Muchos estarán de acuerdo en que los factores económicos pueden jugar un papel relevante en las decisiones de fecundidad. Tener hijos o no, cuántos, y cuándo, son decisiones importantes en la vida de las personas, y a la hora de afrontarlas parece razonable tomar en consideración las perspectivas económicas presentes y futuras.
Esta hipótesis, aunque plausible, es difícil de testar empíricamente. Además, no sabemos exactamente qué variables son las que las familias tienen en cuenta: ¿su nivel de renta actual? ¿su estabilidad laboral? ¿sus expectativas acerca de la situación económica futura? La teoría económica nos sugiere que tendría sentido incorporar (la percepción sobre) las perspectivas económicas futuras, ya que tener hijos implica gastos que se alargan bastante en el tiempo. Pero ¿cómo comprobarlo?
Como investigadores, nos interesaría identificar un evento que afectara a las expectativas económicas de algunas personas (el “grupo de tratamiento”) pero no a otras (el “grupo de control”), y analizar los comportamientos de ambos grupos, por ejemplo cuántas mujeres de cada grupo se quedan embarazadas (o interrumpen un embarazo no deseado) y cuándo. Pero ¿qué “evento” cumple estas características?
Hay estudios que sugieren que los cambios de gobierno inesperados pueden afectar a las expectativas económicas de los ciudadanos, de manera diferencial según las preferencias políticas de cada uno (ver aquí y aquí). Si tu partido favorito gana por sorpresa, es más probable que pienses que la economía va a ir a mejor. ¿Podría esto afectar a tus decisiones de tener hijos?
Un estudio reciente (aquí) mostró que la elección por sorpresa de Donald Trump en 2016 en EEUU tuvo efectos sobre la natalidad. En condados más favorables a Trump, los nacimientos aumentaron 9 meses después de las elecciones y de manera persistente, en comparación con los condados de inclinación más demócrata.
En un documento de trabajo con Luis Guirola y Blanca Zapater (aquí) intentamos explorar esta hipótesis con datos de España. Estudiamos todas las elecciones generales entre 2000 y 2020, y nos centramos en las dos que dieron lugar a un cambio en el partido en el gobierno (las de 2004 y 2011). Mientras que en 2011 la victoria del PP se veía venir, en 2004 el PSOE ganó las elecciones “por sorpresa”, como demuestran las encuestas y los sondeos de los meses anteriores (ver figura 1).
Figura 1. Sondeos y encuestas pre-electorales (2004 y 2011)
La figura 2 evidencia que, tras las elecciones de 2004, los votantes conservadores se muestran mucho más pesimistas sobre la evolución futura de la economía, mientras que los de izquierdas pasan a tener una visión mucho más positiva. Para entender cómo este “shock” de expectativas se pudo haber traducido en las decisiones de fecundidad, estudiamos la evolución de nacimientos e interrupciones voluntarias del embarazo, en municipios más y menos favorables al PP.
Figura 2. Expectativas económicas de votantes de izquierdas y de derechas, 1999-2019
Definimos a un municipio como “favorable al PP” si el porcentaje de voto del PP estaba por encima de la mediana en las elecciones generales anteriores (en 2000). Estos municipios sufrieron un shock negativo en sus expectativas en marzo de 2004, comparados con el resto.
A continuación, para cada municipio construimos el número mensual de nacimientos y abortos por 1,000 mujeres de 15 a 44 años, y estudiamos la evolución de estas variables en torno a las elecciones de 2004 (sólo podemos incluir en el análisis a los municipios mayores de 10,000 habitantes). Los resultados principales se resumen en las figuras 3 y 4.
Figura 3. Abortos mensuales por 1,000 mujeres, en municipios favorables al PP comparados con el resto, en torno a marzo de 2004
La figura 3 compara el número de abortos mensual por 1,000 mujeres en municipios favorables y no favorables al PP, antes y después de marzo de 2004 (el mes “0”). Observamos que los dos grupos de municipios tenían una evolución parecida en las interrupciones voluntarias del embarazo en los meses antes de las elecciones. En marzo de 2004, la diferencia es positiva y significativa, es decir, los abortos aumentan de manera repentina en los municipios más “decepcionados” con el resultado de las elecciones. El análisis semanal muestra que esa divergencia se observa en interrupciones con fecha en la última semana del mes (las elecciones se celebraron el día 14). En los municipios favorables al PP, en marzo de 2004 se produjeron 0.10 abortos por 1,000 mujeres más que en los favorables al PSOE (para una media de 0.55 abortos mensuales por 1,000 habitantes en los municipios incluidos en el análisis).
Figura 4. Nacimientos mensuales por 1,000 mujeres (fechados en el mes de inicio del embarazo), en municipios favorables al PP comparados con el resto, en torno a marzo de 2004
También podemos estudiar los posibles efectos en nacimientos. Para ello, con datos de partidas de nacimiento, estimamos la fecha de inicio del embarazo para cada parto, y comparamos el número de nuevos embarazos por mes en los dos grupos de municipios. La figura 4 muestra que, en los municipios favorables al PP, se inician menos embarazos en los meses siguientes a las elecciones de 2004, en comparación con los municipios más favorables al PSOE. En marzo de 2004, se iniciaron 0.28 embarazos por 1,000 mujeres menos en los municipios favorables al PP (comparados con el resto), para una media de 3.89 embarazos mensuales por 1,000 mujeres (es decir, una caída del 7%).
Estos resultados son consistentes con decisiones de fecundidad que reaccionan a shocks en las expectativas económicas futuras, como consecuencia de resultados electorales inesperados. Otra cuestión es a qué se deben estas reacciones partidistas de las expectativas económicas. En el estudio, consideramos también otras posibles explicaciones para los resultados. Por ejemplo, puede que los cambios “partidistas” en las decisiones de fertilidad se deban más a los atentados terroristas de Atocha unos días antes de las elecciones de 2004, que al cambio de gobierno. O puede que el cambio de signo político afecte no sólo a las expectativas económicas, sino a un abanico más amplio de perspectivas futuras, si se espera que los distintos partidos implementen políticas muy diferentes (no sólo económicas). Por último, también es posible que los cambios en el corto plazo se deban a un efecto euforia/decepción instantáneo (como en este caso), más que a decisiones racionales debidas a cambios en perspectivas económicas futuras. No podemos descartar por completo estas explicaciones alternativas, pero en conjunto, nuestra interpretación es que eventos importantes como unas elecciones generales que generan un cambio en el gobierno tienen un impacto importante sobre las expectativas económicas de los ciudadanos. Este impacto es diferente para los simpatizantes de los partidos vencedor y perdedor, y puede dar lugar a efectos importantes sobre decisiones económicas, y también familiares.