¿Son efectivas para frenar la expansión de los virus las medidas que restringen el contacto social?

Por Judit Vall

A mí el confinamiento me está resultando extremadamente complicado. Lidiar con dos niños pequeños en casa las 24 horas sin que puedan salir a tomar el aire me parecía, de entrada, una tarea imposible viviendo en la ciudad de Barcelona (lo que implica que cuatro personas, dos adultos y dos niños, compartimos 85 m2). Para estos casos, los psicólogos aconsejan generar rutinas y hábitos, y que toda la familia conozca los horarios establecidos para evitar sorpresas desagradables. El problema es que los dos adultos tienen que seguir trabajando durante el confinamiento y los niños deberían seguir aprendiendo, y, al menos en mi caso, no estamos preparados para hacer todo eso de un día para otro. Dicho esto, estamos bien de salud y creo que puedo afirmar que me siento orgullosa de contribuir a la reducción del número de contagios de la COVID-19, que es lo importante y la razón principal de que estamos cumpliendo el confinamiento de una manera tan estricta.

Supongo que no soy la única que se ha planteado varias veces si estas medidas de confinamiento son tan necesarias para frenar la expansión del virus. Francisco Beltrán Tapia ya nos habló hace unos días sobre la eficiencia de este tipo de medidas en relación con la epidemia de gripe de 1918 (aquí). Para aportar un poco más de luz sobre el tema particular de la eficiencia de las medidas para superar la crisis actual, he recuperado un artículo de Jerome Adda, que se publicó en el QJE en 2016: «Economic Activity and the Spread of Viral Diseases: Evidence from High Frequency Data».

Jerome se centra en tres preguntas: 1) ¿Cuáles son las consecuencias de la actividad económica sobre la expansión de las infecciones?; 2) ¿cómo de eficientes en la reducción de los contagios entre la población son las medidas que reducen el contacto social?; y 3) ¿cuál es la mejor manera de distribuir los recursos limitados de las sociedades para minimizar la expansión del virus? En el post de hoy me centraré en la respuesta a la segunda pregunta.

Para contestar a esas cuestiones, Jerome se circunscribe a tres enfermedades víricas: la gripe, la gastroenteritis y la varicela, y parte de datos semanales sobre la incidencia de las tres en varias regiones de Francia y durante 25 años (1984-2010). Como es fácil imaginar, el cierre de los colegios por alguna de esas enfermedades no es un acontecimiento habitual en los países desarrollados (aunque las escuelas llegaron a ser cerradas en Francia, Reino Unido y Estados Unidos, entre otros, durante la epidemia de gripe de 2009). Así, el autor utiliza el cierre de las escuelas francesas que se produce por las vacaciones escolares. A diferencia del caso español, los colegios en Francia tienen vacaciones cinco veces al año: en verano (ocho semanas), en octubre/noviembre (una o dos semanas), a finales de diciembre, en febrero/marzo y en abril/mayo. El calendario de las vacaciones escolares lo fija el Ministerio de Educación con dos años de antelación (con lo cual no está afectado por la incidencia de las enfermedades del año en cuestión) y varía por regiones. Por tanto, como los datos epidemiológicos se refieren a un periodo muy largo ―25 años―, seguir la variación de los periodos en los que las escuelas están cerradas en cada región y a lo largo del año le permite al autor identificar la incidencia de dicho cierre sobre las tres enfermedades citadas y deducir que hay una relación de causa y efecto.

Por lo que respecta a analizar el efecto del cierre del transporte público, el autor aprovecha el gran número de huelgas ( con una alta participación) que afectan al transporte público francés y se centra solo en los episodios de huelga que duran tres días o más. Aunque el ámbito de la mayoría de las huelgas es nacional, también se dan episodios regionales, sobre todo en el sur del país; así, entre 1984 y 2010, el autor identifica entre 19 y 28 semanas de huelga según la región.

Pues bien, tras esa inmensa tarea de recopilación y selección de datos, el autor estima modelos (event study) en los que identifica el efecto del cierre de colegios o transporte público durante una semana en una región concreta sobre la incidencia de cada una de las tres enfermedades víricas durante las siguientes semanas al cierre. Realiza estas estimaciones para tres grupos de edades diferentes: niños (de 0 a 18 años), adultos (de 18 a 64 años) y gente en edad de jubilación (de 65 años o más).

