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Cuentacuentos (económicos y otros)

A poco que me hayáis leído en este blog o seguido en otras redes sociales habréis apreciado que tengo dos pasiones confesables: la Economía y el fútbol.  Ambas comparten características comunes. En primer lugar, las dos requieren técnica, tesón e inteligencia. Para ganar partidos de fútbol no solo hay que ser más habilidoso y correr más que el contrario, sino que también hay que tener la intuición necesaria para entender qué tipo de partido estás jugando y qué estrategias son apropiadas en cada caso. En Economía, los economistas más reputados internacionalmente combinan habilidades técnicas, conocimiento e intuición económica, y muchas horas de trabajo (en algunos casos, certificadas por varios divorcios).

Otra característica común es la importancia de las narrativas. Tanto en fútbol como en Economía importa menos lo que se cuenta que quién y cómo lo cuenta. Unas mismas imágenes de un partido de fútbol, sobre todo cuando hay decisiones arbitrales controvertidas, sirven para elaborar narrativas muy distintas según sea el color de la camiseta de quién lo hace. Y en Economía, en la mayoría de los casos, los gurús mediáticos no lo son tanto por su apego a los datos y gusto por argumentos lógicos y coherentes en el tiempo y en el espacio, sino sobre todo por afinidades ideológicas (las suyas y las de sus audiencias).

Los distintos tipos de narrativas económicas

Robert Shiller ha sido especialmente persuasivo proclamando que, en realidad, lo que hacen los economistas es “contar historias” sobre un mundo demasiado complejo (incluso ha escrito un best-seller sobre ello). Recientemente ha participado en un webinar presentado magistralmente por Markus Brunnemeier sobre la Economía narrativa en tiempos de pandemia. (Lo que sigue es mi narrativa de la Economía narrativa inspirada, en parte, por lo que Bob y Markus dicen en ese evento).

En primer lugar, las narrativas son fundamentales en la divulgación de ideas económicas. Las discusiones públicas sobre políticas económicas no suelen girar sobre los últimos resultados de la investigación económica, sino que se plantean alrededor de visiones del mundo alternativas que se ilustran con cuentos simples. La difusión de ideas económicas y como estas influyen en la formación de políticas económicas dependen fundamentalmente de cómo se presenten ante la opinión pública. Por ello, como apunta Markus en su presentación, juegan un papel fundamental en el proceso de toma de decisiones en democracia.

Siendo cierto que todas las narrativas económicas son simplificaciones de la realidad, ni todas ellas son iguales, ni todos los economistas las cuentan de la misma manera. Las diferencias se producen, al menos, en tres dimensiones. Una es la disyuntiva entre complejidad y exceso de simplificación. Necesariamente, para tener éxito, las narrativas han de ser sencillas. A este respecto, conviene recordar el llamado “KISS principle” (“Keep it simple, stupid”) con el que algunos asesores económicos tratan de disciplinar a los políticos que los emplean. Pero como dijo Albert Einstein, todo debería ser lo más simple posible, pero no más simple (It can scarcely be denied that the supreme goal of all theory is to make the irreducible basic elements as simple and as few as possible without having to surrender the adequate representation of a single datum of experience.Incidentalmente, en su presentación Bob Shiller recuerda que Einstein atribuyó el desempleo durante la Gran Depresión a los avances tecnológicos, lo que confirma que incluso los mayores genios sufren la enfermedad del Gran Hombre y se equivocan cuando no explotan su ventaja comparativa). Cómo apreciar cuando es absolutamente necesaria la complejidad y como hacerla comprensible a amplias audiencias son dos de las tareas más difíciles para los divulgadores de ideas económicas (y también para los asesores económicos).

En segundo lugar, no todos los cuentacuentos económicos tienen la misma preocupación por la coherencia lógica y la validez interna y externa de sus narrativas. La coherencia lógica y la validez interna se consiguen basándolas en modelos económicos que dejen poco espacio a la ambigüedad lingüística y que especifiquen claramente las condiciones bajo las que se cumplen los principios en los que se basan. La validez externa se consigue contrastando esos principios con datos y prestando una especial atención a los resultados empíricos en cuestión.

Finalmente, no todas las narrativas tienen la misma motivación. Por una parte, están las que pretenden difundir conocimientos e ideas económicas sobre cómo funciona el mundo. Otras persiguen cambiarlo, en función de intereses necesariamente particulares, más o menos legítimos, que priorizan determinados objetivos sociales sobre otros.  En otro momento de su presentación, Bob Shiller dice que la ideología es “involved narrative” (a lo que yo añadiría: “involucrada, pero pocas veces comprometida”).

La difusión epidemiológica de historias e ideas económicas

Otra característica interesante de las narrativas económicas es que su difusión suele seguir una curva epidemiológica. Tanto las citas que reciben los artículos científicos como la atención mediática que reciben las ideas y las narrativas económicas suelen crecer muy rápidamente al principio (cuando tienen éxito) para evaporarse con el paso del tiempo. Y al igual que los virus causantes de pandemias, algunas experimentan “rebrotes” y nunca son totalmente erradicadas. Curiosamente, también como en el caso de los virus, esto ocurre con mayor frecuencia con las narrativas más dañinas (las menos coherentes y válidas, las excesivamente simples y las más ideologizadas). Paul Krugman las agrupa bajo lo que considera Zombie Economics; Milton Friedman las llamaba “viejas falacias que nunca mueren”.

A efectos de difusión, las narrativas económicas se extienden por distintos ámbitos con diferentes cámaras de resonancia (echo chambers). Las más complejas suelen quedar confinadas en discusiones académicas poco accesibles a la opinión pública, hasta que son convenientemente vulgarizadas. Las que se refieren a cuestiones de política económica tienen vertientes geográficas y son más o menos populares en función de intereses políticos nacionales. Y con las redes sociales, las narrativas conspirativas y las que no han sido sometidas a una evaluación rigurosa de su coherencia, validez y motivación están consiguiendo evadir el control que debates informados deberían ejercer en la difusión de historias e ideas económicas. En este contexto, los divulgadores económicos que ejercen de puente entre las distintas cámaras de resonancia son más útiles que nunca.

Termino con tres proposiciones muy a tener en cuenta y que resultan de una encuesta a la audiencia del webinar de Bob Shiller, que, por su parte, se mostraba de acuerdo con ellas. El poder persuasivo de las narrativas económicas está muy subestimado. Todavía existen narrativas económicas con vertientes nacionalistas muy acentuadas que dificultan la coordinación internacional en cuestiones de política económica. Y, finalmente, para seguir construyendo narrativas económicas tendremos que seguir relajando el paradigma económico basado en la racionalidad e incorporando enseñanzas de la Economía del Comportamiento.