La Real Academia Sueca de Ciencias decidió ayer otorgar el Premio Sveriges Riksbank en Ciencias Económicas en Memoria de Alfred Nobel 2018 a William D. Nordhaus (Universidad de Yale) y a Paul M. Romer (NYU Stern School of Business) "por integrar el cambio climático (Nordhaus) y la innovación tecnológica (Romer) en el análisis macroeconómico de largo plazo”. En su comunicado, el jurado señala que ambos han construido modelos que explican como las economías de mercado interactúan con el medio ambiente y el conocimiento científico y, por tanto, permiten comprender los límites y las fuentes del crecimiento económico sostenible y sostenido. No cabe duda de que se tratan de contribuciones muy relevantes, pues proporcionan las bases para desarrollar políticas que actúen sobre dos acontecimientos que pueden cambiar radicalmente el rumbo de la Humanidad.
En esta entrada se enmarcan las contribuciones de Nordhaus y Romer en la historia del pensamiento sobre crecimiento económico y se describen, con algún detalle, las de Nordhaus. En una entrada aneja, escrita por Diego Comin, se comentan con mayor detalle las de Romer.
Antecedentes
Para entender la importancia de las contribuciones de Nordhaus y Romer hay que remontarse al estado de la teoría del crecimiento económico hace unos cincuenta años (justo cuando un grupo de académicos escandinavos ideó y empezó a otorgar este premio). Por entonces, tras la archiconocida controversia de Cambridge, la teoría del crecimiento económico se resumía básicamente en dos postulados: i) el crecimiento económico en el largo plazo es el resultado de dos factores, la acumulación de capital y el progreso tecnológico, y ii) con rendimientos constantes a escala en la función de producción agregada, la acumulación de capital no puede continuar indefinidamente y, por tanto, solo el progreso tecnológico puede sostener el crecimiento en el largo plazo. Robert Solow, también galardonado con el Premio Nobel de Economía (en 1987), no solo había desarrollado el modelo matemático capaz de demostrar ambos postulados, sino que había propuesto una manera de medir el progreso tecnológico mediante lo que después se llamó Productividad Total de los Factores (o “residuo de Solow”).
A pesar de la importancia de las contribuciones de Solow, esta era, en el mejor de los casos, una teoría del crecimiento económico incompleta. Por una parte, no había un tratamiento detallado de las fuentes del progreso tecnológico (en palabras del propio Solow, este era como “un maná caído del cielo”, es decir, se consideraba exógeno). Por otra parte, en este enfoque no había lugar para restricciones al crecimiento económico derivadas de la existencia de recursos naturales no renovables.
Hacía falta pues desarrollar el conocimiento sobre crecimiento económico en dos direcciones. Una era entender las fuentes del progreso tecnológico, motor único del crecimiento en el largo plazo, para así aspirar a comprender (y gestionar) los efectos de políticas que pudieran promover el crecimiento económico (el hecho de que el “residuo de Solow” explicara la mayor parte del crecimiento económico no era otra cosa que una prueba de la ignorancia de los economistas, según el propio Solow). Otra era averiguar si el crecimiento económico se podía sostener indefinidamente en un mundo con recursos naturales limitados o en el que el crecimiento económico se produce degradando el medio ambiente. Por una parte, ya a principios de los 1970s había informes como el del Club de Roma sobre los limites del crecimiento que, en modo malthusiano, profetizaban que no era posible sostener el crecimiento económico durante mucho tiempo. Por otra, Joseph Stiglitz y Partha Dasgupta y Geoffrey Heal mostraron, respectivamente, que la innovación, mediante la sustitución de tecnologías, y los rendimientos crecientes a escala podrían vencer los limites del crecimiento y que existía una tasa óptima de agotamiento de los recursos naturales compatible con un crecimiento económico sostenido.
Saliendo del túnel
En relación con la innovación tecnológica, había tres barreras que el conocimiento económico no había podido superar. Una era entender la actividad económica que subyace al progreso tecnológico: cómo se producen y por qué hay innovaciones tecnológicas. Las otras dos se derivan de dos características fundamentales de la innovación tecnológica. Una es que proporciona poder de mercado a quien la realiza y, por tanto, su análisis hay que abordarlo en modelos con monopolios o competencia monopolística que entonces estaban muy poco desarrollados. Otra es que, dado que las ideas pueden utilizarse por otros distintos a los que las tienen, la innovación tecnológica produce economías externas (y, por tanto, rendimientos crecientes a escala a nivel agregado). Aunque muchos otros lo intentaron, no fue hasta finales de los 1980s cuando Paul Romer encontró una manera satisfactoria de introducir rendimientos crecientes a escala y competencia monopolística en modelos en los que el crecimiento se produce de manera sostenida y equilibrada. (En la entrada de Diego Comin, aneja a esta, se explica en mayor detalle cómo lo hizo y el enorme impacto que sus contribuciones tuvieron sobre el análisis macroeconómico de largo plazo y sus implicaciones de política económica).
