Cristina Borra*; Libertad González** y David Patiño*
* Departamento de Economía e Historia Económica, Facultad de Ciencias Economicas y Empresariales, Universidad de Sevilla,
** Universitat Pompeu Fabra y Barcelona School of Economics, Barcelona, Spain
Desde hace años venimos asistiendo al preocupante y continuado proceso de retraso en la edad en la que las mujeres tienen los hijos constituyendo un fenómeno global que afecta de manera importante a Europa. En España, la edad media para tener el primer hijo ha alcanzado 31.6 años y 32.2 si la madre tiene nacionalidad española. Este fenómeno ha suscitado gran preocupación y motivado el desarrollo de investigaciones científicas desde diversas disciplinas. La literatura médica, por supuesto, ha tratado de arrojar luz sobre los efectos de retrasar la maternidad, pero también las ciencias sociales, especialmente la economía, ha realizado importantes aportaciones.
Responder a la pregunta sobre los efectos de retrasar la natalidad no es tan sencillo como comparar los bebés de madres que hayan tenido su primer hijo a diferentes edades. Por un lado, la edad biológica es un determinante importante. Podemos pensar en una edad fértil óptima que proporcione las mejores condiciones físicas a las madres. Estas condiciones se deterioran con la edad, lo que puede tener efectos negativos sobre los bebés. Por otro lado, las condiciones socioeducativas y laborales de las mujeres al dar a luz también son decisivas. Las madres adolescentes, por ejemplo, probablemente hayan afrontado embarazos con menos formación y preparación, a diferencia de las madres de mayor edad, que disponen de más información y recursos económicos. Estas madres suelen tener más estudios y dinero, lo que les permite acceder a mejor asesoramiento médico, mejor alimentación, hábitos de vida más saludables y un seguimiento médico adecuado. Estos factores favorecen a la madre de mayor edad, aunque también pueden enfrentar jornadas laborales más largas y estresantes. La simple comparación de hijos nacidos de madres de diferentes edades no indica nada sobre los efectos causales de la edad de las madres sobre la salud de sus hijos.
Para hacer una comparativa adecuada, necesitaríamos confrontar bebés de madres de distinta edad ceteris paribus, un término que indica que ese aspecto es el único que las diferencia. En situaciones como la que consideramos es difícil asignar aleatoriamente el tratamiento al grupo tratado y disponer de un grupo de control para comparar. Pero no imposible. Los economistas acudimos a pseudoexperimentos que, sin ser controlados como en medicina, generan resultados similares. Hemos utilizado uno de estos escenarios para estudiar el retraso en la natalidad y sus efectos en los bebés, cuyos detalles se encuentran en Borra et al (2024).
Nacer antes o después de la fecha que determina las cohortes escolares como experimento natural
En España el momento de entrar en el colegio viene determinado por el año de nacimiento. Los niños nacidos el 31 de diciembre son los más pequeños de su curso, mientras que los nacidos un día después, se incorporarán al curso siguiente y son los mayores. Esta norma es la base de la técnica denominada Regressión Discontinuity Design (RDD). Los niños nacidos alrededor de las 0 horas del día 1 de enero nacen en circunstancias idénticas. Cada uno es de su padre y de su madre (nunca mejor dicho), pero cualquier circunstancia externa que pudiera afectar al embarazo o al parto ha sido idéntica para todos los acontecidos en ese intervalo. Aspectos como la coyuntura económica, la climatología o la presencia de virus, entre otros muchos, les han afectado por igual por lo que controlamos por todas esas circunstancias. Si las niñas nacidas a primeros de año, cuando sean adultas, tienen descendencia a mayor edad que las nacidas a finales, podemos aprovechar el experimento natural de haber nacido antes o después del 1 de enero para estudiar el efecto que tiene la edad sobre la salud de los recién nacidos.
Utilizando datos del registro de partos del INE entre 1996 y 2018, comparamos los partos de las madres nacidas alrededor de cada final de año que pertenecen a cohortes escolares diferentes, dependiendo de si han nacido antes o después de cada 1 de enero. Encontramos que las madres nacidas a principios de año son, en promedio, unos 90 días (3 meses) mayores que las nacidas al final. Los gráficos muestran la situación.
En segundo lugar, los bebés de las madres mayores, las que retrasan la maternidad unos 3 meses, tienen una apreciable mayor probabilidad de ser muy prematuros (antes de las 33 semanas de gestación) y lo que es más preocupante, un 18% más de probabilidad de tener un peso muy bajo (inferior a 1.500 grs). Estos resultados se repiten de manera machacona a pesar de emplear técnicas de estimación diversas y de cambiar los escenarios del ejercicio. Es decir, estos resultados son bastante robustos, como se suele denotar.
