Desigualdades en Salud en América Latina y el Caribe: lo que me enganchó, lo que me daba curiosidad, y lo que me sorprendió

“Corre Marcos, ve a buscar a tu abuela que llaman desde Venezuela” es una frase que todavía resuena en mi cabeza cuando recuerdo mi niñez y adolescencia. Esas llamadas implícitamente nos recordaban que mis abuelos emigraron a Venezuela, donde aprendieron una profesión, trabajaron, y ahorraron hasta que pudieron volver a Tenerife con lo suficiente para montar una tienda de barrio. Y también recibíamos noticias de mi tío abuelo que encontró refugio en Argentina después de la guerra. Oír de niño conversaciones sobre estas tierras lejanas hizo que América Latina se convirtiera en un misterio especial para mí, cuya aura todavía persiste. Por ello no dudé en buscar tiempo donde no lo tenía para contribuir a LACIR, una iniciativa académica internacional para estudiar la desigualdad en América Latina y el Caribe, y de la que nuestro Julián Messina es miembro fundador.

Junto con mis fabulosos coautores Antonella Bancalari, Samuel Berlinski, Giancarlo Buitrago, María Fernanda García y Dolores de la Mata escribimos dos artículos sobre las desigualdades de salud en la región. En el primer de ellos (aquí en español y aquí en inglés) describimos las desigualdades en salud con respecto a situación socioeconómica, género y residencia urbano vs. rural. Sabíamos que la región ha pasado por una transición epidemiológica por la cual las enfermedades transmisibles (excepto el COVID) y los problemas materno-infantiles han perdido importancia en favor de enfermedades no transmisibles como problemas cardiovasculares o cáncer. Pero ¿qué ha pasado con las desigualdades? ¿Son las desigualdades en problemas cardiovasculares más importantes que las materno infantiles? Responder esta pregunta que suscitaba nuestra curiosidad requería observar la evolución de variables de salud a través de distintos momentos del ciclo vital. Por ello hemos utilizado unas 30 encuestas de salud distintas. La comparación no podía ser perfecta: distintos años, no siempre los mismos países... Hicimos lo que pudimos, pero es bien importante tener en cuenta las limitaciones.

En la Figura 1 mostramos las desigualdades según nivel educativo de los padres en el porcentaje de niños menores de 5 años que sufren de desnutrición crónica, un indicador muy utilizado porque la acumulación de carencias nutricionales afecta al desarrollo del niño, no solo físico sino también cognitivo. Salta a la vista un nivel de desnutrición crónica muy alto (15% de media que contrasta con el 5% de la población de referencia de la OMS), y una heterogeneidad muy alta por países, tanto en el nivel de desnutrición como en el de desigualdad. Como cabía de esperar, la incidencia de la desnutrición crónica es mucho mayor cuanto más bajo sea el nivel educativo de los padres. Esta relación se invierte si analizamos el sobrepeso infantil, que tiende a ser mayor en hijos de padres con niveles educativos más altos, aunque la brecha por nivel educativo es bastante menor que la de la desnutrición crónica (véase Figura 8 del artículo). Las tasas de desnutrición crónica tienden a ser mayores en hogares pobres, en niños que niñas, y en zonas rurales que urbanas (véase Tabla 4 del artículo). Lo opuesto es el caso para el sobrepeso infantil (véase Tabla 5 del artículo).

Figura 1. Desigualdad en desnutrición crónica para niños menores de 5 años.

*** p<0.01, ** p<0.05, * p<0.1

En la Figura 2 y 3 mostramos dos indicadores que están muy relacionados con el riesgo de enfermedad cardiovascular en adultos: la obesidad y la hipertensión, respectivamente. Como el rango de edad de las encuestas no es homogéneo para los distintos países, estandarizamos la tasa para los 60 años. El patrón de desigualdad en obesidad por nivel educativo es relativamente complejo: En Argentina y Chile hay un gradiente claro, la tasa de obesidad disminuye con el nivel educativo, en Perú se invierte, y en el resto de los países no hay un gradiente muy claro. El patrón no es muy distinto en cuánto a hipertensión: Los más educados presentan tasas menores de hipertensión (excepto en Perú), pero el gradiente no siempre es claro para todos los países y el tamaño de la brecha es mucho menor que la de la desnutrición crónica infantil.

Figura 2. Desigualdad en obesidad adulta, tasas estandarizadas a los 60 años.

*** p<0.01, ** p<0.05, * p<0.1

Figura 3. Desigualdad en hipertensión, tasas estandarizadas a los 60 años.

