Especializarse o no especializarse: esa es la cuestión¹

¿Cuál es la manera de crear grandes profesionales en actividades deportivas, científicas o artísticas? ¿A través de una educación temprana que focalice en lo que parece ser la ventaja comparativa del sujeto? ¿O con una educación generalista que dote al sujeto de un amplio conocimiento que le permita escoger, a su debido tiempo, en que especializarse? Naturalmente, esta es una cuestión muy compleja que requiere una respuesta muy matizada. En todo caso, recuerde el lector que vamos a dejar fuera importantes campos en los que la especialización juega un papel primordial como el comercio internacional. Sólo hablaremos de cómo crear profesionales top en profesiones top.

En Range David Epstein, por medio de ejemplos, arguye que muchos de los grandes triunfadores en campos muy especializados hicieron sus contribuciones muy influenciados por otros campos. Es conocido el caso de Darwin que se inspiró tanto en las ideas geológicas de Lyell como las económicas de Malthus (además de una influencia general del polígrafo alemán Alexander von Humboldt).

Range comienza contraponiendo a dos muy destacados profesionales: Tiger Woods y Roger Federer. Mientras que el primero se especializó desde edad muy temprana en el golf, Federer de joven jugó baloncesto, balonmano, fútbol y unos cuantos deportes más, incluido tenis, claro. A los doce años decidió especializarse en el tenis (aun así, retuvo unas habilidades futbolísticas notables). Woods desde los cuatro años pasaba ocho horas al día jugando al golf en donde solía desplumar a los incautos que se atrevían a jugar partidas contra él. La explicación de Epstein es que el golf es un deporte que exige sólo una cosa, precisión. Por el contrario, el tenis no sólo exige precisión, también forma física, anticipación, imaginación y una mente muy potente. Así Agassi adivinaba la dirección del servicio de Becker por un movimiento de su lengua. El tenis es un "Problema Enrevesado" (Wicked Problem, a veces traducido como "Problema Retorcido") que se caracterizan por no tener una solución fácilmente identificable, a veces incluso por una definición poco precisa que requiere que el problema se describa con una larga lista de características, ver. Nótese que los problemas retorcidos van más allá de los que son simplemente difíciles de computar. ¡Es que son difíciles de formalizar! (un estudio de si las estrategias mixtas explican razonablemente el servicio en grandes torneos tenísticos).

Aquí ya me surgen las primeras dudas. Rafa Nadal es un ejemplo de un grandísimo tenista que se especializó muy pronto (pero que, por alguna razón, tiene habilidades futbolísticas nada desdeñables). De hecho, una de mis críticas al libro es su excesiva dependencia en unos ejemplos que siendo brillantes no sabemos hasta donde llegan. Si, por hacer una primera aproximación al problema, medimos la calidad de un tenista por sus ganancias en dólares constantes o por los títulos ganados ponderados de alguna manera, ¿tendría esa medida alguna correlación con su temprana especialización? ¿O más generalmente, son los mejores deportistas aquellos que se especializan antes? Este estudio resume algunas de las conclusiones al respecto. Como puede verse la evidencia es poco clara excepto en la gimnasia rítmica femenina en donde la especialización muy temprana produce buenos resultados. Pero esta especialización produce otros costes como estrés y lesiones. Sobre estas últimas recomiendo la película "The Company" que resume la experiencia de la sefardita canadiense Naeve Campbell. Compremos pues este primer punto, aunque con reservas.

A continuación, Epstein considera la música. De nuevo a través de bastantes ejemplos, argumenta (p 66) que la especialización en un instrumento o en la música en general no produce niños realmente buenos músicos. No he logrado encontrar ningún tipo de estudio que usando un número razonablemente grande de casos estudie el efecto de la especialización temprana en un instrumento sobre los logros posteriores. En todo caso, parece que los razonamientos analógicos -que requieren un conocimiento amplio- tienen cierto éxito en la predicción del éxito de otro arte, el de las películas (p. 111).

