Obesidad, anuncios y paquetes (en blanco y negro).

Empecé el año leyendo un libro titulado “Downsizing” y escrito por Tom Watson, quien hasta hace un par de meses era equivalente al vicepresidente del partido laborista británico, y también parlamentario. Era uno de los políticos que seguía más de cerca porque estaba claramente a favor de un segundo referendo sobre la salida del Reino Unido de la Unión Europea. Sin embargo, lo que me atrajo a leer su libro no fueron sus opiniones políticas, sino que en el libro relata como bajó 50 kilos en dos años, y consiguió poner su diabetes tipo 2 en remisión. Me parecía que era un logro espectacular, y me preguntaba cómo una persona sujeta a tantas presiones laborales (especialmente con el tema del Brexit en pleno apogeo) había conseguido dicho logro. Aviso que no se trata de un libro de dietas (aunque habla de las dietas que probó), ni de recetas de cocina mágicas, sino de su historia personal, su motivación, sus métodos, y los obstáculos que tuvo que superar, etc.

La última parte del libro está dedicada a las grandes multinacionales de productos alimenticios que comercializan productos tales como bebidas azucaradas, golosinas, cereales, comidas procesadas, y otros productos no saludables. Entre otras cosas habla de los importantes esfuerzos de presión política que hacen estas grandes multinacionales para influir en la regulación de estos productos, y sobre sus intentos de encuadrar el debate sobre obesidad y diabetes en términos de insuficiente ejercicio físico en lugar del excesivo consumo de productos no saludables. Su perspectiva es que el consumo prolongado de productos ricos en azúcar es adictivo, y que la industria se las arregla para hacernos adictos a la azúcar.

Desde un punto de vista práctico, el libro aboga por una regulación mucho más estricta de los productos alimenticios poco saludables, incluyendo su publicidad y su empaquetado, y sobre todo de aquellos dedicados a niños y jóvenes, pues en estas edades se forman muchos de nuestros hábitos alimentarios. Pide que se prohíba que las compañías que producen dichos productos promocionen eventos deportivos, para que no se asocien dichos productos con el ejercicio físico y con cosas saludables. También aboga para que se prohíba los anuncios de comida basura tanto en la televisión como en carteles callejeros, y para que se revise el empaquetado de ciertos productos ricos en azúcar, por ejemplo, que en los cartones de cereales no haya elementos que atraigan la atención de los niños (caracteres de dibujos animados, etc.).

Sin lugar a dudas son propuestas bastantes estrictas desde el punto de vista regulatorio, que no son fáciles de implementar, y que suponen un grado de intervención en el mercado muy importante. Además, todos los productos tienen una etiqueta de información nutricional que nos informa de la cantidad de carbohidratos, grasas, proteínas, etc. Claro está, que la escala del problema es fenomenal. El problema de la obesidad y la diabetes tipo 2 son alarmantes, tanto en España como en el Reino Unido, y ya Manuel en esta entrada como Cristina, Judit y Sergi en esta otra entrada nos han resumido la escala del problema.

En el blog ya hemos analizado algunas de las políticas para atacar el problema. Una de las más comunes es el impuesto a las bebidas azucaradas. Judit nos habló en esta entrada sobre su aplicación en Cataluña, y Beatriz nos alertó en esta entrada sobre la subvención que proporciona el Régimen Específico de Abastecimiento de Canarias a ciertos productos poco saludables. Por ello decidí centrarme en las políticas sobre etiquetado y publicidad que menciona Tom Watson en su libro. Algunas de las políticas son tan radicales que no va a haber evidencia directa al respecto, pero pensé que intentaría centrarme en lo más parecido que pudiera encontrar.

Antes de abordar propuestas, necesitamos hablar sobre por qué hemos de intervenir en este mercado. El argumento más convencional es que la obesidad y la diabetes producen una externalidad negativa (veáse por ejemplo este estudio del NBER), o por problemas de “self-control,” veáse este otro estudio por ejemplo. Tom Watson también plantea la idea que la azúcar sea adictiva. He de confesar que al respecto no sé nada, pero encontré este trabajo de profesores de psicología de la Universidad de Princeton que han hecho experimentos con ratas, que fueron alimentadas con azúcar, y que después de cierto tiempo las ratas mostraron claros síntomas de adicción, tanto en su comportamiento como cambios químicos en el cerebro. Si esto se traslada a las personas, obviamente no tengo ni idea, pero la posibilidad desde luego existe. Según Tom Watson, una investigación llevada a cabo por Michael Moss, periodista galardonado con el premio Pulitzer, revela que las grandes compañías han descubierto por medio de imágenes que el cerebro reacciona de la misma manera al azúcar que a la cocaína (tampoco sé muy bien qué quiere decir esto, pero no suena bien).

