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¿Qué preferencias y qué decisiones deben prevalecer?

Esta es una entrada sobre preguntas y dudas, y con solo un poco de orden al final. Ya me contarán qué les parece.

-Una menor de 16 años tiene un embarazo no deseado. ¿Debe ser ella o sus padres quienes tengan derecho a decidir sobre si continuarlo o interrumpirlo?

-Un padre decide que su hija de 8 años no vaya a la escuela. ¿Deben respetarse sus preferencias o las de la hija? ¿Y si la hija tampoco quiere? ¿Debe tomar el Estado la decisión?

-En el caso anterior podemos tomar el punto de vista de la hija que, casi con toda seguridad, al cumplir la mayoría de edad querría haber sido escolarizada. Este punto de vista no siempre da una respuesta clara ¿quién tiene preferencias más cercanas a la menor cuando cumpla 18 años en el caso del embarazo no deseado? ¿ella a los 16, cuando debe tomar la decisión, o sus padres? Con un poco de imaginación y de recursos, se pueden hacer estudios para saber la respuesta. Sin embargo, hay casos irresolubles según este criterio. Un menor adoctrinado con éxito, a los 18 años prefiere haber sido adoctrinado, pero un menor no adoctrinado, cuando sea mayor de edad estará satisfecho de no haberlo sido.

-Gran parte de la población no entiende bien los productos financieros. En particular, infravaloran la probabilidad de no poder pagar la hipoteca y de que el valor de la propiedad no sea suficiente para cancelar la deuda. Una ley puede obligar a que las hipotecas se ofrezcan, por defecto, con la cláusula de “dación en pago”. Serán más caras, pero aseguran al prestatario contra ese riesgo. Si no lo desea, siempre puede negociar quitar esa cláusula, pero al ser la opción por defecto se mantendrá muchas veces. ¿Es paternalismo? Si lo es, ¿en qué términos estaría justificado?

-Una persona decide que se levantará temprano para salir a correr. Pone la alarma, pero, cuando suena, la apaga y se queda en la cama. Al día siguiente, con los mismos planes, aleja el despertador de la cama para obligarse a salir de entre las sábanas. ¿Hay alguna irracionalidad? ¿la de quedarse en la cama, la de alejar el despertador, la de no volver a la cama después de haberse levantado?

-Un consumidor debe decidir si comprar un electrodoméstico más caro o más barato. Ambos tienen las mismas prestaciones, pero el más caro consume menos energía. Hace sus cálculos y elige el barato. Meses después se arrepiente. ¿Qué preferencias deben satisfacerse? La primera elección, ¿depende de que el consumidor conozca sus problemas de inconsistencia temporal y prevea el arrepentimiento?, ¿y si, aún conociéndose, mantiene su decisión? ¿sería eso consistente con aceptar que alguien le induzca a comprar el electrodoméstico más caro? ¿sería esto último parecido al caso en que se aleja el despertador de la cama?

-Un individuo, que no quiere ser consumidor de drogas, las prueba y acaba haciéndose adicto. A partir de ese momento prefiere consumirlas. Si en el caso de la alarma nos parecía que las primeras preferencias eran las buenas. ¿Por qué ahora no? ¿Cuál sería el criterio?

-Un trabajador, siendo joven y viendo la vejez muy lejos, decide libremente no ahorrar para pagarse un retiro. ¿Deben respetarse esas preferencias o las de su yo mayor que se arrepiente? Si son estas últimas, ¿debe obligarse al trabajador joven a cotizar para pagar su pensión?

-Un paciente tiene una enfermedad grave. Hay dos opciones de tratamiento, cada una con sus distintas probabilidades de supervivencia a muy corto plazo (por el tipo de intervención en la mesa de operaciones) y a medio y largo plazo. Sabemos que, si se expresan los datos en términos de probabilidad de fallecimiento la elección tiende a ser distinta que si se plantean como probabilidad de supervivencia. ¿Qué manera de expresar el problema elucida las preferencias verdaderas del paciente?

