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Los inmigrantes nos roban los empleos (o no)

Por Juan Luis Jiménez

Si Vd. ha comenzado a leer este post porque le ha agradado el título, por favor le ruego encarecidamente que continúe leyendo. Si Vd. accede porque le ha enervado, la lectura de esta entrada es altamente recomendable. Se trata de una afirmación recurrente en el debate público y político, probablemente con mayor frecuencia en periodos de contracción económica. Pero, ¿es cierta?.

La evidencia empírica sobre los efectos de la inmigración, la regularización de inmigrantes y la integración laboral de los mismos, ha sido ampliamente analizada en Nada es Gratis (por Monras y Vazquez-Grenno, Ferreira o Beltrán, entre otros). En general, estos efectos de la inmigración son positivos o, al menos, no-negativos (véase una panorámica en De la Rica, 2017).

A continuación, repaso algunos episodios que lo corroboran y señalo algunas experiencias en relación con la comunicación a la opinión pública de las consecuencias de la inmigración.

El origen

La idea de que el empleo está disponible en una cantidad fija resurge de forma regular, principalmente en periodos de recesión o crisis económica, auspiciado incluso por algunos partidos políticos que tratan de sacar rédito electoral de ella. Según Tirole (en su libro “La Economía del Bien Común”), este idea se remonta a Thomas Malthus. A comienzos del siglo XIX, la tierra era un bien escaso y relativamente fijo y, por tanto, el trabajo de la tierra también lo era. Con esta premisa, cuanto mayor fuera la población, peor el reparto de la tierra y del trabajo. Pero en economías modernas no solo se utiliza ese factor: maquinarias, ordenadores, etc, no suelen existir en cantidades limitadas, al menos en el medio y largo plazo. Por ello, la idea que la cantidad de trabajo es fija no se sustenta actualmente, donde la dependencia de la “tierra” es menor (véase este reciente resumen de Wolla).

Caso 1: El huracán Mariel

Resulta obligatorio comenzar por el trabajo pionero en esta materia, el muy ilustrativo artículo de David Card (1990). El autor analiza un hecho histórico sucedido en las siempre difíciles relaciones Cuba-EEUU.

En 1980 se produjo la crisis migratoria del puerto del Mariel, en Cuba, en la que unos 125.000 residentes cubanos huyeron hacia la ciudad de Miami entre abril y octubre de ese año. La mayoría de ellos, trabajadores de baja cualificación, permanecieron en la ciudad y supusieron un impacto relevante en el volumen de mano de obra disponible.

Si la cantidad de trabajo fuera fija, los efectos en el mercado laboral de la relativamente pequeña ciudad de Miami en 1980 hubieran sido graves. Pero los resultados no sustentan esta tesis. A pesar de aumentar la fuerza laboral un 7%, Card muestra que este shock no tuvo impacto sobre la tasa de desempleo ni sobre los salarios de la población que podría competir en el mercado laboral con los exiliados cubanos.

De hecho, ese aumento de población incrementó el empleo, en este caso a través de una serie de inversiones en el sector textil, que absorbieron los trabajadores necesarios.

Caso 2: El huracán Maria.

En un artículo más reciente, Peri et al (2020) analizan qué sucedió cuando el huracán Maria (septiembre de 2017), devastó la isla de Puerto Rico (EEUU) y se produjo un flujo migratorio hacia la ciudad de Orlando (EEUU).

Al igual que en el caso del Mariel, esto supone un shock relevante en la ciudad de destino. Mediante un análisis de control sintético (synthetic control), los autores concluyen que este aumento en la población de Orlando supuso que:

1. El empleo total aumentara un 0,4%
2. El empleo en el sector minorista se incrementara un 1%.
3. Los salarios en el sector servicios (concretamente en restauración), aumentaron un 1,4%.
4. En el sector de la construcción, que absorbió buena parte del aumento de oferta laboral, hubo una modesta reducción salarial para los nativos.

En definitiva: la llegada inesperada de esa inmigración no se tradujo en un aumento del desempleo ni empeoramiento de la vida de los residentes (e inmigrantes).

Caso 3: Inmigrantes emprendedores.

Los dos casos anteriores muestran que la inmigración puede expandir no solo la oferta de trabajo, sino el propio mercado de trabajo, y la economía en su conjunto. Pero los inmigrantes también pueden convertirse en emprendedores, y es lo que analizan Azoulay et al (2020).

Con datos de Estados Unidos entre 2005 y 2010, muestran que los inmigrantes emprenden un 80% más que las personas nativas, creando además más empleo (en torno al 42%), con salarios mayores (sobre el 0,7% más) e incluso un mayor número de patentes (en torno al 35%).

