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La Nueva-Nueva Teoría del Comercio Internacional y el Comportamiento de las Exportaciones Españolas

Empiezo mi humilde andadura en Nada es Gratis con una entrada que intenta profundizar un poco en el interesantísimo artículo que Tano Santos colgó en el blog este domingo.

Cómo se ha discutido repetidamente en este foro, la reciente recesión económica mundial ha desenmascarado graves problemas estructurales en la economía española. A menudo se ha subrayado el casi nulo crecimiento de la productividad del trabajo en la última década como grave motivo de alarma. En una economía como la española sin moneda propia y con salarios que difícilmente se ajustan a la baja, una pérdida relativa de productividad naturalmente conlleva una erosión de su competitividad exterior.

Dado el grado de sustitución comúnmente estimado entre los bienes producidos en distintos países (véase Broda y Weinstein, 2006), uno esperaría que la cuota de mercado de las exportaciones españolas en el comercio mundial hubiese disminuido marcadamente durante ese mismo período. Sin embargo, como ilustra la Figura 1, la cuota de exportación española se mantuvo prácticamente constante alrededor del 2 por ciento (la cuota española en el comercio de la Unión Monetaria Europea también se mantuvo constante alrededor del 6 por ciento). Durante esta misma década, las cuotas de mercado de Estados Unidos, Francia y el Reino Unido disminuyeron acentuadamente, mientras la de China creció a un ritmo vertiginoso hasta sobrepasar la cuota alemana (la cual se mantuvo estable).

¿Cómo puede uno racionalizar el deterioro en la competitividad de la economía española con el sostenimiento de su cuota de mercado en el sector exportador? Las teorías neoclásicas del comercio internacional desarrolladas por David Ricardo, Eli Heckscher, y los Premios Nobel Bertil Ohlin y Paul Samuelson no son de gran utilidad a la hora de responder esta pregunta. Tampoco lo es la “nueva teoría del comercio internacional” propuesta por el también Premio Nobel Paul Krugman y Elhanan Helpman hace unos treinta años. Estos enfoques tradicionales asumen que todas las empresas que forman una industria son homogéneas en términos de productividad y por tanto cualquier pérdida relativa de competitividad afectará a todas las empresas de manera similar.

En el mundo real existe un gran grado de heterogeneidad en el nivel de productividad de las empresas y numerosos estudios empíricos han demostrado que las empresas exportadoras alcanzan niveles de productividad muy superiores a los registrados por las empresas que sólo venden en sus países de origen (véase Delgado, Fariñas y Ruano, 2002, para el caso español). Esto ha llevado, en los últimos diez años, a nuevos desarrollos teóricos a los que Richard Baldwin ha bautizado (quizás no con infinita originalidad) como la “nueva-nueva teoría del comercio internacional”. El conocido artículo de Marc Melitz en Econometrica es el máximo exponente de estos nuevos enfoques (un humilde servidor también ha hecho sus pinitos en esta literatura, pero esto os lo cuento otro día).

La Figura 2 ilustra una vertiente del rendimiento superior de las empresas exportadoras españolas en comparación con las no exportadoras en la última década. En particular, mientras el índice de precios de producción industrial en España creció cerca de un 8 por ciento por encima del crecimiento del mismo índice en los países de la Unión Monetaria Europea (es decir, un diferencial medio de aproximadamente 0.8 por ciento por año), el índice de precios de las exportaciones “sólo” creció un 4 por ciento por encima de la media de la UEM (es decir, un diferencial anual medio del 0.4%).

¿Cómo puede la “nueva-nueva teoría del comercio internacional” ayudarnos a racionalizar la sorprendente robustez del sector exportador español? Antes de responder esta pregunta es importante señalar que el comportamiento de las exportaciones españolas observado en la Figura 1 no se puede explicar por el mero hecho que las empresas exportadoras españolas sean más productivas que las no exportadoras. En un contexto con rigideces nominales en salarios y tipos de cambio fijos, lo crucial es la evolución en la productividad de las empresas exportadoras españolas en relación a la productividad de las empresas exportadoras en el resto del mundo (y en especial en los países de la UEM). Como en la carrera de la Reina Roja en la segunda parte de Alicia en el País de las Maravillas, las empresas españolas no pueden parar de “correr” si quieren mantener su posición en los mercados internacionales. (A alguno de nuestros lectores le podrá parecer que se me ha olvidado el principio de ventaja comparativa. No es así. Es importante recordar que el ajuste de salarios reales a cambios en productividad es crucial para la validez de ese principio).

Dado que la Figura 2 muestra que la competitividad de las empresas exportadoras españolas se ha deteriorado en relación a las empresas exportadoras en el resto de la UEM, el sostenimiento de la cuota de mercado española sigue siendo un rompecabezas. Es en este punto donde creo que la heterogeneidad en productividad (o lo que Tano llama “la España de dos velocidades”) juega un papel crucial. La clave es que las empresas exportadoras españolas no sólo son más productivas que las no exportadoras, sino que dentro de los exportadores hay un conjunto de grandes empresas que son significativamente más productivas que el resto de exportadores. Además, estas grandes empresas parecen ser más productivas que las grandes empresas exportadoras en otros países de la UEM.

La Figura 3 intenta ilustrar este hecho. Usando datos del OECD Compendium of Productivity 2008, he construido índices de productividad en diferentes países para diferentes tamaños de las empresas. Los índices están normalizados de manera que un valor de 100 corresponde al nivel de productividad medio de una empresa estadounidense. Como se observa en la Figura, tanto en España, como en Alemania, Reino Unido y Estados Unidos, las empresas de más de 250 trabajadores alcanzan niveles de productividad mucho mayores que el resto de empresas en sus países. Aunque no dispongo de datos de la orientación de estas empresas, uno pensaría que muchas de esas empresas son exportadoras. Lo más interesante del gráfico es, sin embargo, que estas diferencias son mucho más marcadas en España que en otros países. En particular, las pequeñas y medianas empresas son mucho más ineficientes en España que en los otros países, mientras que las grandes empresas españolas son significativamente más productivas que las alemanas o las británicas y son prácticamente igual de productivas que las grandes empresas americanas. La solidez de las exportaciones españolas tiene mucho que ver con la alta competitividad de este reducido grupo de empresas. En futuras entradas estudiaremos en más detalles cuáles son estas empresas y lo que ello puede significar para el futuro del sector exportador español.