La concesión del premio Nobel de economía es seguida siempre con gran atención por parte de los economistas académicos. Este año no ha sido una excepción, y fruto de ello me he encontrado en varias conversaciones hablando tanto de los premiados como del valor del premio en sí mismo. Hoy me gustaría hablar sobre los aspectos positivos del premio, y sobre una lejana advertencia de Hayek.
Siendo claro desde el principio, la existencia de un premio Nobel en economía me parece una buena idea.
Un primer motivo es que la concesión anual del premio, o las apuestas previas sobre el posible ganador, son una buena ocasión para discutir saludablemente sobre contribuciones específicas y sobre la investigación económica en general. El intercambio de opiniones y el esfuerzo por entender los méritos de uno u otros nos ayudan a reflexionar sobre la investigación económica.
Un segundo motivo viene de los buenos incentivos que generan tanto la dotación económica como el impacto del premio. El Nobel es un peldaño más en la carrera profesional, y por lo tanto puede animar a los mejores investigadores a exprimir sus capacidades más allá de lo que harían en su ausencia.
Un tercer motivo, y posiblemente el más importante, proviene de la calidad del conjunto de los premiados a lo largo de lo años. Dicha calidad, y el nivel de consenso sobre la misma, indica que el Nobel ha sabido seleccionar las grandes contribuciones a la ciencia económica, creando así una élite de economistas cuya solvencia científica está fuera de toda duda. La marca del Nobel es un sello de calidad universalmente aceptado que permite a la sociedad distinguir economistas y análisis rigurosos de los que lo son menos o directamente no lo son. Póngamonos en la piel de un gobierno que tiene que tomar una decisión importante de política económica. Seguro que tener una manera de discrimar la calidad de posibles asesores económicos le resulta útil. Un premio Nobel de economía, o alguien en cuyo criterio y conocimiento éste confíe puede ser un buen lugar donde empezar a buscar ayuda. Otro ejemplo es cómo valorar la actividad investigadora en la universidad pública. Algunos profesores en la Universidad española sostienen que el valor de todas las revistas debería ser el mismo, aduciendo que los índices de impacto son imperfectos o que tienen sesgos. Sin embargo, las contribuciones merecedoras del premio Nobel, y el resto de publicaciones de sus ganadores, suelen estar en las revistas de alto impacto. Lo que deja con muy pocos argumentos a los que quieren premiar su propia mediocridad.
Finalmente, el premio da visibilidad a la profesión y la equipara un poco con las ciencias naturales, matando así esa triste idea de algunos políticos patrios de que “la economía son dos tardes”.
Sin embargo el premio lleva también un peligro, sobre todo en tiempos de graves dificultades económicas. La sociedad necesita respuestas a muchos y variados problemas: han pasado ya más de tres años desde el inicio de la recesión; tenemos elevadas tasas de desempleo en muchos países; la amenaza del “double dip” está cada vez más presente; la zona euro está atrapada entre la posible insolvencia de algunos de sus estados miembros y el riesgo moral de los paquetes de rescate; el sistema financiero necesita un nuevo marco regulatorio; el envejecimiento de las sociedades occidentales abre nuevos problemas de finanzas públicas; el crecimiento del comercio internacional y el nuevo músculo industrial de los BRICs están cambiando la estructura productiva de muchos países; las emisiones globales de CO2 no retroceden. Y en este contexto, con los periodistas apretando a los premiados, la tentación de opinar sobre todo es grande. Cualquier recomendación sobre políticas económicas que emita el premiado recibirá mucha atención.
Pero la economía, como las ciencias naturales, requiere un alto nivel de especialización y el premiado no tiene por qué ser el economista más cualificado para solucionar todos los problemas económicos de actualidad. A pesar de eso, a los ojos de la sociedad, el premio confiere un argumento de autoridad que puede acabar dando demasiado peso a su opinión.
