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Regulación o motivación, esa es la cuestión

Hace dos semanas pasé la tarde en la guardería a la que va mi hijo en Londres. Los profesores de la guardería animan a los padres a ir cuando pueden para ayudarles con distintas tareas, y mi hijo ya me había preguntado en un par de ocasiones que cuándo iba a ir. Así que fui, y me puse a disposición de los profesores para hacer lo que ellos quisieran. Pronto saltó a la vista que las manualidades no son lo mío, y me pusieron a hacer puzles con los niños.

Entre pieza y pieza del puzle, observaba lo que pasaba en la guardería. Como padre, tienes curiosidad por lo que pasa puertas adentro, así que cuando podía observaba discretamente cómo se comportaban los niños y su interacción con los profesores. Pronto me sorprendió el tiempo que los profesores pasaban sacando fotos y tomando notas de lo que hacían los niños. Los profesores hacían diversas actividades con los niños, pero se les veía muy preocupados por sacar bien las fotos y anotar bien las observaciones que hacían de los niños.

No es culpa de los profesores, resulta que el regulador de las guarderías (y de otros centros educativos), les exige a los centros que documenten muy bien las actividades que hacen con los niños, así como el progreso de cada niño. Esta información se utiliza para evaluar al centro, dar recomendaciones, y calificar al centro como excelente, muy bueno, adecuado, o que necesita mejorar.

Estando en la guardería, no podía parar de pensar que preferiría que la regulación no existiera, y que los profesores se pudieran dedicar por completo a interactuar con los niños y no se tuvieran que preocupar de tomar notas. Luego, estando ya en casa, me puse a pensar más fríamente en la racionalidad de la regulación, en su razón de ser. Finalmente, llegué a la conclusión que es una regulación de mínimos. Gracias a las fotos y las detalladas observaciones, el regulador se asegura que se realicen actividades adecuadas con los niños, y que éstas sean suficientemente variadas. Pero, posiblemente limita el máximo que se puede alcanzar: en una guardería con personal muy motivado y donde la regulación está de más, se tienen que dedicar a escribir observaciones y sacar fotos, en lugar de dedicarse al 100% a los niños tal y como el personal seguramente preferiría.

Por si fuera poco, me encontré una semana después con una profesora de otra guardería a la que solía asistir me hijo. Hablando de todo un poco, me dijo que ya no trabajaba allí. Me pareció una pena, porque se le notaba que realmente le gustaba trabajar con niños, y mi hijo siempre hablaba muy bien de ella. Y la razón que me dio fue que se tenía que pasar las noches transcribiendo y organizando observaciones. Parece que la regulación está reñida con la motivación.

Como padre, prefiero el personal muy motivado que no este tipo de regulación de mínimos. Pero claro, eso es más fácil decirlo que hacerlo. ¿Cómo se puede asegurar el regulador que se contrate a personal tan motivado?

En una empresa comercial, la respuesta podría pasar por poner un contrato de trabajo que tenga una remuneración fija baja pero comisiones altas por ventas. Esto aseguraría que sólo los que creen que van a estar muy motivados a vender estén interesados en el trabajo. Un enfoque parecido es factible en la guardería, por ejemplo pagando más al personal si los niños consiguen mejores resultados en pruebas de habilidades cognitivas. Pero, ¿es deseable? A primeras nos da cierta cosa que ese tipo de contrato atraiga a profesores que estén demasiado interesados en el dinero y muy poco en los niños... Después de unos meses de empezar, deciden que eso no es lo suyo y se van.

¿Cuánta evidencia hay de efectos negativos de los incentivos en la contratación de personal en sectores sociales como el de la salud y la educación? ¿Atraerían los incentivos materiales a personal que esté menos interesado en beneficiar a otros, menos altruista? No soy consciente de que haya evidencia empírica al respecto, ni a favor ni en contra, excepto por este artículo muy interesante de Nava Ashraf, Oriana Bandiera, y Scott Lee, aunque en un contexto muy distinto con el que empecé la entrada, y donde el incentivo no es directamente monetario, sino de posibilidades de promoción. El objetivo del artículo es investigar la relación entre las posibilidades de promoción en un trabajo del sector social y el tipo de trabajadores que atrae.

Los autores colaboran con el gobierno de Zambia en la campaña de contratación al puesto de “asistente comunitario de salud,” que se ha de encargar de visitar los hogares y darles consejos de salud. Utilizando una metodología experimental (RCT, léase aquí su importancia creciente en la economía del desarrollo), 48 distritos del país se dividen al azar en dos grupos: uno donde el anuncio del puesto de trabajo enfatiza las posibilidades de promoción a puestos superiores del ministerio de salud (por ejemplo, enfermería), y otro grupo de distritos donde el anuncio enfatiza los beneficios a la comunidad. Los autores recogen diversas medidas del altruismo y motivación social de los asistentes comunitarios de salud y encuentran que no hay diferencias entre los asistentes comunitarios contratados en distritos donde el anuncio enfatizaba las posibilidades de promoción y los asistentes contratados donde se enfatizaba los beneficios a la comunidad. Es más, aunque los incentivos reales de promoción eran los mismos, los asistentes contratados en distritos donde el anuncio enfatizaba las posibilidades de promoción trabajaron más eficientemente, e hicieron más visitas a los hogares.

Claramente, no podemos sacar estos resultados de contexto, y no podemos extrapolarlos a otras realidades. Pero sí es cierto que los resultados me hacen pensar que quizás deberíamos contemplar la idea de utilizar incentivos materiales en sectores sociales para atraer al personal más motivado. Aunque, ahora que lo pienso, los incentivos no dejan de ser regulación… ¿Volvemos a empezar?