-Un inglés muestra preferencias por estar fuera de la Unión Europea. Al observar que el coste es alto, cambia de opinión. Un catalán muestra preferencias por la independencia de Catalunya, pero cambia de opinión ante otras alternativas de financiación o ante la federación del territorio. Un vasco está satisfecho con el grado de autonomía de su país, pero elegiría la independencia si fuera fácil obtenerla. ¿Qué significan, entonces estas preferencias? ¿Qué mecanismo de decisión es el más adecuado para decidir sobre el tema dadas las distintas condicionantes que pueden hacer cambiar la respuesta?

-Los seres humanos tenemos instintos de todo tipo, algunos más, otros menos; algunos instintos serán sanos y otros, inconfesables, que están domados, dormidos o escondidos con vergüenza, pero que pueden salir según a quién y según en qué circunstancias. ¿Muestran esos instintos nuestras verdaderas preferencias? ¿No son más verdaderas el querer mantenerlos bajo control? Ese país civilizado donde una parte de la ciudadanía se deja llevar por un frenesí nacionalista, ¿siempre fue así?

Según la Teoría Económica, las preferencias están definidas sobre conjuntos de bienes, no sobre un único bien. Esto último solo tiene sentido si se pueden dejar inalteradas las demás cosas que nos importan. Puedo comparar si prefiero una casa más grande a una más pequeña solo si todas las demás cosas que consumo se quedan igual. Si no es así, tendré que comparar una casa más grande y menos viajes de placer frente a una casa más pequeña y más dinero para viajar, por ejemplo. Además, según la Teoría Económica, las decisiones se tienen en cuenta no solo según las preferencias, sino también según las restricciones presupuestarias (de dinero, tiempo o esfuerzo, entre otras). Como todas las opciones elegidas lo son siempre según unas restricciones, no será fácil saber las preferencias que están tras ellas.

Dadas todas estas complicaciones, ¿sobre qué principios conviene organizar el respeto a las decisiones individuales y colectivas? Todavía estamos debatiendo sobre ello y seguramente no habrá una manera que satisfaga a todo el mundo. A pesar de que este tipo de preguntas han estado siempre presentes, la reciente literatura de Economía del Comportamiento está empezando a poner algo de orden. En este blog, y a cuenta del Nobel a Thaler, hemos comentado sobre ello (aquí, aquí y aquí, por ejemplo). Algunas críticas a la teoría de los “empujoncitos” (nudge theory) puede verse aquí.

Desde la Economía se podrá ayudar a saber las consecuencias económicas de una u otra manera de organizarse y cada cual ponderará como crea conveniente esas consecuencias. Unas cosas parecen claras:

-Las decisiones tomadas por los menores deberían parecerse lo más posible a lo que ellos habrán querido cuando sean mayores de edad.

-Deben minimizarse las decisiones que den lugar a una gran inestabilidad o desconocimiento, por lo que facilitar cierta estabilidad e información sería deseable. En las decisiones colectivas, la estabilidad puede venir dada por las mayorías necesarias para cambiar distinto tipo de normas.

-Las opciones por defecto o que induzcan una decisión con mayor probabilidad que la alternativa deben ser siempre conocidas y aceptadas por parte de la ciudadanía. Las opciones alternativas deben estar fácilmente disponibles.

-Como siempre, in dubio pro libertate.

Creo que muchas de las polémicas sociales de los últimos tiempos se podrían discutir con un poco más de orden si se siguieran estas consideraciones. Sí, estoy pensando en la gestación subrogada o vientres de alquiler, las querencias o no por la independencia de una parte de los catalanes o en la libertad de asumir el riesgo de perder tu dinero al hacer una inversión. ¿Tienen las jóvenes que ofrecen su útero toda la información necesaria para tomar su decisión? ¿Impide tomar otras decisiones que son desconocidas en el momento de firmar el contrato? ¿Es la decisión estable? ¿Se mantendrá durante nueve meses? ¿Cuáles son las consecuencias psicológicas de saberse hijo por gestación subrogada? La lectora o lector puede seguir añadiendo preguntas y puede plantear otras para las demás polémicas. No sé todas las respuestas, pero creo que el planteamiento ayuda a la discusión. Si simplemente decimos sí a la gestación subrogada apelando al principio de la libertad o decimos que no a los vientres de alquiler apelando al principio de la dignidad negamos la discusión y solo quedará imponer una posición sobre la otra. Esto suele ser peor que hablar con orden, observar los datos relevantes, convencernos y llegar a acuerdos cuando disentimos.