Por lo que respecta a los límites del crecimiento, la contribución de Nordhaus ha sido fundamental en muchas dimensiones. Por una parte, se le considera el padre de una nueva rama: la Economía del medio ambiente. Por otra, sus trabajos han permitido fundamentar influyentes informes sobre las consecuencias económicas del cambio climático, como, por ejemplo, el famoso “informe Stern” (dirigido por otro economista, Sir Nicholas Stern, galardonado en 2010, como también lo fue Nordhaus en 2017, con el Premio Fundación BBVA Fronteras del Conocimiento en la categoría de cambio climático).
William Nordhaus fue de uno de los que, con menos éxito que Romer, intentó “endogeneizar” el progreso tecnológico en modelos de crecimiento económico (su tesis doctoral, dirigida por Robert Solow y presentada en 1967 en MIT, lleva por título “A Theory of Endogenous Technical Change”). Tras realizar diversas contribuciones en varios campos de la macroeconomía y ser co-autor con Paul Samuleson de uno de los libros de introducción a la economía más utilizados, su interés por la economía del cambio climático nació de trabajos sobre el uso eficiente de recursos energéticos (algunos resultados recientes y muy interesantes sobre la interacción entre progreso tecnológico y eficiencia energética, aquí). A medida que crecía la conciencia sobre los efectos de la emisión de gases de efecto invernadero en el cambio climático, pasó a dedicarse a la construcción de modelos con los que analizar los efectos económicos de dichas emisiones y con los que evaluar medidas para reducirlas (ver aquí). Básicamente se trata de modelos de equilibrio general en los que la producción de bienes y servicios lleva aparejada emisiones de gases que aumentan la temperatura global del planeta y por ello tienen efectos negativos sobre la demanda y la oferta. Dichos modelos, alimentados por estimaciones de los parámetros de las preferencias temporales de los agentes, de las emisiones asociadas al crecimiento de la producción de bienes y servicios, de los efectos (lineales o no) de estas emisiones sobre la temperatura, y de los consecuencias económicas de aumentos de la temperatura en distintas zonas del planeta, constituyen el mejor instrumental disponible para vencer la resistencia a implementar políticas necesarias para combatir el cambio climático. Por ejemplo, simulaciones de sus modelos permiten sostener la conclusion de que, en la mayoría de los escenarios, la política más eficiente para hacer frente a las emisiones de gases de efecto invernadero es gravarlas con un impuesto implementado uniformemente por todos los países. (Curiosamente, una derivación del impuesto óptimo sobre el consumo de hidrocarburos se debe al presidente del jurado que ha concedido el premio, Per Krusell).
En definitiva, se trata de un Premio Nobel que reconoce los avances en la teoría económica del crecimiento realizados durante las tres ultimas décadas y su gran relevancia para la formulación de políticas económicas que influyen decisivamente en el bienestar social.
Hay 13 comentarios
Un post excelente. Creo que el premio Nobel de este año es muy merecido. Ya era hora de que se reconociera que crecimiento y cambio climático es una agenda de investigación urgente.
Excelente post, y también el de Diego.
Sólo destacar hasta qué punto la línea de investigación sobre crecimiento económico, progreso técnico, energía y emisiones (cambio climático) constituye uno de los grandes temas de investigación en macroeconomía para las próximas décadas.
Como apunta Juanfran, las formidables contribuciones recientes de Per Krusell y sus coautores (JEEA, 2012; Eca 2014), junto a las de Acemoglu, Aghion y sus coautores (AER, 2012; JPE 2016), están consiguiendo que cada vez más macroeconomistas tratemos de aportar a dicha línea de investigación, y esto para desdicha de negacionistas y negados (JFV 2011, por cierto año Nobel de Sargent y Sims).
Es de esas veces en las que la Academia Sueca impulsa con el Nobel de Economía un programa de investigación que en verdad avanza sobre “hombros de gigantes: Bill Nordhaus y Paul Romer,” frente uno de los mayores retos para el futuro de la humanidad: el cambio climático.
