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Robert A. Mundell, padre de la macroeconomía abierta

(Reproducimos el reciente obituario sobre Robert A. Mundell escrito por Juan Francisco Jimeno y publicado por El País el 7 de Abril de 2020)

A mediados del siglo pasado los macroeconomistas estaban ocupados desarrollando un marco conceptual para diseñar políticas fiscales y monetarias que estabilizaran las economías, esto es, las sacaran de recesiones y evitaran episodios inflacionistas. Basándose en las enseñanzas de John Maynard Keynes y las experiencias de la Gran Depresión, empezaron a desarrollar el “modelo IS-LM”, que generaciones de estudiantes de Economía aprendieron y que aun hoy sigue constituyendo el principal puente de entrada en los estudios de Macroeconomía e, incluso, uno de los pilares de las políticas de estabilización económica.

Sin embargo, el modelo básico estaba incompleto. Tenía en cuenta el sector exterior en una sola dimensión: el intercambio comercial entre países mediante exportaciones/importaciones. La determinación de los tipos de cambio y las consecuencias de los movimientos de capitales entre países no formaban parte del análisis. Hasta que llegó Robert Alexander Mundell, economista canadiense, Ph.D. en Economía en MIT en 1956 (aunque escribió su tesis doctoral en la London School of Economics bajo la dirección de James Meade). Fue el primero en preocuparse por la macroeconomía de una economía abierta con agentes que pueden invertir en activos denominados en distintas divisas.

Con movilidad de capitales, tipos de cambio y de interés ya no son variables que los Gobiernos puedan escoger libremente. El primer resultado por el que Mundell es reconocido toma la forma de uno de esos trilemas tan populares en la macroeconomía internacional: Un país no puede tener, al mismo tiempo, tipos de cambio fijos, perfecta movilidad de capitales y una política monetaria independiente. La razón es sencilla (una vez que se descubre): con perfecta movilidad de capitales y tipos de cambio fijos, los tipos de interés entre países tienden a igualarse y, por tanto, nada puede hacer el Banco Central por desviarse del “tipo de interés internacional”. En este sentido, Mundell fue el descubridor de la tiranía de los mercados internacionales de capitales.

Desde aquí y junto a John Markus Fleming, economista británico que trabajó en el FMI, elaboró los fundamentos de las relaciones entre actividad económica y tipos de cambio y de interés bajo regímenes macroeconómicos alternativos, y el instrumental con el que se analizan las políticas fiscal y monetaria en economías abiertas (el archiconocido y temido por los opositores “modelo Mundell-Fleming”).

El paso natural siguiente era descubrir qué régimen cambiario es más propicio para la estabilidad macroeconómica. Al contrario que Milton Friedman, firme defensor de los tipos de cambio flexibles, Robert Mundell creía que los tipos de cambio fijos y las zonas monetarias extensas (países que comparten la misma moneda) son muchos más favorables al comercio internacional y al crecimiento económico. Para justificarlo, desarrolló la teoría de las áreas monetarias óptimas: “Países que se enfrentan a fluctuaciones económicas similares, tienen precios y salarios suficientemente flexibles y entre los que los trabajadores se pueden mover libremente, deberían compartir la misma moneda”. Que esta teoría haya sido fundamental en el diseño de la Unión Monetaria Europea y que a Robert Mundell se le conozca también como el “padre del euro” es, pues, nada sorprendente.

En 1999 obtuvo el Premio Nobel por “su análisis de las políticas monetaria y fiscal bajo diferentes regímenes de tipos de cambio y su análisis de las áreas monetarias óptimas”. Estas fueron sus dos únicas contribuciones al pensamiento económico (solo dos, pero inmensamente más en cantidad y calidad que las de la inmensa mayoría de los economistas). Como profesor en las Universidades de Chicago, primero, y Columbia (Nueva York), desde 1974, tuvo pocos pero escogidos estudiantes, entre ellos, Rudiger Dornbusch, otro nombre familiar a varias generaciones de estudiantes de macroeconomía, y Carmen Reinhart, actual vicepresidenta y economista-jefa del Banco Mundial. Por otra parte, fue muy activo como asesor de numerosos organismos económicos, tales como Naciones Unidas, FMI, Banco Mundial, Comisión Europea, Reserva Federal, Tesoro estadounidense y Gobierno canadiense.

Amaba la teoría económica y amaba Italia, donde organizaba encuentros de colegas y estudiantes. Su legado académico en la macroeconomía internacional y su influencia en decisiones trascendentales de política económica constituyen uno de los principales logros de los macroeconomistas de la segunda mitad del siglo pasado. DEP.