Pensamientos después de diez años


Nota de los editores: Esta entrada pertenece a la serie de las escritas para conmemorar el X aniversario de NeG (entregas anteriores: 1, 2, 3, y 4).

Los actuales editores de NeG me han pedido que escriba un post conmemorando la creación del blog. Pensando sobre qué tema escribir me preguntaba a mí mismo dos cuestiones. Primero, ¿por qué empecé a escribir en el blog y cuál era mi objetivo al hacerlo? y segundo, ¿he conseguido algo de lo que pretendía?

Para responder a la primera de las preguntas, he leído algunos de las entradas que yo o mis co-autores hemos escrito en el pasado. Haciendo eso, encontré un post que hace unos meses escribió mi amigo J. Ignacio Conde-Ruiz.  En el Nacho se preguntaba “¿Qué Estado de bienestar queremos y cómo pretendemos financiarlo?” Esa frase refleja muy bien lo que rondaba mi mente cuando decidí unirme al blog Nada es Gratis hace unos años. Veamos lo que he aprendido sobre este tema.

Dado el nivel de gasto público que tenemos y puesto que ningún partido con opciones reales de gobernar propone recortes sustanciales en ninguna partida relevante, parece claro qué tipo de Estado del Bienestar hemos elegido como sociedad. Como representa la Figura 1 el gasto publico sobre PIB ha sido bastante estable desde 1995: ha fluctuado entre el 44 por ciento en los años de bajo crecimiento del PIB y 39 por ciento en años de alto crecimiento económico, mientras que la media ha sido del 42 por ciento. Aunque este porcentaje es algo menor al registrado por nuestros vecinos (la media de la EU 27 durante el mismo periodo ronda el 46 por ciento del PIB), también es verdad que nuestra población era hasta ahora relativamente joven y que este porcentaje subirá por los efectos de las presiones demográficas sobre los gastos en pensiones y sanidad.

Figura 1. Ingresos y Gastos Públicos respecto del PIB

Si nos centramos en los últimos años, aunque es cierto que el mencionado porcentaje ha bajado desde 2014 por la gradual desaparición de los estabilizadores automáticos y los controles de gasto introducidos por los gobiernos de Zapatero y Rajoy, no se observa ningún cambio brusco. El ratio se encuentra anclado justo por encima del 41 por ciento.

La Figura 1 también muestra el nivel de ingresos sobre PIB. Como se puede observar, desde 1995 los ingresos han estado por debajo de los gastos excepto un breve periodo justo antes de la crisis. Es decir, España tiene una presión fiscal baja dado el Estado del bienestar que queremos. ¿Es esto malo o bueno? Dada la actual política monetaria del ECB no parece mala idea seguir aumentando la deuda. Desde la famosa frase de Mario Draghi «El BCE está dispuesto a hacer lo que sea necesario para preservar el euro. Y créanme, será suficiente» del 26 de julio de 2012 nos hemos visto abocados a unos tipos de interés asociados a la deuda soberana artificialmente bajos. ¿Por qué no sacar provecho de la situación de tipos de interés bajos? Como idea no me parece descabellada.

El problema que yo veo con este argumento es que no parece que la posición en la que nos encontramos sea un plan formulado para conseguir ventaja de los bajos tipos de interés. Por el contrario, me parece que es el resultado de una dejadez e irresponsabilidad por parte de la clase política, en particular, y la sociedad española, en general. Si nos comparamos con la EU 27, España ha tenido una presión fiscal media desde 1995 del 38 por ciento del PIB mientras que la europea ha sido del 44 por ciento. Leyendo los planes electorales de los partidos con posibilidades de gobernar para las ultimas elecciones generales vemos que el único que aboga por una clara y rotunda subida de la presión fiscal es Unidas Podemos. El PSOE es mucho menos claro sobre el tema, mientras que PP y Cs son partidarios de bajadas de impuestos. No tengo nada en contra de bajadas impositivas, es más, en principio creo que son buenas, pero lo que no se puede es proponer bajar los impuestos sin ajustar los gastos también. A mí, eso me parece irresponsable. Irresponsable por parte de los partidos políticos e irresponsable por parte de la sociedad que no les pide explicaciones por hacerlo.

