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Cuando las normas sociales no lo son tanto

Este ultimo fin de semana se celebró en Londres una multitudinaria manifestación en contra del Brexit. Un millón de personas pidió al gobierno de Theresa May que se celebre un segundo referéndum. Al mismo tiempo, la petición online para que el parlamento revoque la activación del artículo 50 del Tratado de Lisboa superó los cinco millones de firmas. Algunos comentaristas han querido ver en estos sucesos el nacimiento de un auténtico sentimiento proeuropeo en Gran Bretaña. Más bien parece que se ha producido un “efecto bola de nieve.” Aparte de la hartura con la situación, de repente muchos británicos han encontrado que otros muchos pensaban como ellos sobre el Brexit. Se han reunido en las calles después de ver que un gran número ya se había manifestado en una marcha similar hace unos meses, o se han decidido a firmar la petición una vez han visto la enorme velocidad con la que se acumulaban cientos de miles de rúbricas. En otras palabras, muchas personas que mantenían una opinión supuestamente minoritaria del tema en privado se han animado a expresarla al constatar que era socialmente compartida.

En los años 30, dos psicólogos norteamericanos, Daniel Katz y Richard Schanck, dieron nombre a este sesgo cognitivo en el contexto de las normas sociales. Lo llamaron ignorancia pluralista, que se define como la situación en el que una gran cantidad de personas rechaza una norma en privado pero no lo hace en público porque suponen que la mayoría de sus conciudadanos sí están de acuerdo con ella. Este sesgo puede jugar un papel vital en la creación y mantenimiento de normas sociales, que pueden verse como el resultado de un juego de coordinación. Estos juegos tienen típicamente múltiples equilibrios, como por ejemplo el lado de la carretera por el que se conduce, o si nos damos la mano o dos besos al conocer a alguien. En estas situaciones de multiplicidad, las creencias sobre lo que harán los demás resultan claves para determinar que equilibrio cultural que jugaremos (prueben a conducir por la derecha en Reino Unido o a plantarle dos besos a un/a británico/a al que acaban de conocer). Saltar de un equilibrio cultural a otro es muy complicado a no ser que haya una intervención de terceros, como la prohibición de fumar en locales o la implantación del carnet por puntos, o se produzca algún evento que proporcione información sobre la verdadera prevalencia social de la norma a suficiente gente.

Sirva esta larga introducción para presentarles un interesante trabajo a cargo de Leonardo Bursztyn, Alessandra González y David Yanagizawa-Drott que aplica esta idea a las normas sociales que regulan la participación de la mujer en el mercado de trabajo. En su reciente artículo “Misperceived Social Norms: Female Labor Force Participation in Saudi Arabia” estos autores realizan una intervención en Arabia Saudí para medir los efectos de “corregir” la percepción que los hombres tienen sobre la aceptabilidad social (es decir, por parte de otros hombres) de que las mujeres trabajen fuera de casa. Antes de describir el estudio es importante mencionar que en el país saudí menos del 15% de las mujeres en edad de trabajar están empleadas y que las que lo hacen deben recibir antes permiso de su guardián (típicamente su esposo o su padre) y llevar a cabo su empleo en espacios separados de los hombres. Por tanto, en la situación de partida existe una importante fricción en el mercado de trabajo por cuestiones culturales. La pregunta es si esa baja participación laboral de las mujeres se debe a la ignorancia pluralista de sus guardianes, que en privado no se oponen a que sus esposas o hijas trabajen, pero no se lo permiten por miedo a ser mal vistos.

El experimento es sencillo. Se reunieron a 500 hombres saudíes precedentes de diversos barrios de la capital Riad animándolos a que trajeran a sus amigos y vecinos. A los participantes se les administró un cuestionario anónimo en sus teléfonos móviles. Tras responder a un cuestionario personal, debían contestar una serie de preguntas que buscaban recabar su opinión sobre diversos temas relacionados con el mercado de trabajo (salario mínimo, derechos de los inmigrantes) y así evitar que entendieran que los investigadores estaban interesados solo en la pregunta referente a la participación laboral de la mujer. Tras responder sobre si estaban de acuerdo con la frase “A las mujeres se les debe permitir trabajar fuera de casa,” debían estimar cual era la proporción de los participantes en su sesión que creían iban a estar de acuerdo con esa afirmación. De ahí la importancia de que una gran parte del resto de los sujetos fueran amigos y conocidos, ya que esos son los hombres de los cuales recibirían aprobación o rechazo en caso de que permitieran a su esposa o hija trabajar fuera del hogar. A continuación, se informó a la mitad de los participantes de la proporción real de personas en la sala que habían declarado esta a favor de que las mujeres trabajen. En la ultima parte del experimento, se les dio la opción de elegir entre un vale regalo o inscribir a la mujer a su cargo en una página web de búsqueda de empleo.

Los resultados muestran que, en efecto, existe un fenómeno de ignorancia pluralista. Aunque el 87% de los participantes se muestran a favor de la participación laboral de la mujer, el 72% de ellos infraestima la cantidad de otros hombres que también está a favor. El error fue más pronunciado entre los hombres que reportaban tener menos amigos en la sala, lo que demuestra que utilizamos a nuestros conocidos para establecer qué es lo correcto socialmente. En el grupo de control, en el que no se hizo público el número real, el 23% de los hombres renunciaron al cheque regalo y apuntaron a sus esposas o hijas a la página de ofertas de empleo. En el grupo tratado con la información sobre la prevalencia de la norma, el porcentaje fue el 32%. Ese significativo incremento se debe a los hombres que más infraestimaban la prevalencia de la norma. La intervención no tuvo ningún efecto en los hombres que la sobreestimaban. Estos efectos además se mantienen en el tiempo. En una encuesta de seguimiento, los hombres en el grupo tratado reportaban en mayor proporción que sus mujeres trabajaban, estaban buscando trabajo, habían hecho una entrevista de trabajo o estaban aprendiendo a conducir. Esto último es importante ya que durante el periodo del estudio se levantó la prohibición legal de conducir a las mujeres saudíes. Los efectos los podemos observar en el siguiente gráfico.

En resumen, la evidencia sugiere claramente que la decisión de los hombres saudíes de permitir a sus mujeres o hijas trabajar se ve influida por el juicio que esperan de otros hombres. Cuando descubren que la norma conservadora no es tan común como creían, son más proclives a abandonarla. Por último, es importante observar que los efectos de romper la ignorancia pluralista también pueden ser negativos. Volviendo al Brexit, tras el resultado del referéndum de 2016, muchos británicos descubrieron que no estaban solos en su xenofobia. Los incidentes racistas se multiplicaron desde entonces. De un modo similar, es esperable que la entrada de Vox en el parlamento sea algo más que un fenómeno pasajero una vez unos cuantos miles de españoles certifiquen que otros tantos comparten su xenofobia, homofobia y machismo y dejen de sentir vergüenza social por sostener semejantes ideas.