Para relacionar el día de nacimiento de la madre con el retraso en su maternidad y una mayor probabilidad de tener hijos con peso bajo, debíamos descartar que el mes de nacimiento de la madre se relacione con otras cuestiones que puedan ser también responsables de tales efectos. Obviamente, es imposible descartarlo todo, pero hemos analizado las relaciones más obvias y todas para las que disponíamos de datos sin encontrar ninguna otra diferencia entre estas madres. Es decir, no encontramos que la diferencia de curso provoque ningún otro efecto a largo plazo. En particular, no encontramos diferencias en los logros educativos, ni con datos de la EPA ni con los resultados de las pruebas de selectividad de las universidades andaluzas entre 2003 y 2019, datos que nos suministró la Consejería de Educación de la Junta de Andalucía. En esta base no hay diferencia, ni en la probabilidad de presentarse, ni en los resultados obtenidos. No se diferencian en la probabilidad de llegar a ser madre que indique que la muestra de las que sí lo son esté sesgada, ni en la probabilidad de tener tumores pulmonares, problemas de hígado, problemas mentales, haber sido agredidas sexualmente o haber abortado. De hecho, también estudiamos a las potenciales madres de las madres, y no se diferencian en sus características socioeconómicas. También descartamos que los padres seleccionen en España el mes en el que nacen sus hijos, como parece que sí hacen en otros países. Tampoco encontramos diferente probabilidad de tener pareja o estar casada.
La única diferencia adicional que encontramos es la edad en la que se casan. Efectivamente, las nacidas al principio del año también retrasan su boda respecto de las nacidas en los últimos meses. En realidad, este hecho casa bastante bien con nuestra hipótesis sobre el motivo por el que las madres de enero tienden a retrasar la maternidad. Pensamos que existe una edad social, relacionada con el curso académico al que se asiste, que puede ser distinta de la edad biológica. Según esto un grupo de mujeres, que no podemos conocer, alinea su vida social con la cohorte a la que asiste a clase. De esta forma, las nacidas a principio del año retrasan su vida social y las nacidas al final la adelantan, lo que explicaría su temporalidad con la pareja y de más interés para nosotros, en la maternidad.
Al igual que defienden Fredriksson et al (2022), no parece que haya otra causa que explique las diferencias entre los bebés de ambos grupos de madres. Durante los más de 7 años que nos ha llevado realizar este trabajo, hemos considerado la posibilidad de que los 90 días de retraso en la maternidad causen la mayor probabilidad de tener bebés con peso muy reducido y prematuros. Nos sigue pareciendo la explicación más plausible y por supuesto no la descartamos. Pero también es verdad que un evaluador planteó otra posibilidad, y ciertamente, tampoco la hemos podido descartar: la propia edad de esas madres. Las madres que atrasan su maternidad son, por definición, mayores, en concreto, 90 días más. Y estos 90 días las hacen biológicamente 90 días mayores, pero también 90 días más experimentadas en la vida. No sabemos de qué manera esa mayor experiencia puede afectar negativamente la salud de los recién nacidos. Por lo tanto, seguimos pensando que es mucho más probable que el retraso en la maternidad, y no la experiencia, provoque efectos negativos en la salud de los bebés, aunque ciertamente no podamos descartar esta otra posibilidad. Lo que sí tenemos claro es que responder a la pregunta de qué efectos causa el progresivo retraso en la maternidad es de enorme complejidad e interés. También creemos que hemos aportado nuestro granito de arena, pero humildemente tenemos que esperar a trabajos posteriores para conocer más al respecto.
Hay 2 comentarios
El tema que se trata es muy interesante, la explicación de que las mujeres nacidas a principios de año se casen y tengan hijos más tarde es lógica, pero las conclusiones parecen inverosímiles.
¿Un retraso de 90 días en la maternidad puede conllevar un 18% más de posibilidades de que el niño tenga un peso muy bajo? Si eso fuera así, años de diferencia deberían afectar de forma astronómica.
Únicamente se me ocurren dos alternativas:
-Las mujeres nacidas a principio de año presentan más variabilidad de edades y hay un porcentaje mayor de mujeres de edad avanzada con hijos.
-El porcentaje de niños que nacen con un peso muy bajo es muy pequeño y un 18% representa un número absoluto muy bajo, pudiendo ser entonces la diferencia debida a la aleatoriedad
Hola, Gregorio. Muchas gracias por tus interesantes comentarios a nuestro trabajo.
Tienes razón en que la magnitud del efecto es grande, pero creemos que no se debe extrapolar más allá de los tres meses analizados, ya que podría llevar a error.
Una posible explicación del efecto podría ser que más mujeres nacidas a principio de año tengan hijos. Sin embargo, mostramos que la probabilidad de ser madre es la misma para las nacidas antes y después del comienzo del año. La única diferencia es el retraso de 90 días en la edad del primer parto, que se observa en todas las edades (figura A11).
Encontramos una diferencia del 18% en madres nacidas en el primer semestre con hijos prematuros respecto a las nacidas en el segundo. Por supuesto que la probabilidad de tener hijos prematuros es pequeña con lo que cualquier diferencia genera un incremento porcentual elevado. Pero nuestros resultados son robustos y consistentes, tanto en lo referente a la magnitud como a su significatividad, usando distintos métodos econométricos y poblaciones. En nuestro trabajo no decimos que un retraso de 90 días cause un incremento del 18% de la probabilidad de tener hijos de muy bajo peso y que este resultado se pueda extrapolar en función de los días. Pero nuestros cálculos, de modo machacón, dan esas diferencias en edad materna y probabilidad de tener hijos de muy bajo peso, sin ninguna otra diferencia entre las madres. No indicamos que haya causalidad, pero sí hemos encontrado una “pistola humeante”.
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