Este riesgo lo advirtió Hayek, de forma premonitoria, durante el banquete oficial de celebración de su Nobel en 1974 (mi colega Manuel Arellano me pasó este enlace con el discurso completo):
“It is that the Nobel Prize confers on an individual an authority which in economics no man ought to possess ... ... There is no reason why a man who has made a distinctive contribution to economic science should be omnicompetent on all problems of society - as the press tends to treat him till in the end he may himself be persuaded to believe.”
Que podemos traducir como:
“El premio Nobel otorga a un individuo una autoridad que, en economía, ningún hombre debería poseer ... ... No hay ninguna razón por qué la persona que ha hecho una contribución especial en la ciencia económica debería ser competente en todos los problemas de la sociedad. Pero así es como lo trata la prensa, hasta que al final él podría llegar a convencerse de que sí lo es”
Afortunadamente, Chris Sims y Tom Sargent parecen estar resistiendo bien la presión. O al menos ésta es la impresión que me dieron al responder en la rueda de prensa después de la concesión del premio.
Hay 23 comentarios
Hola Josep:
Bonita entrada. En la antigua Roma, cuando un general era agasajado por sus victorias militares, el esclavo que sobre su cabeza sujetaba una corona de laureles le repetía "memento mori", i.e. recuerda que eres mortal.
Josep,
Gran entrada, estoy de acuerdo en que las ventajas de tener un Nobel de Economía superan al coste de que los premiados con el Nobel hablen de lo que no saben. El coste es real, porque los premiados no pueden limitarse a hablar solo de lo que saben (que a menudo es un área estrecha, pues la especialización ayuda a la excelencia), la presión mediática es simplemente demasiado fuerte.
Además normalmente cualquier profesional, y no digamos los buenos, piensa que siempre tendrá algo más inteligente que decir sobre cualquier tema de su disciplina (aunque no sea de su área) que el ciudadano medio, de forma que lo que diga puede de todas formas ser útil a la sociedad. Pero cuando se habla de lo que no se sabe (p. ej. un microeconomista hablando de macroeconomía o viceversa), a menudo se habla por intuición, mientras que los especialistas de esa área normalmente ya han estudiado el asunto con criterios científicos y han descartado ideas basadas en el sentido común.
Buenos días, Josep.
Siempre había creído lo que dice tu artículo: que es bueno premiar vidas y hechos ejemplares. No debiera caber duda de ello.
Tampoco me encuentro capacitado para juzgar el último premio. No es mi oficio. Pero veo que hay polémica y apasionamiento en ambos lados y los premiados me inspiran simpatía. Son gente esforzada y sencilla, no “prima-donnas”, y eso tiene un gran valor para todos nosotros.
Hace unos días escuché a Campa en la presentación de un libro sobre un nuevo modelo de Equilibrio General y, la verdad, nos quedamos todos un poco en la duda de si realmente vale la pena el esfuerzo tantas fueron las restricciones a estas herramientas que allí se airearon.
En cualquier caso y compartiendo muchas de las críticas al exceso de ecuaciones lo cierto es que, dentro del tablero de juego, más nos vale tener ayudas que permitan eliminar opciones con rapidez. En este sentido los modelos hacen la función de la experiencia para un jugador de ajedrez: Ayuda a descartar y a concentrarse.
Muchas de las críticas se derivan de que cada vez más gente es consciente de que el problema consiste en el juego mismo, en el tablero, las fichas y las reglas. Y en estas situaciones es cierto que los modelos valen para bien poco y los premios son mecanismos de refuerzo del paradigma definido como lo hacían Koyré y luego Kuhn. Pero sería ridículo ignorarlos o desconocerlos. Ya tiramos por la borda demasiadas cosas.
A pesar de todo, la mejor defensa aparece si intentamos imaginar un mundo sin esas herramientas y esas personas.
Saludos
Un elemento para la reflexión:
¿Se han preguntado por qué el país con el mayor número de premios nobel (no sólo de economía) alberga movimientos como el Tea Party?.
Lo digo porque es sorprendente (para mí) que un grupo tan notable de descerebrados pueda llegar a tener tanta influencia.
Yo sí, y las respuestas (en fase de elaboración) me inquietan.