Una de las propuestas de política es la de prohibir los anuncios de productos alimenticios poco saludables. Este artículo de Pierre Dubois, Rachel Griffith, y Martin O’Connell estiman un modelo de oferta y demanda de productos diferenciados para el mercado de papas fritas, en el que incorporan publicidad en televisión. Sus datos son muy ricos porque combinan datos de panel sobre compra de productos por hogar, con datos detallados sobre cuándo los hogares ven la televisión, y qué anuncios han puesto. Encuentran que los anuncios funcionan: la publicidad por televisión aumenta la cantidad vendida de papas fritas (incluso atrae a nuevos consumidores y favorece que se compren paquetes más grandes), disminuye la sensibilidad de los consumidores a los precios, y baja la disposición a pagar por productos más saludables.

Lo más interesante del artículo es que simulan el efecto de una prohibición total de anuncios de papas fritas, y los efectos son bastante complejos. Si los precios se mantuvieran fijos, la cantidad vendida de papas fritas bajaría un 15%. Pero lo que pasa (según la simulación) es que las empresas no mantienen los precios fijos, sino que bajan sus precios para compensar por no poder hacer anuncios publicitarios. Esto hace que el efecto final sea solo de una bajada del 10% en la cantidad vendida de papas fritas. Otro factor que disminuye el efecto de la política sobre la ingesta nutricional es que los consumidores aumentan el consumo de otros productos no saludables (también aumentan el consumo de productos saludables, pero en menor medida). Este análisis sugiere que, para maximizar el impacto de una prohibición de anuncios publicitarios de productos alimenticios poco saludables, la prohibición ha de ser amplia (es decir, abarcar cuantos más tipos de productos mejor) y que vaya de la mano de un impuesto para que el precio no sea menor que en el caso sin regulación.

Otros dos aspectos que son interesantes sobre la política, y que los autores no analizan en el artículo, aunque lo mencionan en otros de sus trabajos, es que las empresas posiblemente reaccionen cambiando la composición de sus productos (bajando la cantidad de azúcar y/o grasas) para salir de la lista de productos prohibidos. El efecto de la política también será muy heterogéneo porque hay hogares que ven mucha más televisión que otros, y será sobre los que ven mucha televisión que el impacto de la política será mayor.

Una política un tanto más limitada podría ser prohibir los anuncios en TV de productos alimenticios poco saludables hasta cierta hora de la noche (en el Reino Unido se platea las nueve), para disminuir el número de anuncios de dichos productos que ven los niños. Este otro estudio del Institute for Fiscal Studies calcula que la mitad de anuncios de televisión que ven los niños británicos fueron de productos alimenticios no saludables, o de bares y restaurantes (la mayoría de comida rápida). Y eso que desde el 2007 está prohibido mostrar este tipo de anuncio durante programas infantiles, pero los niños ven mucha televisión que no son programas infantiles. Por lo tanto, esta política más limitada también podría ser efectiva.

Una propuesta que me pareció muy interesante es la de regular el empaquetado de productos no saludables dedicados a niños, para que no les resulte atractivo. Por ejemplo, es común que los paquetes de cereales de desayuno (muchos de los cuales tienen mucha azúcar) tengan caracteres infantiles. Tom Watson no plantea ningún diseño específico, pero yo me he imaginado paquetes blancos, con letras (y si quieren dibujos) en negro. Se me ocurre también que los paquetes puedan traer un dosificador para que se vea que los 30 ó 40 gramos que suele ser la porción especificada en la etiqueta nutricional es más bien poco.

Sobre el efecto de este tipo de regulación en el empaquetado de productos alimenticios, no conozco estudios que nos puedan ayudar a tomar una decisión informada. Además, como en el caso de los anuncios, las empresas podrían reaccionar mejorando la composición de los productos (lo cual sería bueno) y bajando los precios (aunque esto último se podría contrarrestar con impuestos específicos). Pero la pregunta que he tenido en la mente desde que acabé el libro es, si lo hemos hecho con el tabaco ¿por qué no lo hacemos con los productos alimenticios poco saludables?

Hay 23 comentarios
  • El último caso, eliminación de dibujos en productos infantiles, está implantado en Chile donde la regulación de publicidad alimenticia es muy similar a la propuesta en el libro.
    Si buscas por Chile encontrarás estudios ya que en los últimos años se ha analizado esta regulación.

