¿Y si la desinformación sobre el coronavirus en España afectara al turismo?

Por Juan Luis Jiménez

La gestión de los datos de la pandemia del coronavirus en España ha tenido, cuando mínimo y siendo muy benevolente, amplias lagunas. Como nos explicaron detalladamente Boscá, Domenech y Ferri, la información oficial que ha servido para monitorizar la evolución de la epidemia causada por el SARS-CoV-19 en España “ha sido un proceso errático que ha devenido en algo indescifrable”.

Los ecos de la incorrecta gestión trascienden las fronteras nacionales. La OCDE publicó información en twitter sin incluir datos de España, el día 04 de mayo de 2020 (aquí el informe). Y, por si hay dudas, recordemos que España es miembro de la OCDE desde su creación, allá por los años 60 del siglo pasado…

En junio de 2020, una noticia del periódico británico Financial Times fue más “contundente”, ya que recogió ampliamente las críticas a las dudas en la calidad de los datos de España; y no solo en la propia noticia, sino en un muy ilustrativo hilo en twitter de John-Burn Murdoch, resumiendo la situación: caos y falsedad en la información. En España, estos problemas los ha resaltado Kiko Llaneras.

En este contexto, cabe una pregunta: ¿qué efectos tiene la desinformación que genera la mala calidad de los datos sobre contagiados y fallecidos durante esta pandemia? A priori se nos ocurren tres consecuencias directas: la primera, como apuntaban Boscá, Domenech y Ferri, es que los datos son necesarios, no solo para evaluar lo sucedido, sino lo que es más relevante, para prevenir el potencial problema futuro. Solo por ello se justifica su importancia.

En segundo lugar, la desinformación genera dudas en la sociedad y aumenta la crispación por la falta de transparencia exhibida, precisamente en un momento donde más se requiere.

Y en último lugar, por las posibles consecuencias económicas sobre nuestro propio país. ¿Cómo? A través de la principal relación económica de España con el exterior: el turismo.

La confianza

En las últimas semanas diferentes agentes económicos repiten que la clave fundamental para los mercados turísticos tras el COVID-19 es la confianza de los consumidores en toda la industria turística (transportes, alojamiento, restauración, etc.). De hecho, en junio 2020, la propia Ministra de Industria, Comercio y Turismo lo confirma al explicar que “rebrotes o pasos atrás serían fatales para la imagen de España” y, por tanto, para el turismo.

Pero, ¿cómo podemos saber que la clave es la confianza, si esta es la primera vez que nos enfrentamos a una situación de estas características? Por situaciones de catástrofe similares como, por ejemplo, graves actos terroristas. Veamos tres casos de los que extraer alguna lección.

En general, existe una amplia literatura que analiza cómo este tipo de actos revisten negativamente en el turismo. Voltes-Dorta et al (2016) realizan una revisión de dicha literatura y muestran el efecto positivo en el número de turistas llegados al País Vasco tras el anuncio del cese de la violencia por parte de la banda terrorista ETA.

¿Qué papel juegan los medios de comunicación en esta relación? Besley, Fetzer y Mueller (2019) estudian la relación entre la diseminación de los actos terroristas por los periódicos y el gasto turístico. Los autores analizaron las noticias que sobre actos violentos en Egipto, Israel, Marruecos, Túnez y Turquía como destino, se publicaron en periódicos de 57 países emisores de turismo en el periodo 2009-2016. Las estimaciones documentan una relación robusta entre el cambio en el tipo de noticias que se emiten sobre el país de destino, así como la intensidad en la que la prensa cubre la violencia, con una caída en las visitas y el gasto turístico. En concreto, el efecto es importante: cambiar noticias de tópicos del país a mayoritariamente noticias sobre violencia, reduce el gasto turístico un 56% al mes siguiente. Y este efecto, aunque se reduce, no desaparece hasta nueve meses después (aquí un resumen del trabajo).

¿Y cómo afectan los niveles de percepción de la seguridad sobre el turismo? En este caso el trabajo de Fourie, Roselló-Nadal y Santana-Gallego (2020) aporta argumentos extrapolables. Estos autores definen un modelo gravitacional para estimar los flujos internacionales de turistas entre países, pero centrándose en la inestabilidad que generan las amenazas terroristas, crímenes o corrupción generalizada sobre dichos flujos. Con 171 pares de países en el periodo 1995-2016, su resultado es relevante y con posibilidad de inferir a la situación actual: los turistas prefieren viajar a aquellos países que muestren similares niveles de seguridad que su país de origen.

