Oleg Itskhoki, ganador de la Medalla Clark 2022

Por Laura Castillo-Martínez.

La economía internacional tradicionalmente se ha dividido en el estudio del comercio internacional- el intercambio de bienes y servicios- y de la macroeconomía internacional – el intercambio de activos financieros. Aunque son dos caras de una misma moneda, es frecuente que ambas disciplinas se investiguen (y enseñen) por separado. Es más, entre las generaciones más recientes, es poco común dar con economistas que hayan contribuido en el desarrollo de ambas. Oleg Itskhoki, recientemente galardonado con la Medalla John Bates Clark, es una de las pocas excepciones.

La Asociación de Economistas Americana (AEA) otorga cada primavera este reconocimiento al mejor economista en EE UU menor de 40 años. Un premio, considerado la versión junior del Nobel, del que ya hemos hablado en ediciones anteriores (aquí y aquí). Del ganador de este año, doctor por Harvard y catedrático en UCLA en la actualidad, el jurado ha destacado su buen hacer al conjugar análisis empírico y mecanismos teóricos al abordar importantes fenómenos económicos en la esfera internacional.

 

Tipos de cambio: desconexión entre los modelos y los datos

Durante los últimos cincuenta años, la macro internacional se ha caracterizado por la desconexión entre el comportamiento empírico de los tipos de cambios y las predicciones de los modelos establecidos. En los modelos tradicionales, el tipo de cambio viene determinado por fundamentos macroeconómicos: cuando un país afronta un shock de productividad negativo, el precio relativo de los bienes que este produce aumenta al disminuir su oferta. Este mecanismo, que permite suavizar la caída del consumo doméstico en épocas de crisis, conlleva una relación positiva entre el nivel de consumo y el tipo de cambio, entendido como el poder de compra de la divisa extranjera en términos de la doméstica. En los datos, no obstante, apenas observamos relación entre el tipo de cambio no ya con el nivel de consumo, sino con cualquier otra variable macroeconómica (exchange rate disconnect puzzle).

En una serie de artículos muy recientes – el último aún por publicar – Itskhoki junto a Dmitry Mukhin propone una nueva teoría de tipos de cambio basada en la segmentación del mercado financiero internacional. En este modelo, los distintos países no se prestan dinero directamente entre sí, sino a través de intermediarios que se caracterizan por su aversión al riesgo. La presencia de estos intermediarios limita las oportunidades de arbitraje e implica el pago de una prima de riesgo. Además, abre la puerta a que sean variaciones en la demanda de liquidez de los intermediarios lo que genere movimientos en los tipos de cambio. Estos shocks financieros, sin embargo, pueden no tener mayor repercusión en la macroeconomía de un país siempre y cuando este tenga una marcada preferencia por los bienes domésticos frente a los importados (home bias). De este modo, el modelo es capaz de generar la desconexión entre los tipos de cambio y los fundamentos macroeconómicos que observamos en los datos.

Otro aspecto interesante sobre los tipos de cambio en los que Itskhoki ha trabajado es el grado de traspaso a precios (exchange rate pass-through). A nivel agregado, los movimientos en el valor de una divisa no aparecen completamente reflejados en los precios de las importaciones. Es decir, el traspaso es incompleto. La explicación más consensuada es que los precios no se ajustan de manera inmediata (son rígidos), por lo que la moneda de facturación sea la del exportador o la del consumidor, es clave para predecir el grado de traspaso. En el primer caso, el traspaso debería ser del 100% mientras que en el segundo del 0%. Junto a Gita Gopinath y Roberto Rigobon, Itskhoki argumenta que esta teoría es inconsistente con lo que desvelan los datos a nivel micro. Los autores se centran en aquellos productos importados cuyos precios sí han sido ajustados tras una variación en el tipo de cambio, y por tanto son flexibles. Los resultados señalan que, aún en estos casos, el grado de traspaso depende de la moneda de facturación. Para reconciliar la teoría con los nuevos resultados, los autores proponen un modelo en el que la moneda de facturación es endógena. Una línea de investigación que Itskhoki ha continuado junto a Mary Amiti y Jozef Konings en artículos más recientes (aquí y aquí) en los que recurren a nuevas bases de microdatos para confirmar empíricamente los mecanismos teóricos que articulan en el trabajo original.

 

Los efectos del comercio internacional

En cuanto al comercio internacional, Itskhoki ha publicado una serie de artículos muy influyentes junto a Elhanan Helpman y Steve Redding en los que examinan los efectos del comercio sobre la desigualdad. En el primero de ellos, los autores incorporan fricciones en el mercado de trabajo a un modelo convencional de comercio. Tras un episodio de apertura comercial, las empresas que deciden exportar no sólo son las más productivas (como en el modelo original de Melitz), sino las que pagan los salarios más altos. Esto implica que su crecimiento, a partir del mercado exterior, contribuye a una mayor desigualdad salarial entre los trabajadores domésticos. Esta relación entre libre comercio y desigualdad, sin embargo, no es monótona y puede revertirse por completo si el país cuenta, de inicio, con algunos lazos comerciales con el exterior.

Más recientemente, Itskhoki ha desarrollado una nueva línea de investigación junto a Cécile Gaubert en la que reivindican la granularidad en las relaciones comerciales. Los datos señalan que una gran parte de las exportaciones de cada país corresponden a un pequeño número de empresas; por lo que sus características, argumentan Itskhoki y Gaubert, acaban determinando la ventaja comparativa nacional. La novedad principal del modelo que proponen es que el número de empresas es limitado, por lo que algunas de ellas acaban siendo muy grandes e influyentes. Al cuantificar el modelo con datos franceses, concluyen que un 20% del total de flujos comerciales responden a factores granulares.

En definitiva, este es un premio muy merecido a un economista que abarca cuestiones sustanciales en distintos ámbitos de la economía internacional, un verdadero “todoterreno” a la hora de combinar contribuciones teóricas y empíricas. Aunque quizás más frecuente en otros campos de la economía, esta versatilidad contrasta con la vieja guardia del comercio y la macroeconomía internacional, durante años muy centrada en la teoría.

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