Para José Jarauta:
Hola, José, tu pregunta es oportuna y tiene respuesta: Cada vez más gente ha dejado de creer en el paradigma vigente y necesita salir de un tablero y de un juego muy insatisfactorio para la abrumadora mayoría. Un horizonte deprimente.
Y también es oportuna tu inquietud. La situación se mueve hacia la ruptura más que hacia una transición. Antes o después se hará evidente la naturaleza revolucionaria de estas décadas. Las pasadas y las que vienen.
Lo realmente inquietante es que en las revoluciones los agentes que ponen toda la carne en el asador son siempre los que aspiran al usufructo del resto.
Es eso ¿no?
Saludos
José Jarauta.
También es el país del creacionismo, de los extremos, de la máxima y mínima cultura, de la enorme riqueza y la extrema pobreza. En algunos barrios de sus ciudades se disfruta de la más elevada esperanza de vida del mundo, mientras dos calles más arriba, la de Zimbabwe. Dudo mucho que la cantidad de nobeles tenga algo que ver con eso.
Hace poco, no sé en que tema, hablábamos sobre la dificultad de sentar cátedra en una ciencia tan viva como la economía, cuando ya ni siquiera podemos hacerlo con la ciencia. Einstein y el último descubrimiento sobre la velocidad de los neutrinos es un buen ejemplo.
En todo caso, una de las cosas que os debería enorgullecer es que el premio todavía no haya caído bajo la influencia de la política, de lo que interesa que se crea en un momento dado.
No puedo estar más de acuerdo. A Gérard Debreu lo pusieron una vez a caer de un burro por no saber contestar una pregunta sobre el desempleo en Francia; y sin embargo debe haber pocos economistas decentes hoy día que no tengan una deuda importante con él.
Lo único que me pone un poco nervioso es la referencia (doble) a las ciencias naturales. No me interesa. No me importa lo más mínimo si fulanito o menganito cree que la economía es más como una ciencia natural o como una cafetera de filtro. ¿Qué más da? ¿A alguien le importa si las matemáticas son o no una ciencia?
En ese sentido yo me quedo con el sentido del humor de Lazear que decía: "Economics is not just a social science, it is a genuine science".
Es una reflexión interesante. Me recuerda a los típicos manifiestos de cientos de científicos apoyando (o negando) el Cambio Climático (pero la mayoría de científicos no lo son del Clima).
Tiendes a pensar que un científico, aunque lo sea de una especialidad distinta, y más si es un premio Nobel, tiene una cierta prudencia para hablar de temas que no son el suyo propio (puesto que son consciente de lo complicado que puede ser cualquier cosa si la estudias suficientemente), pero en la práctica, esa "prudencia" brilla por su ausencia con demasiada frecuencia.
Comentaba Robert Engle en la gala de los Nobel en los mítines de la American Economic Association que entre las diez mejores cosas que traía ganar el Nobel, sin duda la mejor era que de la noche al día te convertías en un experto en todo, no solo en economía, sino en política, física, deportes y música...
“Afortunadamente, Chris Sims y Tom Sargent parecen estar resistiendo bien la presión. O al menos ésta es la impresión que me dieron al responder en la rueda de prensa después de la concesión del premio.”
Eso, mas que resistir la presión, es una prueba de prudencia y espíritu de supervivencia.
Si todo lo que se ha escrito de ellos es cierto, son, junto a otros destacados macroeconomistas como Lucas, Barro, Diamond…., los padres de la macro ortodoxa actual (léase modelos DSGE) que inspiran no sólo las principales facultades de todo el mundo, sino también los Ministerios de Economía, los servicios de estudios de Bancos (Centrales y de los otros), Organismos multilaterales tipo FMI, etc. Esto es, los que se mostraron incapaces de diagnosticar (primero) y remediar (después) la caótica situación que estamos padeciendo. Como suele decirse, calladitos están mas guapos.
