Cierra los ojos despacio / pestaña contra pestaña, / solo es español quien sabe / las cuatro lenguas de España. (Gabriel Aresti)
Si una lengua es hablada por 100 personas, poco le queda más que morir. Puede documentarse, facilitar que ese grupo pase a las siguientes generaciones algunas palabras, canciones o expresiones culturales y que así perviva de alguna manera en el grupo social que alguna vez la habló. En el otro extremo, las lenguas muy extendidas, oficiales en sus sociedades y habladas por millones de personas monolingües no tendrán problemas. Pero, ¿qué hacemos con las lenguas que no están en esos extremos? En particular, ¿qué hacemos con aquellas, como el euskera, gallego, catalán-valenciano, asturleonés, aragonés o aranés, que conviven con lenguas mayoritarias?
Intentaré decir algunas cosas relevantes desde mi óptica de economista, sin obviar otros puntos de vista y análisis, como el jurídico o el educativo. Como la pregunta es sobre qué hacer, la postura será normativa y, por tanto, sujeta a sesgos y preferencias personales moldeados por el apego personal a las lenguas que me han acompañado toda la vida (castellano, euskera y gallego) y mi curiosidad por las demás. Con todo, intentaré justificar mis ideas de dos maneras: (i) la defensa de unos objetivos que creo son de adscripción mayoritaria y (ii) el análisis de unos medios justificados por su coherencia con los fines. Es esta coherencia la que necesita de todos los análisis posibles, incluidos el económico, estadístico y de teoría de juegos (además del legal, psicológico, sociológico o pedagógico) para entenderse bien.
El análisis económico aplicado a las lenguas se ha centrado en temas como el beneficio de adquirir una segunda lengua, el análisis coste-beneficio de la diversidad lingüística o la evolución del uso de las distintas lenguas (aquí y aquí hay sendos panoramas de la investigación). No obstante, también hay trabajos con análisis de bienestar asociados a la promoción del uso de una lengua (aquí) o de los equilibrios subóptimos que pueden ocurrir en la interacción social donde hay una lengua minoritaria (aquí). Desde el análisis económico, la lengua puede ser considerada un bien público, con fuertes externalidades de red y en el que se presentan problemas de coordinación. Estas consideraciones implican que la promoción pública de una lengua tiene perfecto sentido. Por supuesto, esto no implica cualquier nivel de apoyo, que dependerá de la intensidad de las características anteriormente señaladas, de la extensión de la lengua y de las preferencias de la sociedad en la que se habla. Los apoyos pueden ir desde su visualización en ámbitos muy localizados (el aragonés) hasta la oficialidad (el gallego). Sí implica, en cambio, que el discurso de no hacer nada desde la cosa pública para promocionar una lengua minoritaria, basándose en que las acciones individuales de los hablantes bastarán para llegar a un equilibrio óptimo, no tiene sustento alguno.
Para dilucidar la cuestión, los objetivos políticos adecuados, según entiendo los consensos habidos en España, refrendados en la Constitución, Estatutos de Autonomía y sentencias del Tribunal Constitucional, se pueden resumir en (i) facilitar que los hablantes de cualquier lengua puedan pasarla a sus hijos, (ii) facilitar que, en las comunidades bilingües, todos los hablantes conozcan ambas lenguas y (iii) facilitar la cohesión social. Estos objetivos se refieren a los derechos y bienestar de las personas y no apelan a un supuesto derecho de las lenguas a ocupar un espacio. Es de destacar que no es un objetivo el revertir la situación de una lengua a la que tenía en épocas pasadas. Eso será algo a lo que se tienda, o no, según las generaciones siguientes la usen. La idea de una división lingüística como en Suiza o Bélgica pudo haber sido una posibilidad hace un siglo para algunas lenguas españolas, pero no lo es ahora, dada la convivencia de hablantes. Tampoco es un objetivo el que los niños estén escolarizados en su lengua materna. Ciertamente es un argumento que se usó en su día para las lenguas minoritarias y hoy día se usa para el español, pero no está establecido ni implícita ni explícitamente en las leyes. En el País Vasco, por ejemplo, son los padres quienes deciden la lengua de escolarización (y a menudo no coincide con la materna), mientras que en Cataluña no hay elección.