Por otra parte, si la imagen de que la inmigración es de baja cualificación y salarios, no hay que perder de vista que esto no necesariamente es así: Advani et al (2020) señalan que, en Reino Unido, la población inmigrante se encuentra sobrerrepresentada en el percentil 97 de la renta. En concreto, duplican las ratios que hay en otros estratos de renta. Los autores explican que estos valores provienen del trabajo (y no del factor capital), principalmente en el sector financiero, y que prácticamente el 85% del crecimiento de la riqueza del top 1% de los últimos veinte años en ese país se debe a la inmigración.

Caso 4: Más sobre inmigración, innovación y crecimiento.

Burchardi et al (2020) estudian los efectos que la inmigración ha tenido, a nivel regional, en EEUU en el periodo 1975-2010 y encuentran (teniendo en cuenta la endogeneidad de la decisión de localización de los inmigrantes) que, en media, la inmigración tuvo un impacto causal positivo en la innovación (número de patentes), en la economía local e incluso en los salarios de los nativos. Los efectos sobre innovación y salarios fueron mayores cuanto mayor era el nivel de formación de los inmigrantes.

Por su parte, Beerli et al (2020) estudian los efectos de la eliminación de las restricciones a los movimientos de trabajadores en la frontera de Suiza. Centrados en sectores de alta capacitación, concluyen que la inmigración aumentó los salarios de los nativos y no tuvo efectos negativos sobre el empleo o la productividad. Similares resultados (aunque solo centrados en el empleo) alcanzaron Fusaro y López-Bazo (2020), con regiones italianas tras la crisis financiera de 2008, si bien en este caso sí hubo un efecto desplazamiento en trabajos de baja cualificación.

Y no olvidemos que la inmigración aporta ingresos públicos, incluidos aquellos de baja cualificación, como estiman Colas y Sachs (2020) para Estados Unidos.

Entonces, ¿qué hacemos?: informar y regularizar

Si la inmigración no genera efectos negativos y, además, produce aumentos del bienestar en las sociedades a las que llega, ¿dónde está el problema? ¿Quiénes se oponen? ¿Qué hacemos?

En primer lugar, centrémonos en qué afecta a la percepción de la inmigración. Como estimó Freddi (2020) para Suecia, somos amigables con la inmigración hasta que los refugiados llegan a tu municipio, momento a partir del cuál los nativos leyeron menos artículos empáticos con la inmigración y redujeron asimismo la actividad con quienes buscaban asilo.

En el caso de España, un análisis descriptivo (ojo, solo es correlación, no causalidad) realizado con los datos del CIS por Victoriano Izquierdo, muestra que la clase obrera es la menos favorable a la inmigración que el resto.

Por tanto, cabría una solución: evaluar efectos reales e informar. Y en ello, los medios de comunicación juegan un papel relevante, con consecuencias incluso sobre la percepción de la inmigración. En Estados Unidos, Associated Press (AP) es una agencia de noticias de la que se surten numerosos periódicos. Dado su papel en el mercado de noticias, el objetivo de AP es dar cobertura neutral a las noticias. En 2013, dada la importancia que la inmigración tomaba en la cuestión política en ese país, la Agencia decide cambiar su estrategia a la hora de citar la inmigración en sus noticias, prohibiendo el uso del término “inmigración ilegal”. ¿Afectó a algo? Djourelova (2020) analizó este cambio y encontró que los individuos expuestos a estas noticias apoyaron políticas de inmigración y en fronteras menos restrictivas.

Haaland y Roth (2020) realizaron un experimento a partir del que concluyeron que si se informa a las personas con los efectos reales de la inmigración sobre el trabajo, estas modifican su comportamiento negativo respecto a la inmigración.

El problema está cuando el destinatario “no quiere escuchar”. Es el ejemplo estimado por Barrera et al (2020) para las elecciones francesas de 2017 donde, aunque utilicemos el “fact-checking” para contrarrestar informaciones “erróneas” aportadas por los políticos en cuestiones de inmigración, los autores encontraron que los individuos no redujeron su apoyo al candidato cuestionado.

En segundo lugar: ¿y si regularizamos a los inmigrantes? Quizás uno de los más recientes análisis en esta línea es el trabajo de Adamopoulou y Kaya, donde muestran cómo la regularización de inmigrantes búlgaros y rumanos generó un efecto positivo en el consumo de estas personas en Italia, el país de acogida. La nacionalización actúa como un catalizador en el mercado laboral, aumentando productividad, salario y, en general, mayor integración laboral, como nos muestra Govind (2020) con datos de Francia, a partir de un cambio normativo en la nacionalización por matrimonios con franceses. Similares resultados relativos a la regularización de inmigrantes encuentran los trabajos de Amuedo-Dorantes, Fasani o Vázquez-Grenno, resumidos aquí.

En resumen: estos son los resultados de la evidencia empírica. Si, al igual que en medicina, alguien desea salirse del camino de la ciencia y creer en la homeopatía (algo que no ha sido evaluado), quizás, como explica la imagen, lo que sobra es ignorancia.