar media máquina). Si el mercado financiero es imperfecto, no es posible pedir prestado por el total necesario para adquirir una unidad completa de capital con la promesa de devolver el crédito una vez la inversión rinda sus frutos. Por tanto, los que comienzan con poco capital se quedan ahí. Es el mundo “de la montaña”, porque la curva de rendimientos del capital es primero convexa y luego cóncava. Si no se dispone de una ventaja inicial suficientemente grande se queda atrapado a un estado estacionario de bajo capital. Nuestros lectores más familiarizados con la economía del desarrollo reconocerán que un argumento similar explica por qué la oferta de trabajo individual en los países menos desarrollados es discontinua en presencia de salarios bajos: porque es necesario poder consumir una mínima cantidad de calorías para sostener el trabajo físico.
Le pregunta entonces es cuál de estas dos visiones del mundo se acerca más a la realidad. Es aquí donde Bandiera nos presentó en primicia los resultados de un ensayo controlado aleatorizado realizado en Bangladesh en cooperación con BRAC, una conocida ONG. El ensayo se centraba en un programa que concedía a las familias, y en concreto a las esposas, una vaca, una transferencia que en Bangladesh tiene el valor de la renta media familiar anual. Una vaca es el ejemplo paradigmático de una unidad indivisible de capital (no se puede comprar media vaca, al menos viva). La pregunta es si semejante transferencia sirvió para sacar a las familias de la pobreza o no. Esto se comprobó midiendo los activos de las familias en 20007, justo antes de la transferencia, y en 2011. Si el mundo es como el de Solow, como el “de la colina”, la vaca permitió a las familias seguir mejorando sus ingresos independientemente de sus activos iniciales. Si el mundo es el “de la montaña”, las familias más pobres no vieron mejorar su situación, mientras que la vaca ayudó a las más ricas a superar el umbral de capital necesario para sostener una mayor renta.
La evidencia, que se resume en el siguiente gráfico, trae malas noticias.
En efecto, existe en efecto un umbral en la cantidad de capital a partir del cual las familias pueden continuar mejorando su situación económica. Si la transferencia no les permitió superar ese umbral, volvían mas o menos al punto de partida al cabo de cuatro años. Bandiera y sus coautores utilizan las aldeas que tardaron mas en recibir las transferencias como control para comprobar que ese regreso a la pobreza no se debió a otros factores.
La última lección con la que nos dejó la profesora Bandiera fue que medidas como redes de salvamento, rentas mínimas o microcréditos pueden no ser suficientes para ayudar a las personas a salir de la pobreza. En presencia de indivisibilidades e imperfecciones en el mercado de capitales, se necesitan inversiones más cuantiosas, aunque también más dirigidas, que empujen a las personas con la suficiente fuerza para ayudarles a escapar de ese valle de Sísifo que es la pobreza persistente.