Mi impresión es que ayer la Academia Sueca no sólo dio por bien laureada la Gran Recesión (aunque quede muchísimo por laurear e investigar al respecto), sino que también clausura un largo período de inacción frente al extraordinario esfuerzo de modelización y de análisis cuantitativo que representa “integrar la innovación y el clima con el crecimiento económico.”
Esperemos que la frontera de la investigación en esta línea, encuentre el apoyo y los recursos para progresar en dicha tarea.
Luis,
Gracias. Estoy de acuerdo en que la interacción crecimiento económico-cambio climático debería ser un tema prioritario de investigación y que, a pesar de las contribuciones de Nordhaus, reconocidas por el Premio Nobel, y otras, menos reconocidas, queda mucho por hacer.
Saludos.
Juan Francisco, queda muchísimas cosas por hacer pero bien sabemos que los recursos públicos son escasos. Dado que ya se dedican enormes cantidades de recursos a la investigación científica, el problema inmediato es asignarlos eficientemente. Pero los políticos y las burocracias controlan la asignación y por lo tanto me centraría en cómo mejorar esa asignación, algo que requiere saber mucho de política y gobierno, precisamente uno de los temas que los científicos e ingenieros sociales evitan, en particular los economistas.
Los pedidos por más recursos públicos --sea para investigación científica o cualquier otro propósito-- me causan risa porque intencionalmente se elude hablar de política y gobierno. Muchos creen que hemos aprendido algo sobre el gasto público y su financiamiento pero no es cierto, seguimos sabiendo poco, poquísimo. Los organismos internacionales (FMI, BM, BID y otros) han dedicado muchos recursos a esa investigación, pero el producto --incluyendo estadísticas-- sigue siendo malo (un ejemplo clarísimo de su fracaso es lo aprendido sobre Argentina en los últimos 60 años, desde que el FMI comenzara su turbia relación con sucesivos gobiernos).
Producir papers sobre lo que los gobiernos DEBERIAN hacer en relación a un problema específico es relativamente más fácil que entender lo que los gobiernos hacen y por qué probablemente no harán lo que derían hacer.
Enrique,
Gracias por el comentario. Afortunadamente la investigación en Economía tiene dos ventajas: i) no necesita de grandes recursos (en comparación a las ciencias experimentales) y, en parte por ello, ii) no es tan fácilmente manipulable por Gobiernos y otros organismos. Un buen ejemplo es la contribución por la que Romer ha sido galardonado con el Premio Nobel. La hizo, en su mayor parte, como estudiante de doctorado o recién graduado y solo necesitó papel, lápiz y un ordenador personal.
Saludos.
Juan Francisco, si lo que usted afirma sobre la investigación exitosa de Romer fuera cierto en general sobre la investigación científica de los economistas, entonces uno debería lamentar el fracaso de la gran mayoría de economistas en cuanto investigadores. Aunque yo acepto el genio de Romer (de igual manera que acepto el talento de Messi), jamás extrapolaría su éxito a todos los investigadores. Usted se equivoca sobre el costo de la investigación exitosa --bajo en el caso de Romer porque en unos pocos años consiguió algo bueno, enorme en el caso de la gran mayoría de economistas porque han dedicado muchísimos años y todavía no es claro que hayan conseguido algo bueno. Los economistas académicos "poco exitosos" deben ganarse la vida enseñando y pelear para que se les permita dedicar más tiempo a la investigación.
Su comentario me recuerda a los artistas que no reciben subsidios y piden subsidios para financiar su capital de trabajo, ese que puede ser infinito porque nunca venderán su producto y mientras tanto tienen que vivir.
Luis, le recomiendo leer este post
https://www.econlib.org/henderson-on-romer-and-nordhaus-in-wsj/
y en particular el comentario del lector MikeP donde se refiere a datos tomados de un libro de Nordhaus.
Lamento no poder leer en su totalidad las columnas de David Henderson y B. Lomborg en el WSJ referidas a la importancia de las conclusiones de Nordhaus y a la patética manipulación del trabajo de Nordhaus en apoyo de quienes urgen una acción masiva contra el calentamiento global.
Aunque estoy de acuerdo que deben dedicarse fondos a investigar seriamente el problema del calentamiento global, pienso que debe evaluarse seriamente cómo estos fondos se han estado asignando a proyectos específicos.
Enrique,
Como dice Juan Francisco, no parece este el post para sacar a pasear a políticos y burocracias. En efecto, la necesidad de investigación que responda al reto del crecimiento económico climáticamente sostenible puede promoverse entre los macroeconomistas a costes moderados, con las ventajas que eso supone.