  • Marcos, gracias por resumir el libro y contarnos que sabemos muy poco pero mejor prohibir para contener supuestas causas próximas. Quizás se equivocó de libro y por eso ojalá en un próximo post nos explique qué sabemos sobre obesidad, o sea por qué la humanidad ha estado ganando "sobrepeso" en los últimos 50 años --en todos los países, incluso aquellos en que una parte de la población todavía sufre de hambre. Fuera de ese contexto histórico me parece imposible poder evaluar las muchas especulaciones sobre el tema.

  • "Otros dos aspectos que son interesantes sobre la política, y que los autores no analizan en el artículo, aunque lo mencionan en otros de sus trabajos, es que las empresas posiblemente reaccionen cambiando la composición de sus productos (bajando la cantidad de azúcar y/o grasas) para salir de la lista de productos prohibidos."

    Ese es un slippery slope. Sabemos demasiado poco de los efectos metabólicos de los sustitutos del azúcar como para implementar políticas que incentiven su uso.
    Otro comentario que tengo es que la grasa dejó hace tiempo de ser el enemigo. Su mala fama vino de unos estudios muy sesgados de la American Heart Association que luego se probó que eran comprados por "big food" con la finalidad de aumentar la popularidad de alimentos altamente procesados.

    • Muchas gracias por el comentario. Estoy de acuerdo que los productos con los que se sustituya el azúcar es crucial, y la verdad es que no sé qué posible daño pueden hacer las alternativas. Hay que pensar muy bien cómo escribir la regulación. Por ejemplo, se podría prohibir anuncios de productos que contengas alternativas sobre las que no sabemos su efecto. Aunque tiene el problema que el regulado será más inventivo que el regulador, y el regulador estará a regazo.

      En cuanto a lo de la grasa, Tom Watson habla mucho en su libro sobre eso, y su opinión coincide con la tuya.

  • Antiguamente y ahora pero menos, muchos grandes estudios sobre nutrición y pirámide nutricional los mandaban hacer la industria, y los resultados se amoldaban a sus intereses. Se sabía que el azucar añadido es malo, pero se ha tapado muchos años. Al final se autoregulará o lo harán los consumidores

    • Muchas gracias. También se menciona esto en el libro de Tom Watson.

  • De la misma manera que las cajetillas de tabaco han de llevar obligatoriamente una nota avisando de los peligros del tabaco, creo que también los alimentos con altos contenidos en azucares deberían llevarlo. Por ley, y en un porcentaje apreciable del total de la caja.
    Creo que muchos padres desconocen la barbaridad de azucares que le están suministrando a sus hijos.

    • http://www.rtve.es/noticias/20190528/fumadores-aumentan-espana-hasta-alcanzar-casi-cuarta-parte-poblacion/1947143.shtml

      Pues no parece que lo del tabaco sirva de mucho ... estos humanos tan empeñados en hacer lo que les de la gana. Con niños así de rebeldes no sé que va a hacer el papa Estado.

      La prohibición pura y llana, siempre tan del gusto de algunos, tampoco parece que resuelva los problemas:

      https://www.publico.es/sociedad/consumo-drogas-espana-sigue-siendo-segundo-principal-consumidor-cocaina-ue.html

      y eso que he oído que el oligopolio de fabricantes y distribuidores de droga tiene como objetivo convertirnos a todos en adictos. Un poco como dice el autor de la industria del azucar. Aunque digo yo, si el azucar ya es adictivo para los humanos ¿que es lo que tiene que hacer la industria para hacernos "adictos al azucar"? ¿dejarnos ser nosotros mismos?. Eso es imperdonable!! ... que les corten la cabeza!!.

      Va a tener razón Anthony de Jasay cuando argumenta que el Estado es, inevitablemente, expansivo. Disfrutemos nuestros vicios adictivos mientras podamos, que esto se acaba ...

      • Muchas gracias por los comentarios. Por la noticia sobre el tabaco, no sabemos si la regulación del tabaco ha sido efectiva o no. Quizás el aumento hubiera sido mayor si no hubiera habido regulación. Una aclaración, lo que hablamos en la entrada es sobre prohibir los anuncios, no los productos.

        • Gracias Marcos por su respuesta.

          Si, la dificultad de los contrafactuales es una "ventaja" para los reguladores ya que hace muy difícil valorar su desempeño. A diferencia, por ejemplo, de los pilotos de avión donde la realidad tiende a hacer desaparecer pronto a los ineptos, los reguladores malos parecen abundar a juzgar por la necesidad permanente de regulación adicional y "mejor".

