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Algunas falacias recurrentes sobre el mercado de trabajo y las reformas laborales

falacia (Del lat. fallacĭa).
1. f. Engaño, fraude o mentira con que se intenta dañar a alguien.
2. f. Hábito de emplear falsedades en daño ajeno.
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Como pasa con los viejos rockeros, algunas falacias parecen no morir nunca. Una de las funciones de NEG es señalar errores conceptuales, bienintencionados o no, sobre cuestiones y políticas económicas. Siguiendo la tradición de entradas que han versado sobre errores en un tema concreto (por ejemplo, este decálogo sobre la reforma de las pensiones), esta es una colección de algunas de las falacias más evidentes y que se utilizan con mayor frecuencia y, en ocasiones, con contradicciones notorias, en el análisis del mercado de trabajo español y de las reformas laborales, un campo en el que abundan. (Para no herir susceptibilidades y no comprometer a los editores de NEG, ni tiene forma de decálogo ni está dirigida a ningún colectivo en concreto).

1. “La legislación laboral no es un factor determinante del desempleo y, por tanto, las reformas laborales son inútiles para reducirlo”.

Para aceptar esto como cierto, hay también que asumir que las condiciones en las que se puede contratar no afectan a la creación de empleo, que las condiciones en las que se puede rescindir contratos de trabajo no influyen ni sobre las contrataciones ni sobre la destrucción de empleo y que las condiciones de empleo (los salarios, la flexibilidad interna, etc.) no afectan a los costes laborales ni a la productividad del trabajo.

Esta falacia se transmuta en otras dos, también repetidas machaconamente, Una es que la principal causa del desempleo hay que buscarla en las deficiencias del “modelo productivo”. Otra es que la destrucción de empleo durante la crisis se debe a la burbuja inmobiliaria y a la subsiguiente pérdida de empleo en el sector de la construcción, no a las disfuncionalidades del mercado de trabajo. Ambas afirmaciones son verdades a medias, una de las especies más comunes de falacias. Claro que con una mayoría de empresas poco productivas en sectores de bajo valor añadido resulta muy problemático crear empleo con “salarios elevados y condiciones de empleo dignas”, especialmente en una economía globalizada con competencia creciente de los países emergentes. Pero la cuestión relevante es por qué en España tenemos el “modelo productivo” que tenemos. Y la respuesta está en los libros de Introducción a la Economía: lo que un país produce y cómo lo produce depende de la dotación de sus factores productivos (capital humano, físico y tecnológico) y de la regulación, instituciones y políticas que condicionan el funcionamiento de los mercados que asignan dichos recursos. Entre ellos, el mercado de trabajo es uno de los más importantes y sin resolver sus disfuncionalidades resultará complicado que haya un “cambio de modelo productivo” que permita la reasignación de empleo hacia sectores y empresas más productivas y competitivas. Un razonamiento similar sirve para desacreditar la afirmación de que nuestro problema de empleo está en la burbuja inmobiliaria y no en el funcionamiento del mercado de trabajo. 

2. “Para crear el empleo el PIB tiene que crecer más que la productividad del trabajo y, por tanto, solo las políticas expansivas de demanda pueden crear empleo”

Esta afirmación es el enunciado de una identidad trivial, unido a un non sequitur. Por supuesto que si n e y son, respectivamente, las tasa de crecimiento del empleo y del PIB, entonces n=y-(y-n). Pero, obviamente, de esta identidad no se puede deducir nada sobre qué factores hacen crecer el empleo. El PIB, el empleo y la productividad del trabajo se determinan endógenamente en función de las perturbaciones que reciba la economía y de cómo estas se transmitan por las decisiones de los agentes económicos y el funcionamiento de los mercados. En otras palabras, tanto políticas de demanda (monetaria y fiscal) como de oferta (reformas laborales, políticas de competencia, etc.) pueden generar el crecimiento del empleo, en función de cómo se hagan y el contexto en que se implementen. Y como se ha repetido ad nauseam, en la coyuntura actual, no hay margen para las políticas de demanda, con la política monetaria fuera de nuestro control y una fuerte restricción de financiación exterior, que impide aumentos de gasto público que, por otra parte, dada la precaria situación financiera del sector privado, no tendrían efectos muy expansivos.