*** p<0.01, ** p<0.05, * p<0.1

En cuanto a desigualdades por género o zona de residencia, las mujeres y las zonas urbanas en general tienen mayores tasas de obesidad, mientras que la dirección de la desigualdad en hipertensión por género y zona de residencia varía bastante según el país (Tablas 10 y 11 del artículo).

En el artículo presentamos resultados sobre otras variables como cuidado prenatal, mortalidad infantil, colesterol alto, diabetes y síntomas depresivos. Pero no quiero acabar sin mostrar los resultados que más me sorprendieron: Los de embarazo adolescente. Este indicador lo hemos definido como el porcentaje de mujeres que tienen su primer hijo antes de los 20 años. Para construirlo, solo hemos considerado mujeres que en el momento de la entrevista tenían más de 25 años, para que les diera tiempo de acabar de estudiar.

Como muestra la Figura 4, las tasas de embarazo adolescente son muy altas (40% en media), y la desigualdad por nivel educacional es enorme. La tasa de embarazo adolescente para mujeres con primaria incompleta es entre 2 y 4 veces la de mujeres con educación terciaria. No podemos saber cuánto de esta brecha es endógeno, es decir, cuánto se debe a que las adolescentes dejan de estudiar durante o tras su primer embarazo, pero es dudoso que esto pueda explicar la mayor parte del alto porcentaje de mujeres con bajo nivel educativo que tienen un hijo antes de cumplir los 20. Y aunque no me sorprendió que hubiera desigualdades en la tasa de embarazo adolescente, sí que me sorprendió su magnitud. En el artículo también analizamos desigualdades en el conocimiento de métodos anticonceptivos y la necesidad no satisfecha de métodos anticonceptivos, variables que presentan brechas por nivel educativos más atenuadas que las de embarazo adolescente, y bastante pequeñas en algunos países.

En resumen, aunque la región esté experimentando una transición epidemiológica que está haciendo ganar protagonismo a las enfermedades no transmisibles, en general, las desigualdades por nivel educativo en salud infantil y adolescente siguen siendo muy importantes y, de acuerdo con el reducido número de indicadores que hemos podido analizar, mayores que en factores de riesgo de enfermedad cardiovascular en adultos. Los determinantes de la desnutrición infantil crónica y el embarazo adolescente son muy variados y complejos, e incluyen factores económicos, culturales, de empoderamiento de la mujer, etc. que sobrepasan el papel tradicional que los centros de salud y hospitales están acostumbrados a jugar. Similar es el caso de los indicadores de riesgo de enfermedades no transmisibles, que dependen en gran medida de los hábitos de alimentación, ejercicio, y consumo de alcohol y tabaco. Para reducir estas brechas que documentamos, los gobiernos de la región tendrán que diseñar e implementar políticas que sobrepasen el ámbito sanitario.

Figura 4. Desigualdad en embarazo adolescente.

*** p<0.01, ** p<0.05, * p<0.1
Hay 2 comentarios
  • Interesante entrada.

    ¿Es posible establecer un esquema evolutivo de las enfermedades basado en la evolución económica de regiones y países, es decir, generar un modelo que pueda aplicarse a cada sociedad no solo en la actualidad sino también a lo largo de su secuencia histórica?

    Desde un punto de vista cultural, ¿no se podría considerar que la religión juega un papel relevante, aunque silencioso, en todo esto? Esto se observa a través de las iglesias evangelistas, católicas y prácticas animistas, que de alguna manera se superponen al marco educativo o informativo, especialmente en el ámbito de la anticoncepción y del embarazo adolescente. Sería interesante comprobar los índices de embarazos adolescentes en regiones o comunidades protestantes en América Latina, manteniendo constantes otros factores (ceteris paribus).

    Mi intuición me lleva a pensar que, en la cultura católica, se resta protagonismo al individuo al vincular su suerte a los designios divinos, una cuestión sustancialmente opuesta a la función de las iglesias de corte protestante.

    Un cordial saludo.

    • Hola Jordi,

      Muchas gracias por tu comentario y perdona el retraso en contestar.

      Sobre la primera pregunta, sé que hay modelos epidemiológicos pero la verdad es que no soy un experto en ellos, y no sabría darte una referencia.

      En cuanto a tu segunda pregunta, la verdad es que muchas de las encuestas que se utilizan no suelen recoger datos sobre religión. Un artículo que recuerdo al respecto es este que estudia por qué la mortalidad infantil de niños musulmanes en la India es menor que la de niños indues a pesar de que las familias musulmanes suelen tener menos educación y ser más pobres.

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