Vayamos a algo que, a los economistas, como profesión, nos es más cercano. La invención. El libro cita el trabajo de dos compañeros de la UC3M, Eduardo Melero y Neus Palomeras, "The Renaissance Man is not dead! The role of generalists in teams of inventors". Este artículo estudia el papel de los generalistas en los equipos que realizan inventos de la industria eléctrica y electrónica y encuentra que los generalistas tienen un efecto negativo sobre la innovación cuando la incertidumbre es pequeña pero que ese efecto cambia de sentido para niveles elevados de incertidumbre. Los responsables de estos hechos son, por una parte, la incertidumbre que produce problemas enrevesados y, por otra, el razonamiento analógico, en el que la comprensión (insight) obtenida en un campo se traslada a otro. Por cierto, que el último número de la Revista Economía Industrial abunda sobre la relación entre capital humano y diversidad.

¿Y qué pasa en la ciencia? Pues que, según Epstein, algo de lo dicho en el párrafo anterior coincide con un estudio de Kevin Dunbar sobre el éxito de laboratorios en biología, (pp. 117-9). Pero cuando uno va a la fuente original uno no se encuentra con tantas certidumbres. "No single cognitive process is responsible for creative thought (p. 15). Y en una publicación posterior, este mismo autor nos advierte que "while analogy is a powerful tool in science, like all forms of induction, incorrect conclusions can be reached" (p. 17). De hecho, Taylor y Greve (p. 208) encuentran que en la industria del comic el rango produce productos de una performance media inferior pero una mayor varianza, y por tanto de mayor probabilidad de un gran éxito (y de un gran fracaso también).

Todos estos trabajos, para mí, demuestran que la dicotomía entre generalistas y especialistas podría no existir. Ambos tipos pueden y deben coexistir en los equipos científicos que quieran ser muy exitosos. Y, que yo sepa, no hay ninguna medición que muestre quienes son realmente cruciales para un gran éxito científico. Un tema fascinante es si el mercado a través del sistema de precios podría guiar la creación de equipos muy exitosos sin necesidad de ninguna política pública. Dadas las fricciones en esos mercados (incompletitud de los mismos, azar moral, selección adversa, posible falta de competencia, etc.) y a las muy parecidas a las que podrían enfrentarse los reguladores es muy difícil decir algo sobre la ventaja comparativa del mercado y el gobierno en este asunto.

Un tema relacionado es que, en algunos casos, la experiencia puede ser contraproducente para el éxito promedio. Así la supervivencia tras una crisis cardiaca en US es mayor durante el gran congreso anual de cardiólogos -donde la mayoría de ellos se halla fuera de sus hospitales y por lo tanto los enfermos son atendidos por otros especialistas- que durante el resto del año (p. 266). Este hecho parece ser, de alguna manera, general. Un análisis de las carreras de 10.000 científicos no encontró relación entre la experiencia y la calidad de la contribución (p. 271). A los lectores de Galenson esto no nos sorprende (aquí). Según éste, en el mundo de la creación, artística o científica, hay dos tipos de individuos. Los experimentalistas en los que cada contribución es un paso para la siguiente y que mejoran con la edad (Monet, Keynes) y conceptualistas que parten de una idea nueva que, generalmente, se les ocurre muy jóvenes (Picasso, Nash).

Estos temas me interesan especialmente por su aplicación a la educación, tanto preuniversitaria como de grado y de postgrado. Siempre he pensado que en nuestra profesión hay muchísimos muy buenos profesionales -que trabajan competentemente variaciones de lo ya existente- pero pocos realmente extraordinarios que aportan ideas totalmente nuevas. Y que, a lo mejor, una manera de incrementar el número de los tops sería crear un programa especial de enseñanza para jóvenes de altas capacidades que les centre en la economía antes de que lleguen a la universidad. Y que una vez en ella, tuvieran libertad absoluta para, durante uno o dos años, coger los cursos que desearan (incluso algunos de postgrado) y que pasaran directamente a hacer la tesis. Después de leer Range empiezo a dudar sobre esta propuesta. Y más después de leer ahí que el recientemente fallecido James Flynn (descubridor del efecto epónimo) encontró que los estudiantes de los grados de economía eran los que mejor respondían a un test de lógica conceptual (p. 48). En todo caso, como Antonio Cabrales no se cansa de repetir, uno de los mayores problemas de nuestro sistema educativo es que producimos un 40% menos alumnos brillantes que la media de la OCDE. Aunque hay un largo camino entre un excelente estudiante de bachillerato y un profesional top, ese dato no es nada esperanzador.

