Por Antonia Díaz (ICAE, UCM @AntoniaDiazRod) y Luis Puch (ICAE,UCM @lpuchg)
El pasado 6 de noviembre falleció Edward C. Prescott. Ed Prescott ha sido un gigante entre los científicos de la Economía y un maestro para generaciones de brillantes economistas (ver aquí o aquí, las listas seguramente incompletas de sus doctorandos). Desde luego, para nosotros Ed ha sido el mejor maestro, y en la medida de nuestras limitaciones, el mejor mentor (ese job market paper que debí mandar a ET, pero envié a JEDC en un momento convulso entre escuelas de pensamiento económico que culminó en la creación de la SED y la SCE).
Edward C. Prescott obtuvo su doctorado en Economía en Carnegie Mellon University en 1967, y fue profesor en University of Pennsylvania, Carnegie-Mellon University, University of Chicago, University of Minnesota y Arizona State University. En 2004, junto a Finn Kydland obtuvo el premio Nobel de Economía por “sus contribuciones a la macroeconomía dinámica, al análisis de la (in)consistencia temporal de las políticas económicas y al estudio de las fuentes de los ciclos económicos”.
Si bien estas pueden ser sus contribuciones más emblemáticas, conviene destacar que su influencia y maestría se extienden directa e indirectamente sobre innumerables ámbitos de la ciencia económica moderna. Más allá de Rules Rather than Discretion: the inconsistency of optimal plans (JPE 1977) y Time to Build and Aggregate Fluctuations (Econometrica 1982), ambos junto a Finn Kydland, muchos estudiosos han destacado las contribuciones de Ed Prescott a la teoría del equilibrio general junto a R. Lucas y R. Townsend; a la teoría de búsqueda en el mercado de trabajo, de nuevo junto a R. Lucas; a la economía financiera y bancaria junto a R. Mehra y J.Boyd; o a la teoría del crecimiento económico junto a S. Parente, todas ellas contribuciones seminales para los desarrollos posteriores en cada una de esas literaturas. Además de todos los anteriores, la lista de ilustres coautores de Ed Prescott es enorme e incluye nombres como los de Javier Díaz-Giménez, F. Hayashi, H. Hopenhayn, T. Kehoe, E. McGrattan o Víctor Ríos-Rull, entre muchos otros.
Pero si tuviéramos que elegir entre las ideas de Ed Prescott, la contribución particular de una influencia más extendida entre los macroeconomistas, nos quedamos sin duda con la disciplina cuantitativa que su trabajo y sus discípulos impulsaron. Dicha disciplina cuantitativa se ha impuesto tanto en la tradición clásica (freshwater) como en la keynesiana (east coast/saltwater) de investigación en macroeconomía, y nos parece sin duda el elemento más vertebrador para la que diríamos es posiblemente la más dismal de las piezas que componen la dismal science.
Nuestro recuerdo
Ambos tuvimos la fortuna de conocer a Ed Prescott a principio de los años 90. ¡Que momento!
Antonia: Cuando llegué a Minnesota (o, en general, en esos años) Ed ya había escrito los artículos clave de la Teoría de Real Business Cycles. Entonces le preocupaban más las cuestiones de crecimiento económico; leí “Barriers to Technology Adoption and Development” en clase cuando aún era un documento de trabajo. La otra cuestión que le interesaba mucho era la formalización del sector financiero y así determinar su contribución al Valor Añadido Agregado. Era los principios de los 90 pero es un tema que sigue candente en la actualidad. A Ed le interesaba muchísimo la Organización Industrial. Fue en esa clase donde estudiamos los modelos de crecimiento endógeno y estudiamos sus propiedades cuantitativas. Debo confesar que yo nunca cursé una clase sobre Real Business Cycles. Un día, en mi tercer año, tras escuchar a mucha gente sobre el tema, pregunté a Fernando Álvarez. “Ah, es el modelo de crecimiento estocástico”, pensé. Esos fueron los años de los primeros artículos con agentes heterogéneos para intentar entender los efectos distributivos de fenómenos como la inflación o diversas políticas. Sus autores han sido casi todos alumnos de Prescott, con pocas excepciones como Aiyagari o P. Krusell.
Luis: Viajé a Minnesota como estudiante doctoral en junio de 1992, y tras los dos años de cursos de doctorado en el PhD Program de la Universidad Carlos III de Madrid. Jamás olvidaré la cariñosa bienvenida de Ed a mi llegada al Departamento de Economía de la Universidad de Minnesota, simplemente por ir de la mano de mis maestros Javier Díaz Giménez y José Víctor Ríos Rull. Mucho menos olvidaré cuando pocas semanas después me invitó a realizar tareas de asistente de investigación en el (antiguo) Fed de Minneapolis, compartiendo despacho con Fernando Álvarez. En esos días, Prescott estaba especialmente implicado en su proyecto junto a Stephen Parente que acabó culminando, después de varios artículos publicados y ya al final de la década, en ``Barriers to Riches’’. Mi tarea entonces (muy menor), era programar unos gráficos a partir de un input de datos endiablado de Stephen, porque combinaban números y texto. La guinda de la visita fue cuando Víctor me invitó a participar a las reuniones de trabajo de ``Frontiers of Business Cycle Research’’, junto a todo el grupo de autores de los distintos capítulos del libro. En aquella ocasión, las sesiones de trabajo se organizaron como un workshop en la Fed. Si se me permite la expresión, aquello sí fue ¡la leche! Recuerdos imborrables para un joven aprendiz de economista recién aterrizado desde España. Recuerdos de entonces y de todos los encuentros posteriores (demasiado pocos).
