Por Ainoa Aparicio Fenoll, Libertad González y Judit Vall
Las autoras de esta entrada hemos recibido con mucho entusiasmo la noticia de que Claudia Goldin, la primera mujer en convertirse en profesora de Economía en la Universidad de Harvard, ha sido la tercera mujer en ser galardonada con el Premio Nobel de Economía. Además, ha sido la primera mujer en ganar el máximo galardón al que puede aspirar un economista en solitario.
Claudia ha dedicado su larga trayectoria profesional a la investigación sobre las mujeres desde una doble perspectiva: histórica y laboral. Desde el punto de vista histórico, gracias a Claudia hemos aprendido que la incorporación de la mujer al mercado laboral no ha sido un proceso lineal, sino que tiene forma de U. En la transición desde economías prevalentemente agrícolas a economías industriales, las mujeres perdieron pie en el mercado laboral. Ha sido la transformación de economías industrializadas a economías donde el sector servicios es el protagonista, la que ha generado la actual aceleración del rol de las mujeres en la economía. Desde el punto de vista de la economía laboral, Claudia ha dedicado gran parte de sus investigaciones a entender las diferencias de género en los salarios y el empleo, haciendo especial hincapié en los factores históricos que se han perpetuado hasta la actualidad. De hecho Jakob Svensson, presidente del Comité del Premio de Ciencias Económicas ha justificado así la elección de Claudia Goldin:
“Comprender el papel de la mujer en el mercado laboral es importante para la sociedad. Gracias a la investigación innovadora de Claudia Goldin, ahora sabemos mucho más sobre los factores subyacentes y las barreras que pueden surgir en el futuro”.
Almudena Sevilla escribió esta entrada en Nada es Gratis sobre el último libro de Claudia, y Libertad escribió esta otra entrada con ocasión de la concesión del premio Fronteras del Conocimiento de la Fundación BBVA a Goldin en 2019 (Por cierto, la Fundación BBVA, de nuevo, se adelanta al Premio Nobel y le otorga el premio a la misma persona que, meses más tarde, obtendrá el Nobel). La premio Nobel explica que sólo un tercio de la brecha de género se puede explicar por el hecho de que los hombres y las mujeres eligen ocupaciones diferentes, y sólo un quinto de esta brecha existe a causa de la discriminación en contra de las mujeres. Una gran parte de la brecha existe porque las mujeres trabajan menos horas, debido a que se encargan de las tareas familiares y los cuidados (de hijos o otras personas dependientes en el hogar) y por tanto, no tienen acceso a trabajos más codiciosos (con mayor responsabilidad, mayor dedicación y disponibilidad prácticamente total y, en consecuencia, mayores salarios). Una posible solución vendrá del lado de la tecnología y la flexibilidad laboral.
Todo el trabajo de Claudia es extremadamente original, pero uno de los que se publicaron más al inicio de su carrera académica, sentó las bases para el estudio y la cuantificación de los sesgos de género de una manera clara y que permite aislar otros factores. El problema es que, aunque se habla muy amenudo de discriminación en la contratación de mujeres: dos candidatos a un puesto, un hombre y una mujer, gana el hombre, no queda claro cómo podemos saber si se trata realmente de discriminación. Se podría argumentar que los reclutadores expertos eligen al hombre porque lo consideran mejor que la mujer, bajo algún criterio. Claudia Goldin y su coautora Cecilia Rouse han encontrado el "experimento perfecto" para demostrar si realmente se trata de discriminación: la contratación de músicos profesionales en las orquestas sinfónicas estadounidenses. Hasta la década de 1970, los aspirantes a concertistas actuaban ante un jurado en audiciones. Y los hombres consiguieron el trabajo con frecuencia, quizás con demasiada frecuencia. Para garantizar la transparencia, alrededor de la década de 1970 las orquestas comenzaron a introducir gradualmente audiciones "a ciegas" y los candidatos comenzaron a tocar detrás de una pantalla. De este modo, los reclutadores no saben su género. ¿Resultado? Muchas más mujeres empezaron a conseguir trabajo. Este es un resultado importante del que aprendemos mucho sobre la discriminación laboral por género. Además, es un ejemplo de una estrategia original y creíble para responder de manera sencilla y limpia a una pregunta empírica. Un ejemplo a seguir para futuras investigaciones.
Un elemento importante que queremos destacar es que su investigación ha sido tan innovadora que ha generado un efecto multiplicador en ciertas áreas de estudio dentro del campo de la economía. Por ejemplo, su trabajo sobre las brechas de género que se generan con la aparición del primer hijo ha generado multitud de estudios empíricos sobre esta “child penalty” en la mayoría de países que cuentan con datos disponibles para realizar estas estimaciones (en España, tenemos evidencia aquí y aquí). Un efecto similar se generó después de su artículo inicial sobre los efectos de la introducción de la píldora anticonceptiva en la trayectoria en el mercado laboral de las mujeres en Estados Unidos.
Claudia también ha sido fuente de inspiración para una nueva generación de economistas en muchas dimensiones que superan el ámbito estrictamente de la investigación. Prueba de ello es la proliferación de comités de economía de género dentro de las asociaciones de economía más prestigiosas, incluida la española.
Nos dejamos muchas cosas por comentar, es imposible revisar todo su trabajo y toda su contribución en tan solo unas líneas de texto, pero lo que esperamos que quede claro es la magnitud del impacto (multifactorial) que ha tenido en muchas de nosotras y el agradecimiento infinito que sentimos por abrirnos el camino en toda una área de investigación dentro de nuestra profesión.