Vosotros, ¿qué pensáis?

James Flynn (1934-2020)

[1]Agradezco a Antonio Cabrales, Lourdes Moreno, Ignacio Ortuño-Ortín y Antonio Romero-Medina sus comentarios que han contribuido a mejorar sustancialmente esta entrada de la que yo soy el único responsable.

Hay 8 comentarios
  • Una entrada muy interesante, ciertamente. Me pregunto si no se trata tanto de generalistas vs especialistas, sino de "zorros" vs "erizos", usando la metáfora de Isiah Berlin, que Philip Tetlock desarrollló en "El juicio político de los expertos". Seria interesante contrastar con la evidencia si estos modelos de pensamiento corresponden con formaciones generalistas o especialistas.

    • Buenos días. Gracias por la referencia. Efectivamente este es un tema muy relacionado. De hecho en mi próxima entrada en NeG me propongo comentar una obra posterior de Tetlock "Super Forecasting" que de alguna manera ahonda en sus pensamientos sobre este tema estudiando los equipos que realmente han sido capaces de pronosticar bien. Así que... stay tuned...

  • Fascinante entrada, Luis (como todas las tuyas). Yo no he leído el libro de Epstein, pero hace unos años leí el libro de Gladwell sobre "outliers". Uno de sus capítulos se titulaba "The 10.000-hour rule" y venía a defender un patrón común entre los profesionales excelentes de casi cualquier disciplina: haber dedicado 10000 horas a practicar. Precisamente ponía bastantes ejemplos en la música (desde Mozart a los estudiantes de la elitista Academia de Música de Berlin en los 90). Esto parece contradecir lo que Epstein comenta al respecto. O igual simplemente lo complementa...

    • Muchas gracias Juande por tu atinada reflexión (como todas las tuyas) y tus piropos. Efectivamente esta sería un área en el que el viejo aforismo de "In God we trust, the others bring data" sería de gran utilidad...

  • Me ha gustado mucho el artículo, de un tema que nos trae de cabeza a todos los profesionales técnicos, como por ejemplo informática, donde es imposible estar al tanto de todas las novedades (¿aprendo más lenguajes / técnicas o profundizo en los que domino?).

    Creo que un libro que complementa muy bien a este es Las buenas ideas. Una historia natural de la innovación (https://amzn.to/3f7qZHP), que se enfoca en ver cómo obtener ideas funcionales con lo que tienes/sabes, más que esa dicotomia de generalista / especialista que parece que depende mucho más del caso.

  • Gracias por tus comentarios Víctor. La informática es una de las ciencias punteras en la actualidad y todo lo que se refiera a ella es de un gran interés para mí y creo, para los lectores de NeG. Me apunto tu referencia.

  • This comment was sent by mail to me by David Galenson (U. Chicago) after he tried, unsuccesfully, to convince the computer that he was not a computer...
    " But a simple point: great experimental innovators specialize from an early age, and rarely have serious hobbies - they have no time for them. Stanley Kunitz wrote of Robert Lowell that "he has no secondary skills or hobbies to distract him from his absorption in literature;" in an elegy for John Berryman, Lowell himself wrote, "We asked to be obsessed with writing,/ and we were." Darwin, Twain, Cezanne, Rodin, Wright, Woolf, Hitchcock, Bishop, Pollock did only one thing in their lives, and had no other interests. I suspect that earlier specialization in school would increase creativity, but there are problems, including the fact that many experimentalists are genuinely late bloomers - Darwin, Cezanne, Rodin, Pollock were all considered average or worse as students. But these are important issues that deserve more attention than we give them, including more serious study, rather than popular books."

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