Animamos a todos a compartir su recuerdo en los comentarios a la entrada.
Más sobre las ideas de Ed Prescott
A veces se ha relacionado a Prescott con posturas conservadoras en economía. La realidad es que Prescott rara vez se adentraba en la actualidad del debate de política económica. Cuando lo hacía, eso sí, siempre daba para pensar (¿provocar?), especialmente si se refería a los efectos nocivos de las malas políticas (“las culpables de las grandes recesiones”). Un ejemplo son las críticas a las políticas económicas de la era Obama. Y es que Prescott siempre fue crítico con la atribución a la política monetaria de capacidades que no le corresponden. En este punto seguro que no está sólo (ver este artículo de Thomas Sargent), y eso a pesar de que en los años duros de la Gran Recesión criticar la política monetaria no fuera el argumento más popular, y mucho menos si se trataba de la Europa de Draghi y su whatever it takes (el milagro de julio de 2012). Sin duda nos hubiera gustado escuchar a Ed estos días a la luz del Phillips Curve revival que parece estar manejando el FOMC (Federal Open Market Committee) en sus decisiones de política monetaria, revival al que muchos no le ven justificación por ningún lado. Más polémico resultó cuando atribuyó lo peor de la evolución de la crisis financiera a las políticas fiscales de Obama, hasta el punto de llegar a conceder un papel secundario a los factores financieros.
Sin embargo, nuestra visión de las ideas de Ed en materia de política económica práctica siempre ha sido la de la consistencia con la teoría económica que sostenía sus modelos. Una versión extrema es cuando, de nuevo, en la crisis financiera abogó por que los bancos comerciales debieran haber tenido un requerimiento de reservas del 100%. Toda una declaración de intenciones: dad al César los que es del César o en castizo, si no sabes, pa’ que te metes. Nuestra interpretación de esta declaración es que Ed llamaba la atención sobre la inestabilidad intrínseca del sector financiero cuando está sometido a condiciones de tipos de interés cambiantes. Los tipos de interés bajos y la euforia financiera favorecen el apalancamiento que inevitablemente darán lugar a cuantiosas pérdidas si las condiciones se invierten. Ahora resulta natural mostrar preocupación por las pérdidas en las que podría estar incurriendo el sector financiero no bancario, en ausencia de la supervisión macroprudencial y la regulación que se ha desarrollado para los bancos desde la crisis financiera.
Por el lado real, de nuevo, una de las ideas que permea mucho del trabajo de Prescott es su preocupación por la medición correcta del valor añadido de los sectores de cualquier economía, incluyendo todos los bienes y servicios que no pasan por el mercado. Esto afecta a todos los sectores institucionales: Los hogares, las empresas y el sector público. La medición correcta es fundamental para, por ejemplo, estimar el potencial de crecimiento de una economía, su productividad o conocer la distribución de la carga impositiva entre sectores. Por ejemplo, Prescott siempre añadía al PIB el valor imputado de los servicios de los bienes duraderos y, por tanto, añadía el valor de su stock al stock total. La razón para hacerlo es coherencia: las Cuentas Nacionales ya imputan los servicios de las viviendas en propiedad al PIB. El principio subyacente es que la estructura de tenencia de casas y bienes duraderos y, por tanto, la organización industrial de los mercados, no sesgue nuestra valoración del Valor Añadido final.
Del mismo modo, la correcta medición de los intangibles de las empresas es crucial para comprender buena parte de las diferencias de productividad entre países y a lo largo del tiempo, o para poder valorar si las acciones de las empresas cotizadas en los mercados están sobrevaloradas o no. Aun reconociendo la importancia del capital intangible, la preocupación de Ed era que las cifras de inversión en estos activos no están suficientemente a prueba de manipulación por los políticos, como para incluirse con garantía en un sistema de cuentas nacionales. Su posición es que sólo aquellas inversiones que reciben ventajas fiscales (parte del I+D) pueden incluirse como parte del PIB. Es decir, sólo pueden considerarse inversiones si a las empresas se le exige capitalizar esos desembolsos por razones fiscales.
Todas estas ideas también afectan al Sector Público. Ed era consciente de que omitimos una parte de los servicios que nos da el Sector Público. Hay un consenso, equivocado, en estimar como valor del Gasto Público la suma de sueldos y salarios públicos, ignorando el valor de los servicios del capital público. De nuevo, la lógica de Prescott es que la organización productiva entre sector privado y público no debe afectar a la medición de la productividad.
Seguro que nos estamos dejando un montón de contribuciones decisivas de Ed Prescott tanto por el lado de sus publicaciones más prestigiosas, como por el lado de las ideas. De nuevo, animamos a todos a contribuir en los comentarios a hacer más completo este sencillo homenaje.
Terminamos con un verso de Eliot que nos evoca el recuerdo de Ed. Descanse en paz.
Time present and time past
Are both perhaps present in time future,
And time future contained in time past.
If all time is eternally present
All time is unredeemable.
T.S. Eliot
Four Quartets
Nota de los Autores: En la edición bilingüe de Cátedra se dice: “Eliot en 1928 se definía como clasicista, monárquico y anglicano, y justamente por entonces comenzó a escribir los Cuatro Cuartetos”