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"Econopatías"

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Economics is what economists do”. Esta perogrullada se le atribuye a Jacob Viner y es, en esencia, un reconocimiento de lo difícil que resulta delimitar los temas de estudio y las metodologías utilizadas en esa área de conocimiento. Sin embargo, como referencia epistemológica no es muy útil: ¿Quiénes son “los economistas”? ¿Están haciendo lo que deberían hacer?.

Los "economistas que hacen Economía" suelen dedicar poco esfuerzo a explicar lo que hacen y no son especialmente hábiles en dicha tarea. En nuestro país la confusión es aun mayor porque, a pesar de ser una profesión muy denostada, ocurre con demasiada frecuencia que en debates públicos aparece “un economista” que se arroga de la capacidad de presentar las principales conclusiones de la ciencia económica sobre las cuestiones a tratar, si bien en la mayoría de los casos se trata de personajes que no ejercen realmente tal profesión. Por ello, resulta más fácil contestar las preguntas anteriores en un sentido negativo  (y, en parte, complementario al de la entrada reciente de Libertad sobre la influencia práctica de la investigación en economía y a la de Santiago sobre el libro Economic Rules de Dani Rodrik).

A tal fin, resulta conveniente definir un nuevo término (que quizá debería ser considerado para su inclusión en una nueva edición del DRAE):

Econopatías”: Enfermedades que sufren los economistas (y los que pretenden pasar por serlo) en el ejercicio de su profesión. Lo que hacen los economistas (y los que pretenden pasar por serlo) cuando dicen que están haciendo Economía pero en realidad están haciendo otras cosas. 

Estoy entre los que piensan que en Economía, como en cualquier otra disciplina científica, solo hay dos tipos de análisis: el que se hace bien y el que se hace mal. Y el malo es especialmente perjudicial porque, además de conducir a conclusiones erróneas, obliga a que haya que dedicar tiempo y esfuerzo a desterrar ideas preconcebidas y equivocadas, y no tanto a objetivos más loables. Por eso creo que hay algo de valor en la catalogación de “econopatías”.

Algunos síntomas...

Muchas enfermedades están causadas por el exceso o el defecto de algún elemento químico. Las “econopatías” también se detectan por excesos o por defectos:

1. El excesivo recurso a los planteamientos morales e ideológicos. La economía nace de la filosofía moral. Los “economistas clásicos” (Adam Smith, David Ricardo, John Stuart Mill, Karl Marx,…) se preocupaban por cuestiones generales tales como las fuentes de la riqueza de las naciones, la distribución de la renta, la inestabilidad del sistema capitalista, el papel del Estado en una economía de libre mercado. La economía moderna es mucho más empírica y pragmática. Ahora se trata de encontrar relaciones económicas reconociendo que el contexto importa (los mercados funcionan en determinadas situaciones, pero no en otras; el Estado puede mejorar la asignación de recursos, resolver imperfecciones de mercado y mejorar la distribución de la renta y de la riqueza a veces, pero no siempre; etc). El trabajo actual de los economistas es entender el contexto, confirmar relaciones económicas conocidas y descubrir otras nuevas, demostrar cuáles son las razones por las que estas relaciones se manifiestan de una manera o de otra e identificar las condiciones bajo las cuales medidas de política económica u otro tipo de perturbaciones tienen los efectos que se les presumen. En Economía no hay verdades absolutas ni un único modelo que pueda explicarlo todo, en todo lugar y en cualquier momento histórico.

1’. La despreocupación por las cuestiones morales. La economía es una ciencia moral. La función principal del economista debería ser ayudar a construir una sociedad y un orden internacional mejores. Eso no se puede hacer obviando cuestiones de justicia social. La metodología individualista, que concibe la sociedad como la suma de individuos que persiguen su propio interés, algunos con éxito, otros sin él, y que no reconocen ningún propósito o responsabilidad común, no sirve para cumplir esa función. El ser humano es un “animal social”. Poner en primer lugar la defensa de los derechos y libertades individuales, confiando en que los asuntos socioeconómicos serán resueltos por la “mano invisible” de Adam Smith, puede estar justificado por dogmas de carácter cuasi-religioso, no por lo que enseña la economía moderna. También es fruto de uno de esos dogmas la concepción de la sociedad como un individuo a escala gigante con sus propios objetivos y preferencias, sin darse cuenta de que las personas tienen aspiraciones distintas que hacen que los conflictos sean inevitables.