Las consecuencias y las políticas

¿Cuál es la moraleja? Si estos resultados de Besley et al (2019) y Fourie et al (2020) tienen su extensión hacia la situación actual, la secuencia de efectos es inmediata. Al tener una mala calidad de los datos en España, y así lo ha recogido la prensa internacional abiertamente, ello habrá aumentado la incertidumbre y negativa percepción por parte de los extranjeros acerca de la situación de los contagios durante y tras el coronavirus. De esta forma, si en los mercados de origen de los turistas han realizado gestiones más transparentes que la de España, los incentivos a viajar a una zona menos segura serán menores (piense en las reticencias de Alemania para permitir viajar a España y en la amenaza de no rescatar a quienes se contagien en el extranjero).

Entonces, ¿qué podemos hacer para incentivar el turismo? En general hay dos políticas que parecen se desean poner en marcha: las tradicionales apuestan por realizar campañas promocionales o, incluso, generar incentivos económicos para los turistas, como los bonos de 500€ para alojarse en hoteles ofrecidos en Italia. Pero en situación de crisis económica, ni parecen adecuadas ni necesariamente incentivadoras.

Otras apuestan por la confianza. En el transporte, la ICAO emite informe sobre el riesgo en las operaciones aéreas debido al coronavirus, y fabricantes como Airbus, explican por qué es seguro viajar en avión.

Algunos destinos han ido también por esta, en nuestra modesta opinión, acertada línea. Así, Canarias será el destino del primer vuelo piloto con pasajeros monitorizados por una aplicación sanitaria segura, según informó la Organización Mundial del Turismo a la Consejera de Turismo del Gobierno de Canarias (aquí la noticia de EuropaPress); y lanzará en junio una app de rastreo, utilizando el Archipiélago como región piloto.

Madeira e Islandia, reabrirán sus fronteras en verano ofreciendo garantías a través de tests gratuitos para todos los turistas, aunque la región portuguesa ha solicitado también junto a Canarias que se realicen test en origen a los pasajeros.

En resumen: la transparencia en los datos sobre la pandemia no es un lujo, sino una necesidad. Su ausencia o errores graves en la gestión generan incertidumbre, que pueden volverse contra quienes los gestionan mal. Y en España, el turismo puede ser su principal coste. Ahora, retomar la confianza supondrá un esfuerzo aún mayor que si las cosas se hubieran hecho bien. Como siempre, nada es gratis.

Hay 6 comentarios
  • Se corrobora la idea constatada de que la falta de transparencia fomenta la desconfianza. Creo que esto es ampliamente conocido. Quizá la diferencia la marque el concepto de transparencia que tiene, en este caso, el gobierno.

  • Ignora al ENE-COVID 19 que es el mayor esfuerzo para estimar la poblacion contagiada. Estimar esta poblacion , habida cuenta el porcentaje de asintomáticos la , es clave para poder estimar la tasa de letalidad real que la COVID-19 ha tenido en nuestro pais. Y evaluar esta tasa sera clave en la imagen externa de seguridad o inseguridad que proyectemos.

    • Estimado/a FGP,
      todas las medidas que se están planteando con el objetivo de de mejorar la calidad de la información y reducir los contagios, redundarán positivamente en la lucha contra la pandemia y en la imagen exterior. Luego solo será un camino de transparencia en la información para mostrar el trabajo realizado (y los errores cometidos, si los hubiera).

      Un saludo
      Juan Luis Jiménez

      • Totalmente de acuerdo , solo señalaba que el ENE-COVID 19 va en ese sentido y debemos resaltarlo

  • No es que falte información de calidad, es que la información que se suministra es claramente falsa. Esto provoca una desconfianza sobre el emisor de la información, que es el mismo que el del responsable de la gestión de la pandemia.

    ¿Se irían ustedes de vacaciones a un país que dice que no está aumentando el número de fallecidos cuando les consta (por ejemplo por cifras de las CCAA o por simple sentido común) que hay fallecidos?

    Saludos

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