          Lo que sí parece claro es que las estrategias más agresivas en cuanto a etiquetado de productos, prohibición de anuncios y demonización de oligopolios (algún "molino de viento" siempre sienta bien), tienen resultados como mínimo modestos si el objetivo es "hacer desaparecer del mercado el elemento patógeno" y son, además, "inestables" en el tiempo, como muestra la "recuperación" del consumo desde hace algunos años.

          Yo personalmente me alegro que existan "irreductibles galos" que se resisten al esfuerzo "paternalista romano" del Estado (los "nudges" son tan paternalistas como las prohibiciones, o más).

          Una sociedad de ciudadanos "libres incluso para equivocarse" es, creo, mucho más interesante que la uniformidad (sugerida o impuesta) de los "comportamientos sanos" determinados por las inteligencias centrales de turno (siempre proselitistas en sus convicciones personales).

          Sobre todo cuando hablamos de materias (como alimentación o economía), que no conocemos bien (creo que no lo haremos nunca) y donde los cambios de paradigma son tan radicales y frecuentes.

  • Muchas gracias, muy interesante artículo, ha hecho que me apetezca leer el libro.

    Sobre las alternativas al azúcar (sacarosa) ... la EFSA está autorizando (o no) determinados edulcorantes y efectivamente de muchos de ellos aún se tienen pocos datos a largo plazo. La mejor alternativa, como siempre es la educación. Es necesario educar el paladar de los niños con fruta, que tienen dulzor natural. El uso de edulcorantes les habitúa a intensidades de dulzor muy elevadas que hacen las frutas les resulten insípidas y así es muy difícil incluir la fruta en sus hábitos alimentarios. Independientemente de lo anterior, los hidratos de carbono (sencillos o complejos), son necesarios para tener una alimentación saludable, no se deben demonizar.

    Sobre otros sustituyentes del azúcar, la industria está haciendo negocio con el desconocimiento general, vendiendo a precios exagerados productos sustitutivos tipo panela o azúcar integral ... Lo mejor es educar nutricionalmente a la población y que los consumidores obliguen, con sus elecciones a que los fabricantes adapten sus productos.

    PS: Un comentario final para que pueda corregir su texto. Los hábitos son "alimentarios" (relativos a), no alimenticios (que alimentan), me ha hecho mucha gracia imaginar a alguien comiéndose un hábito religioso 😉 (es un error habitual, no se sienta mal)

    • Muchas gracias por tus comentarios, muy informativos. Estoy de acuerdo con las ventajas de educar a la población desde que son niños. Y muchas gracias por aclararme la confusión entre alimentario y alimenticio. La verdad es que no había caído.

  • Sugiero alguna refernecia a los estudios y propuestas de la OMS.
    O a otros como este reciente de la Cour des Comptes francesa en el que, desde una perspectiva no académica, se analizan las políticas seguidas en Francia en los últimos veinte años y se desarrollan propuestas en materia de comunicación y de las actuaciones sobre la oferta de alimentos, incluyendo publicidad y etiquetado.
    https://www.ccomptes.fr/system/files/2019-12/20191211-rapport-prevention-prise-en-charge-obesite.pdf

  • Respecto del caso de Chile, se prohíbe la utilización de personajes atractivos para niños en alimentos que contengan alguno de los 4 sellos "alto en" (azúcares, sodio, grasas, calorías). Como respuesta a esta medida y a los sellos que van en todos los alimentos procesados envasados, las empresas han reformulado las recetas de bebidas gaseosas y de otros alimentos, aunque ellas mismas afirman que eso no lo pueden hacer al infinito (los umbrales que obligan a poner sellos bajarán en el tiempo y se harán más estrictos), y tampoco existe una evaluación real de los efectos en los hogares (hay un estudio basado en declaraciones de las madres que dicen haber bajado el consumo de alimentos con sellos, pero no es observacional y por tanto difícil de evaluar qué tan cierto es). Lo que sí parece ser cierto es que la población se acostumbra a los sellos y por ellos es posible que pierdan efecto, y de hecho algunas empresas están volviendo a las recetas originales pues han perdido ventas y las personas prefieren el sabor original además que saben lo que están comiendo (todo el mundo sabe que las papas fritas envasadas tienen grasa).

    • Carlos, lo más destacado en Santiago de Chile es el extraordinario aumento en la cantidad de helado efectivamente consumido en los últimos 25 años, por gente de todas las edades (los más viejos están recuperando tiempo perdido --cualquier duda compare con Buenos Aires). A pesar de los varios miles de puestos de ventas ya abiertos, todavía es buen negocio abrir varios más.

      Si usted se dedica a la investigación económica, le sugiero analizar si ese aumento se debe a sustitución de alimentos similares en azúcar añadida o al calentamiento global o al mayor ingreso.

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