En la entrada de hoy quiero centrarme en un artículo publicado recientemente en el Journal of Health Economics que muestra los efectos que tiene sobre la salud vivir en una determinada zona horaria. En concreto, los autores revelan que en las zonas donde el Sol se pone más tarde la gente tiene más problemas de salud. En este blog hemos hablado del tema de las zonas horarias con anterioridad: aquí, Marcos Vera trata el efecto sobre el rendimiento escolar; aquí, José María-Fernández-Crehuet nos cuenta los efectos en España del cambio de hora; aquí, Pablo Gracias aborda el efecto de los horarios sobre el tiempo familiar; y aquí, Libertad González y Daniel Hamermesh se centra en los horarios españoles.
Siempre me ha impresionado la gente que trabaja de noche. Cuando compro un billete de avión que sale a las 6 o las 7 de la mañana y tengo que levantarme a las 4 o las 5, me es imposible dormir más de 6 horas porque no consigo meterme en la cama antes de las 11 de la noche. Conozco personas que llevan bien lo de dormir 6 horas, pero, en general, resulta muy complicado mantener la atención durante todo el día después de dormir menos de 7 u 8 horas.
Por otra parte, si miramos a nuestro alrededor, veremos que hay mucha gente que trabaja en turnos alternos de mañana, tarde y noche, de manera que van cambiando el turno cada semana. Asimismo, son bastantes los que trabajan siempre de noche y duermen de día. La gente que conozco que trabaja de noche asegura que puedes entrenar el cuerpo; además, dicen que el turno de noche tiene la ventaja de que el salario es mayor, como es lógico, y también se gana en tranquilidad durante el trabajo, ya que la mayoría de las personas estamos durmiendo.
En la bibliografía, esa disociación entre el ritmo circadiano y el horario social o laboral se conoce como social jetlag. Existen varios artículos que muestran de manera descriptiva los efectos negativos sobre la salud que tiene vivir contradiciendo ese ciclo horario natural a cambio de incentivos económicos o sociales. Desde un punto de vista biológico, los humanos (como la mayoría de los animales) respondemos a la luz solar, ya que es un factor determinante en la regulación del ritmo biológico. ¿De qué manera? Cuando se hace de noche en el organismo se estimula la producción de determinadas hormonas, entre ellas la melatonina, que es una facilitadora del sueño.
Así, es fácil predecir que pueden existir efectos negativos sobre la salud si, como resultado de los horarios forzados que no siguen el ritmo de la luz solar, se altera en el organismo el ritmo biológico natural y, en consecuencia, se desincroniza la segregación de algunas hormonas. También hay pruebas en la bibliografía médica de que esas alteraciones de los horarios naturales afectan a otras hormonas además de la melatonina, como algunas relacionadas con el estrés, el metabolismo y los procesos inflamatorios.
El artículo de Osea Giuntella y Fabrizio Mazzonna se centra en el caso de los Estados Unidos y utiliza la diferencia de una hora entre condados colindantes para evaluar los efectos de la zona horaria sobre la salud. En particular, en los condados a la derecha (este) de cada frontera horaria, el Sol sale y se pone una hora más tarde que en los condados a la izquierda (oeste) de ella (figura 1).
Figura 1. Zonas horarias de Estados Unidos (USGS)
Para identificar los efectos que quieren detectar, los autores analizan condados colindantes pero con zona horaria diferente. Así, si nos fijamos en una de las cuatro fronteras horarias, en los condados a la derecha de ella, el Sol se pone una hora más tarde que en los condados colindantes situados a la izquierda. A pesar de ello, los horarios escolares y laborales son los mismos en dos condados vecinos ubicados en distinta zona horaria.
Utilizando una metodología de regresión discontinua para comparar condados situados a uno y otro lado de la frontera horaria, los autores muestran que los trabajadores que viven a la derecha del cambio horario duermen, de media, 19 minutos menos cada día que los trabajadores que viven a la izquierda de esa frontera. Además, tienen mayor probabilidad de dormir menos de 6 horas diarias y menor probabilidad de dormir, al menos, 8 horas cada día. Ese efecto es mayor para las personas que tienen hijos en edad escolar, así como para los trabajadores cuyo horario laboral empieza a primera hora de la mañana.
