Pasando de fases

(Nota: Reproduzco una tribuna invitada publicada ayer en Aspectos económicos de la crisis del Covid–19 Boletín de seguimiento no. 4, FEDEA).

Estamos ya en el quinto mes de la crisis de la #COVID19 y parece claro que seguimos todavía lejos de una solución definitiva de las emergencias sanitaria y económica causadas por la pandemia. Noticias recientes sobre el número de contagiados y sobre avances médicos en el control de la enfermedad no son muy alentadoras. Cada vez parece más probable que las preocupaciones por la salud pública de los ciudadanos y la continuidad de medidas restrictivas de actividades económicas bajo proximidad física van a configurar un escenario económico recesivo no solo durante el resto del año sino también durante los dos años siguientes. Las últimas proyecciones macroeconómicas de la Comisión Europea anticipan caídas del PIB en España del 10,9% en 2020 (del 7,4% en la UE) y del 1,9% anual para el conjunto de 2020-21 (del 0,65% en la UE).[1] Y hay razones para pensar que los riesgos a la baja de este escenario central predominan sobre los riesgos al alza.

Ante esta situación, la opinión mayoritaria entre los economistas (el consenso nunca parece alcanzarse) se puede resumir en dos proposiciones:

1. No existe una disyuntiva entre problema sanitario y crisis económica. No podemos aspirar a una recuperación de la actividad económica sin resolver el problema sanitario; la relajación de las medidas restrictivas de la actividad económica para controlar la pandemia no impulsarán permanentemente la recuperación económica mientras no exista una solución definitiva al problema sanitario.

2. Bajo las restricciones de distanciamiento físico impuestas por el control de la pandemia, el objetivo fundamental de la política económica debería ser sostener la economía, transfiriendo rentas a las familias más afectadas, ayudando a las empresas a mantener el empleo en la medida de lo posible, reduciendo la incertidumbre, aplazando (sin olvidarlos) cambios estructurales necesarios hasta la vuelta a la normalidad, cooperando internacionalmente y preparándose para lidiar con el significativo aumento de la deuda pública que se va a producir como consecuencia de las medidas necesarias para cumplir con todo lo anterior.[2]

No es difícil entender por qué la crisis de la Covid-19 se va a traducir en caídas de la actividad económica elevadas y muy diferentes entre países. En primer lugar, las medidas, primero de confinamiento y ahora de transición hacia la “normalidad”, que se han implementado para reducir la incidencia sanitaria de la pandemia han variado en el tiempo y en el espacio, incluso dentro de cada país. Su principal consecuencia ha sido una caída de la demanda, especialmente de bienes y servicios cuyo consumo se realiza en condiciones de proximidad que ha afectado negativamente sobre todo a los empleos de trabajadores de baja cualificación que los producen y que se ha traducido en un aumento del ahorro de los trabajadores que han mantenido sus empleos prestando sus servicios mediante el teletrabajo. En segundo lugar, no todos los países tienen la misma capacidad de seguir produciendo bienes y servicios bajo las restricciones de distanciamiento físico impuestas por esas medidas, porque no todos tienen la misma composición sectorial y ocupacional del empleo y porque tampoco sus empresas están igualmente preparadas para cambiar rápidamente la organización de su trabajo en aras de garantizar la seguridad sanitaria requerida. Finalmente, los paquetes fiscales y las regulaciones que los Gobiernos han desarrollado para mitigar el impacto económico de la crisis de la Covid-19 también difieren mucho.[3] A este respecto, las diferencias no se deben tanto a que los diagnósticos de la naturaleza de la crisis y las medidas consideradas oportunas para mitigarla hayan sido divergentes, sino, principalmente, a las diferentes condiciones institucionales que hacen que mercados, especialmente el laboral y el financiero, no respondan a las perturbaciones económicas de la misma manera en todos los países.