Para conseguir el objetivo (i) es necesario que la lengua minoritaria tenga una presencia pública. El uso familiar y vecinal, que ha permitido la transmisión generacional del euskera durante siglos, es insuficiente en las épocas modernas por el gran peso de los medios de comunicación y la vida pública. Eso requiere del desarrollo de un estándar lingüístico, algo que ha ocurrido en todas las lenguas mayoritarias, aunque sus hablantes actuales no sean conscientes de ello y aunque haya sido un proceso lento. En las lenguas minoritarias este proceso suele ser más rápido una vez existe la voluntad política de promover esa lengua a un estatus oficial. La necesidad de esta estandarización tampoco es argumento en contra de la promoción de la lengua. Más importante, y delicado, es su uso en la educación, en los medios de comunicación y en los distintos ámbitos sociales, donde convive con otra lengua. Muchos equilibrios son, en principio, posibles: diferentes lenguas pueden predominan en diferentes ámbitos (en educación puede prevalecer una y en la justicia la otra) y pueden repartirse los demás en diferente grado (prensa, trabajo, p.ej.). En cualquier caso, será imposible que ciudadano pueda demandar que a su alrededor se forme una burbuja en la que todo se exprese en su lengua de preferencia. Para la consecución del objetivo (i) no es necesario ni posible que el 100 % del espacio público esté en cada lengua.
En aras del objetivo (ii) se han establecido multitud de programas de aprendizaje, además de la escolarización, y se han promocionado las ventajas de conocer la lengua minoritaria. En este sentido, en algunas comunidades se obliga a la escolarización en la lengua minoritaria, mientras que en otras solo se impulsa esta opción. La escolarización en la lengua minoritaria puede convivir con la escolarización en la lengua mayoritaria o ser exclusiva. De estas opciones, es difícil defender la escolarización exclusiva como instrumento para conseguir ninguno de los objetivos señalados. El Tribunal Constitucional ha ratificado la legalidad de que el catalán sea la lengua más usada en la educación, pero a su vez ha señalado que el castellano debe ser también usado en la docencia (p.e., aquí). Sin embargo, la manera en la que los padres o tutores pueden ejercer este derecho implica una petición explícita, con un coste añadido al tener que resistir una presión y sentirse señalado, o la petición de reembolso de los costes de escolarización en un centro privado (en Hay Derecho lo explican bien). Ambas maneras son contrarias a toda la literatura sobre la manera de impulsar decisiones; en este caso, la escolarización exclusiva en catalán. Una de las conclusiones de la economía del comportamiento y de la literatura de “empujoncitos” (nudges) requiere que la opción que no se ofrece por defecto esté inmediatamente disponible y sea de fácil ejecución. Tampoco favorece ninguno de los objetivos el que, p.ej., una escuela rehúse comunicarse con los padres de un alumno en la lengua que requieran ellos o que se valore desproporcionadamente el conocimiento de una lengua para ser cirujano.
El objetivo (iii) necesita que los hablantes de ambas lenguas estén razonablemente satisfechos con los equilibrios a los que se lleguen. Nada garantiza que el objetivo sea posible (p.ej., si uno de los dos grupos de hablantes mantiene actitudes contrarias a la otra lengua), pero siempre debe intentarse. En cualquier política pública se cometerán errores de tipo I (cuando no llega a cumplir su objetivo) y de tipo II (cuando la política tiene efectos no deseados). Por ejemplo, una política lingüística de apoyo a una lengua puede no llegar a igualar la situación de sus hablantes con la de la otra lengua en lo que a transmisión generacional se refiere (error tipo I) y a la vez conculcar los derechos de los hablantes de la otra lengua con alguna de las medidas (error tipo II). No es que la política se quede corta o vaya demasiado lejos, es que ambas cosas pueden suceder a la vez. Señalar esto no es posicionarse en la equidistancia, pues nada se dice acerca de que ambos errores se estén cometiendo por igual, pero sí implica que hay que prestar atención a ambos. Si bien en su día la lengua minoritaria podía estar en situación muy precaria, de tal manera que se podía avanzar en su impulso sin caer apenas en errores tipo II, esto no tiene por qué ser cierto hoy en día. Reconocer esta situación y actuar en consecuencia será necesario para la convivencia. Los errores tipo I inciden en el desafecto de los hablantes de la lengua que se promociona y los de tipo II en el desafecto de los hablantes de la otra. Ambos deben evitarse.
Hay 12 comentarios
Me entristece ver cómo hasta en páginas de economía asumen el ideario nacionalista catalán y relegan a la lengua valenciana el rango de dialecto sin ninguna prueba científica.
