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Let the River Run

En 1921 Sadie T.M. Alexander obtuvo el título de doctora en economía por la University of Pennsylvania. Fue la primera mujer afroamericana en lograrlo. Sin embargo, sus oportunidades profesionales no se correspondieron con su cualificación, por lo que Sadie se recicló hacia el derecho. En 1927 se convirtió en la primera mujer afroamericana que se graduó en la University of Pennsylvania Law School, iniciando desde entonces una exitosa carrera profesional. Su ejemplo ha inspirado al Colectivo Sadie, creado para dar visibilidad a las mujeres afroamericanas en la Economía, cuya representación es tan ridículamente pequeña que sólo puede ser explicado por la existencia de multitud de barreras y penalizaciones.

No todas las barreras tienen su origen en una discriminación de tipo racial o sexista. Lo que sucede en la Economía con las mujeres (y más aún con las mujeres afroamericanas en Estados Unidos) es en realidad una parte de un problema más general, y que tiene que ver con la asignación del talento por ocupaciones. Que las personas terminen desempeñando los trabajos para los que tienen una ventaja comparativa en términos de habilidad o capacidad dependerá básicamente de su experiencia vital.

Desde que nacen hasta que su talento desemboca en un puesto de trabajo, muchos individuos se enfrentan a tres tipos de barreras: (1) las normas sociales, que condicionarán sus preferencias sobre ocupaciones; (2) las trabas a la educación y a la formación del capital humano, que afectarán al rango de ocupaciones al que podrán optar en un futuro; y (3) los comportamientos discriminatorios en el mercado de trabajo, con capacidad de afectar a su elección ocupacional final y reducir su productividad.

En un trabajo recientemente publicado, Hsieh, Hurst, Jones y Klenow (Econometrica, 2019) cuantifican cómo han evolución las barreras al talento en Estados Unidos para los colectivos de mujeres afroamericanas, mujeres blancas y varones afroamericanos, en relación a los varones blancos.  Una vez estimados los cambios en estos factores, los autores utilizan un modelo de equilibrio general para evaluar su impacto sobre el crecimiento económico, a través de los efectos que provocan sobre la asignación del talento entre ocupaciones. En una versión de su modelo, los individuos tienen habilidades específicas distintas para cada ocupación. En otra, su habilidad es la misma entre las ocupaciones, pero tienen preferencias idiosincráticas entre ocupaciones. Para captar el efecto de cambios en las normas sociales se incluye el trabajo en el hogar como una ocupación más. El supuesto fundamental en su estrategia para poder identificar los cambios en las trabas al talento es que la distribución de la habilidad innata de las mujeres y de los hombres negros, en relación a los hombres blancos, es constante en el tiempo.

El Gráfico 1 refleja los cambios estimados acaecidos desde 1960 en un indicador que capta conjuntamente las barreras a la formación del capital humano y las relacionadas con la discriminación en el mercado de trabajo. Se observa una caída muy pronunciada en los primeros veinte años, especialmente para las mujeres, aunque desde 1990 este proceso de convergencia con los hombres blancos se ha estancado. La reducción de las barreras ha sido especialmente importante para la asignación del talento en las ocupaciones de mayor productividad, como los autores muestran en un análisis más detallado.

Gráfico 1. Evolución de las fricciones ocupacionales (media de 67 ocupaciones). Fuente: Hsieh, Hurst, Jones y Klenow (Econometrica, 2019, Figure 2).

El Gráfico 2 siguiente representa la evolución del crecimiento acumulado en el PIB per cápita observado en Estados Unidos (línea azul), una vez se incluyen en el modelo los cambios estimados en las fricciones a la asignación del talento, que de forma agregada se han plasmado en el gráfico anterior. También se dibuja un escenario alternativo (línea verde) en el que dichas barreras se mantienen constantes a los niveles de 1960. La comparación entre ambas líneas proporciona una imagen del efecto sobre el crecimiento acumulado del PIB per cápita que se debe a la reducción de trabas relacionadas con la formación del capital humano de las personas, y de los comportamientos discriminatorios en el mercado de trabajo.

Gráfico 2. PIB per cápita, observado y contrafactual. Fuente: Hsieh, Hurst, Jones y Klenow (Econometrica, 2019, Figure 7).

Después de múltiples chequeos y análisis de robustez los autores concluyen que la eliminación observada en las barreras a la asignación del talento, que ha afectado a los hombres afroamericanos y a las mujeres, explicaría aproximadamente el 40 por cien del crecimiento observado en el PIB per cápita desde 1960, al facilitar el acceso de personas con capacidad innata a ocupaciones de mayor productividad.

Junto a la potencia del anterior resultado, emerge otro no menos importante en cuanto a sus implicaciones de política económica. Cuando se estudian por separado la parte del efecto agregado sobre el PIB que se debe a barreras en la formación del capital humano, y la contribución relacionada con prácticas discriminatorias en el mercado de trabajo, se observa que las barreras al capital humano juegan un papel más relevante que las discriminaciones laborales, en un orden de 4 a 1 aproximadamente. Los cambios experimentados por cada colectivo en las preferencias ocupacionales son, sin embargo, de una importancia menor.

El resultado anterior tiene, en mi opinión, varios filos, algunos de ellos no suficientemente enfatizados en el debate político a la vista del impacto mencionado. Por una parte enfatiza la necesidad de facilitar el acceso muy temprano de los niños a una educación de calidad, que compense el peso de nacer en un entorno familiar adverso para el desarrollo de las habilidades innatas. El resultado apunta, además, a la relevancia de apostar por un buen sistema de formación profesional donde los estudiantes encuentren una alternativa al abandono y puedan cultivar ciertas habilidades específicas. Pero también nos advierte de los peligros de utilizar atajos, como la igualación por abajo en los centros educativos o la utilización de la enseñanza condescendiente, pues dichas prácticas pueden contribuir a ocluir el talento y perpetuar las desigualdades.

Existe un aspecto más sutil de la asignación del talento por categorías ocupacionales y del que no he hablado hasta ahora. Se trata de la calidad de la exposición vital de los individuos a la información sobre ocupaciones que son fundamentales para el crecimiento económico, como pueden ser la ciencia y la innovación. En términos del modelo de Hsieh, Hurst, Jones y Klenow, estaríamos hablando de bucear en la determinación de la distribución de preferencias, que ellos consideran exógena. En otra entrada les hablaré de los últimos estudios empíricos sobre este tema, y de la relevancia que estos resultados puede tener para el diseño de un sistema de ayudas a la ciencia y la investigación. De momento, quedémonos con el mensaje de esta columna y let the river run.