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Los presupuestos y los sueños

La ministra Salgado acaba de presentar los presupuestos. Los puntos claves son el aumento de las transferencias (en gran medida subida del gasto en subsidios de desempleo), bajada de los gastos corrientes y subida de impuestos (sobre todo IVA y algo rentas del capital). Dada la situación económica en la economía española se encuentra hay dos posibles versiones de los mismos. Una buena y otra mala. La buena diría que el estado está intentando regular un déficit que ahora mismo está fuera de todo control haciendo lo único que realmente puede hacer. Bajar el gasto corriente y subir los impuestos (sobre todo el IVA que, nos guste o no, es muy bajo comparando con lo que vemos en el resto de Europa). La mala diría que nos encontramos en la peor de las recesiones de los últimos 50 años y dado que subir los impuestos es una política fiscal restrictiva el gobierno solo está haciendo el problema más grave aún. Los que defienden esta segunda opinión podrían ir incluso más lejos y decir que dado que España tiene un nivel corriente de deuda muy bajo en relación a nuestros vecinos podemos darnos el lujo (relativo) de vivir por encima de nuestras posibilidades por un par de años o tres. Yo, personalmente, me encuentro a medio camino entre ambas posibles interpretaciones pero por razones un poco diferentes. Creo que el gobierno tiene que hacer un esfuerzo de control del déficit porque de no ser así la prima de riesgo que el gobierno tendría que pagar sería bastante alta (ya pasó al principio de la crisis) y eso haría más difícil y costoso financiar posibles déficits futuros. Pero también es verdad que nivel de deuda es bajo y dado que tenemos mucha incertidumbre sobre el signo y la magnitud del multiplicador de gasto público a lo mejor no es una buena idea tocar los frenos ahora. Yo personalmente no creo que sea un problema tener un déficit abultado por un par años (y menos cuando la situación de la economía – española y mundial - es la que es). Lo realmente importante es un plan de futuro, es decir, tener unas cuentas (ingresos y gastos) tal que nos permita tener un superávit estructural. Como me he cansado de repetir (véanse mis posts pasados) España ha vivido un sueño dorado en el que, por diversas razones, nos hemos encontrados con unos superávits coyunturales que nos hicieron, erróneamente, creer que las situación estructural de las cuentas públicas era mejor de lo que realmente era. Según mis cálculos (hay algunos peores) el déficit estructural de las administraciones públicas del 5 % del PIB (y eso sin contar lo que se nos viene encima con el envejecimiento de la población y sus gastos asociados de sanidad y pensiones). Los políticos (y la sociedad) deberían reconocer este problema y actuar en consecuencia. Aunque la verdad, no tengo mucha confianza en que esto sea así; el comportamiento reciente (en los últimos 10 u 12 años) de nuestros gobernantes no me hace ser muy optimista. Necesitamos responsabilidad fiscal y tenemos dirigentes que les encanta gastar (como a casi todos los políticos). ¿Qué podemos hacer? La estructura institucional actual no nos da muchas salidas. La Ley General de Estabilidad Presupuestaria es un cachondeo que nadie se toma en serio y tiene poco poder coercitivo sobre nuestros dirigentes. Pero hay otras opciones. Por ejemplo Suecia (que siempre nos gusta poner como ejemplo de buena economía) tiene lo que se llama el el consejo de política fiscal que evalúa de forma independiente las decisiones de política fiscal del gobierno. Además, y en nuestro caso algo realmente importante, analiza la sostenibilidad (a largo plazo) de las decisiones de política del gobierno. O el caso de los Estados Unidos, donde la oficina presupuestaria del congreso tiene semi-poder de veto gracias a la Pay-As-You-Go Act, reintroducida el pasado Junio. Pero bueno, alguien podría decir que estos países están en otra liga, que tienen instituciones más antiguas y eficientes que las nuestras y por eso pueden hacer este tipo de cosas. Pues bien, para los que opinen así, les quiero recordar el caso de Chile. Durante la administración del presidente Lagos se decidió institucionalizar una política fiscal consistente con la disciplina en el manejo de las finanzas públicas. Para ello se implementó una política fiscal de balance estructural que consiste en mantener un superávit estructural de 1% del PIB. A mí me gustaría que algunos de nuestros políticos empezasen a mirar por nuestro futuro y no solo por el suyo. Que fueran valientes e instaurasen algunas de estas instituciones que tan buen resultado han dado a los países que se atrevieron a hacerlo. Es verdad que a corto plazo una institución como las descritas recomendaría medidas que podrían ser dolorosas y puede que el político (o partido) que las llevase a cabo (la institución y la política asociada) tuviera cierto coste electoral, pero seguro que sería recordado como un gran estadista y no como un oportunista. Pero bueno, soñar es barato.