En política lo tengo más o menos asumido, ya que se trata de intereses ajenos a la realidad social, pero aquí no lo esperaba.
Salvador:
En ninguna parte hablo de la lengua valenciana como dialecto de otra lengua. Hablo de la lengua catalano-valenciana (o valenciano-catalana, si prefieres), usando los dos nombres (glotónimos) más extendidos de esa lengua.
En cualquier caso, como académico no puedo sino hacer caso de lo que dicen las autoridades académicas. Según las leyes valencianas promulgadas en el uso de sus competencias, la Acadèmia Valenciana de la Llengua es la encargada de elaborar la normativa lingüística del valenciano. Esta academia recoge las evidencias lingüísticas estudiadas por los filólogos en el sentido de que las distintas variedades lo son de la misma lengua, aunque esta tenga dos normativas (como las tienen las distintas variedades del inglés en distintos países). En particular, los dos bloques (oriental y occidental) son una misma lengua. Dentro del bloque occidental, las variedades noroccidentales (ribagorzano, leridano,...) y valencianas (castellonense, central,...), con el tortosino como variedad de transición entre ambas, forman un continuo. Esas son las consideraciones lingüísticas.
Si me has leído en otras entradas o mis opiniones en las redes sociales y otros medios, podrás ver que no me adscribo a idearios nacionalistas, a pesar de que a veces por no adscribirme a uno me acusen de estar del lado del otro. Me ha ocurrido por los dos lados.
Excelente entrada sobre los objetivos de las políticas lingüísticas.
Un debate distinto, que en mi opinión no se aborda suficientemente en nuestra sociedad, es si esos objetivos deben ser asumidos por la sociedad sea cual sea el coste de alcanzarlos.
Entre esos costes se incluye el coste directo de la promoción de la lengua minoritaria (p.ej., centros de enseñanza para adultos) y costes indirectos tales como el mantenimiento de medios de comunicación públicos y privados entre cuyos objetivos está la promoción de la lengua.
Pero también se incluye el coste de oportunidad de tener a miles de estudiantes, trabajadores, y funcionarios aprendiendo la lengua minoritaria en lugar de adquiriendo otras competencias, así como el capital humano perdido sobre todo en el sector público por no poder acreditar el conocimiento de la lengua minoritaria. A modo de ejemplo, la Universidad del País Vasco no contrata a profesores sin conocimiento acreditado de Euskera desde hace décadas. Teniendo en cuenta que esta lengua la habla menos del 40% de los jóvenes entre 25 y 34 años y no todos pueden acreditar su conocimiento, se está excluyendo potencialmente de la Universidad a muchos jóvenes con talento.
Luis:
Gracias por tus palabras. Por supuesto, para todo esfuerzo hay que evaluar si merece la pena. Para algunas lenguas, algunos objetivos son ya inalcanzables por mucho esfuerzo que se le dedique. En cualquier caso, esto será decisión política en cada lugar según sus competencias y respeto a las leyes.
En el caso de la Universidad del País Vasco, con haber sido una política la contratación específica de personal que pudiera impartir clases en euskera, no han sido estas las únicas contrataciones. Desconozco si, con todo, han sido muchas o pocas. En cualquier caso, si han sido demasiadas según su adecuación a los fines expuestos, será criticable según mi análisis (y habría que sospechar otros fines). Si no, no.
Una matización más: aunque es cierto que algo menos del 40 % de los jóvenes tienen la lengua vasca como materna, un 45 % más tienen conocimiento suficiente de ella como para poder acreditarlo en casi cualquier trabajo de la administración vasca.
Hola, José Luis.
Excelente artículo, yo no obstante quería matizar lo siguiente:
Si en un país ficticio se hablasen 4 lenguas (A,B,C,D), predominando A al estar más extendida por el territorio, quedando B,C y D relegadas a un número de hablantes sensiblemente menor.
Yo podría suponer que ante la duda sobre qué lengua usar, se escoge una por defecto. En este caso la A. Siendo por tanto la lengua vehicular. Quedando las otras lenguas como opciones válidas complementarias de A.
Al eliminar este precepto todas adquieren la misma prioridad. Lo que implica que pueda darse el caso de que según la región, se den combinaciones excluyentes, en el sentido de que coexistan varias lenguas sin conexión o mediación de una única lengua común para todo el territorio de dicho país.
