El recibo de la luz y las Filomenas

La tormenta Filomena de principios de año provocó un incremento del precio del kWh durante un tiempo, que se tradujo en una subida del recibo de la luz de un 20 % para los consumidores que tenían contratado el precio variable. Este incremento se queda en anecdótico al lado del provocado por la espectacular tormenta de nieve en Texas de hace unas semanas, donde el recibo se multiplicó por 100 (aquí). Es cierto que los consumidores que firman los contratos con precio variable saben que pueden pasar estas cosas, pero por sí sola, esa apreciación no nos dice nada acerca de lo eficiente del contrato ni del resto del diseño del mercado eléctrico. Para analizar si las decisiones son eficientes necesitamos saber si, cuando pasan estos sucesos, los consumidores y productores tienen la información adecuada y pueden reaccionar frente a ella. Otra pregunta de interés es si el incremento en el precio debido al shock genera incentivos a las empresas para aumentar la producción, la capacidad y la inversión en mejores tecnologías. La respuesta a estas preguntas es decepcionante.

Para intentar entender qué está pasando, repasemos algunos conceptos básicos de economía. Recordemos que la eficiencia económica significa que no se dilapidan recursos y que los mercados perfectamente competitivos son eficientes para la provisión de bienes privados siempre y cuando estén internalizados todos los costes y beneficios. Esto ocurre porque las señales con las que funciona el mercado, los precios, son indicativos de su escasez que, por tanto, será tenida en cuenta por consumidores y productores en su toma de decisiones.

La electricidad es un bien privado (un kWh consumido por mí no es consumido por nadie más) cuya producción genera importantes externalidades negativas en forma de gases de efecto invernadero y contaminantes, dependiendo de la tecnología de producción. El diseño de un mercado eléctrico lo más cercano a uno perfectamente competitivo debe contener dos elementos clave. El primero, resolver el problema de la externalidad negativa. Esto se puede hacer con impuestos por contaminación y emisión de gases de efecto invernadero o con el reparto de derechos de emisión para cada gas de efecto invernadero, principalmente CO2, y para cada agente contaminante. El otro, simular un mercado con un producto que debe casar oferta y demanda al instante y que debe estar todo él disponible en una red. Centrémonos en esto último.

Recordemos que en un mercado competitivo los agentes observan los precios y entonces deciden las cantidades que demandar o producir. Si son demasiado altos, los consumidores intentarán comprar menos y buscarán sustitutos. Por su parte, los productores verán negocio e invertirán en el sector y buscarán nuevas tecnologías que bajen los precios para atraerse a los consumidores. En la simulación de un mercado competitivo, el sector eléctrico conforma unas curvas de oferta y demanda con los compromisos de venta y de compra de productores y comercializadoras. Estos compromisos son de la forma “ofrezco/demando tantos kWh a tal precio”. El operador de mercado ordena las ofertas de menor a mayor precio y las demandas de mayor a menor. Allá donde se junten se determina el precio al que se intercambian todos los compromisos de compra a ese precio o superior y todos los compromisos de venta a ese precio o inferior. Esta doble subasta se comportaría efectivamente como un mercado competitivo si no fuera por algunas idiosincrasias del sector eléctrico que deben tenerse en cuenta. (Figura 1).

1. Las centrales hidroeléctricas y nucleares se diseñaron con un régimen de financiación particular y, además, no hay posibilidad ahora de extender estas tecnologías por razones geográficas en el primer caso y políticas en el segundo. Como sus costes variables son relativamente baratos, siempre se ofrecen a precio cero para asegurarse de que entren en la subasta (y ser remunerados al precio de mercado). Por tanto, su presencia en el mercado no aporta nada a los incentivos de consumidores o productores. No hay manera de fomentar o desincentivar ninguna de estas dos tecnologías. Si se derogara la moratoria nuclear, sí tendría sentido que las nuevas centrales entraran en el sistema. Lo que sí se consigue con mantenerlas en el mercado es permitir que las empresas propietarias tengan una remuneración extra por este tipo de plantas.

