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El peso real del sector de automoción en España

Por Javier Asensio y Juan Luis Jiménez

El sector del automóvil es, sin duda alguna, importante en la estructura sectorial de la economía española. La localización en nuestro país de distintas plantas de producción de vehículos (SEAT en Martorell, Volkswagen en Pamplona, Stellantis – el resultado de la agrupación de PSA y Fiat-Chrysler – en Vigo y Zaragoza, Renault en Valladolid y Palencia o Ford en Valencia, así como camiones de IVECO en Valladolid y Madrid o furgonetas Mercedes en Vitoria y Santander) no solo genera actividad económica directa sino que, adicionalmente, ha dado lugar a una relevante industria auxiliar de componentes.

El impacto del cierre de alguna de esas plantas, como la reciente de Nissan en Barcelona, es un ejemplo de la importancia laboral que tiene esta actividad. Además de lo anterior, la red de distribución (concesionarios) y mantenimiento (talleres) también genera actividad económica adicional a la de producción.

Pero, ¿cuán importante es, exactamente, la automoción en España? La pregunta es relevante puesto que, en algún u otro momento, los sectores económicos tienen la tentación de transmitir la idea de que su actividad tiene una gran importancia, implicando por ello que tiene un carácter ‘estratégico’.

Esto último es un elemento básico de las acciones orientadas a influir en el diseño de políticas industriales, ya sea para recibir ayudas, obtener protección artificial frente a la competencia exterior o disfrutar de exenciones en la aplicación de la política de defensa de la competencia. Para ello no hay nada mejor que convencer al público (y a los gobernantes) de la importancia diferencial que tiene el sector en cuestión.

El 10% del PIB: la cifra que todos compran

En el caso de la automoción, su principal patronal (Anfac) lleva años difundiendo un valor concreto del peso de este sector en la economía española. Al menos desde 2012, esta asociación ha transmitido la idea de que la automoción supone el 10% del Producto Interior Bruto del país. De hecho, en 2013 su informe anual calculaba una ‘participación del sector en el PIB’ del 6,7% que, considerando la contribución del resto de sectores relacionados (distribución, seguros, financieras…) “se acerca al 10%”. En años sucesivos el informe anual ha actualizado estos valores hasta el de 2020, donde se ofrece la cifra de un 8% que, añadiendo a los mencionados sectores auxiliares, se convertiría en un 11%. Tanto los representantes de Anfac como diversos medios de comunicación han recurrido frecuentemente al valor redondeado del 10% para expresar la importancia del sector (por ejemplo este, este, este o este).

Del éxito de esta estrategia no cabe ninguna duda: hasta la Ministra de Transición Ecológica y Reto Demográfico ha dado por bueno dicho peso del 10% este mismo año. La consagración, sin embargo, se ha producido al aparecer en el BOE, como parte del acuerdo del Consejo de Ministros del pasado 13 de julio que declaraba el PERTE del “ecosistema para la fabricación del Vehículo Eléctrico y Conectado”. Ahí se puede leer que “el sector de la automoción representa de forma directa, el 11,4% del VAB de toda la economía española”. El rizo se ha rizado cuando, al comunicar dicho acuerdo, el presidente del Gobierno manifestó su esperanza de que el peso del sector se eleve al 15% en el año 2030.

La Contabilidad Nacional al rescate

Partiendo de la base que el sector es importante, ¿nadie se ha parado a pensar qué supone que un sector acapare el 10% del PIB? Por poco que se reflexione sobre ello, la cifra debería resultar sospechosa. Por ponerla en perspectiva, durante los años del boom inmobiliario (1998 hasta 2007), la aportación del sector de la construcción en nuestro país pasó del 9% al 12% del PIB. ¿Realmente el peso de la automoción es de una magnitud comparable a la del ladrillo en los años previos a la crisis financiera?

Afortunadamente, la Contabilidad Nacional publicada por el INE puede ayudarnos a resolver la cuestión, pues en su desagregación por actividades económicas a dos dígitos considera un par de sectores que delimitan de forma muy precisa la automoción. Concretamente se trata de los epígrafes 29 (“Fabricación de vehículos de motor, remolques y semirremolques“) y 45 (“Venta y reparación de vehículos de motor y motocicletas.”).

Si con los datos disponibles más recientes (año 2018) sumamos el valor añadido bruto (VAB) generado por ambos sectores (12.371 y 17.960 millones de euros, respectivamente) y lo dividimos entre el VAB total de nuestro país (1.089.082 millones), el peso que resulta es del 2,8% (si lo dividimos entre el PIB, que es ligeramente superior debido a que incluye los impuestos indirectos, el porcentaje cae al 2,5%). Se trata de un valor bastante estable desde hace 10 años, con una ligera tendencia al alza, tal como se muestra en el gráfico siguiente.

Gráfico 1: VAB sector automoción / VAB total. España. 2010-2018

Fuente: elaboración propia a partir de INE

¿Y qué peso tiene en el resto de países de la Unión Europea? Para ello utilizamos datos anuales oficiales proporcionados por Eurostat y calculamos el promedio para el periodo 2011-2018 (la variabilidad anual es relativamente reducida). De ellos se observa que el país con el sector de automoción más importante es la República Checa, superando ligeramente el 6%, muy alejado del 10% que se “pregona” para España.

En este punto debemos mencionar un reciente análisis del sector elaborado por CaixaBank Research, en el que a pesar de que el sector se delimita incluyendo los epígrafes 29 y 30 (otro material de transporte) e ignorando el 45, se obtienen conclusiones similares.

Gráfico 2: VAB sector automoción / VAB total. Europa

Fuente: elaboración propia a partir de Eurostat. Sectores incluidos: C29 y G45.

¿Dónde está la diferencia y por qué es importante?

La explicación de la discrepancia entre los cálculos que se obtienen de la Contabilidad Nacional y Eurostat con los provenientes de la patronal (y del propio Gobierno) es bastante obvia. Aunque la patronal no explica en sus informes la metodología detallada de sus cálculos (al menos estos autores no lo han localizado), de algunas informaciones de prensa se deduce que suma la producción de las actividades de fabricación de vehículos, de sus componentes y de la distribución, dividiendo dicho resultado entre el PIB.

Es decir, mas allá de utilizar el VAB o el PIB como denominador (entendemos que lo correcto a efectos de calcular pesos sectoriales sería el VAB), el error reside en que no se restan los consumos intermedios, lo que claramente supone incurrir en un caso de doble (o triple) contabilización: el valor de un componente que se vende a un fabricante de vehículos, que se comercializa en un distribuidor, se contabilizaría tres veces.

Huelga comentar que, de ser cierta esta forma de cálculo, supone un error (intencionado o no) grave, fácilmente detectable por cualquier estudiante de Economía en Bachillerato.

Pero el problema no está en el error per se. El gran problema es que los representantes públicos hagan suyas cifras que no han sido verificadas con las que, posteriormente, sustentan políticas económicas que afectan al resto de la sociedad, como gastar 2.000 millones de euros para planes de sustitución de vehículos o priorizar un sector frente al resto a la hora de asignar buena parte de los fondos de reconstrucción europeos, entre otras.

La automoción es un importante sector de la economía española, pero su aportación es del 2,8% del VAB, no el 10%.