Los médicos recomiendan dormir entre 7 y 8 horas diarias y que la calidad del sueño sea buena (es decir, sin interrupciones) para recuperar las energías y mantener la atención y la concentración durante el día; además, la falta de sueño o que este no sea de calidad son factores asociados a diversos trastornos de salud. Con esa premisa, los autores utilizan la misma estrategia de identificación para evaluar si el hecho de que en los condados a la derecha de la frontera horaria duerman menos horas también se traduce en más problemas de salud.
Efectivamente, su trabajo muestra que son mayores el riesgo de obesidad y de sobrepeso, la probabilidad de padecer diabetes, la prevalencia de las enfermedades cardiovasculares y la probabilidad de contraer algunos tipos de cáncer (como el de mama).
Aparte de las alteraciones hormonales que he comentado, los autores también aportan pruebas de ciertos cambios conductuales que pueden explicar, en parte, los resultados del trabajo. Por ejemplo, muestran como las personas que viven a la derecha del cambio de zona horaria, que duermen menos porque se acuestan más tarde, presentan patrones diferentes de comida: cenan más tarde y su probabilidad de cenar en un restaurante es mayor; y los dos rasgos están asociados a la ingesta de más calorías, que, como todos sabemos, por la noche son más difíciles de quemar.
Los autores acaban calculando una estimación de los costes sanitarios y de productividad que suponen los efectos analizados. El aumento en costes sanitarios derivado del deterioro de la salud asciende a 2 billones de dólares y la pérdida de productividad se estima en 4,40 millones de días trabajados.
Ciertamente, estos resultados me parecen muy importantes. Tengo la impresión de que en las sociedades avanzadas, como la nuestra, se pone mucho énfasis en la nutrición, el ejercicio físico y la reducción o eliminación del tabaco y el alcohol (que son, en efecto, patrones de conducta muy importantes para la salud), pero no se hace bastante hincapié en la importancia de dormir lo suficiente. En mi caso, cuando me paro un momento a pensarlo, me doy cuenta de que es uno de los factores que más determinan mi productividad al día siguiente. Y, si tiene un impacto tan grande sobre la productividad, no sería extraño que también tenga un efecto sustancial sobre la salud.
Hay 8 comentarios
Hola, Judit. Me ha encantado el artículo. En parte me veo reflejado en él, pues suelo tener noches en las que no duermo, realizando una actividad cognitiva exigente. Las ventajas que esto tiene frente al día, es que nadie te suele molestar de noche, mientras que de día es más difícil conciliar concentración frente a las inoportunas interrupciones de nuestro medio ambiente. Lo negativo, es que durante el día me siento malhumorado, iracundo y ciertamente el cuerpo lo nota. Ya que descansa muy poco y esto afecta a la regulación bioquímica del organismo vinculado al ritmo biológico. Coincido contigo, en que es un aspecto poco valorado, pero muy relevante si queremos llevar un equilibrio en nuestra vida cotidiana.
Muchas gracias por tu comentario Jordi.
Hola Judit, me ha encantado tu entrada. Coincido en que la falta de sueño es un problema de salud pública (o incluso social) del que apenas se habla y que afecta a una infinidad de aspectos de nuestras vidas (a nuestra salud, capacidad de aprendizaje, productividad, etc.). En su libro (Why we sleep), Matthew Walker describe cómo los horarios escolares tempranos en USA perjudican más a los niños de entornos desfavorecidos, que tienen que coger un bus escolar que sale muy temprano para ir al cole, mientras que a los niños de entornos más favorecidos los suelen llevar sus padres en coche. Los segundo duermen más, lo que favorece su capacidad de aprendizaje y termina por aumentar un poco más las desigualdades entre ambos grupos (a lo largo de sus ciclos vitales).