2. El sistema no permite tomar decisiones adecuadas ante shocks a corto plazo. Por ejemplo, ante un parón inesperado en algunas plantas o ante un aumento súbito de la demanda por cambios en el tiempo atmosférico, los consumidores no sabrán cuál es su mejor decisión. Los consumidores que pagan una tarifa fija por kWh no reaccionarán. Los que se han abonado a una tarifa variable pueden anticipar un precio más alto, pero sin ninguna precisión y con una incertidumbre mayor cuanto más inesperado es el shock. Los incrementos del precio tanto en España con Filomena, como en Texas con su tormenta de nieve fueron conocidos después del hecho, no durante él.

La razón de los altos precios hay que analizarla en el mercado de doble subasta. Si el incremento de la demanda no puede ser satisfecho por un incremento en la oferta que llega a su límite de capacidad, las empresas ofrecerán la producción de sus últimas plantas, no al precio marginal de la última unidad producida, sino a otro muy por encima, sabiendo que sus ofertas serán aceptadas en el sistema. (Figuras 2 y 3). Que el precio esté por encima del coste marginal en el corto plazo no es necesariamente malo si con ello se incentiva la entrada de empresas y tecnologías y la salida de consumidores, pero no es ese el caso. El resultado es que las empresas se apropian de gran parte del excedente en el mercado sin ninguna consecuencia en relación con la eficiencia. Recordemos que los consumidores no saben el precio y que, por tanto, el kWh no irá a aquellos que lo valoren más. Si hay un racionamiento, será en forma de apagones, como sucedió en algunos lugares de España y en muchos de Texas, que tampoco hacen nada por la eficiencia.

Que el mercado eléctrico mantenga esas ineficiencias y esos repartos desequilibrados del excedente a favor de las empresas no implica alguna acción a no ser que haya una alternativa mejor. ¿La hay? Probemos algunas:

-Puesto que los precios desorbitados por shocks imprevistos no funcionan como señal para la producción y consumo óptimos, pueden perfectamente limitarse. En el futuro no lejano tal vez sea posible que el consumidor sí pueda observar los precios y reaccionar ante su subida. Entonces el mercado y la política podrán ser otras.

-Los apagones en caso de que la oferta no pueda abastecer la demanda son una fuente de externalidad negativa en el sistema. El apagón afecta a un colectivo por la decisión de la última conexión/desconexión del sistema que, obviamente, no ha interiorizado ese coste social. Las externalidades públicas tienen muy mala solución sin un mecanismo público que permita esta interiorización del coste, en la forma de tasa para financiar un cierto exceso de capacidad, por ejemplo.

-Sacar del sistema de casación (la doble subasta que simula el mercado competitivo) las tecnologías que no tienen posibilidad de expandirse y las plantas sujetas a un régimen de amortización específico. Obsérvese que mi propuesta difiere de otras que piden que solo las plantas con la misma tecnología compitan entre sí. No estoy de acuerdo en esa alternativa porque una decisión que necesita de las señales del precio del mercado es justamente la de qué tecnología expandir y cuál abandonar.

-Hay más mejoras posibles, como la simplificación y homogenización de las subvenciones y penalizaciones a las distintas tecnologías o el sacar del recibo de la luz conceptos que son ajenos a la lógica de que los precios reflejen el coste de producción. De estas últimas y otras han hablado en otras ocasiones nuestros colaboradores Juan Delgado, Natalia Fabra y Gerard Llobet (aquí, aquí, aquí y aquí, por ejemplo) y a ellos me remito. En esta entrada he querido centrarme en los puntos anteriores.

Hay 12 comentarios
  • Hola José Luis. Excelente entrada. La verdad es que el tema tiene miga aunque no se si lo he logrado entender bien. Te dejo algunos apriorismos salpicados de dudas.

    ¿Fuera del mercado a nivel privado existe algún mecanismo de distribución de un bien o servicio atendiendo a causas ordinarias? Creo que no. Por eso estamos en una economía de mercado.

    Filomena pone al aire nuestras vergüenzas. Una infraestructura crítica envejecida, mal diseñada y mal gestionada, que ante una falta de previsión asume su parte de responsabilidad penalizando al consumidor final.

    Mi pregunta es clara ¿Pueden las empresas que proporcionan suministro eléctrico asumir puntualmente pérdidas significativas ante situaciones extraordinarias como en el caso de Filomena? ¿O le cargamos la factura a un aumento súbito de la demanda?