En el caso español es muy probable que estos tres factores hayan contribuido a intensificar la disminución del PIB. En primer lugar, quizá condicionado por una respuesta tardía a la extensión de la pandemia, el Gobierno español impuso medidas muy restrictivas de confinamiento, que, finalmente, resultaron efectivas para controlarla. Ahora, en la fase de “desescalada”, queda por ver si las medidas de distanciamiento físico serán igualmente eficaces. En segundo lugar, la estructura productiva española se caracteriza por pesos relativamente elevados de actividades que requieren proximidad física (turismo, hostelería, actividades recreativas, etc.). Dentro de la OCDE, España es el país con un mayor porcentaje de empleos con tareas que no pueden derivarse al trabajo a distancia ni al teletrabajo.[4] Finalmente, la situación de las cuentas públicas no ha permitido que el impulso fiscal diseñado para mitigar los efectos económicos de la pandemia fuera especialmente intenso y, en parte, se ha retrasado por problemas de implementación de los ERTE y porque se ha primado la introducción del Ingreso Mínimo Vital con carácter permanente ante otras medidas de sostenimiento de renta de las familias más directas e inmediatas. Aunque hará falta una mayor perspectiva temporal y mejores datos para cuantificar las causas del impacto económico diferencial de la crisis de la Covid-19 entre países, no cabe duda de que en el caso español los factores más relevantes han contribuido a hacer ese impacto más negativo.

La incertidumbre asociada a la pandemia y a las respuestas de política económica que ha suscitado en los diferentes países también puede haber jugado un papel importante a este respecto.[5] En España la incertidumbre parece haber sido especialmente acusada, tanto la asociada a la regulación de la principal medida que ha dispuesto el Gobierno español para sostener la actividad económica (la ampliación y flexibilización de los ERTE) como la que ha surgido por discusiones colaterales sobre cómo afrontar su impacto económico en el medio plazo (por ejemplo, sobre la posible derogación de la reforma laboral de 2012, la introducción de programas de inversiones para la transición energética, la oportunidad de nuevas medidas de política social, etc.)  En cuanto a “la epopeya” de la regulación de los ERTE, el Grupo de Trabajo Mixto Covid-19 de FEDEA proporciona un análisis de sus principales hitos y lagunas.[6] Con respecto al resto de medidas, dos cuestiones pueden haber contribuido a exacerbar la incertidumbre. Por una parte, aunque ha habido indicios claros de que la colaboración internacional en las respuestas de políticas económicas va a jugar un papel más importante que en crisis anteriores (el programa PEPP del BCE, el SURE y el anuncio de un Fondo para la Reconstrucción de la Comisión Europea, etc.) lo cierto es que todavía dichas iniciativas no se han plasmado en medidas operativas y cuando lo hagan sus efectos se dilatarán en el tiempo. En segundo lugar, el impasse presupuestario y la ausencia de un programa a medio y largo plazo que aborde los graves problemas fiscales que teníamos y que ahora se han agravado (todavía no se ha aprobado el techo de gasto para 2021 ni los objetivos fiscales para 2022-23), tampoco contribuye a reducir la incertidumbre. Es evidente que ante una emergencia de esta naturaleza la estrategia inmediata debe ser “gastar primero, consolidar después”, pero la eficacia de dicha estrategia puede verse comprometida si le falta credibilidad (ahora y después).

[1] https://ec.europa.eu/info/business-economy-euro/economic-performance-and-forecasts_es

[2] Véase, por ejemplo, Hassler, J. P. Krusell, M. Ravn and K, Storelestten, Economic policy under the pandemic: A European perspective, https://voxeu.org/article/economic-policy-under-pandemic-european-perspective?utm_source=dlvr.it&utm_medium=twitter

[3] Véase OECD (2020), Tax and fiscal policy in response to the Coronavirus crisis: Strengthening confidence and resilience, OECD Policy Responses to Coronavirus (COVID-19), 2020. https://www.oecd.org/coronavirus/policy-responses/tax-and-fiscal-policy-in-response-to-the-coronavirus-crisis-strengthening-confidence-and-resilience-60f640a8/

[4] Véase OECD, Employment Outlook, 2020.

[5] Véase Scott Baker, Nicholas Bloom, Steven Davis, Stephen Terry (2020): “COVID-induced economic uncertainty and its consequences”, https://voxeu.org/article/covid-induced-economic-uncertainty-and-its-consequences

[6] http://documentos.fedea.net/pubs/fpp/2020/06/FPP2020-10.pdf