Saludos
Estoy de acuerdo con el espíritu del artículo, hay que tener cuidado con el "endiosamiento" de los premios nobel, especialmente en economía
Tengo una pregunta, ¿los premios nobel se les pueden retirar una vez concedidos?. Bueno, me viene a la cabeza el caso de Myron Scholes y Robert C. Merton, premiados en 1997, y "genios" del famoso hedge LTCM que casi hunde el sistema financiero norteamericano "de una tacada" y que fue "salvado" en septiembre del 98, sonora advertencia de lo que vendría 10 años después
Estos "magos" habían descubierto en "santo grial" de las inversiones en bonos y acciones, habían deducido los "arcanos" y convertido en "pura ciencia" el arte de la especulación, así, como trasfondo de sus hipótesis se encuentra el anuncio, como no, de un "nuevo paradigma" (como suelen hacer todos los trileros y estafadores), de tal forma que en el estado estacionario "Fukuyamiano" que se inauguraba con el derrumbe del universo comunista auspiciaba una era de mercados abiertos y competitivos con ganancias siempre crecientes de productividad gracias a las TIC's y donde, por fin, el comportamiento de las preferencias, de las evoluciones de las acciones y bonos se podía simular según el movimiento Browniano
En esta construcción, en esta genuina representación de la economía, la función densidad de probabilidad reinaba en el modelo, tal y como ocurre en la mecánica estadística de los gases (teoría cinética) a la manera de Boltzman y su correlación con la entropía
Las acciones humanas se reducen a los choques aleatorios de partículas, una vez que se han "suavizado" las interferencias "políticas" y por tanto emocionales de los participantes en el juego económico. Las apuestas por la convergencia se realizan en el supuesto de una a manera de analogía con las teorías de la difusión molecular. Los "animal spirits" de Keynes, eran, por fin cosa del pasado, como la misma "Historia", pues lo había dicho nada más y nada menos que Fukuyama...
Hermosa teoría, una lástima que no tuviese nada que ver con la realidad, cuando, al contrario de lo que ocurre en una sala con un gas, todas las partículas (bonos) se agrupan en una esquina en la huida a la "calidad", como ocurrió en el default ruso del 98, y así, ese hedge, con apalancamientos de hasta 100:1 se fue al garate y tuvo que ser rescatado para que no se llevase por delante todo el "sistema"
Luego eso inauguró toda esa parafernalia del trading de alta frecuencia que me recuerda a la máquina automática de represalia nuclear soviética de la película de Kubric "Teléfono Rojo...", que, junto con otros automatismos "mágicos" amenazan con hundirlo todo, pues, como ya dijo Heisenberg, el observador influye en el hecho y si todos se comportan según un patrón determinado, ésto acaba modificando el hecho de partida, como ocurrió con nuestra burbuja y la creencia masiva en que "los precios nunca bajan" y el peso universal de esta creencia lo que, al final, la destruye
En fin, que hay muchas formas de timar, y algunas de un elevado contenido intelectual (las más peligrosas)
Yo estoy con Sala i Martin cuando decía que "obtención del premio Nobel no vacuna al galardonado contra la capacidad de decir tonterías" 😀 (http://www.columbia.edu/~xs23/catala/articles/2008/Crisis_Financiera/Crisis%20Financiera_2_.htm).
Lo que pienso es que, por mucho que un premio nobel haya sido completamente determinante en una concreta línea de investigación, no puede nadie pensar que tiene que tener respuestas y soluciones para todo, entre otras cosas, porque el dogma en la economía no existe.
Desgraciadamente, Hayek sólo hubo uno. Cualquier investigador que pretenda modelizar la realidad ha de partir de una premisa que no debe olvidar nunca: es altamente probable que su modelo no sea capaz de reproducir fielmente todos los factores que en la realidad existen y que condicionan el devenir de los acontecimientos. Pretender adaptar la realidad al modelo y no al revés es una magnífica base para fracasar.
Un saludo,
Manuel Sarachaga
Estoy muy de acuerdo, aunque encuentro divertido que se publique en este blog, desde donde macroeconomistas (sin premio nobel, por ahora) escriben sesudas opiniones sobre los riesgos de "peronización" del sistema político español asociados al 15-M (por ejemplo).
Puestos a preguntar no voy a dejar pasar la oportunidad porque uno, más que respuestas, lo que tiene son preguntas.