Como podemos ver en la figura (directamente extraída del artículo de Jerome Adda), se observa que, en el caso concreto de la gripe, cuando cierran los colegios en una región, la prevalencia de la gripe baja sustancialmente durante las cinco semanas siguientes en los niños. Más interesante aún es comprobar que también se observa una reducción significativa de casos entre los adultos e, incluso, en la gente mayor. En conjunto, el efecto es que la prevalencia de la gripe se reduce entre el 20 y 30 %. Aunque no muestro los gráficos, la prevalencia de la gastroenteritis muestra una caída significativa, de alrededor del 10 % entre los niños, durante las tres semanas siguientes al cierre de las escuelas. Y por lo que respecta a la varicela, se observa una reducción del 10 % en la incidencia de la enfermedad en los niños durante las cuatro semanas siguientes al cierre de los colegios.

En el gráfico también se puede ver que el efecto de las huelgas del transporte público es menor y de duración más corta. No obstante, la interrupción del transporte también conlleva una reducción significativa de la prevalencia de la gripe en niños y adultos.

En el artículo se hace también un análisis coste-efectividad y la conclusión es que ese tipo de medidas tan estrictas no son rentables para enfermedades de infección vírica habituales, como las tres estudiadas. Sin embargo, en este video (de menos de tres minutos), el mismo autor nos explica que para el caso de la COVID-19 esas medidas no solo reducen de manera importante la incidencia de la enfermedad sino que, muy probablemente, la eficiencia que tendrán hará que valga la pena el coste y el esfuerzo (es decir, serán coste-efectivas).

Hay 24 comentarios
  • Gracias por el post. Ya sólo por poder escribirlo en tus circunstancias (calcadas a las mías), mereces el aplauso.

    • Muchas gracias por la solidaridad y mucha fuerza!! Seguro que saldremos de esta situación con alguna lección aprendida sobre nosotros mismos y sobre la sociedad en la que vivimos!

  • Molt d'acord Judit Vall. De cara al COVID 20 és important que algú recordi el cost efectivitat de les mesures. Transport públic i escoles són - amb els supermercats - llocs on l'activitat comporta una interacció social intensa i propera i per tant un risc de contagi màxim. Una empresa robotitzada pot ser controlada per poca gent fins i tot des de casa. Idealment ens caldria un indicador que comparés la capacitat de contagi de les empreses amb la seva capacitat de dinamització del PIB. Ara que es parla de renda bàsica, cal recordar que renda sense producció és inflació i dèficit exterior. La reacció davant una epidèmia pot ser més o menys mèdica-intensiva o policial-intensiva depenent de la dotació de recursos. Cadascú fa amb el que té. Ara, tant des del punt de vista del costat oferta com del costat demanda sembla millor una reacció mèdica-intensiva que policial-intensiva. Triplicar la despesa sanitària (desinfectants, guants, màscares, tests, hospitalització de tots els infectats, respiradors) és més barat que aturar l'economia. El paràmetre que compara ambdós valors és el valor de càlcul cost-benefici que es dóna a la vida humana...si aquest valor fos molt alt, la primera mesura a prendre seria tancar els estancs. Estem a la primera fase de la lluita contra l'epidèmia. Després toca esperar la vacuna mentre el virus avança més lentament per la població no inmunitzada. Caldran màscares per tots, test ràpids, cura dels grans i restriccions als viatges. Car i dur.

    • Gracias por el comentario y por tus interesantes aportaciones. La verdad es que, personalmente, me cuesta bastante predecir la evolución de la situación en los próximos meses, así como la reacción de la población en el futuro.