Hola Manuel,
Gracias por tu comentario y por la referencia del libro, lo voy a mirar.
Judit, gracias por su post. No soy lector habitual del Jo. Health Economics pero encuentro artículos del JHE en que se los autores prueban que X tiene efectos negativos sobre la salud de personas expuestas a X. Por ejemplo, recién encuentro mención de
https://www.sciencedirect.com/science/article/abs/pii/S0167629619301237
(un borrador gratis del artículo
https://www.iza.org/publications/dp/11720/when-the-market-drives-you-crazy-stock-market-returns-and-fatal-car-accidents )
Supongo que hay otros artículos y que el número de Xs relevantes es alto, pero desconocido. Me pregunto entonces si ya existen "meta-análisis" que puedan servir para plantear el análisis conjunto de las Xs relevantes.
Soy viejo y me doy cuenta que mi salud --buena pero no tan buena como 20 años atrás-- requiere prestar atención a muchos factores (uno es el sueño, más por calidad que por cantidad ya que siempre he dormido pocas horas). Por supuesto, controlo solo unos pocos de esos factores aunque sí puedo controlar mi exposición a la mayoría de ellos.
Las investigaciones publicadas en JHE a veces apuntan a que los gobiernos deben asumir el control de los factores que determinan nuestra salud. No faltará el abogado que lo justifique por referencia a nuestro derecho a la integridad física y psíquica.. Pero hoy la amenaza de una gran epidemia nos recuerda los muchos fracasos de los gobiernos, algo que no debe olvidarse cuando se recurre a la coerción legítima para "salvarnos".
Hola Enrique, gracias por el comentario y la referencia.
Lo que planteas en tu comentario es un debate muy interesante pero creo que es más relevante desde el punto de vista de la política y la filosofía. Personalmente, yo creo que los gobiernos deberían asegurar la cobertura sanitaria a toda la población por temas de salud pública y para evitar contagios y complicaciones posteriores. Los costes sobre el sistema de salud público son menores si se trabaja en la prevención y atención sanitaria temprana que si se deben gestionar las consecuencias de la falta de atención sanitaria a través del sistema de emergencias (que normalmente tiene un coste mucho mayor). De todas maneras, hay muchos elementos que complican este debate y sus conclusiones.
Judit, nuestras vidas están expuestas a miles de factores que pueden afectar nuestra salud. Nadie --mucho menos políticos y gobernantes responsables de varios miles de esos factores (revise la historia de España para aclarar dudas sobre la magnitud de las muertes causadas por sus gobernantes en los últimos 500 años, hasta hoy día)-- puede tomar medidas preventivas OBVIAS para reducir nuestra exposición a esos factores. En el mejor de los casos, y no necesariamente a través de políticos y gobernantes, podemos intentar persuadir a otros que no hagan idioteces y estupideces a partir de lo poco que sabemos (sí, todavía sabemos poco sobre cómo prevenir muchas cosas que podrían perjudicar nuestra salud).
No se olvide que los sistemas sanitarios han sido construidos para curar no para prevenir. Si usted lee trabajos viejos sobre análisis económico de los riesgos verá la importancia de distinguir entre prevenir (reducir la probabilidad de un siniestro), curar o auto-asegurar (reducir las consecuencias de un siniestro probable), y asegurar (redistribuir las consecuencias de un siniestro probable entre víctimas y otros).
No se puede ignorar la política y el gobierno porque influyen en la satisfacción de todas nuestras demandas. Los economistas que ignoran la política y el gobierno están equivocados: ni pueden explicar la historia, ni pueden ejercer como ingenieros sociales.
Hola Enrique,
Estoy de acuerdo en que no se puede ignorar la política y el gobierno cuando hacemos nuestros estudios de investigación. Precisamente por esta razón a mi me gusta evaluar el impacto de las políticas públicas ya que creo que puede tener un impacto potencialmente alto en la sociedad.
Judit
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