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COVID en el mundo

Hoy empezamos una serie de entradas sobre el impacto de la pandemia en diferentes países. Nuestro objetivo es dar a conocer la situación objetiva y subjetiva de la pandemia (gestión, incidencia, retos, etc…) en otros lugares, para poder sacar lecciones sobre los elementos que se pueden/deben mejorar en la gestión de la pandemia en nuestro entorno.

Cada entrada será redactada por una persona residente en el país en cuestión y con los conocimientos suficientes para aportar esa información objetiva y subjetiva. Nuestra previsión es poder publicar una/dos entradas de esta serie cada mes. Antes de dar paso al experto nacional, las entradas tendrán una introducción con un gráfico sobre incidencia y otro sobre mortalidad (en el país y en España) preparados por Judit Vall (en representación de los editores de Nada es Gratis).

En esta primera entrada que publicamos hoy el país es el Reino Unido que, como se puede observar en el gráfico 1, ha tenido un aumento generalizado en el número de contagios (así como en el número de muertos por COVID, gráfico 2) en esta última ola. Se encarga de aportar luz sobre las razones de la evolución del virus en este país Joan Costa Font, que es un experto en economía de la salud y trabaja como profesor e investigador en el departamento de Health Policy de la London School of Economics and Political Science. Gracias por participar en esta iniciativa Joan.

Gráfico 1. Número de casos nuevos diarios en España (azul) y en el Reino Unido (amarillo) por cada 100.000 habitantes. Fuente: Organización Mundial de la Salud.

Gráfico 2. Número de muertes diarias en España (azul) y en el Reino Unido (amarillo) por cada 100.000 habitantes. Fuente: Organización Mundial de la Salud.

 


Reino Unido bajo la Pandemia: ‘reacción tardía, vacunación acelerada’

Joan Costa Font, London School of Economics and Political Science (LSE).

El coronavirus ha afectado duramente al Reino Unido. Actualmente el país registra más de 3 millones de casos y 120.000 muertes relacionadas. En parte, estos malos resultados se deben a que, al comienzo de la pandemia en marzo, respondió demasiado tarde a los retos sanitarios. El país siguió abierto a vuelos internacionales aun cuando era obvio que no era sostenible, como ya avanzaba la OMS. Casi nadie duda que en las primeras oleadas de la pandemia, el gobierno de Boris Johnson se caracterizó por la indecisión, siempre bajo el paraguas de comités de expertos, y respondiendo a los anuncios de los gobiernos de Gales y Escocia. En cambio, esta última oleada, el gobierno ha mostrado un mayor liderazgo, especialmente con el acceso a la vacuna como baza.

Empezando con mal pie. Al principio de la pandemia, el Reino unido fue ‘víctima de sí misma’, ya que ni siquiera los hospitales y residencias contaban con material de protección suficiente, entre otras razones, porque las medidas de austeridad de pocos años atrás se habían centrado en reducir sus presupuestos significativamente. Esta situación no fue tan crítica en Gales y Escocia donde la austeridad fue menos intensa. Pero el uso de máscaras y material de protección fue tan lento, que no era de facto requerido en la práctica en la mayoría de los comercios del país hasta casi verano. Eso sí, fue necesario un confinamiento nacional, junto con el cierre de escuelas para reducir el número de casos y la presión asistencial en los hospitales.

En muy poco tiempo, los pubs, cafeterías y restaurantes cerraron o pasaron a servir a domicilio, y las escuelas se cerraron desde el 23 de marzo hasta septiembre, en muchos casos sin ningún plan para afrontar las necesidades educativas de los alumnos, cosa que aumentó las desigualdades en educación . El transporte público siguió sin garantizar distancias de seguridad (el metro de Londres en hora punta estaba a rebosar), a pesar de ser uno de los focos de transmisión. A diferencia de otros países como Alemania, el Reino Unido no se caracterizó por hacer pruebas y detectar a los contagiados. De hecho, en marzo y abril, había relativamente pocas pruebas disponibles y se administraron solo a personas con síntomas graves, principalmente en hospitales. En cambio, la mayoría de las personas con síntomas más leves no fueron evaluadas, por lo que estos casos no se registraron.

La forma de afrontar la pandemia en el Reino Unido ha sido muy característica de una cultura más liberal, donde a diferencia de España, la policía no ha tenido un papel clave en la implementación de las medidas de contención de la movilidad, que se han dejado en manos de la población. Pero la confianza en la población explica que, ni siquiera la principal asesora del gobierno de Escocia, el ‘epidemiólogo de cabecera’ y el principal asesor de Boris Johnson, siguieran sus propias recomendaciones, y acabaran dimitiendo al ser descubiertos por periodistas. La parte buena fue la reacción popular para proteger el NHS, de hecho, la campaña de comunicación ‘stay at home, save the NHS’ y los aplausos del jueves por la tarde, ha sido efectivos para crear una narrativa para concienciar a la población. Otra externalidad positiva fueron las mejoras de estilos vida.

