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Una España de dos velocidades

Este artículo apareció el domingo pasado en La Vanguardia y lo reproduzco aquí por si os puede interesar.

La nuestra es una economía llena de contradicciones pero quizás ninguna sea tan llamativa como el contraste que hay entre la reciente evolución negativa de las medidas de productividad agregada de la economía española y la existencia de un sector, que incluye a las grandes empresas españolas pero no son solamente éstas, competitivo, dinámico e integrado plenamente en la cadena de valor internacional. Esto sugiere que la economía española tiene de forma creciente una naturaleza dual y que los problemas de competitividad están concentrados en un determinado sector de nuestra economía. Se puede decir que hay por así decirlo una España de dos velocidades: La alta y la baja y uno teme que todos aquellos sectores asociados a esta última van a salir malparados de la presente crisis y con pocas perspectivas de crecimiento sostenido.

Prueba de estas dos velocidades es el comportamiento de nuestras exportaciones durante la presente crisis. Como es bien sabido la fuerte expansión económica y, en particular, el brutal crecimiento de la demanda interna, tanto de consumo como de inversión, produjo un fuerte desequilibrio en nuestra cuenta corriente que llego a rozar el -10% de nuestro PIB tanto en el 2007 como el 2008. Dicho desequilibrio se ha corregido notablemente y se encuentra en la actualidad alrededor del -5% del PIB. Efectivamente, el colapso de la demanda interna llevó a que nuestras importaciones cayeran en más de 100,000 millones en 2009, según los datos provisionales de Eurostat, desde los 460,000 millones de euros anuales en el periodo 07-08. Sin embargo nuestras exportaciones han capeado el temporal de forma sobresaliente. Estas se han reducido “solamente” en alrededor de 50,000 millones de euros, de 361,000 en el 2008 a 307,000 en el 2009, y nuestro país ha conseguido mantener su cuota de exportación mejor que la mayoría de nuestros socios europeos. Esto último confirma la existencia de ese sector empresarial dinámico y robusto y esto es algo que merece reflexión pues es una forma distinta de ver lo que tanto se ha comentado: La necesidad de unas reformas estructurales que permitan a todas las empresas españolas la adopción de las características y prácticas empresariales de este sector exportador, el más dinámico de nuestra economía. Traigo a colación nuestro déficit por cuenta corriente porque es tema capital: Mientras siga existiendo, la economía española continuará con necesidad de refinanciar su deuda exterior y por tanto expuesta a las veleidades del mercado de capitales internacional, con las consiguientes crisis de liquidez, como ya nos ocurrió durante la primera mitad de este año.

La razón de esta buena evolución de nuestras exportaciones reside en que los problemas de productividad de la economía española no son los problemas de todas las empresas sino sólo de las más pequeñas que son mayoría. Nuestras grandes empresas son tan productivas como las de los países más avanzados y por tanto tan competitivas en el mercado internacional como cualquier otra. Los datos muestran que simplemente utilizando como condicionante el tamaño de la empresa, las mayores de ellas son más propensas a exportar (lo que se denomina el margen extensivo), y a su vez un porcentaje mayor de sus ingresos se deriva de las exportaciones (el margen intensivo).

Desde un punto puramente de organización industrial un factor importante que puede explicar nuestro desequilibrio comercial es pues la estructura de nuestro tejido empresarial que está sesgado hacia las empresas medianas y pequeñas, por lo general menos productivas que las grandes empresas españolas (y probablemente menos productivas que las empresas de similar tamaño de otros países de nuestro entorno, aunque esto es solo una suposición.) Es esta falta de productividad que se deriva de la distribución del tamaño de las empresas españolas lo que está en el fundamento microeconómico de nuestro desequilibrio comercial. Por decirlo de una forma distinta, y sin olvidarnos de las grandes diferencias que existen incluso entre empresas del mismo tamaño, si pudiésemos dotar a nuestra economía de la organización industrial, esto es de la distribución de sectores y tamaños de empresas por sector, de por ejemplo la economía alemana obtendríamos una mejora notabilísima de nuestras exportaciones. Claramente parte del efecto se debería a una redistribución de empleo y recursos entre sectores, lo que sugiere que la economía española está sesgada hacia aquellos con baja tendencia a la exportación, como así lo demuestra un estudio reciente (Navaretti, Bugamelli, Ottaviano y Schivardi ‘The Global Operations of European Firms,’ Bruegel Policy Brief, Junio, 2010.)

Poco sabemos de los determinantes de la distribución de tamaño de las empresas españolas, y en toda esta discusión es importante no confundir causalidad con correlación, pero sospecho que las rigideces endémicas de nuestra economía están en el origen de que nuestras empresas no alcancen mayor tamaño y que se engarcen en la cadena de valor internacional. Estas rigideces incluyen todo, desde la siempre discutida del mercado laboral y la falta de movilidad como consecuencia de las rigideces en el mercado inmobiliario a las múltiples trabas administrativas asociadas con la gestión empresarial, incluyendo la duplicación de las mismas dada la erosión progresiva del mercado único en nuestro país. Sobre esto último no se insiste lo bastante cuando parece importante. El informe del Banco Mundial sobre prácticas empresariales pone a nuestro país en la posición 62 de entre todos los países del mundo en lo que se refiere a facilidad para ejercer la acción empresarial, por detrás de países tan diversos como Bielorrusia, Mongolia o Colombia. Otro posible factor es la severidad de nuestra ley concursal que hace que muchos empresarios prefieran cerrar la empresa ante el primer síntoma de riesgo de insolvencia en vez de intentar la supervivencia y crecimiento del negocio en cuestión. La tesis, que está por dirimirse de forma más rigurosa, es que estos factores determinan en gran medida la distribución del tamaño de las empresas en nuestro país.

Esta dualidad de nuestra economía no es tema menor pues si se instala y se hace permanente abocaría a un porcentaje no menor de nuestra población a unas condiciones de precariedad laboral y faltas de perspectivas muy dañinas para la evolución de la desigualdad. Evitar esta España de dos velocidades se me antoja un motivo más para acometer todas estas políticas de reformas estructurales que se llevan proponiendo en nuestro país desde que comenzó esta crisis. Ello permitiría por un lado incrementar la base exportadora y resolver de forma definitiva la falta de competitividad agregada de nuestra economía y así resolver nuestros endémicos problemas de comercio exterior y por otro dotar a todos los españoles de la posibilidad de acceder a la cadena de valor internacional, con las ganancias de productividad y perspectivas de crecimiento de los ingresos que ello conlleva.