Esta conclusión se relaciona con la segunda de mis preguntas, ¿cuál era mi objetivo? Y segundo, ¿he conseguido algo de lo que pretendía?

Mi objetivo era, por una parte, entender estos problemas, pura curiosidad intelectual. Pero por otra parte mi intención era concienciar a la sociedad en general y a los “policy makers” en particular de que, dado que parece claro que no queremos cambiar nuestro Estado del Bienestar, nuestros impuestos son muy bajos.

Dados las propuestas sobre temas fiscales de los partidos políticos en las ultimas elecciones creo que mis resultados deben definirse como un rotundo fracaso. Los políticos están mucho más preocupados por mostrar banderas que por entender y solucionar los problemas de los españoles. El populismo parece haber venido para quedarse. ¿Quiere decir eso que no ha servido de nada lo que hemos hecho durante estos últimos años? Nada es una palabra muy fuerte y rotunda, por lo que no creo que sea adecuado usarla, pero sí que puedo decir que ha servido para menos de lo que esperaba.

Hay 3 comentarios
  • Sobre el gasto público de España. Obviando problemas serios de definición y medición (comunes a todos los países), lo más probable es que seguirá aumentando (en términos absolutos y en relación al PBI), principalmente debido a los programas redistributivos existentes y a nuevos programas redistributivos. Ese aumento en el gasto está garantizado por la competencia política (cuanto mayor competencia por acceder y gozar del poder, mayor aumento en el gasto --hasta bien pasado el punto de Laffer sobre impuestos). El aumento se financiará más por deuda que por impuestos y lo más probable es que el déficit anual aumente en relación al PBI. Las presiones por aumentos en las tasas de interés son bajas y lo más probable es que se mantengan bajas por largo tiempo (independientemente de lo que hagan los bancos centrales). La economía mundial todavía se está ajustando y adaptando a la nueva realidad de tasas de interés bajas. El ajuste (corrección de activos y pasivos) está avanzado, pero la adaptación (corrección de planes de producción) todavía tiene mucho camino por delante (en parte porque se insiste en creer que los bancos centrales son causa de las bajas tasas de interés y que la tierra es plana).

  • Sobre la política. Entender el gasto público y el Estado de Bienestar requiere entender la política y el gobierno —algo obvio hoy por la intensidad de la competencia política en las democracias constitucionales. Pero fuera del análisis económico no hay una teoría de la política y del gobierno que provea un marco para su análisis a nivel de estado-nación (ni tampoco a ningún nivel sub- o supranacional), y dentro del análisis económico solo tenemos “Public Choice” que contradice a todos aquellos economistas que siguen suponiendo que el Gobierno (sí, con mayúscula) quiere y puede maximizar el Bienestar Social. Pero “Public Choice” es solo punto de partida para construir un marco analítico de la competencia “continua” (pre- y postelectoral) entre políticos, líderes de facciones, propensos a coludirse para contener (y si fuera necesario eliminar) a rivales. Quizás las políticas públicas (tanto las que condicionan el gasto público y su financiamiento como las que condicionan el Estado de Bienestar y su financiamiento) sean solo medios para los fines de las coaliciones gobernantes.

  • Sobre el Estado de Bienestar español. Como se puede comprobar leyendo

    https://www.cnsnews.com/news/article/terence-p-jeffrey/3355970000000-federal-
    spending-sets-record-through-june-deficit-hits

    el gasto público no es un buen indicador del Estado de Bienestar. En las democracias constitucionales, el "Estado de Bienestar" describe a un conjunto de programas públicos para asegurar consumos mínimos a los que no poseen medios para lograrlos (o si se prefiere para satisfacer la demanda colectiva por protección social). Hoy cada democracia constitucional tiene su propio “Estado de Bienestar”, cada uno resultado de la historia del país. Lo que observamos en un momento determinado no es “el proyecto” de un comité de políticos asesorado por científicos sociales. En cada país, los distintos programas públicos recurren a una variedad de medios, muchos de los cuales imponen obligaciones legales a quienes los financian pero también a quienes se benefician. Pero no todos los financiamientos ni todos los beneficios pasan por el fisco.

    Por el número y la variedad de programas públicos, la descripción, el análisis y la evaluación del “Estado de Bienestar” de una democracia constitucional son tareas difíciles, mucho más si se quieren comparar países.

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