Otro ejemplo de mal uso de una identidad es la falacia de “la cantidad fija de trabajo”, que a partir de la observación de que el empleo es el número total de horas trabajadas dividido por el número de horas de trabajo por trabajador, se utiliza para defender que basta con “repartir el trabajo” para que aumente el empleo. Se utiliza tanto y en formas tan variadas que discutirla merecería una entrada por sí sola, lo que queda pendiente para un mejor momento.

3. “Las diferencias internacionales e interregionales de tasas de paro demuestran que la legislación laboral no puede ser causa del desempleo”

La mayoría de estudios empíricos que han tratado de identificar los efectos de las instituciones laborales sobre el desempleo se han basado en comparaciones internacionales (se pueden encontrar cientos de ellas sin necesidad de efectuar una búsqueda exhaustiva). Estos estudios adolecen de dos inconvenientes. Uno es que no es fácil construir indicadores cuantitativos que reflejen fielmente las diferencias entre países por lo que respecta a, por ejemplo, costes de despido o regulación de la negociación colectiva. La segunda es que para extraer conclusiones de estas comparaciones internacionales de instituciones laborales hay que tener en cuenta otros factores que también influyen sobre la tasa de paro y que también difieren entre países. Y ambas dificultades se tratan mejor en algunos trabajos que en otros.

Por tanto, para extraer conclusiones acerca de la evidencia empírica disponible del impacto de las instituciones laborales sobre el desempleo hay que saber leer (cifras y letras) e interpretar (bien) lo que se lee. No se pueden resumir todos los resultados disponibles sobre esta cuestión refiriéndose solo a trabajos que no encuentran un impacto de las institucionales laborales sobre el desempleo (que los hay, aunque la mayoría están publicados en revistas de muy bajo impacto y poca credibilidad en cuanto al control de calidad que aplican a los artículos que publican). Tampoco son decisivos a este respecto los informes de la OCDE en este campo, que, en general, tienen una calidad analítica y econométrica aceptable, pero cuyas conclusiones están condicionadas por tener que someterse a la aprobación de los embajadores y representantes de los gobiernos de los países miembros.

La afirmación de que las diferencias interregionales de la tasa de paro en España son una prueba evidente de que la legislación laboral (igual en todas las CC.AAs.) no puede ser la causa del desempleo, es otra muestra de falta de comprensión de los entresijos de la inferencia estadística, bastante común entre los que se acercan al análisis del mercado de trabajo con más prejuicios que con instrumentos estadísticos y econométricos (la explicación, aquí).

4. “No hay receta mágica para resolver el problema del desempleo. Los que pretenden los contrario solo son arrogantes e ignorantes”.

Una vez demostrada de forma reiterada la incapacidad de los agentes sociales para encontrar una manera de resolver las disfuncionalidades del mercado de trabajo español, son también muchos los que desde esos ámbitos y sus aledaños aducen que el problema del paro es insoluble. En la situación actual, nadie puede pretender que una reforma laboral, aún bien diseñada en todos sus frentes, sea la panacea para resolver los problemas de la economía española. Sin embargo, en buena parte han sido los errores y omisiones de sucesivos gobiernos en la implementación de reformas estructurales los que han agravado las consecuencias de la crisis. Y esta durará más tiempo y la recuperación será menos intensa si no se resuelven las disfuncionalidades del mercado de trabajo, mejorando las reformas laborales en marcha. Con casi un 25% de desempleo y desigualdades crecientes en el mercado de trabajo, todos los que puedan plantear alternativas a la regulación legal ineficiente e injusta del mercado de trabajo español deben “hablar ahora o callarse para siempre”.