En mi primera entrada como colaborador de Nada es Gratis, me apetece escribir sobre la resistencia de las bacterias a los antibióticos, un tema que estoy empezando a investigar junto a Manoj Mohanan y Pau Olivella. Quizás la primera pregunta que le surge al lector es por qué este tema, con claros tintes de medicina y biología, aparece en un blog de economía. Me daré por satisfecho si al final de la entrada quedan convencidos que, al contrario de lo que parece, la economía tiene un papel muy importante que jugar en el tema.
Los antibióticos se encargan de luchar contra las infecciones causadas por bacterias. Nadie pone en duda que los antibióticos revolucionaron la medicina cuando fueron descubiertos en el siglo XX. Enfermedades causadas por infecciones que antes eran letales como la neumonía y la tuberculosis, pasaron a ser curables gracias a los antibióticos. La cirugía también se convirtió en mucho más segura, pues se podía tratar aquellos cortes que se infectaran.
Ya se sabe cómo es la naturaleza, muy hábil, y no es de sorprender que las bacterias evolucionen contra los agentes que las intentan erradicar: los antibióticos. Pero parece haber un consenso que el problema de la resistencia de las bacterias a los antibióticos se ha acelerado y se está convirtiendo en un problema muy serio, y cuya gravedad aumente en el futuro. David Cameron, el Primer Ministro del Reino Unido estableció una comisión al respecto en el verano del 2014. De acuerdo a dicha comisión, 50,000 personas mueren al año en Europa y Estados Unidos debido a la resistencia de las bacterias a los antibióticos (link), y si no se hace nada al respecto se podría llegar al 2050 con 10 millones de muertes al año en el mundo. Y no sólo son las muertes, sino los tratamientos que posiblemente se dejaran de hacer si los antibióticos fuesen inservibles. Por ejemplo, un remplazo de cadera mejora la calidad de vida del paciente, pero resulta demasiado arriesgado si los cortes se pueden infectar y los antibióticos no sirvieran para curar la infección.
¿Cuáles son las causas del aumento de la resistencia de las bacterias a los antibióticos? Pues la tendencia natural de las bacterias es a volverse resistentes, pero esta resistencia se acelera si se abusa de los antibióticos. Se estima que el consumo mundial de antibióticos aumentó un 36% entre 2000 y 2010 (link), y que en general un 50% del consumo de antibióticos es inapropiado (link). España no es de los peores, en el 2010 tuvo un consumo de entre 13 y 20 unidades al año por persona, inferior al de Francia y el Reino Unido que tuvieron un consumo entre 20 y 28 unidades anuales por persona; y al de Australia y Nueva Zelanda a los que se les estima un consumo mayor a 75 unidades por persona y año.
El problema es muy preocupante también en los países en vías de desarrollo, donde la regulación tiende a funcionar peor. Junto con varios colaboradores realizamos un “audit study” (léase aquí otro ejemplo de “audit study” en una entrada reciente de Antonio) en el que enviamos a un padre ficticio a la consulta de 200 proveedores sanitarios de zonas rurales de Bihar, uno de los estados más pobres de la India. El padre ficticio decía en la consulta que tenía un hijo de dos años en casa con un problema de diarrea. A cualquier pregunta sobre los síntomas, nuestro padre ficticio respondía con los síntomas de un caso de diarrea simple que no requiere antibióticos sino sales de rehidratación oral. A pesar de ello, 88% de los padres ficticios salieron de la consulta con una caja de antibióticos (link). Y claro, esto asusta a todo el mundo, porque las bacterias resistentes también viajan, lo que convierte el problema en uno mundial.
Todo esto suena a externalidad negativa. Un consumo desmesurado de antibióticos hace que las bacterias se vuelvan resistentes y esto nos perjudica a todos. Y ya se sabe, la cura contra las externalidades negativas son los impuestos. ¿Poner impuestos a los antibióticos? Pero ojo, que los antibióticos, si funcionan, están repletos de externalidades positivas. Las bacterias con las que acaba son las bacterias que no infectan a otras personas. Las externalidades positivas nos piden poner subsidios, y las externalidades negativas nos piden poner impuestos. Claro está, no va a ser muy útil poner subsidios e impuestos a la vez. Parece que habrá que buscar otra manera de mejorar la prescripción de antibióticos, pero eso lo dejaremos para otra entrada futura.
Otra forma de abordar el problema es tratar de incentivar el descubrimiento de nuevos antibióticos, contra los cuales las bacterias no se hayan hecho todavía resistentes. Pero el problema es que las empresas farmacéuticas no tienen incentivos para investigar en nuevos antibióticos, que si se descubren no van a ser para consumo masivo, sino que se guardarán para cuando los antibióticos normales no funcionen (intentando retrasar que surja la resistencia a dichos antibióticos nuevos). Hay alrededor de 45,000 ensayos clínicos registrados por la Organización Mundial de la Salud, y solo hay 182 contra bacterias, excluyendo las relacionadas con la tuberculosis (link).
Una alternativa de política económica para incentivar la innovación de medicinas es subsidiar los insumos (personal de investigación, infraestructura, etc.). Otra alternativa es aumentar el premio por conseguir la invención, por ejemplo, prometer por parte de los gobiernos la compra de cantidades importantes de antibióticos a precios prefijados (link). La ventaja de subsidiar los insumos es que permite que las empresas persigan estrategias de invención más arriesgadas pero que quizás permitan un mayor avance. Su desventaja resulta la posibilidad de riesgo moral, que el personal e infraestructura contratado para ese propósito también se dedique a otro. Por otro lado, aumentar el precio del descubrimiento disminuiría el riesgo moral, pero llevaría a adoptar estrategias de invención más seguras, posiblemente distantes de las grandes invenciones que pueden cambiar el paradigma (véase una entrada previa de Jesús en la que se hablaba de este tipo de premios). Al final, hemos acabado discutiendo la frontera entre riesgo y beneficio. Ya les decía que llegaríamos a la economía.