      • Sí, predecir el futuro es difícil. Per la gente que tiene padres y madres en las residencias desea saber cuando volverá a verlas: cuando dispongamos de vacunas? Seria bueno saber si corremos un sprint o la maratón para dosificar esfuerzos y adecuar mentalidades. Además hemos de disponer de las zapatillas o mascarillas adecuadas. En la guerra contra nuestro pequeño y eficaz enemigo y a la espera de una vacuna sólo disponemos de armas defensivas: fortificaciones fijas - home sweet hospital - y armaduras individuales, en este caso mascarillas, desinfectantes guantes y tests de detección. Deseo que llegue pronto el día en que sea tan fácil comprar mascarillas cómo zapatillas nike, tabaco o pampers, desinfectantes cómo vino, tests de detección cómo tests del embarazo, y respiradores cómo desfibriladores. Nos movemos hacia una sociedad aséptica y antiséptica. Cualquier día un Duque de Ahumada crea un cuerpo de la guardia viral. Recordando mis años con el malogrado Antoni Casahuga, creo que las externalidades y los bienes públicos - con covid, cambio climático y seguridad - han pasado a ocupar un lugar central en la economía. El COVID es un fallo del mercado y del sector público.

        • Hola Vicenç, totalmente de acuerdo contigo en que mucha gente lo está pasando muy mal; la lista de personas muy afectadas por esa situación es muy, muy larga. Mi mayor preocupación a medio/largo plazo es asegurar que sacamos conclusiones y lecciones útiles para que, en la próxima pandemia, podamos estar más preparados tanto logísticamente como a nivel de organización y capacidad de reacción para minimizar los efectos negativos (a todos los niveles) de esta situación tan difícil.

  • La evidencia disponible indica claramente que las restricciones a la movilidad son eficaces para salvar vidas, pero no lo es tanto en términos económicos. Supongo que será porque no nos ponemos de acuerdo en el valor de la vida humana. Quizás por eso el New York Time deja de lado el aspecto económico para centrarse en el médico y ofrece un interesante simulador que permite apreciar el efecto sobre la difusión de la epidemia en EEUU de las medidas de restricción de los contactos sociales. https://www.nytimes.com/interactive/2020/03/25/opinion/coronavirus-trump-reopen-america.html?action=click&module=Top%20Stories&pgtype=Homepage

    • El valor de la vida humana utilizado en los estudios coste-beneficio es un tema desagradable propio de la "dismal science". Dentro de la división social del trabajo corresponde a los economistas esgrimirlo. Como a los concejales o a los ministros de hacienda, a los economistas les corresponde el trabajo de comparar valor y coste. Si la sociedad decide - implícita o explicitamente - que la vida humana vale 10 millones o 2 millones de euros entonces hay que pedirle que sea consistente en sus decisiones y que deje de contaminar o de conducir.

      • Creo que los problemas de valoración son más profundos. No solo no nos ponemos de acuerdo en el valor sino que asignamos diferentes valores de forma poco coherente: muertes en el propio país frente a las producidas en el extranjero, jóvenes frente a viejos, ricos frente a pobres. Incluso los recursos que asignamos para salvar una vida varían dependiendo del tipo de muerte: tráfico, atragantamiento, machismo, suicidio, terrorismo... pandemias... Se parece a una especia de bolsa en las que las medidas de prevención de la muerte cotizan diariamente dependiendo de las preocupaciones sociales de cada momento.

        • Totalmente de acuerdo. El valor de la vida humana es un parámetro clave en la evaluación de proyectos y políticas. Pero en una democracia es el pueblo quien lo decide sujeto a sus cambios de opinión. Dimensionar un sistema sanitario a medida de las epidemias es imposible, aunque según se sea cigarra u hormiga el margen de capacidad redundante por motivos de precaución será distinto.

  • Muy interesante. En el cido Adda habla sobre la estacionalidad como un de los factores que acabarán mitigando la epidemia en verano. ¿Cómo lo trata en el paper, sobre todo al coincidir con las vaciones (su control para el alejamiento social)? Es relevante?
    saludos

    • Gracias por tu comentario Jordi. En el paper Adda utiliza el cierre de los colegios por vacaciones escolares para identificar los efectos del distanciamento social. En Francia los colegios tienen vacaciones cinco veces al año y, además, las semanas exactas de vacaciones son diferentes entre regiones. Por lo tanto, utiliza esas diferencias para ver la efectividad del cierre de los colegios en una época más o menos cercana al verano.