Esta noche tras la cena abrí el librito de Kuhn ("La Estructura...") por más o menos la mitad y me quedé absorto leyendo un párrafo subrayado hace años. Dice lo siguiente:
"Llegado el caso un paradigma puede incluso aislar a la comunidad (científica-nota mía) de aquellos problemas socialmente importantes que no son reductibles a la forma de rompecabezas debido a que no se pueden plantear en términos de las herramientas conceptuales e instrumentales que suministra el paradigma"
Esto que sugiere el párrafo parece estar sucediendo con al menos tres comunidades científicas de economistas: Los ortodoxos (paradigma consenso de Washington-dinero papel. Sobre sus hombros cae el trabajo de cada día), los marxianos (críticos brillantísimos pero sin redefinir el propio paradigma) y --a falta de mejor etiqueta-- los austríacos (críticos también brillantes que comienzan a osar hacer propuestas pero con escasa convicción). Criticar es más fácil que dar trigo.
Las tres comunidades están bien diferenciadas (más en lo accesorio que en la esencia) pero sus paradigmas no suministran las herramientas necesarias para resolver los problemas sociales (definidos bottom-up) y ni siquiera disponen de unidades de medida válidas ni de las métricas necesarias para que los objetivos de la mayor parte de sus esfuerzos científicos coincidan con el problema social de fondo formulado desde la base de la sociedad. Es decir, la creación de prosperidad económica individual y capacidad de vivir con una razonable independencia.
Lo que me intriga es por qué estos paradigmas no recogen el guante que se pide con insistencia desde la base del "mercado" y ajustan sus modelos y métricas para responder a esas preguntas que son cada día más insistentes.
Al plantearnos esta cuestión en la situación en la que nos encontramos es difícil evitar pensar que nos movemos con fuerza hacia el final de la vida útil de algunos paradigmas y esto, también según Kuhn, no es un proceso fácil ni sin fortísimas resistencias.
Pero el tren no para.
Manu:
Sus pensamientos me recuerdan una vieja canción de Leonard Cohen:
http://www.youtube.com/watch?v=rBQYWCw8n_k
Estirando el argumento, también me ha venido a la cabeza un artículo de Ricardo J. Caballero:
Macroeconomics after the Crisis: Time to Deal with the Pretense-of-Knowledge
Syndrome.
http://pubs.aeaweb.org/doi/pdf/10.1257/jep.24.4.85
En el fondo, todo es cuestión de quién sabe qué, o de quien se cree que lo sabe, o de quién se quiere aprovechar de que sabe lo que otros no saben, o qué se yo.
Muy buena entrada, sensata, recordando la humildad de la profesion.
Un saludo
No como Krugman, que no para de aleccionarnos con las bondades de las guerras y los terremotos... la fatal arrogancia en su versión superlativa.
Como dice el economista A.Pastor y otros, la economía es una ciencia humilde. Aprender de los errores del pasado creo que es el mejor consejo. Para los que estamos aprendiendo, reaprendiendo, comparar teorías, informes, modelos con la experiencia que nos indica la historia económica, nos abre los ojos.
Para no caer en un debate repetitivo, creo que al final una dosis de pragmatismo viene bien, captar "lo mejor de cada casa" y olvidarse de gurus que parece que saben de todo...
"Todos somos muy ignorantes, lo que ocurre es que no todos ignoramos las mismas cosas" A.Einstein
Oh! What A Lovely War!.
martin:
Antes de afirmar cualquier cosa es conveniente verificar las fuentes. Se puede y se debe no estar de acuerdo con todo lo que dice Krugman. Lo que no se puede es no estar de acuerdo con lo que nunca ha dicho.
Le recomiendo que lea la entrada de Krugman en su blog. Como sabe, cualquier texto incluye también el contexto y el intertexto, o si lo prefiere puede remitirse a los principios de la retórica clásica.
Aquí tiene la entrada por si estima conveniente su lectura, siempre que no lo considere una pérdida de tiempo:
http://krugman.blogs.nytimes.com/2011/08/15/oh-what-a-lovely-war/
He leído el enlace de Krugman-NYtimes citado por J. Jarauta arriba.
