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Prat de Comte y la Caja de Pandora: Políticas de Anti-Austeridad en una Bola de Cristal

Prat de Comte

(@ricard_gil) ¿Ustedes conocen un pueblecito de 170 habitantes en la provincia de Tarragona que se llama Prat de Comte? Hasta hace un par de meses, yo no lo conocía. No ha sido hasta que sendos artículos en EL PAIS y LA VANGUARDIA anunciaron que el alcalde de dicha localidad, Joan Josep Malràs, había puesto en marcha una campaña para atraer familias con niños a su municipio. ¿Por qué de la iniciativa? Pues bien, la escuela del pueblo estaba en peligro de cerrar por falta de alumnos. El señor Malràs opina que un pueblo sin escuela es eventualmente un pueblo sin vida. Así que después de abrir el debate en el municipio, el ayuntamiento decidió abrir varias plazas de empleo público destinadas a gestionar el albergue municipal, la explotación de tierras de cultivo comunales, y la comercialización del aguardiente local (popular en la provincia). La idea era poner como condición a participar en el concurso de las plazas públicas tener hijos y el compromiso a escolarizarlos en la escuela local para poder mantenerla abierta y mantener el pueblo con vida por muchos años. ¿Es prometer empleo suficiente? El señor Malràs no lo cree así. Los habitantes del pueblo se comprometieron también a ofrecer vivienda a precios muy asequibles: 200 Euros al mes de alquiler para empleos que pagan a razón de 900 o 1000 Euros al mes.

¿Ha tenido éxito la iniciativa? De momento un enorme éxito de convocatoria. 700 solicitudes para la plaza laboral que gestionara el albergue municipal. Muchas de las solicitudes vienen de familias de la provincia de Tarragona u otras provincias y comunidades vecinas como Barcelona, Lleida, la Comunidad Valenciana o Aragón, pero la iniciativa también ha generado interés de familias de sitios mucho más lejanos (los artículos citan una familia de Jaén o incluso una familia de Montevideo en Uruguay). La primera consecuencia es que la escuela no cerrará el próximo año.

¿Podemos aprender algo de esto? Bueno, siempre nos podemos quedar con la visión superficial y simplista de que esta es una bonita anécdota del esfuerzo colectivo de una comunidad pequeña para sobrevivir. En mi opinión podemos aprender mucho más de esta historia y ahí es donde quiero centrar el tema de esta entrada del blog.

La primera conclusión que debemos sacar es que la crisis económica no se ha acabado ni mucho menos. Si familias enteras en busca de empleo y vivienda asequible están dispuestas a dejarlo todo para empezar de cero, esta crisis no ha terminado. Esta crisis que tanto tardó en reconocer el gobierno de Zapatero y que tan rápidamente se ha dado por zanjada en el gobierno de Rajoy todavía duele más allá de las secuelas que haya podido dejar. Os puedo aburrir con números, pero lo cierto es que otras entradas en el blog han hecho un magnífico trabajo documentando cuán lejos estamos de niveles pre-crisis y relativamente a otros países de la Unión Europea. Solo me quedo con el hecho de que hay 4 millones y medio de personas que buscan empleo y no lo encuentran, 3.3 millones de las cuales llevan más de un año buscando trabajo y más de 1.7 millones de hogares no cuentan con un miembro que traiga un sueldo a casa. Por eso que pasar de los últimos signos positivos de recuperación a decir que la crisis se ha acabado hace falta coraje (mi opinión).

Una segunda lección, y aquí quizás abra la caja de pandora, es que este episodio en la historia de Prat de Comte es una versión a muy pequeña escala del éxito potencial de las políticas de anti-austeridad que tan de moda han puesto los señores Iglesias, Tsipras y Varoufakis en la prensa. Mi limitado entendimiento de estas políticas es que estas giran alrededor de una simple mecanismo, el gobierno gasta dinero generando empleo público y privado (indirectamente), lo cual genera un aumento de la demanda que genera todavía más empleo, y finalmente el crecimiento de la renta total genera suficientes impuestos para costear el gasto inicial del gobierno y los costes financieros de la operación. Pues bien, uno podría pensar que los vecinos de Prat de Comte únicamente han internalizado el hecho que si su escuela se cierra el valor de sus casas e inversiones en su municipio bajaría de valor en los próximos años y por lo tanto colectivamente tenía sentido crear empleo público al mismo tiempo que ofrecer vivienda a precios muy asequibles. El beneficio social es casi instantáneo y es compartido por todos los vecinos.