    ¿Se produce una reducción en la factura cuando hay un excedente en la oferta?

    ¿Redundaría eso en la necesidad de invertir en la calidad de las instalaciones y en la investigación y modernización de la red eléctrica?

    ¿Interesa más mantener una red “obsoleta” y mal preparada para fenómenos naturales adversos pero rentable para las empresas suministradoras?

    • -No sé a qué te refieres con "atendiendo a causas ordinarias". Hay unos cuantos bienes y servicios que se suministran fuera del mercado (no exclusivamente), como la educación y la salud.
      -En realidad, Filomena no ha puesto al descubierto vergüenzas en la infraestructura eléctrica. El número de apagones ha sido relativamente escaso. Sí ha puesto al descubierto alguno de los defectos del sistema de casación actual, aunque el alza en el precio no haya sido excesiva.
      -A la pregunta sobre asumir pérdidas ante filomenas: si has leído bien la entrada, verás que no hace falta que lo hagan, basta con que el precio no suba por encima del coste marginal del último kWh que entra en el sistema (Figura 3). Podría ser algo más bajo incluso, sin entrar en pérdidas (las provocadas por la entrada de las últimas unidades sería compensada por la mayor remuneración a las anteriores).
      -La factura ya ha visto reducciones importantes cuando ha habido excesos de oferta.
      -Mantener un sistema en que las empresas compitan entre sí y en el que se internalicen todos los costes y beneficios es la mejor manera de garantizar la modernización.
      -Interesa, como reitero, que se internalicen todos los costes y beneficios. Eso dará lugar al punto óptimo entre no hacer nada para garantizar el suministro y hacer una infraestructura exagerada.

      • Gracias José Luis por aclarar mis dudas. Disculpa si uso mi propia jerga, mi inquietud sobre la distribución “ordinaria” es que siendo la infraestructura eléctrica un pilar no solo de la actividad económica, sino de la capacidad de mantener sistemas críticos para la vida misma, deberíamos catalogar en orden a dicha dependencia vital al suministro eléctrico como un servicio de distribución extraordinario (en cuanto al valor de uso).

        Por ello, dejar sin este servicio (fuera del rango de precios) a determinados agentes económicos, vulnera el derecho a la vida o a la propia autoconservación de los mismos.

        Por este motivo estos sujetos que están fuera del mercado, deberían tener a su disposición algún recurso alternativo que les permita cubrir esa necesidad de valor extraordinario. Claro que esto chocaría con la propia lógica del mercado.

        Es la exclusión, invisibilización o expulsión, de agentes económicos del mercado lo que me preocupa. Esto es permisible en el mercado de los vehículos de alta gama. Pero no es lo mismo la frustración de no poder comprarme un Ferrari, que la dramática certidumbre de no poder comprar una barra de pan o un litro de leche, o de no tener acceso a una calefacción en pleno invierno.

        • Lo que planteas, como reconoces al final, no es específico del sector eléctrico. Si alguien es tan pobre que no se puede alimentar, vestir o calentar, ¿entonces qué? El mercado no tiene lógica ni deja de tenerla para estos casos. Simplemente dirá que, en ausencia de nadie que se preocupe por ellos, pasarán hambre o frío, reconociéndolo como un hecho y sin decir si esto está bien o mal. Quien tiene que decidir si eso es deseable o no serán los individuos de la sociedad. Si hay un acuerdo político / social para ayudarlos podemos estudiar la mejor forma de hacerlo. El análisis económico te dirá que, por ejemplo, subvencionar la electricidad a todo el mundo (ricos y pobres) para resolver o paliar el problema es una manera muy ineficiente de hacerlo. Es decir, que mantener el mercado (bien diseñado para que sea competitivo) y complementando con ayudas directas a algunos consumidores puede ser una buena opción.