Hace unos días leí otro, también de Krugman, (nota 1) y no quisiera entrar en el debate de Roosevelt y su New Deal pero es cierto que Roosevelt está siendo reestudiado y, a toro pasado, algunas cosas suyas fueron sin duda causa de lo que USA sufrió más que nadie en desempleo.
También el New Deal conviene repasarlo. Hace poco he aprendido de un diplomático español a punto de jubilarse que cuando hubo que reclutar chicos para la guerra, el US Army rechazaba en torno al 50% porque, en 11 años, la crisis en el país más rico del mundo ya se había cobrado un gran precio en salud. Ojo al Cristo que es de plata.
Pero es el caso que en el año 40, el desempleo USA todavía andaba por el 15% (esta es la cifra más baja que he encontrado, Posner y algún otro llegan a dar el 21% habida cuenta de las muchas formas como el US labor stats monitoriza el desempleo) y según nos dice el artículo de NY Times ya estaban en pleno build-up para la guerra y (ésto no lo dice el NY Times) suministrando el 25% del esfuerzo militar ruso.
Krugman es especialista en comercio internacional y por ello Nobel. También se ha convertido en figura mediática, ejerce su derecho a opinar de bastantes cosas y, faltaría más, citar a Cristina Romer, etc.
Nota 1. http://www.nytimes.com/2002/08/02/opinion/dubya-s-double-dip.html?pagewanted=1
Entiendo que efectivamente la ciencia moderna ha adquirido unas dimensiones que hacen imposible que un sólo sujeto pueda abarcar todo el conocimiento especializado incluso entro de su propia disciplina (ya no digamos en otras). Entiendo que lo dicen ustedes para que no nos fiemos mucho de lo que dice Stiglitz sobre los mercados financieros porque sea un crack con el tema de la información asimétrica, ni demos carácter de artículo de fe a las opiniones políticas de Krugman por sus contribuciones al tema del comercio internacional.
¿Pero están seguros de que ustedes mismos no se comportan, como diría Ortega, como "bárbaros especialistas" o que inconscientemente (y no les supongo mala fe en absoluto, conste ni les voy a acusar de liberales ni psicofantes de la burguesía ni de economólogos ni nada) tienen preferencias ideológicas como todo hijo de vecino y estas se traslucen en las soluciones que proponen?
¿Seguro que sólo hablan en plan de "una subida del tipo marginal xxxxx provocará una distorsión de tal, como ha quedado acreditado por los estudios de tal y tal, que recogen la evidencia empírica de tal y tal?
Porque, dicho sea con todos los respetos, y abundando en lo que dice Pepe, alguno de ustedes hace valoraciones un tanto curiosas sobre el valor de algunas contribuciones a la Filosofía de la Ciencia, entran con audacia el campo de la sociología, la historia, la teoría política, los sistemas electorales, el Derecho, la psicología, etc
Y no dudo que publiquen en revistas de impacto, y que el procedimiento de selección de las revistas de impacto sea imparcialísimo y según los méritos estrictos de la contribución y no lo que pueda molestar o perturbar, pero vamos, que sin nobel y todo yo meditaría si alguno aquí no debería aplicarse la humildad que predica.
¿Se da cuenta el autor de la enorme ironía que ha escrito?
Nos trae a Hayek (un premio Nobel) aventurando que sería estúpido hacer caso a un premio Nobel simplemente porque lo fuese.
Si hago caso a Hayek no debería hacerle caso, pero si no le hago caso debería prestarle atención y por tanto no hacerle caso.
Voy a optar por hacerle caso y por tanto no atenderle. Es una regla simple que funciona para casi todo lo que dicen no ya lo premios Nobeles sino Hayek en particular. Del mismo modo trataré de prestar atención a Krugman y a Stiglitz, cuando hablen de economía. Eso sí, leyendo de la boca del caballo y no a los que deciden tergiversar sus palabras untándolas con su ignorancia (hola Martín).
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