Jordi:
Ese precepto está incluido en el objetivo (ii) para el caso que nos ocupa. Si habláramos de otro país donde en una región se hablan dos lenguas minoritarias, pero no la mayoritaria, habría que ver cuáles son los consensos políticos. En países donde esto ocurría a veces han tomado, efectivamente, la mayoritaria como común, en otros sitos han tomado otra (como el inglés o el francés, en muchos países de África).
UEs una entrada muy interesante, gracias. La multiplicidad de lenguas supone una grand riqueza cultural, y bajo esta perspectiva tiene un valor. Pero también puede interpretarlo como una importante desventaja. Curiosamente, en la antigüedad algunos autores así lo vieron (un ejemplo claro son los textos hebreos antiguos que lo consideran una maldición, un castigo divino como respuesta a la torre de Babel). Dejando atrás la mitología, parece claro que la mayor multiplicidad de lenguas entraña mayores dificultades para la integración política. Si cada estado de EEUU tuviera una lengua distinta, la unión sería probablemente más difícil. Este es un reto para Europa. Así que, interpretando el problema con perspectiva, cada lengua que desaparece es una victoria para los que piensan en la humanidad como un único pueblo universal que debe poder comunicarse con facilidad, y una pérdida para quienes anteponen la etnia y su cultura. Con ello, no quiero desdeñar el valor cultural, es enorme. Pero ¿compensa? esto es una cuestión de preferencias, y ya se sabe: de gustibus non est disputandum
Tener lenguas distintas y no tener una lengua común es una desventaja muy grande. Tener lenguas distintas y tener una común, no tanto. En cualquier caso, hemos llegado al presente con una variedad de lenguas. Hay un coste de disgregación si se asocian a ellas políticas identitarias excluyentes y hay un beneficio manifiesto para los hablantes si el uso de su lengua se normaliza. El equilibrio entre beneficios-costes-riesgos es lo que requiere una solución política, que será mejor si está basada en datos objetivos, en adecuación de medios a fines de consenso y en el destierro de fines espurios.
"el grupo social que alguna vez la habló."
Si lo dice literal, entiendo que el grupo social prevalece en el tiempo, a través de las generaciones.
¿Puede querer decir por las descendientes del grupo social que alguna vez lo habló?
Cuando dice "Estas consideraciones implican que la promoción pública de una lengua tiene perfecto sentido."
¿Quiere realmente decir de "cualquier" en lugar de "una" lengua? ¿O de varias?
Cuando dice "según entiendo los consensos habidos en España, refrendados en la Constitución, Estatutos de Autonomía y sentencias del Tribunal Constitucional"
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https://nadaesgratis.es/jose-luis-ferreira/la-monarquia-como-punto-focal
según yo la entendí, no le parecía consenso suficiente lo que dice la Constitución con lo de Monarquía Parlamentaria.
Me refiero al grupo social como uno que se identifica como tal. La sociedad irlandesa de hoy se identifica como irlandesa igual que lo hacían sus antepasados. Aunque muchos no hablen gaélico, perviven en su día a día palabras de esa lengua. Perviven en Europa mucha cultura en latín, aunque nadie tenga esa lengua como materna. En Barakaldo, donde se dejó de hablar euskera hace un siglo y medio, pervivían palabras y canciones. ¿Podemos hablar de una sociedad que pervive en el tiempo, pero no de un grupo social? ¿Cree que es más apropiado hablar de sus descendientes? ¿Alguien puede entender otra cosa?
En su segunda apreciación, quiero decir lo que cree se entiende bien en el contexto que lo he dicho: el monto del esfuerzo dependerá de lo extendido de la lengua y de las preferencias de las sociedad en la que se habla, tal y como explico en el texto.
Parece que entendió mal en su lectura de mi artículo sobre la monarquía. En ninguna parte digo que no hubiera consenso sobre su adopción. De hecho digo lo contrario. Tal vez se refiera a que acepto que haya un debate sobre ella y que por ello escribí el artículo, donde expongo lo que creo debe ser un debate civilizado. No estoy haciendo nada distinto en este sobre las lenguas. Mantengo que los objetivos en los puntos (i), (ii) y (iii) no están puestos en entredicho por casi nadie. Vox es la formación más beligerante contra algunas de las políticas lingüísticas, como la inmersión lingüística en catalán, contra la que ha presentado algunos propuestas, pero no ha dicho nada contra el consenso de esos puntos.
Una maravilla de artículo. No sólo menciona y explica las ideas a las que he llegado pensando en este tema sino que sus conclusiones van mucho más alla y no puedo más que coincidir con la enorme mayoría.
Gracias por tus amables palabras.
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