2. El desdén por el método científico. Como sostiene Javier Sampedro (aquí): “El objetivo de la ciencia es entender el mundo: una locura. Y el método en su locura es tomar datos e interpretarlos bien”. Dado que la economía es una ciencia empírica y contextual, su dependencia del análisis de datos en lugares y momentos históricos diferentes es todavía mayor que la de otras ciencias. Y la interpretación de los datos requiere de una lógica y una disciplina que solo los instrumentos cuantitativos pueden garantizar. Los que desprecian los datos y no se someten a la disciplina de estos métodos representan lo mismo que los homeópatas en la medicina.

2’. La concentración en los desarrollos técnicos. También ocurre que algunos olvidan el objetivo final de producir conocimiento útil sobre cuestiones económicas y acaban convirtiéndose en esclavos de determinadas metodologías, que siendo necesarias, no pueden sustituir completamente a la elaboración de teorías y a la colección e interpretación de datos tomados de la realidad. Tal es el caso, por ejemplo, del excesivo predominio en macroeconomía de la calibración de modelos dinámicos y estocásticos de equilibrio general (DSGEs). Ahora parece que cualquier nuevo resultado macroeconómico debe ser formulado en el contexto de un modelo DSGE, aunque el mecanismo en cuestión no tenga componentes dinámicos ni estocásticos, o lo que pueda aportar el análisis de equilibrio general sea irrelevante. Algo parecido está ocurriendo también el campo de la Economía Laboral, casi completamente conquistada por la obsesión por los “experimentos” (naturales o controlados). Si bien resulta necesario identificar relaciones de causalidad de forma más creíble que lo que se puede hacer con datos del mundo real, en demasiadas ocasiones los resultados de dichos experimentos son irrelevantes desde el punto de vista económico. Se puede hacer Economía mediante ejercicios de naturaleza exclusivamente computacional, estadística o experimental, pero no solo haciendo esos ejercicios. Con algunos de mis colegas mas jóvenes (y más proclives al deslumbramiento técnico) suelo bromear diciéndoles: “Los economistas de verdad no simulan”.

3. El apego a las sabidurías convencionales. Tanto en el mundo académico como en el análisis económico que tiene lugar en organismos económicos, hay un excesivo dominio de ideas poco originales y acomodaticias que se fundamentan en la costumbre. La principal labor de los economistas que se dedican al análisis y a la investigación, al igual que la de cualquier científico, debería ser retar a la sabiduría convencional, especialmente cuando interactúan con  los organismos que suelen pecar de un exceso de conservadurismo  en dichas tareas,

3’. La heterodoxia indocumentada. En determinados ámbitos la simple mención al análisis económico levanta salpullidos. Por principio, se niega cualquier posibilidad de entender el complejo mundo real mediante la abstracción, la simplificación y el análisis de datos estadísticos. Así, en esos ámbitos predominan las ideas supuestamente alternativas pero que en realidad solo son incoherencias lógicas sin ninguna base en la evidencia empírica. Siendo la Economía una ciencia contextual y empírica, es imprescindible el contraste continuo de teorías, datos, y resultados existentes y la producción de otros nuevos que contradigan a las sabidurías convencionales. Pero esto solo se puede hacer con un entendimiento profundo de las teorías y de los resultados existentes. La heterodoxia solo es útil cuando nace del profundo conocimiento de la ortodoxia. Si tiene cualquier otro origen o justificación, no es heterodoxia, es ignorancia.

y algunas de sus manifestaciones más peligrosas

Tengo la impresión (¿o es una obsesión?) de que en nuestro país se le otorga demasiado predicamento a opiniones sobre cuestiones económicas que son resultado de "econopatías" que tienen algunos de los síntomas anteriores, no de las verdaderas enseñanzas de la Economía. Por ejemplo, el excesivo recurso a los planteamientos morales e ideológicos, el desdén por el método científico, y la heterodoxia indocumentada se observan tanto en las escuelas de pensamiento alineadas con el liberalismo libertario como en las que siguen las doctrinas marxistas-anticapitalistas. Así, proliferan la fiebre liberal austríaca y la vigorexia radical, que solo se distinguen por los dogmas cuasi-religiosos que causan a cada una de ellas. También hay demasiados ejemplos de la enfermedad del Gran Hombre y del divismo sobrevenido, que llevan a que personajes ilustres (o no), por razones de cargo o de reconocimiento profesional en el campo de la Economía o en cualquier otro (o no), se lancen a sostener opiniones económicas basadas en las sabidurías convencionales o en las heterodoxias indocumentadas, y no tanto en la reflexión y el estudio del tema en cuestión. Afecciones parecidas son los síndromes corporativos, causados por un excesivo aprecio de las sabidurías convencionales vigentes en la escuelas de pensamiento, cuerpos o instituciones a las que demasiados "economistas" están adscritos.