Quizás el principal acierto del gobierno en este periodo fue el diseño del sistema de ayudas públicas, ya que el efecto financiero sobre las familias ha sido menos crítico gracias a la combinación del mantenimiento del subsidio básico de vida, también llamado universal credit (y el de vivienda), así como el plan de retención de empleo por coronavirus (furlough). Ello ha permitido que se hayan protegido los ingresos en la parte inferior de la distribución de renta, que se estima serian un 10% menores que sin dicha intervención.

Reacción estratégica en las olas posteriores. Durante el verano, empezaron a tomarse algunas medias más estratégicas, si bien políticamente controvertidas. Entre ellas, el sistema de zonas (tier) a través del que se discriminaba a unos territorios en base a la gravedad de la pandemia, aunque la cierta arbitrariedad de estas decisiones dio lugar a algún que otro conflicto político. Por ejemplo, la situación fue utilizada para dar visibilidad al alcalde laborista de Manchester, que pedía más recursos y medidas más restrictivas. Cabe decir que se aprendió de los errores de la primera ola, y desde el verano han aumentado los centros en los que realizar tests, con un acceso fácil. Se ha puesto en práctica el seguimiento de los clientes de establecimientos públicos (‘track and trace’), que permitía identificar a los individuos con riesgo de infección. La parte menos exitosa ha sido la débil inspección de las cuarentenas a viajeros internacionales, ya que tan solo un pequeño porcentaje ha recibido una llamada, que se limita preguntar si uno piensa confinarse durante 10 días (a ver quién es el tonto que dice que ‘no’). Ello explicaría en parte el repunte en la tercera ola.

Aunque las escuelas abrieron de nuevo en el último trimestre del año, se acabaron cerrando después de navidad y, a día de hoy, aún no han abierto. Eso sí, a diferencia de la primera ola, esta vez las escuelas han mostrado una mayor preparación. Al final se decretó otro confinamiento nacional, pero al contrario que la primera ola, no ha comportado una mejora de los estilos de vida.

Vacunación como pieza clave. El gobierno ha jugado estratégicamente la carta de la vacunación, desmarcándose de la compra conjunta con la Unión Europea (y con ello pagando un mayor precio), apostando por vacunas desarrolladas en el Reino Unido. Gracias a ello, hoy el Reino Unido se puede plantear ofrecer a casi la mitad de la población una primera dosis de la vacuna a mediados de abril. Esto significa vacunar a todas las personas mayores de 50 años para esa fecha. De hecho, el gobierno ya alcanzó con éxito su objetivo de ofrecer la primera dosis de vacuna a todas las personas de los grupos prioritarios principales a mediados de febrero, y todo indica que las primeras vacunas han reducido las admisiones hospitalarias en un 90%

Gracias al éxito del plan de vacunación, el gobierno ha planificado un plan progresivo a través del que se alivian progresivamente las restricciones en cuatro etapas. Este plan empieza con la reapertura de todas las escuelas el 8 de marzo y, se relaja el límite de interacción social a dos familias o un grupo de seis para reuniones al aire libre (primera etapa). Se reanudan los clubes deportivos con actividades escolares al aire libre; el tenis y el baloncesto se reanudarán a partir del 29 de marzo cuando empiezan las vacaciones de semana santa (segunda etapa), y se permitirá la movilidad más allá de las áreas locales. Mas tarde, en abril se permitirá la reapertura del comercio no esencial, bares y restaurantes al aire libre (tercera etapa), y en mayo la de eventos deportivos y musicales junto con pruebas masivas (cuarta etapa). Eso sí, no sin la protesta varios parlamentarios conservadores, que han instado al gobierno a ir mucho más rápido en el levantamiento de las restricciones. Si bien el laborismo y los nacionalistas escoceses, en la oposición, presionan para que el gobierno no vaya demasiado rápido; lo que sitúa al gobierno en una posición moderada. Esta vez, las críticas se han reducido, especialmente dentro del partido conservador.

Y, finalmente no debemos olvidar que el efecto de la pandemia esconde el efecto de otra crisis, la que hubiera supuesto el Brexit sin la pandemia. Sabemos que el Brexit ha sido un shock adicional en la economía, que afecta de forma especial a la sanidad dada la falta de recursos humanos. Todo apunta a que el gobierno espera poder enmascarar algunos de los perjuicios económicos del Brexit (una crisis autoprovocada) con los de la pandemia (una crisis sobrevenida), aunque esto merece otra entrada.