Finalmente, una última lección viene del hecho que quizás no basta con general empleo, también es necesario un “ajuste” del mercado inmobiliario. Yo no soy macroeconomista, ni economista laboral, ni estudio el mercado de la vivienda, pero si tengo que poner la mano en el fuego de donde se concentran las consecuencias más severas de la crisis actual yo diría que es en el desempleo y el acceso a la vivienda. Podemos hablar de matices, pero sin duda alguna cuando el español medio es preguntado por sus preocupaciones esos dos factores están arriba en el ranking con otros “sospechosos habituales” como la corrupción, fraude, sanidad y educación.

Lo más positivo de este ejemplo es que no es un caso aislado. Otros pueblos como Gósol (comarca del Berguedá en Barcelona) o Cardona (comarca del Bages en Barcelona) han protagonizado similares iniciativas para evitar la eventual desaparición de sus respectivos pueblos. ¿Se puede replicar esta iniciativa en otros municipios en España? Pues eso es difícil de decir. Por un lado, únicamente podemos hablar de potencial. Utilizando la base de datos del anuario de La Caixa (solo incluye municipios con más de 800 habitantes), en España existen unos 2000 municipios con una población entre 800 y 5000 habitantes (Cardona activó su programa al bajar de 5000 habitantes), pero únicamente 83 de estos tienen una tasa de paro registrado por debajo de la tasa natural del 5%. Esta base de datos también nos muestra que municipios con menos población tienden también a tener menos paro, así pues seguramente municipios con menos de 800 o 1000 habitantes son candidatos muy serios a repetir el experimento de Prat de Comte. Según el censo electoral publicado por el Ministerio, del total de 8084 municipios en España, 4832 tienen menos de 1000 habitantes, y 4512 municipios tienen menos de 800 habitantes. Así pues, una receta fácil para generar empleo seria permitir a estos municipios identificar oportunidades de negocio que el mercado privado no ha sabido o querido explotar. Generando empleo público podría permitir a familias en situaciones precarias en ciudades mudarse a estos lugares y por lo menos aliviar algunos de los problemas citados arriba como el paro joven, el paro de largo plazo o el número de hogares sin un sueldo.

¿Qué fácil, verdad? Pues no, esto no es coser y cantar. De la misma manera que existen oportunidades para generar empleo e “internalizar externalidades” en muchos de estos municipios, también es cierto que otros municipios tienen estructuras en funcionamiento que hacen que estas oportunidades sean difíciles de capitalizar. Un buen ejemplo es quizás el pueblo de San Martin de Amescoa donde nació mi abuelo Gregorio Gil (disculpen la singularidad del ejemplo). San Martin es una aldea que pertenece al municipio de la Amescoa Baja en Navarra, cerca de la Sierra de Urbasa. La Amescoa Baja tiene en su totalidad menos de 1000 habitantes (San Martin menos de 100) repartidos en siete concejos o aldeas. Cuando era chico y visitábamos a la familia había un colmado que cerró con el tiempo (y la edad de la pareja propietaria), por lo que ahora un camión pasa con comida y otros artículos a horarios pre-establecidos. El centro social (“La Sociedad”) es propiedad de todos los habitantes de la aldea, todos disponen de llave y anotan lo que consumen cuando disfrutan de la casa comunal. Pues a primera vista y DESDE FUERA no parece que haya necesidad alguna de un empleo financiado por el consejo municipal. El error aquí es mío porque estoy intentando encontrar una falla de mercado desde Baltimore en lugar de preguntarle a mi primo Luciano si ellos son capaces de identificar necesidades de la gente del pueblo que se pudieran utilizar para generar empleo, aumentar la población de la Amescoa Baja, mantener la escuela abierta por varios años, y beneficiar a sus habitantes más allá de sus costes. Una cosa sí que está clara en la distancia: lo que está claro es que las mismas soluciones y estrategias que han sido exitosas en Prat de Comte, Gósol o Cardona seguramente no funcionaran en San Martin de Amescoa porque cada municipio tiene sus particularidades.

Así pues, Prat de Comte quizás es un ejemplo de como la anti-austeridad pueda funcionar para el beneficio de la sociedad PERO es también un claro ejemplo de que estas políticas son claras candidatas a fallar si no se ajustan a las necesidades y realidades de cada municipio. Si vamos a substituir una política de austeridad centralizada por una política de anti-austeridad centralizada, seguramente no mejoremos nuestra economía ni nuestra sociedad ni nuestro futuro. Del mismo modo, una política de anti-austeridad des del gobierno central no mejoraría por si sola la toma de decisiones si no mejora también la toma de responsabilidad y rendición de cuentas. Es ahí donde está la diferencia con Prat de Comte, el alcalde y los vecinos ofrecen sus casas a precios asequibles (absorbiendo los costes de la iniciativa) porque también son los únicos que se benefician. Austeridad o no a gran escala o descentralizada, no cambian nada si no cambia el sistema de responsabilidad y rendición de cuentas haciendo a los beneficiarios también participes de los costes de dichas políticas.