          • Estimado José Luis, aún a riesgo de salirme del tiesto, el problema que me inquieta es que si el mercado es el único medio para acceder a un producto o servicio BÁSICO y existe una demanda “invisible” que queda por debajo del precio fijado por la oferta y la demanda “visibles”. No estamos siendo EFICIENTES en la distribución del bien o servicio BÁSICO. El problema no es el mercado, como bien dices, sino la ausencia de una alternativa. Y la gente muere o se suben a pateras para poder optar en un futuro a niveles de renta que le permitan acceder al mercado, o a la vida. Agradecería alguna sugerencia bibliográfica al respecto. Saludos.

            • Como dices, te sales del tiesto. Pero ya que es tu último comentario, digamos algo: Eficiencia significa no dilapidar recursos. Tú hablas de equidad. Si la situación de partida es desigual y queremos hacer algo al respecto, hágase; pero hágase sin ir contra las leyes de la economía, sino apoyándose en ellas.

  • El "mercado" de electricidad, cara al consumidor final habitual, tiene unos márgenes de competitividad limitadísimos y generalmente restringidos a grandes clientes industriales o públicos. La irrupción de las "comercializadoras finales" en general ha creado una competitividad aparente. Por otra parte el componente fiscal es desorbitado con lo cual el coste fiscal del "producto" --que nunca es realmente competitivo-- desfigura de tal modo la información de costes y precios que es una de las funciones del mercado solo tiene sentido si soy un consumidor industrial y tengo la capacidad de elegir el país y negociar precios a largo plazo antes de instalarme. De no ser así mantener la ficción de que existe un "mercado" en realidad, a los consumidores, nos cuesta más de lo que produce. En otros mercados, Banca controlada por el BCE por ejemplo, sucede lo mismo. Son productos y servicios obligados con poca o nula competencia y extractivos.

    • Me da la sensación de que hablas del mercado en España, y no de cualquier mercado que pueda haber. Si es así, prestemos atención a los análisis para mejorarlo. Si no es así, y te refieres a alguna supuesta imposibilidad de acercarse a una buena asignación de recursos en el sector eléctrico con un mercado como mecanismo de base, esto va en contra de lo que podemos observar.

  • La verdad es que el mercado eléctrico es un galimatías para los no iniciados, así que gracias por intentar hacernos entender algo. A mí siempre me ha parecido que el sistema que rige en España (no sé si en otros países es igual) tiene incentivos perversos. Dado que toda la electricidad se paga al precio del kilovatio producido con la última tecnología que se emplea, las empresas productoras (son muy pocas), tendrán la tentación de que acaben entrando el producto más caro. De hecho hay casos conocidos (cuántos no habrá desconocidos) de manipulaciones de este tipo. Me pregunto si el precio no podría calcularse teniendo en cuenta el coste marginal de cada tecnología por separado o si hay algún otro tipo de solución.

    • En todo mercado existe siempre la tentación de coludir por parte de las empresas. Sorpresa: a las empresas no les gusta el mercado, si pueden, querrán saltárselo. A los consumidores les beneficia mantener el mercado competitivo e impedir la colusión. Tal vez estés pidiendo una mayor intolerancia y castigo a las empresas que coludan. Me parece bien. Como decía antes, poner precios para distintas tecnologías impedirá que distintas tecnologías compitan entre sí. Es una mala medida en general y peor justo en momentos que necesitamos desarrollo tecnológico en la generación de energía.

      • Entiendo. Pero no sé si aquí la competencia entre tecnologías es lo fundamental Me da la impresión de que a veces no hay más remedio que recurrir a la peor tecnología posible porque de otra forma no hay manera de satisfacer la demanda. Es decir, ya sabemos que la generación a partir de carbón es más cara que la fotovoltaica, pero muchas veces habrá que usar carbón. Lo pernicioso, según lo veo, es que a las empresas siempre les interesará meter esa tecnología en el paquete dado que determina el precio de toda la factura. Es esto lo que no veo cómo evitar con el sistema actual.

  • Hola, ¿el efecto de sacar nucleares e hidroeléctricas de las subastas no sería inocuo? Si generan a precio cero... // a no ser que se piense en una curva de oferta desplazada a la izquierda respecto a la original y un precio de cruce más elevado con menos cantidad demandada, ¿qué me estoy perdiendo? // por cierto, hidro y nuclear no emiten CO2... habrà que pensar la moratoria nuclear y esa supuesta moratoria física de hidro, gracias!

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