Esto es un hecho, salvo que para ello resultara inevitable rescatar mucho talento de la órbita financiero-corporativa, y de la de los bancos centrales.
Por supuesto, la evaluación de los resultados, imprescindible, y fundamental perseguir los abusos. En todo caso aclaro que mi deseo se refería tanto a los recursos como a los apoyos públicos y privados.
Por último, nada de esto me da risa, y como única intencionalidad, creo que de posts y de comentarios, animar a los jóvenes economistas del entorno a interesarse por este programa de investigación.
Luis, ya respondí al comentario de Juan Francisco (10/10 a 11:42) pero no fue publicado.
Mi punto es que las contribuciones de los premiados no deben aprovecharse para publicitar agendas que deben ser discutidas seriamente. En su primer comentario usted no resistió la tentación e hizo un llamado que a mi juicio no correspondía. Siempre--desde que se entregó el primer premio Nobel en 1969 que motivó una lamentable columna de Paul Samuelson en Newsweek-- he destacado el valor de las contribuciones premiadas y cuestionado a quienes aprovechan la oportunidad para otros propósitos.
Mi referencia al gasto público y la asignación eficiente de los fondos públicos está motivada por campañas lamentables para satisfacer todo tipo de demandas a través del gobierno sin cuestionar cómo el gobierno ha malgastado esos fondos. Esta última afirmación se refiere a la investigación y la ingeniería social de muchos economistas que todavía ignoran intencionalmente lo que ya hace 40 años atrás unos pocos colegas llamaron los "fracasos del gobierno" (por supuesto, causa risa que los mismos economistas que ignoran tales fracasos en su investigación e ingeniería, luego hagan afirmaciones contundentes contra gobiernos específicos a los que se oponen).
Enrique,
¿tu sólo escribes? ¿o alguna vez lees? Porque esto va de leer.
Lo que di fueron unas buenas referencias, y animé a leerlas. Malo será que si alguno lee, y eso le da una buena idea, no tenga los medios para desarrollarla.
El Nobel sirve, entre otras cosas, para que se lean y se relean algunos buenos artículos: los originales y los que les citan. Seguro que alguna buena idea sale de eso.
He leído bastante y escrito poco. Pero sobretodo he pensado mucho porque esto se trata de pensar y si algún día uno cree tener buenas ideas para compartir con otros entonces hacerlo. Para pensar, siempre he aprovechado y agradecido las buenas contribuciones de otros, y solo lamentado mis limitaciones para generar nuevas ideas. En mi larga carrera de ingeniero social, sin embargo, he tenido suficientes ideas para vivir muy bien y hoy financiar mis investigaciones (a propósito, el mes pasado estuve en China celebrando lo que pude hacer allá 20-25 años atrás, pero no tengo planeado visitar el sur de Africa porque poco es lo que podría celebrar de mi trabajo allì 25-28 años atrás).
Dada la alta especialización en la producción de conocimiento, un premio --el Noble u otro-- difìcilmente genera nuevas ideas entre quienes no eran especialistas. Un premio a la investigación científica es reconocimiento a contribuciones extraordinarias (aunque algunos discrepen) para motivar a todos los investigadores a persistir en sus esfuerzos (sí, hay pocos Messi pero muchos Ramos en la investigaciòn científica) y a los especialistas del tema premiado a revisar seriamente los caminos elegidos para sus investigaciones.
Creo, Enrique, que tu biografía da bastante igual desde el momento en el que decides no escribir tu nombre completo ni identificarte claramente. Desde ese momento sólo vale lo que escribes, y en mi opinión (además de aportar links interesantes) tus contribuciones son siempre muy previsibles y en ocasiones extemporáneas. Creo que, en este contexto, tu esfuerzo podría ser dirigido más a la argumentación y menos a intentar legitimarte con tu experiencia profesional que, como digo, desde el anonimato no es pertinente en absoluto.
Vemos el mundo desde el otro lado. Voy ha realizar un experimento mental, supongamos que el cambio climático a pesar de los que dicen los expertos existe (ver nota). ¿Qué sería de las empresas occidentales? Habría sido aniquilada por otros países. Necesitan una tecnología rápidamente obsolescente, antes de que caduque la patente. Y además como la evolución se realiza por ley, impredecible. Ejemplo, el gran responsable del cambio climático es el CO2, los motores de gasolina generan más CO2 que los diésel por eso la legislación actual va en contra de los diésel.
Nota: Según los expertos si realizamos sus "exorcismos" el clima de la Tierra quedará fijo, la única cosa que no ha sucedido desde que existe la Tierra.
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