  • Aunque no me he leído con detalle el artículo de Adda me da la impresión de que sus resultados no son del todo aplicables a la situación actual al considerar enfermedades endémicas en lugar de una nueva, como es el caso.
    Los resultados que obtiene son claros y lineales, pero si no se erradica completamente la epidemia del país la contención social puede suponer un aumento de los contagios en el otoño. La simulación del NYT ilustra este punto. Con una contención de 50 días la segunda vuelta llega a superar los casos iniciales. Este efecto no lineal se hace todavía más enrevesado si se consideran posibilidades de contagio procedentes de otros países con epidemias activas. Desde el punto de vista económico no creo que sea posible determinar cual es la decisión óptima que minimice los costes económicos del coronavirus. Por ello creo que lo mejor es centrarnos es salvar vidas y ya veremos...

    • Gracias por tu comentario. Estoy totalmente de acuerdo que los resultados del paper de Adda no se puede aplicar al 100% al caso actual. La gripe estacional tiene unas características diferentes de las del COVID-19 y, en ningún caso, mi intención es la de poner las dos situaciones al mismo nivel. De todas maneras, me parecía interesante explicar los resultados de este artículo que ha tenido un impacto importante y que está publicado en una de las mejores revistas en economía porque creo que sirve para aportar evidencia de que las medidas que fomentan el aislamiento social pueden ser útiles en la contención de la epidemia a corto plazo.

  • Muy interesante el artículo! Yo estoy en situación idéntica, y le he dado bastantes vueltas al asunto.
    Creo que es importante remarcar un aspecto del confinamiento, aunque no sea económico. En España, los niños tienen prohibido salir, mientras que en otros países sí pueden hacer uso de la calle con restricciones. Creo que somos el único país del mundo en el que el confinamiento de los niños es total. Es un matiz importante.
    Esto me lleva a pensar que, en España, está claro a quién damos la prioridad, y no es a los niños.

    • Gracias por tu comentario. Estoy totalmente de acuerdo contigo. Creo que se podían haber planteado estrategias para dar la opción a los niños de salir de casa (sin tener contacto con otros niños ni con adultos) sujeto a ciertas normas que permitan evitar al máximo los contagios.

    • Para ser precisos, el mejor procedimiento para detener el contagio del COVID-19 es encontrar la vacuna para tener inmunidad comunitaria.

      • También es importante definir infectados. ¿Que han contactado con el virus? ¿Que tienen anticuerpos? ¿Que han tenido síntomas? Si vamos a la definición mas amplia (contactados) es posible que tengamos a un % mayoritario de Españoles. El tema vacuna también es discutible. Si todos contactamos y todos nos inmunizamos y el virus no muta, la vacuna no es necesaria. Fijaros que estamos siempre con dos prejuicios: virus muy agresivo y no hay que exponerse a el bajo ningún concepto porque no desarrollamos inmunidad. Prejuicios fruto del miedo generalizado.

        • Algunos países, como Holanda o Suecia, han optado por una estrategia diferente a la española: la de no imponer restricciones de mobilidad para fomentar la inmunización comunitaria de la población de manera controlada. Supongo que con el tiempo veremos los efectos de las diferentes estrategias adoptadas por los distintos países.

  • Cada virus es diferente y cada intervención social (confinamiento por ejemplo) hay que recordar como y cuando se aplicó. Equiparar gripe con coronavirus es ya un punto de partida discutible ya que el coronavirus es mucho mas contagioso que la gripe. Por ello muy probablemente las medidas de confinamiento que podamos tomar, muy posiblemente ya no lleguen a tiempo porque el virus ya ha difundido. También es un virus menos mortal que el de la gripe. Menos agresivo. La mortalidad se puede medir de varias maneras, pero la mas entendible es: fallecidos / contactados por el virus. Si el virus contacta con todos los Españoles y mueren 20 mil, la mortalidad es del 0,04%. Menos que la gripe.

    • Gracias por el comentario. Como yo lo veo, el problema principal es saber el número real de infectados. Sin una valoración acurada del número de infectados (que ahora mismo no tenemos) es muy difícil calcular la mortalidad...

      • Correcto, no sabemos contactados por el virus ni inmunizados reales, a partir de ahi todo los demás cálculos hacen una aportacion muy pequeña.

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